39

5.1K 548 99
                                    

Merlina

Con el cuaderno en mano y Andrés pegado a mi espalda, recorro el salón. Estoy revisando para que todo esté impecable. Apenas faltan unas pocas horas para la fiesta, me siento tan nerviosa que voy a vomitar.

—¿Me vas a decir por qué no querés que sepan que sos Michael Jackson? —cuestiono cuando al fin tengo un momento libre. Él se ríe.

—No soy Michael, soy Andrés. Y es que me da vergüenza, yo no canto así. Es decir, sé que canto parecido a él, pero lo que pasa es que tengo que hacer la voz un poco más aguda y me cuesta muchísimo. Si se enteran que imito a Jackson, me van a pedir que cante todo el tiempo, y no quiero. Además, lo hago solo porque necesito la plata, no porque quiera. Estoy obligado a hacerlo, no quiero seguir gastando lo que me da Emanuel —responde con mucha seguridad. Asiento con la cabeza, lo entiendo.

—Bueno, contá conmigo que no voy a decirle a nadie, pero creeme que es genial cómo actuas. Es más, le dije a Vale que me dabas miedo de tan parecido que eras.

Suelta una carcajada y me da un pequeño abrazo por los hombros.

Continuamos mirando que todo esté en orden, por suerte es bastante compañero y me ayuda en muchas cosas. De a poco van llegando los organizadores que el salón tiene contratados y también ayudan con las decoraciones y varias cosas más.

—Qué raro que no saliste con mi hermano anoche —dice Andrés oliendo unas rosas de plástico. Hace una mueca y me río.

—Son de mentira —comento volviendo a depositarla en el jarrón—. Y no salí con él porque con Vale siempre tenemos los viernes de chicas y su novio y Emanuel tienen sus viernes de hombres, lo cual es súper respetable. Además, tampoco es que tenemos que estar todo el tiempo juntos. Nos estamos conociendo.

—Creo que ya se conocen mucho —agrega esbozando una sonrisa torcida. Lo miro con diversión y vergüenza a la vez, acomodando más rosas en sus floreros—. Admitilo, la primera fase de una relación es tener sexo todo el tiempo.

—No es así, también se pueden hacer otras cosas, como salir a comer y ver películas.

—Eso suena muy a mi hermano y muy aburrido... Yo cuando estoy con alguien no les doy descanso. —Sonríe de manera triunfal y ruedo los ojos.

—Qué creído, seguro no aguantas ni la mitad —contesto con tono burlón. Saludo con la mano a una chica que recién llega mientras yo sigo corriendo por todo el salón.

Comenzamos a preparar absolutamente todo lo que falta, desde los cubiertos y platos sobre las mesas, hasta las pantallas e instrumentos sobre un pequeño escenario en un rincón del lugar. Mi acompañante se sube para hacer la prueba de sonido, cantando tan bien que me quedo mirándolo obnubilada, pero no está cantando de la misma manera de anoche, sino con una voz más dulce y aterciopelada que me sumerge en la balada. ¿Este hombre canta rock? Increíble. Al terminar, baja del escenario de un salto y sonríe.

—¿Cómo salió? —interroga.

—¡Espectacular! Me encanta tu voz, creo que voy a ser tu fan.

—Me hacés sonrojar —dice con fingida timidez—. Tengo que cantar esto, a mi papá no le gusta que cante rock, según él es música del demonio. —Ríe y se encoge de hombros—. Explicame cómo los Guns pueden ser del demonio, empecé haciendo covers de ellos, de los Rolling, Aerosmith, AC/DC, en fin, muchos más... y lo torturaba con esa música demoníaca cuando practicaba con mi banda.

—¿Tu papá es muy religioso? —interrogo interesada. Hace un sonido irónico y niega con la cabeza.

—Por el contrario, pero prefiere escuchar baladas. Juan Gabriel, más que nada, es bastante pesado con ese hombre, pero bueno... es de otra época. Por suerte mi hermano se copió de mis gustos, lo influencié bien. ¿Te imaginás a Ema escuchando cumbia? Lo mataría —replica comenzando a seguirme hasta la cocina.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora