02

9.8K 804 86
                                    

Merlina.

—No puedo creer que no me hayas dicho que tenías un bombonazo de jefe —cuchicheo en cuanto Emanuel se va. Se ríe y niega con la cabeza.

—Te dije mil veces que no es mi jefe, es una especie de subjefe, ¿está bien?

—¿Y nunca te gustó? —le pregunto arqueando una ceja. Hace una mueca de disgusto—. ¿No tuviste la fantasía de jefe-secretaria?

—Para nada, es demasiado lindo para mi gusto, parece un muñeco Ken. —Mira su teléfono, escribe algo en una agenda y aprovecho para sacar mi pinza de depilar y el espejo. La luz de este lugar es ideal para depilarme las cejas.

—¡Lo sé! —exclamo—. Es perfecto, me enamoré. Qué bien le queda el traje azul... —Muerdo mi labio.

—Ay, Mer... Es imposible que te enamores, justo vos que tardas siglos en aceptar tus sentimientos. —Me mira de reojo y sonríe—. El señor Lezcano junior nunca tuvo novia.

—Ja, sí, claro. —Ruedo los ojos y tiro el último pelo de mi ceja fuera de lugar antes de mirarla con seriedad y volviendo a guardar los objetos—. Eso sí que no te lo creo.

—Bueno, creo que solo tuvo una. —Se encoge de hombros—. Pero tiene veintinueve años, es raro que solo haya tenido una novia con esa belleza angelical.

—¿Y si es gay? —interrogo chasqueando los dedos—. Puede ser, la mayoría de los hombres lindos son gays.

—No es gay, Mer... —Suspira y continúa escribiendo cosas en sus papeles—. ¿Hace cuánto te separaste? ¿Cuatro años?

—Uf, ni me hagas acordar. Mi último novio fue a los veintiuno, ¿te parece? Necesito algo ya, y ese jefe tuyo me flechó terriblemente.

—¿Vas a hacer algo? —cuestiona con tono divertido.

Estoy por responder cuando él vuelve. Me dirige una mirada de reproche al verme con los pies sobre el escritorio de mi amiga y me acomodo rápidamente.

—Vas a hacer que pierda el trabajo —me dice Vale respondiendo su propia pregunta. Suelto una carcajada y Emanuel se detiene en seco con el café en su mano antes de cruzar el umbral de la oficina. Vuelve a dirigir sus preciosos ojos hacia mí y frunce el ceño.

—A mí no me estás dando imagen de persona responsable —comenta—. Solo veo a una mujer actuando como adolescente. ¿Tengo que arrepentirme de haberte contratado?

—¿Perdón? —cuestiono notablemente ofendida—. No puedo creer que se base en mi profesionalismo solo con ver cómo hablo con mi mejor amiga. Es más, si tengo que basarme en usted, puedo decir que es un amargado.

—Mer... —murmura mi amiga abriendo los ojos para callarme.

—Ni siquiera me conocés como para decirme que soy un amargado —responde el muchacho con seriedad y se acerca a mí. Me pongo de pie, que no crea que me inhibe.

—Y usted no me conoce como para decirme que soy infantil. ¿Y sabe qué? Voy a hacer la mejor fiesta empresarial de su vida, porque me ofendió, se metió con mi trabajo y con mi trabajo no se mete nadie. —Doy un paso más para enfrentarlo y sonríe con expresión burlona. Estoy tan cerca de sus labios que podría besarlo ahora mismo, solo que debería ponerme en puntitas de pie porque mis labios están a la altura de su pecho. Me siento enana.

—Más te vale que sea la mejor fiesta de trabajo, quiero disfrutar para dejar de ser tan amargado —dice con el mismo tono que expresa su rostro. Sonrío y me alejo de nuevo.

—Va a disfrutar. —Le guiño un ojo y vuelvo a sentarme, haciéndole caso omiso a su presencia y hablando nuevamente con Valeria, que no sabe qué hacer ante la situación.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora