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Merlina.

Con un rápido movimiento, me pongo el vestido mientras él se sube el pantalón.

—Ayudame a trepar por la pared —susurra. Abro los ojos de par en par.

—¿Qué? ¡No! Te podés lastimar... ayudame a cerrar mi vestido.

Suspira y, en cuanto termina de subir el cierre, la cortina del vestidor se abre de par en par y Ariel nos mira con los ojos entrecerrados.

—Voy a hacer de cuenta que no vi nada —murmura mirándonos con atención.

—No estábamos haciendo nada, la ayudé a subir el cierre de su vestido —responde Emanuel con tono convincente. El modista lo mira de arriba abajo y arquea las cejas.

—¿Y ella te ayudó a bajarte el cierre de tu pantalón? —inquiere con tono sarcástico—. Chicos, no nací ayer... igual, no se preocupen, he visto cosas peores en mis probadores. No voy a decirle nada a Ricardo, pero tengan cuidado la próxima vez.

Se va y le dice a los demás lo que le dijimos. Emanuel me mira con expresión de pánico y solo me río antes de darle un beso más y echarlo del probador. Este hombre me encanta.

Vale me mira para que continúe la historia mientras come maní. Yo le hago un gesto para que me espere, me levanto, pido dos vasos de cerveza más al de la barra y, en cuanto las tengo, vuelvo a sentarme para seguir contándole lo sucedido.

—Teníamos dos opciones. Contar lo que realmente pasó o que él volviera a su probador trepándose por la pared —digo—. Al final, pensamos otra alternativa. Obviamente nos vestimos a la velocidad de un rayo y en cuanto Ariel corrió la cortina de mi probador y nos vio le dijimos que le pedí ayuda a Emanuel para que subiera el cierre de mi vestido. No lo creyó, obviamente, pero no dijo nada.

—¡Ustedes están locos! —exclama mi amiga con los ojos bien abiertos—. ¿Cómo se les ocurre tener sexo en un probador?

Me encojo de hombros y sonrío.

—Fue excitante —replico—. Además, lo veo y mis hormonas se descontrolan, en serio, no solo está bueno y es divertido, sino que también coge como los dioses. Te juro, siento mucha química.

Hace una mueca dudosa y suspira.

—No quiero pincharte el globo, Mer, pero como soy su secretaria y estoy todo el tiempo con él... también debo decir que hay cosas que no me gustan —expresa con incomodidad. Frunzo el ceño.

—¿Como qué? —interrogo.

—Bueno... como que una rubia con pinta de modelo se la pasa en su oficina o que últimamente su ex está apareciendo por ahí más seguido...

—¿Vanina? —inquiero. Ella asiente—. Bueno, no creo que sea nada grave, quizás hablan de algún tema importante.

—Yo le dije a Ramiro lo que pienso, él obviamente lo va a defender porque es su amigo. Me dice que Emanuel está súper enganchado con vos, que lo de Vanina es una tontería, pero no sé. Quiero ser sincera con vos y decirte lo que veo y lo que siento. Quiero lo mejor para vos y quizás este hombre...

—Vale, no te preocupes. Ema es como una relación a corto plazo, todos lo sabemos, ¿o no? —la interrumpo tragando el nudo que se formó en mi garganta—. Simplemente nos estamos sacando las ganas, él está muy bueno y jamás voy a volver a encontrar otro tipo así, tengo que aprovechar que me dio bola.

Ni siquiera sé porqué digo estas palabras. Aún pienso en la propuesta que todavía no respondí porque no tuve tiempo. ¡Me pidió ser su novia! Creo que si no pensara en algo serio, no me hubiera dicho eso. Por supuesto que yo acepto sin ningún problema, pero con lo que me está diciendo Valeria ahora, prefiero sacarme la duda antes de dar el siguiente paso.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora