Un flechazo (des)organizado

By MyCherryBomb

355K 34.7K 4.7K

Merlina está completamente segura de dos cosas: La primera es que está absolutamente flechada por el jefe de... More

Presentación
Presentación #2
Personajes principales
00
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
Epílogo
Nueva historia

36

5.3K 536 31
By MyCherryBomb

Merlina.

Sí, estoy enojada por una tontería y tiene toda la razón en que no tenemos que presentarnos a nuestros padres hasta ser algo formal, pero yo siento que lo nuestro no es muy convencional y hasta creo que podríamos avanzar súper rápido. Tan rápido que me da miedo, pero es que una vez que se tiene relaciones no hay vuelta atrás. Si se tiene sexo antes de ser algo formal, es como que el tiempo pasara el doble de rápido, porque ya conocés su cuerpo desnudo y ahora solo quedaría seguir conociendo su interior, pero esa cosa de tensión sexual ya se habrá esfumado.

O eso supongo hasta que Emanuel toca la puerta de casa y al abrirle lo encuentro con una camisa blanca, jeans, y una perfecta sonrisa torcida que derrite hasta el rincón más escondido de mi cuerpo. Me quiero morir porque yo estoy con un pijama rosa desgastado y mis pantuflas enormes de patitas de gato. Mira eso y se ríe, pero antes de que diga algo, levanta sus manos en señal de tranquilidad y suspira.

—Perdón si vengo de repente, debería haberte avisado, pero quería hablar con vos —dice.

—No hay problema, no tenés que avisarme, está claro que sos bienvenido —respondo, haciéndome a un lado para que entre a la casa. Me mira con duda—. Tranquilo, estamos solos por un rato, mi hermano y mamá fueron a comprar algo para comer. Debería pedirte perdón yo por mi mala presencia, estoy impresentable.

—Si estás hermosa —comenta, lo que me roba una sonrisa. Cierro la puerta y le hago un gesto para que me siga hasta la cocina.

—Estaba tomando un té —digo volviendo a sentarme, él se sienta a mi lado—. ¿Querés algo para tomar?

—No, gracias. —Rasca la punta de su ceja, se cruza de brazos y me mira con interés mientras tomo mi infusión—. Bueno, la verdad es que solo venía a hablar a solas con vos, porque hoy no pudimos charlar mucho y quería sacarme la duda sobre lo que dijimos ayer.

—¿Sobre qué? —interrogo mirando sus ojos azules. Siento mariposas nuevas en mi panza.

—Ya sabés, sobre lo de estar juntos... Es que es extraño. —Suelta una carcajada incómoda—. Hablamos de darnos una oportunidad, pero después actuamos como si nada y es bastante confuso.

—Estoy de acuerdo —expreso—. Yo tampoco sé lo que somos, básicamente somos como amigos con derecho.

—Salgamos —manifiesta de repente. Arqueo las cejas—. Vamos a pasear... Si querés andá así vestida, abrígate nomás, dejale una nota a tu madre, nos vamos a dar una vuelta.

—¿Qué? ¿A dónde? —interrogo confundida. Sonríe y se encoge de hombros.

—A donde sea, vamos a pasear.

Decido cambiar mi pijama por algo más cómodo y me abrigo porque afuera hace bastante frío. No tengo idea de a dónde me va a llevar. Le escribo la nota a mi madre y salimos. Abre la puerta del copiloto para que suba y cierra en cuanto me acomodo. Luego rodea el coche, se sube y arranca.

—¿A qué hora tenés que levantarte mañana? —me pregunta.

—A las ocho. Tu hermano pasa por mí a las nueve, tengo que ir a ver una cosa del salón —respondo

—Perfecto, antes de las doce volvemos así descansas. Tenemos cuatro horas para disfrutar. Yo mañana tengo mi día casi libre, excepto que tengo que acompañar a mi papá a buscar los trajes para el sábado. —Hace una mueca de disgusto.

—Puedo ir yo si quieren, de hecho, es algo que me corresponde.

—No te preocupes, quiere probárselo y todo. Los hizo a medida, incluso mi hermano va a estar con traje. ¿Te lo imaginás tocando rock así? Además, va a ser raro verlo bien vestido.

—Pobre, no se viste tan mal —digo entre risas.

—¿Cómo que no? ¿Vos viste cómo estaba vestido en su cumpleaños? ¡Parecía un vagabundo! Y la mayoría de las veces que se viste bien es porque roba mi ropa. Hasta mi perfume se pone.

