36

5.3K 536 31
                                    

Merlina.

Sí, estoy enojada por una tontería y tiene toda la razón en que no tenemos que presentarnos a nuestros padres hasta ser algo formal, pero yo siento que lo nuestro no es muy convencional y hasta creo que podríamos avanzar súper rápido. Tan rápido que me da miedo, pero es que una vez que se tiene relaciones no hay vuelta atrás. Si se tiene sexo antes de ser algo formal, es como que el tiempo pasara el doble de rápido, porque ya conocés su cuerpo desnudo y ahora solo quedaría seguir conociendo su interior, pero esa cosa de tensión sexual ya se habrá esfumado.

O eso supongo hasta que Emanuel toca la puerta de casa y al abrirle lo encuentro con una camisa blanca, jeans, y una perfecta sonrisa torcida que derrite hasta el rincón más escondido de mi cuerpo. Me quiero morir porque yo estoy con un pijama rosa desgastado y mis pantuflas enormes de patitas de gato. Mira eso y se ríe, pero antes de que diga algo, levanta sus manos en señal de tranquilidad y suspira.

—Perdón si vengo de repente, debería haberte avisado, pero quería hablar con vos —dice.

—No hay problema, no tenés que avisarme, está claro que sos bienvenido —respondo, haciéndome a un lado para que entre a la casa. Me mira con duda—. Tranquilo, estamos solos por un rato, mi hermano y mamá fueron a comprar algo para comer. Debería pedirte perdón yo por mi mala presencia, estoy impresentable.

—Si estás hermosa —comenta, lo que me roba una sonrisa. Cierro la puerta y le hago un gesto para que me siga hasta la cocina.

—Estaba tomando un té —digo volviendo a sentarme, él se sienta a mi lado—. ¿Querés algo para tomar?

—No, gracias. —Rasca la punta de su ceja, se cruza de brazos y me mira con interés mientras tomo mi infusión—. Bueno, la verdad es que solo venía a hablar a solas con vos, porque hoy no pudimos charlar mucho y quería sacarme la duda sobre lo que dijimos ayer.

—¿Sobre qué? —interrogo mirando sus ojos azules. Siento mariposas nuevas en mi panza.

—Ya sabés, sobre lo de estar juntos... Es que es extraño. —Suelta una carcajada incómoda—. Hablamos de darnos una oportunidad, pero después actuamos como si nada y es bastante confuso.

—Estoy de acuerdo —expreso—. Yo tampoco sé lo que somos, básicamente somos como amigos con derecho.

—Salgamos —manifiesta de repente. Arqueo las cejas—. Vamos a pasear... Si querés andá así vestida, abrígate nomás, dejale una nota a tu madre, nos vamos a dar una vuelta.

—¿Qué? ¿A dónde? —interrogo confundida. Sonríe y se encoge de hombros.

—A donde sea, vamos a pasear.

Decido cambiar mi pijama por algo más cómodo y me abrigo porque afuera hace bastante frío. No tengo idea de a dónde me va a llevar. Le escribo la nota a mi madre y salimos. Abre la puerta del copiloto para que suba y cierra en cuanto me acomodo. Luego rodea el coche, se sube y arranca.

—¿A qué hora tenés que levantarte mañana? —me pregunta.

—A las ocho. Tu hermano pasa por mí a las nueve, tengo que ir a ver una cosa del salón —respondo

—Perfecto, antes de las doce volvemos así descansas. Tenemos cuatro horas para disfrutar. Yo mañana tengo mi día casi libre, excepto que tengo que acompañar a mi papá a buscar los trajes para el sábado. —Hace una mueca de disgusto.

—Puedo ir yo si quieren, de hecho, es algo que me corresponde.

—No te preocupes, quiere probárselo y todo. Los hizo a medida, incluso mi hermano va a estar con traje. ¿Te lo imaginás tocando rock así? Además, va a ser raro verlo bien vestido.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora