35

5.2K 572 84
                                    

Emanuel.

Me acomodo en el asiento con nerviosismo. En cualquier momento entra ella con mi padre y el fotógrafo para hacer esas estúpidas fotos de la empresa, pero lo que más ansioso me pone es verla después de lo de ayer.

Le dije que quiero estar con ella y me siento muy liberado y extremadamente feliz, como no me sentía hace muchísimo tiempo. ¿Qué pasará ahora? ¿Tengo que actuar como si nada o la beso en cuanto cruce la puerta? Es que no tengo esta clase de relación desde hace mucho, una relación que se dio de manera genuina, sin forzar y sin dudas. Mejor espero a ver cómo actúa ella antes de hacerlo yo, no quiero cagarla.

La puerta se abre de golpe y salto del susto. Luego entra mi papá, seguido de un hombre con barba de hípster y Merlina detrás de ellos. No puedo evitar mirarla, está sonriendo y me hace un gesto para que no hable. Qué preciosa está, y sus labios se me hacen más atrayentes con ese labial rojo que tiene. Trae un vestido rosa pegado hasta la cintura y con volados en la falda, y tacones negros, que la hacen ver muy sexy.

—Buen día, señor Lezcano —dice sacándome de mis pensamientos—. Él es Arturo, el fotógrafo, ¿estás preparado? Ya sacó a todos los pisos de abajo, ahora le toca una foto con usted solo, y otra con su padre.

—Sí, supongo que estoy listo. —Me encojo de hombros—. ¿Qué tengo que hacer?

—Una pose de empresario —replica Arturo entre risas—. Vamos, sin vergüenza.

Me cruzo de brazos y pongo cara de aburrido. Merlina oculta una risa, pero mi papá si ríe fuerte.

—Hijo, ¿esa es tu pose de empresario? Yo esperaba que estuvieses un poco más contento. Esbozá una sonrisa como mínimo, sino parece que te estoy torturando.

Asiento con la cabeza y me saca algunas fotos con muecas parecidas a sonrisas. Me pone más nervioso la mirada de la organizadora sobre mí, que me estén haciendo una sesión de fotos.

—Nena, ¿por qué no te sacás una foto con él? —le pregunta mi padre a Merlina, que lo mira con sorpresa—. Él te contrató, creo que estaría bien que se saquen una foto juntos, ¿o no?

Ella se acerca a mí con algo de duda y se posiciona a mi lado. No tengo idea de qué pose hacer, así que simplemente paso mi mano por su cintura. Siento toda la electricidad recorrer mi cuerpo en cuanto la toco y procuro que no se note, aunque creo que en esta sí salgo sonriendo.

—Qué linda pareja —suelta Arturo. Veo a Merlina, que está más roja que un tomate y me río, aunque sigo sin decir nada, no quiero meter la pata—. Ahora una de padre e hijo empresario.

Mi papá se acerca a mí y apoya una mano sobre mi hombro. Va a parecer una foto muy antigua.

—Bueno, creo que acá terminamos, siguiente oficina —dice Ricardo separándose y saliendo de mi despacho. El fotógrafo lo sigue a paso rápido y ella se queda un instante más. Me acerco y le doy un pequeño beso en los labios, provocando que sonría.

—Después hablamos, tengo que seguir a tu papá —comenta. Asiento y la dejo ir.

Yo salgo a pedir un café y me cruzo con ellos en el pasillo, por lo que vuelvo a pasar sin dejar de mirarla. Ella sigue intentando mantener la seriedad, pero en cuanto mi papá no la mira me tira un beso. Eso es lo más tierno que me hicieron en la vida. Esta chica es pura ternura y muero de ganas por estar con ella y hablar y reír y besarla. Ya sé que me está volviendo loco.

—Valeria, si llega a ir alguien a mi oficina, decile que estoy en la cocina, ¿sí? —le digo a la secretaria. Ella asiente y esboza una breve sonrisa antes de continuar mirando su celular.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora