Ciudades de Humo (ÂĄYA EN LIBR...

By JoanaMarcus

24.3M 2.9M 6.6M

đŸ”„Ganador de los premios Watty 2019đŸ”„ (Los tres libros estĂĄn incluidos, aunque los nĂșmeros sean un poco lĂ­o s... More

Mini-guĂ­a para principiantes perdidos en la vida
PARTE 1 - CIUDADES DE HUMO
1 - 'Falsas apariencias'
2 - 'Imprevistos'
3 - 'El accidente'
4 - 'El juicio'
5 - 'Ciudad central'
6 - 'El primer dĂ­a'
7 - 'Primera vez'
8 - 'El cometa'
9 - 'El nĂșcleo'
10 - 'Red Hot Chilli Peppers'
11 - 'Gris ceniza'
12 - 'Un desastre'
13 - 'El mecanismo de un beso'
14 - 'Las imperfecciones'
15 - 'Aléjate de mí'
16 - 'Campo de minas'
17 - 'El circuito'
18 - 'Pequeña excursión'
19 - 'La técnica anti-pesados'
20 - 'Las pruebas'
21 - 'La exploraciĂłn'
22 - 'Las Ăștiles tortugas'
23 - 'El castigo'
24 - 'Navidad'
25 - 'Consecuencias'
26 - 'El androide'
Extra 1 - 'A primera vista'
Extra 2 - 'Un gran amigo'
Extra 3 - 'La habitaciĂłn de Rhett'
PARTE 2 - CIUDADES DE CENIZAS
1 - Nada que perder
2 - Sola
3 - El rĂ­o
4 - Duerme bien, Alice
5 - La chocolatina de la paz
6 - Kilian
7 - Las cicatrices
8 - Aburrido
9 - El misterio del sĂłtano
10 - La noche del alcohol
CapĂ­tulo 36
CapĂ­tulo 37
CapĂ­tulo 38
CapĂ­tulo 39
CapĂ­tulo 1
CapĂ­tulo 2
CapĂ­tulo 3
CapĂ­tulo 4
CapĂ­tulo 5
CapĂ­tulo 6
CapĂ­tulo 7
CapĂ­tulo 8
CapĂ­tulo 9
CapĂ­tulo 10
CapĂ­tulo 11
CapĂ­tulo 12
CapĂ­tulo 13
CapĂ­tulo 14
CapĂ­tulo 15
CapĂ­tulo 16
CapĂ­tulo 17
CapĂ­tulo 18
CapĂ­tulo 19
CapĂ­tulo 20
CapĂ­tulo 21
CapĂ­tulo 22
CapĂ­tulo 23
CapĂ­tulo 24
CapĂ­tulo 25
CapĂ­tulo 26
CapĂ­tulo 27
CapĂ­tulo 28
CapĂ­tulo 30
CapĂ­tulo 31
CapĂ­tulo 32
CapĂ­tulo 33
CapĂ­tulo 34
CapĂ­tulo 35
CapĂ­tulo 36
CapĂ­tulo 37
CapĂ­tulo 38
CapĂ­tulo 39
CapĂ­tulo 40
CapĂ­tulo 41
EpĂ­logo

CapĂ­tulo 29

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By JoanaMarcus

—Bueno, está claro que los padres no se eligen.

Alice sonrió y sacudió la cabeza cuando Rhett terminó de decirlo. Por fin estaban solos. Él se dejó caer en la silla de su lado. 

Ella se dio cuenta, por primera vez desde que había entrado en la sala, de que parecía cansado. Más bien agotado. Como si llevara un tiempo sin dormir bien. Alice hubiera estirado la mano hacia él para pasársela por la mejilla, pero ella también se sentía bastante agotada. De hecho, tenía los músculos medio dormidos.

—¿Por eso no has venido a verme en todos estos días?

—¿Por qué te creías que era? —frunció el ceño—. ¿Te creías que me había ido con otra o qué?

—Charles parecía interesado. Era una posibilidad a tener en cuenta.

Rhett le puso mala cara y Alice volvió a sonreír.

—¿Fue idea tuya traerlo? —preguntó suavemente.

—Mi idea era ir a por cualquier científico loco y obligarlo a ayudarte, pero... bueno, supongo que él es quien sabe más sobre cómo ayudarte.

—No me gusta tener que pedirle ayuda —admitió en voz baja tras una breve pausa.

—Ni a mí, pero... prefiero eso a verte así.

Alice vio que se quedaba en silencio por un momento, apartando la mirada. Decidió esbozar una pequeña sonrisa.

—¿Acabas de llamarme fea en toda la cara? —enarcó una ceja, divertida.

Rhett le dedicó una mirada agria de ojos entrecerrados.

—No empecemos.

—¿Te parece que esa es la mejor manera de tratar a una señorita?

—A una señorita pesada, sí.

—Rhett, si sigues tratándome así de mal, podría irme yo con otro. Con Kenneth, por ejemplo, y dejarte solito.

—¿A que me voy yo y te dejo solita a ti? —se irritó.

—Es broma —Alice empezó a reírse. Se estiró para sujetarlo del brazo cuando hizo un ademán de levantarse. Le dolió cada músculo del cuerpo cuando tiró de él—. Vamos, no te enfades.

—No estoy enfadado. Estoy ligeramente irritado.

—Ven, túmbate conmigo.

Se le pasó la ligera irritación por un momento en el que pareció dudar.

—No sé si es lo mejor para ti, Alice.

—Rhett, he estado aquí durante semanas completamente sola. Me lo debes.

—¿Que te lo...? ¡He ido en busca de un psicópata solo por ti!

—¡Pero me debes un favor!

—¿Yo? ¿Desde cuándo?

—¡No lo sé, pero seguro que me debes alguno, ven aquí!

Él le puso mala cara, pero se acercó y se tumbó con cuidado. Alice estaba encantada y divertida por partes iguales cuando vio que se quedaba a su lado, completamente tenso para no rozarla.

—No soy de cristal, ¿sabes?

—Prefiero no arriesgarme.

Ella lo ignoró completamente y lo abrazo con las piernas y los brazos, como un koala. Apoyó la cabeza en su pecho y levantó la mirada para ver que él había puesto mala cara.

—¿No te recuerda esto a cuando te hacías el estrecho conmigo? —sonrió ampliamente.

—No me hacía el estrecho, ¿vale?

—Claro que sí. Eras un aburrido.

—Yo no era... ¿a que me voy?

—Vale, vale —Alice se acomodó un poco más contra él, felizmente.

—¿Sabes lo que me hará Tina si me encuentra aquí?

—No volverá hasta dentro de un buen rato —le aseguró Alice con los ojos ya cerrados.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—He tenido suficiente tiempo libre como para saber a qué hora viene y a qué hora se va, te lo aseguro.

Rhett suspiró. Seguía estando un poco tenso, así que Alice decidió separarse y tumbarse a su lado. Se miró las manos. Rhett le sujetó una y miró los dedos azulados con el ceño fruncido.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.

—Mejor de lo que creo que pensáis —le aseguró en voz baja—. Todo el mundo me trata como si fuera a romperme solo con rozarme.

—La gente está preocupada —Rhett frunció el ceño—. Has causado un poco de revuelo entre los demás androides.

—¿Yo?

—Todos tienen miedo de ser los siguientes en estar aquí tumbados.

Se preguntó si Max, Jake, Trisha o cualquier otra persona le habría contado eso. Seguramente no, simplemente para no preocuparla. Le gustaba que Rhett sí lo hiciera.

—¿Dónde va a dormir John? —preguntó ella.

—No lo sé. Supongo que Max le dará una habitación individual.

—Sí, dudo que alguien quiera compartir habitación con él —murmuró Alice con media sonrisa un poco amarga—. Los humanos lo odian porque intentó atacarlos y los androides lo odian todavía más por... bueno, por todo.

—¿Y tú? —él la miró.

Alice parpadeó, confusa.

—¿Qué?

—¿Tú también lo odias?

Ella lo consideró un momento. La verdad era que no se lo había llegado a plantear. Había tenido la tentación de dispararle más veces que a nadie más en el mundo, había abandonado a Alicia, a su madre, había intentado hacerse con Jake...

—No lo sé —murmuró.

—Nadie podría culparte si lo hicieras, ¿sabes?

—Lo sé, pero... quizá odiar no sea la palabra.

Después de todo, técnicamente, seguía siendo su padre. ¿Se podía odiar a un padre? ¿Eso era correcto? No estaba segura.

—No quiero hablar de él —ella volvió a acercarse un poco—. Te he echado de menos.

Rhett pareció relajarse un poco.

—Sí, yo he echado de menos tener a alguien a quien gritar en clase.

—Vale, no he echado de menos esa parte.

—Ve haciéndote a la idea de que vas a dar unas cuantas vueltas al gimnasio en cuanto te pongas de pie. Habrá que volver a ponerte en forma.

—Y tú ve haciéndote a la idea de que no pienso hacerlo.

Alice se inclinó hacia él y le puso una mano en la mejilla para besarlo. Sin embargo, no había llegado a hacerlo cuando la puerta se abrió de golpe.

—¡AAAAALIIIICEEEEE!

Rhett puso los ojos en blanco.

—Ya empezamos —masculló.

Jake iba muy decidido hacia ellos, pero se detuvo cuando vio lo que había interrumpido y puso una mueca.

—Qué asco. Haced vuestras guarradas en privado.

—¿Qué guarradas? Si siempre nos interrumpes, enano —Rhett le frunció el ceño.

—Bueno, tortolito, relájate —Jake se acercó a ellos—. He visto al tipo que acompañaba a Max y a los guardias hacia arriba. ¿Es...?

Alice dudó un momento antes de asentir con la cabeza.

—Está aquí para ayudarme.

—Ya veo —Jake pareció pensativo—. ¿Y él sabe... sabe quién soy?

—No sabe cómo eres, puedes estar tranquilo —le aseguró ella.

—Mejor, mejor.

—¿Qué te ha parecido tu papi? —Rhett le sonrió maliciosamente—. ¿Es como te esperabas?

—Bueno... no es calvo, lo que me da buenas expectativas para el futuro. Es algo.

Él pareció pensar en algo más positivo, pero no debió ocurrírsele, así que se encogió de hombros y sonrió ampliamente.

—En fin, Tina me ha dicho que va a bajar en cinco minutos y espera no encontrarse a nadie con Alice. Quería que viniera a avisarte, Rhett.

—Sí, ella siempre es muy sutil con sus avisos.

Rhett se incorporó y salió de la cama. Alice les puso una mueca cuando los dos se alejaron tras despedirse. Otra vez sola.

***

Los siguientes días parecieron pasar más rápido que los anteriores.

Alice tenía que soportar al padre John a todas horas, pero no era tan insostenible como creyó que podía llegar a ser. Más que nada, porque él no hablaba demasiado. Solo hacía su trabajo en silencio. Lo único que decía eran algunas instrucciones simples como levantar un brazo o enseñarle las palmas de las manos. Además, siempre había guardias vigilándolo y Alice podía preguntarles si había pasado algo interesante en la ciudad. 

La respuesta solía ser un no, aunque en una ocasión le contaron que Charles no había tenido otra idea que meter alcohol en el agua a la hora de comer. Y Max, como castigo, lo había obligado a beberse siete vasos seguidos. El pobre se pasó casi diez horas durmiendo en su caravana.

Por lo demás, no había mucho que contar. El padre John realmente parecía centrado en su labor. De hecho, en algunas ocasiones, Alice casi se sentía como si volvieran a ser un padre con una androide, como un año atrás. El lugar no había cambiado, pero ellos sí. Era extraño pensarlo.

Llevaba una semana con ella cuando pidió que usaran una de las máquinas del fondo del hospital. Alice vio que le ponía algo encima del estómago, justo donde ella sabía que tenía el núcleo, y miraba algo en una pantalla pequeña. Se había puesto las gafas y pasaba el dedo por encima de la pantalla con el ceño fruncido por la concentración. Alice estaba tumbada mirando el techo. Llevaban así casi una hora. Además, Charles había sido el guardia asignado para vigilar al padre John. Y no dejó de resoplar, aburrido.

—¿Falta mucho? —preguntó, impaciente.

El padre John no despegó los ojos de la máquina.

—Falta lo que tenga que faltar. 

—Vaya, muchas gracias —murmuró.

Él lo ignoró mientras se centraba en algo. Sus dedos pulsaron dos teclas y siguió con su trabajo. Alice lo miró, también aburrida.

—¿Puedo preguntar qué estás haciendo ahora?

—Podría explicártelo, pero no tienes los conocimientos necesarios como para entenderlo y no quiero malgastar saliva.

—Con qué elegancia te llaman tonto por aquí —murmuró Charles.

—Creo que voy a poder entenderlo si me lo explicas bien —le aseguró Alice de mala gana.

—Estoy comprobando que todos los componentes de tu núcleo siguen sus funciones indicadas.

—¿Y lo hacen?

El padre John dejó la pantalla un momento para apuntar algo en un papel.

—Sí.

—¿Eso quiere decir que estoy bien?

—No.

—Pues vaya padre estás tú hecho —murmuró Charles.

El padre John se detuvo y lo miró.

—Necesito que vayas arriba a por mi cuaderno azul.

—¿Yo? —preguntó Charles, llevándose una mano al corazón—. Pero hay muchas escaleras.

—Seguro que podrás hacerlo.

—¿Y no puedes ir tú?

—¿Vas a encargarte tú de comprobar el núcleo de mi androide si voy yo?

Charles suspiró y se puso de pie. Cruzó el hospital silbando y escucharon sus pasos por el pasillo. Alice negó con la cabeza. Menudo guardaespaldas estaba hecho. Alice miró a su padre y se dio cuenta de que era la primera vez que estaba sola con él desde que había vuelto. De hecho, era la primera vez que estaba sola con él en mucho tiempo.

—Todo el mundo aquí parece querer cuidarte —murmuró él, moviendo el foco que tenía encima de Alice por unos centímetros.

Ella no respondió, desconfiada. El padre John suspiró al ver su expresión.

—No hace falta que estés a la defensiva, Alice. Solo era un comentario.

—No necesito tus comentarios.

—En realidad, sí los necesitas —señaló la máquina con un dedo.

—Lo que necesito es que me cures, puedes ahorrarte la charla.

Él la miró un momento antes de esbozar media sonrisa.

—¿Puedo preguntar a qué viene tanta agresividad?

Alice estuvo a punto de echarse a reír. ¿Lo estaba preguntando en serio? ¡Tenía que ser una broma!

—Para empezar, hasta hace poco nos tenías amenazados de muerte. A todos los de la ciudad.

—Hija, si hubiera querido matarte, ya estarías muerta. Igual que el resto de tu querida ciudad.

—¡Mandaste a Ben a hacerlo!

—¿Al padre de tu novio? No, yo no mandé a nadie. Vino porque así lo quiso —se cruzó de brazos, pensativo—. Ben era un buen líder. La gente lo seguía sin dudar solo por la seguridad que mostraba. Pero era demasiado impulsivo. Tenía que deshacerme de él de alguna forma y no podía hacerlo directamente sin que toda la Unión me diera la espalda, así que dejé que viniera en esa misión suicida y vosotros os encargasteis del trabajo sucio. Ahora, él es un héroe caído de guerra y yo dirijo la Unión.

Alice lo observó un momento, boquiabierta. Acababa de decirle que había dejado que un hombre fuera a su propia muerte sin siquiera parpadear. Era como si no pudiera sentir nada. Era increíble que alguien así hubiera sido tan diferente un año atrás.

—¿Es que solo somos basura para ti? —le espetó, enfadada—. ¿Somos solo peones en un juego gigante? ¿No te importa que alguien muera a tus órdenes?