—Con razón el otro día olía como vos —comento sonriendo. Él niega con la cabeza y suspira.

—Si tuvieras hermanas también deberías compartir tu ropa, te salvaste.

—No del todo. Vale no es mi hermana, pero aun así nos prestamos cosas e incluso no nos la devolvemos. Me debe un vestido hace como tres meses, y encima es de mis vestidos favoritos. Creo que nunca más lo voy a volver a ver. Igual, sé que me va a regalar uno igual para mi cumpleaños.

—¿Cuándo es tu cumpleaños? —interroga.

—Diez de junio. ¿Y el tuyo?

—Uh, no falta mucho, un poco más de un mes —expresa sorprendido. Hago un sonido afirmativo, aunque incluso a mí me sorprende que esté tan cerca de cumplir veintiséis y aun me siento adolescente—. Yo cumplo el veintiuno de diciembre.

—Casi navidad —comento, a lo que él ríe y asiente—. Supongo que recibías regalo doble.

—Mmm... ropa en cumpleaños, juguetes en navidad. Así que tuve una buena infancia. En navidad siempre estreno ropa, aunque ya no me regalan más juguetes. —Hace una mueca de tristeza fingida y luego carcajea—. El año pasado mi papá me regaló un montón de ropa, ropa vieja de él. Terminé donándolo porque no me gustó nada, estaba desgastada, rota, con olor a humedad... obviamente lo lavé y descarté cosas inservibles antes de donarlo, pero con eso me di cuenta de que ya estoy grande y no voy a volver a recibir los regalos de antes.

Lo miro con ternura. Me encanta cuando se abre y deja salir sus pensamientos, por más tontos o sensibles que sean.

—Es una estupidez lo que estoy diciendo, ¿no? —interroga riendo con incomodidad.

—En lo absoluto, estoy de acuerdo con vos. En mis últimos cumpleaños me regalaron ropa interior y plata, así que también me hace sentir vieja, pobre y bastante solterona, porque mi mamá suele regalarme cosas de encaje que nunca voy a usar porque... bueno, no tengo porqué —replico, aunque me arrepiento de lo último cuando me mira con un brillo picarón en sus ojos.

—¿Segura de eso? Bueno, a mí no me molestaría en lo absoluto verte con encaje puesto.

Sonrío y siento que me sonrojo. Este hombre está loco, siempre se insinúa así y me hace poner nerviosa, aunque admito que me encanta. Unos diez minutos después, estaciona en una especie de garaje privado y bajamos del auto. Salimos a la calle, al principio está todo completamente oscuro, escucho ruidos que me dan miedo y tengo que tomar la mano de él para guiarme.

—Tranquila —me dice apretándome suavemente.

De a poco, lo único que nos ilumina es la luz de la luna. No veo muy bien, pero sigo confiando en que él sabe a dónde vamos.

—Cerrá tus ojos un instante —me pide. Le hago caso y vuelvo a caer en la oscuridad, aunque no cambia mucho con el paisaje que estaba viendo. Continuamos caminando por unos minutos, yo con torpeza y miedo, pero siento sus pasos seguros—. Listo, podés abrirlos.

Sigue todo oscuro, pero con la única diferencia de que hay pequeñas luces que vuelan, se encienden y apagan a nuestro alrededor. Me quedo obnubilada ante este show de luces.

—No puedo creer la cantidad de luciérnagas que hay —opino casi en un murmullo para no asustar a los bichitos—. Parecen estrellas doradas que caen del cielo. —Estiro una mano y varios insectos se posan en ella, haciendo que mis dedos brillen por segundos—. Y qué confianza que tienen.

—¿Viste? Es un espectáculo hermoso, y sí, creo que son bastante confianzudos. —Se ríe y él también atrapa algunos con sus manos—. Cuando era chico los cazaba en frascos, luego me di cuenta de que ellos necesitan su aire, sentirse libres, no estar encerrados. Tengo cierta fascinación con estos bichitos. ¿Sabías que son escarabajos? Es raro, pero son de esa familia. Además, en su brillo se envían mensajes. Por ejemplo, algunas brillan de determinada forma cuando quieren atraer pareja y otras veces lo usan como método de defensa ante posibles amenazas.

—Te gustan bastante —comento aun mirando el juego de luces. Hace un sonido afirmativo y suspira.

—La verdad que sí, desde muy chico. Mi abuelo vivía en el campo y yo jugaba de noche con todas las luciérnagas. Es raro y vergonzoso, pero es así. Me fascinan, son increíbles.

—¿Y cómo descubriste este lugar? —pregunto—. Digo, creo que salen con calor, pero ahora hace muchísimo frío y aún están.

—Es que es un lugar húmedo. Y todavía no es invierno, por lo que siguen ahí, intentando mantenerse. Y lo encontré de pura casualidad, hace unos años viajaba con mi auto y se me quedó justo en la ruta en la que paramos, caminé para buscar señal con el celular y de repente me encontré con esta maravilla de la naturaleza.

—Genial...

—Seguro estás pensando en que soy un rarito —me interrumpe, a lo que suelto una risita.

—Nada que ver. En realidad estoy pensando en que me encanta y que hace años no veo bichitos de luz, creo que tenía diez años la última vez que los vi. Por eso me sorprende ver tantos de repente.

—Hay una cosa... —Toma mi mano y me atrae hacia él para acariciar mis mejillas. Me mira a los ojos y yo no puedo evitar rodear su cuello con mis brazos—. Cuando vi tus ojos tan brillantes hace un rato... sentí que tenía que traerte. Este lugar es muy especial para mí, nadie lo conoce, y quería compartirlo con vos.

Esbozo una sonrisa y acaricio su cabello con suavidad.

—Gracias, realmente me encantó.

Sin decir palabra, toca mis labios con los suyos. Es algo tan especial que realmente me siento volar junto a las luciérnagas. El beso comienza a tornarse más apasionado, llevándonos a tal punto que nuestros cuerpos necesitan estar más unidos y ya no hay espacio entre nosotros. Me encanta besarlo, sentir sus labios y su cuerpo tan perfecto junto al mío. No tengo palabras para describir las cosquillas que me hace sentir por dentro. Me estremecen sus manos sobre mi piel, acariciando cada zona que me toca.

Se separa para tomar aire, pero sigue dándome pequeños besos hasta que lo noto sonreír contra mis labios.

—Tenés la nariz fría —expresa. Me río y asiento—. Creo que es hora de ir a algún lugar a comer, me acordé de que te saqué de tu casa sin cenar.

—Estoy de acuerdo —digo—, y además admito que me está dando frío.

Toma mi mano y volvemos por el mismo camino de antes, hasta que llegamos al estacionamiento y subimos a su auto.

—¿De qué se supone que es este estacionamiento? —cuestiono interesada—. No veo nada que pueda tener mucha visita.

—Estamos cerca de una zona de fábricas, por eso —responde—. Los trabajadores son los que vienen acá, y los que conocen este lugar y también vienen a disfrutar del show. Lo extraño es que solamente estamos a media hora de casa, con esto te das cuenta de que no hace falta viajar tan lejos para estar en contacto con la naturaleza.

—Es cierto —murmuro distraída, mirando por la ventanilla. Todo sigue completamente oscuro, excepto por las luces delanteras del auto—. Me da miedo que nos crucemos al chupacabras.

Suelta una risotada y me mira con diversión.

—Prefiero al chupacabras que al chupahumanos —dice sonriendo.

—Bueno, depende de qué parte del cuerpo chupe —suelto sin pensarlo, a lo que él ríe más fuerte. Me mira con expresión traviesa.

—En ese caso, yo podría ser tu chupahumanos —comenta divertido —. Estaría encantado de chuparte lo que sea.

Le doy un pequeño empujón juguetón mientras mi cara arde y él sigue riendo.

De a poco vamos entrando a una zona más iluminada, con más gente y más comercios. Estaciona frente a un extraño restaurante, bajamos y entramos al lugar. Nos reciben dos chicas con disfraz de hawaianas, con corpiño de cocos en sus pechos y faldas largas hechas de hojas. Arqueo las cejas mientras nos dirigen a una mesa y un chico moreno semidesnudo nos entrega una carta y nos saca nuestros abrigos. El calor que hace acá adentro me está empezando a quemar.

Todo el interior está decorado con cosas de Hawai, hasta hay una cascada con agua transparente y gente jugando en ella con la misma vestimenta del lugar.

—¿A dónde me trajiste? —le pregunto alucinada. Se encoge de hombros.

—No tengo ni la menor idea —contesta riendo—. Yo vi el cartel de restaurante y entré, ni sabía que existía esto. Encima, el menú son puras recetas hawaianas. Voy a pedir el Kalua Pig, ¿y vos?