—Alice, querida, hay que tener sangre fría para conseguir ciertas cosas en un mundo como este.

—¿Sangre fría? ¡Hay que tener humanidad!

—Tengo humanidad con quien tengo que tenerla.

—¿Y con quién es, papá? ¿Contigo mismo?

—Con mis hijos —enarcó una ceja—. Por eso os he mantenido vivos tanto tiempo. Por eso no os puse en riesgo atacando la ciudad. Y por eso estoy aquí.

—Solo estás aquí porque si me pierdes a mí te sentirás como si perdieras un logro profesional. No te importamos. No te importa nadie que no seas tú.

—Eso no lo sabes.

—Lo sé perfectamente.

Él la observó un momento. Casi pareció irritado.

—¿De verdad te crees que me habría molestado en venir hasta aquí si no fuera porque eres mi hija?

—¡Hace un año dijiste que no era tu hija, que solo era una máquina sin sentimientos!

—En un año pueden pasar muchas cosas —él apartó la máquina—. Uno puede aprender muchas cosas.

Alice apretó los labios en su dirección. Seguía sin confiar en él.

—Hacía mucho tiempo que no me llamabas papá —añadió, mirándola.

Ni siquiera recordaba haberlo hecho, pero no importaba. Había sido sin pensar. No significaba nada. No cambiaba nada.

—Pues no te acostumbres.

—Te guste o no, soy tu padre.

—No, nunca te has comportado como tal.

—¿Y quién lo ha hecho? ¿Max? ¿Te crees que él no te sacrificaría por el bien de la ciudad?

—Tú no sabes...

—Si ahora mismo le dijera que te entregara a cambio de prometerle que jamás volveré a molestarlo, ¿crees que te elegiría a ti, Alice?

Ella abrió la boca, pero volvió a cerrarla, sin encontrar la respuesta que quería. El padre John sacudió la cabeza.

—Puede tenerte cierto cariño, sí, pero nunca te querrá como si fueras su hija biológica. Nunca podrás sustituirla.

—Yo no quiero sustituir a nadie —masculló Alice en voz baja.

—Oh, claro que quieres. Quieres sentirte como si los que te cuidan aquí fueran tu pequeña familia nueva. Pues lo siento, querida, pero no es así. Yo soy tu familia. Tu hermano es tu familia. Tarde o temprano, vas a tener que entenderlo.

Alice decidió no responder. Le hervía la sangre por la rabia. Apartó la mirada y tragó saliva.

—¿Has pensado en qué harás cuando termine de arreglarte? —añadió él de pronto.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ella, entrecerrando los ojos.

El padre John repiqueteó los dedos en la máquina, pensativo.

—Podrías venir conmigo.

La frase quedó en el aire por unos segundos. Alice entreabrió los labios. Ni siquiera estaba enfadada, solo estupefacta.

—¿Venir contigo?

—Sí. Podrías volver a casa.

—Ya estoy en casa.

—Podrías tener todo lo que quisieras —la ignoró—. Y no tendrías que volver a preocuparte de que te pasara algo así. Yo cuidaría de ti. Cualquier científico lo haría.

Alice frunció el ceño.

—No voy a entregarte a mi hermano.

—No te he pedido a tu hermano. Puedo vivir sabiendo que está a salvo con humanos. Pero tú... eres un caso distinto. Eres un androide. Tarde o temprano, volverás a necesitar mi ayuda. Y querrás tenerme cerca.

—O no —ella se puso a la defensiva—. Quizá no vuelva a tener ningún problema y no vuelva a necesitarte, ¿sabes?

—Quizá. Quién sabe.

Él volvió a observar la pantalla de la máquina.

—La vida da muchas vueltas —murmuró, centrado en su labor.

Alice decidió no responder y clavó los ojos en cualquier otra parte de la sala.

—Por cierto... —su padre la miró de reojo.

—¿Qué?

Él se quitó las gafas y se las limpió distraídamente con la camisa.

—Voy a poder salvarte la vida.