—Mm... Lomi lomi —digo después de releer el menú tres veces. Me puse bastante indecisa al ver que hay varias comidas que podrían gustarme.

Emanuel llama al mozo, quien vuelve con una bolsa en cada mano.

—Tienen que vestirse así —comenta mostrándonos los trajes. Por supuesto, vamos a quedar semidesnudos. Cruzo una mirada con mi acompañante, luego agarra su disfraz.

—Supongo que puede ser divertido —manifiesta. Suspiro y también agarro mi traje.

Le decimos nuestros pedidos y aprovechamos la espera para vestirnos. Al verlo salir del probador con tan solo una especie de calzoncillo de coco se me cae la baba. ¿En serio estoy con este hombre? ¿Qué clase de buen acto hice para tener este tan buen regalo de la vida?

—Guau, eso te queda muy sexy —expresa mirando mis pechos sin disimulo.

Debo admitir que me siento un poco incómoda, tengo demasiada piel expuesta. Aunque su potente mirada me hace sentir muy sensual, por lo que simplemente sonrío y me siento nuevamente.

—Si yo estoy sexy, vos estás súper sexy —opino tomando un poco de agua.

Antes de que diga algo, nuestros pedidos vienen. Lo trajeron bastante rápido, la verdad. Miro su plato y arrugo la nariz. Es una especie de carne con frutas envueltas en una hoja enorme. Él también lo mira con extrañesa, pero decide probarlo igual. Mi plato se ve más normal, con salmón, tomate en cubitos, fideos de arroz y cebolla y alguna que otra cosa verde que no distingo.

—¡Está muy bueno! —exclama abriendo sus ojos con sorpresa—. ¿Querés probar?

—Bueno. —Agarro mi tenedor para clavar en su plato, pero él me muestra el suyo y me da la comida en la boca. No sé, pero me parece bastante sensual—. Sí, la verdad es que está rico. A ver, entonces primero probá el mío primero porque me da miedo que esté feo.

Se ríe y come lo que le doy. Arquea las cejas mientras se relame los labios y asiente con lentitud.

—¿Podemos cambiar? —cuestiona—. Me gusta más el tuyo.

—¿En serio? —le doy una probada y me sorprendo ante el estallido de sabor en mi boca. Nunca pensé que una simple ensalada pudiera tener un gusto tan rico—. Ja, no te lo cambio ni loca.

—¡Qué mala! —dice riendo.

La cena transcurre con tranquilidad, hablando de tonterías, riendo y dándome cuenta de que él no es tan serio y distante como siempre pensé que era, sino que es cálido, divertido y fresco. Es simpático, es hermoso, me vuelve loca cuando sonríe y adoro cuando me mira con sus ojitos brillantes.

—Hace calor, ¿no? —interroga después del postre. Asiento terminando de degustar el chocolate—. ¿Te animas a ir a la cascada?

—¡Sí! 

Emanuel llama al mozo nuevamente, paga la cuenta y nos dirigimos al agua. Pensé que iba a estar más fría, pero está bastante cálida. Me trepo a Emanuel y se ríe mientras se tira de espaldas y nos empapamos. Jugando a salpicarnos con el agua, nos vamos acercando más, y terminamos basándonos apasionadamente debajo de la cascada.

—Vamos a mi casa —murmura en mi oído, acariciando mi cintura—. Mi hermano no está, y podemos hacer lo que queramos. —Me da un beso suave en mi cuello que termina de convencerme.

—Vamos a tu casa a hacer todo lo que queramos —replico con seducción antes de volver a besarlo.

Definitivamente, voy a tener mejor noche de lo que pensé.

----------

Perdóoon la tardanza, me quedé sin internet y  está volviendo recién!! El siguiente lo publico a los 30 votos justitos, lo prometo jaja

Continue Reading

You'll Also Like

152K 7.5K 14
Puedes hacer lo que quieras con mi corazón, romperlo, jugar con él, pisotearlo... Pero con Jazzy no se juega, porque también es mi hija. Derechos del...
194K 20K 35
Nathan, con una infancia decente en casa pero que fue un asco en la escuela, cree en todo significado y sinónimo que tenga la palabra «complicado» po...
30.9K 5.3K 98
Una escritora sumergida en una severa depresión a causa del abandono de sus padres. Un padrastro amoroso, sobreprotector y con mucho amor para dar...
474K 29.2K 49
Annie Ronhood no es más que una adolescente normal y aburrida que se mudó a Nueva Orleans junto a su familia... Hasta que lo hizo, y descubre que es...