***

Alice estaba un poco más emocionada de lo que debería cuando Rhett entró en el hospital días más tarde. Tenía una prueba física para ver si había mejorado lo suficiente como para reincorporarse a las clases. Solo quería una excusa para no volver a pisar el hospital. Y había estado practicando desde que el padre John le había dado algo para comer y se había podido poner de pie. El azul de las uñas ya casi había desaparecido. Y se sentía mucho más enérgica que de costumbre. Incluso mejor que antes. Estaba dando tumbos alrededor del bebé cuando apareció Rhett.

—¿Estás segura de que...?

—Por fin —murmuró ella, pasando por su lado.

¡Por fin podía salir de ahí!

—¡Eh, espera! —Rhett se apresuró a seguirla—. Frena un poco, vaquera.

Alice lo ignoró completamente. No estaba segura de si estaba más emocionada por poder vestirse como siempre o por volver a entrenar. Nunca habría creído que poder correr la hubiera hecho tan feliz. Subió las escaleras a toda velocidad y no sintió ni un poco de dolor. Rhett tuvo que trotar unos metros para seguirla, poniéndole mala cara.

—¿Puedes disminuir esa velocidad? Me estás cansando solo de verte.

—Ya me gustaría ver cómo estarías tú si te hubieran obligado a quedarte ahí abajo durante un mes entero. Me estaba volviendo loca.

—Pero...

Ella se giró y le hizo un gesto.

—Cállate. No me cortes la ilusión.

Rhett suspiró, siguiéndola.

—¿Te acuerdas de esa lejana época de nuestras vidas en la que te decía que hicieras algo y tú, simplemente, lo hacías?

—Sí.

—La echo de menos.

Alice sonrió ampliamente y le enganchó un brazo con el suyo.

—No, no lo haces.

—Sí, sí lo hago.

—Aburrido.

—No soy un aburrido.

—Sí lo eres.

—No lo eres.

—Sí lo eres.

Ella empujó la puerta principal del edificio y se sorprendió al ver que casi no hacía frío. De hecho, el sol le dio directamente en la cara, haciendo que tuviera que entrecerrar los ojos. Puso una mueca, haciéndose sombra con la mano.

—Ugh —Rhett también había puesto una mueca—. Qué asco da el sol. Prefiero la lluvia.

—Eres aburrido incluso con eso.

—¿Quieres dejar de llamarme aburrido, pesada?

Alice puso los ojos en blanco y lo empujó por el hombro, divertida.

—Aburrido.

—Tienes que dejar de hacer eso.

—¿Por qué?

—Porque mis alumnos van a dejar de tomarme en serio —él señaló con la cabeza un grupo de chicos que los miraban con curiosidad, sentados contra el muro de la ciudad.

Alice los miró con aire divertido antes de girarse hacia Rhett.

—Podrías intentar caerles bien, para variar.

—No necesito caerles bien.

—¡Te tienen miedo!

—Pues como todo el mundo.

—Yo no te tengo miedo —ella frunció el ceño.

—Exacto. Y mira lo pesada que eres. Por eso quiero que me tengan miedo.

Alice estaba demasiado contenta como para darle importancia a eso. Se acercó y le dio un toque en el hombro con un dedo.

—¡Carrera hacia el gimnasio!

—¿Eh?

—¡Venga!

Y echó a correr hacia él.

—¡Eh, eso es trampa! —le escuchó gritar a su espalda.

Aún así, llegaron a la vez y abrieron la puerta de un empujón. Max, el padre John y Charles estaban ahí de pie. Los tres dieron un respingo cuando entraron entre quejas y empujones de protesta.

—¿Se puede saber qué os pasa? —preguntó Max, poniendo los ojos en blanco.

—Nada —pero Rhett estaba irritado. Habló a Alice en voz más baja—. Eso ha sido trampa y lo sabes.

—Te hubiera ganado igual.

—No me has ganado.

—Sí lo he hecho.

—No me has...

—¿Podemos centrarnos? —el padre John enarcó una ceja.

Los dos se cruzaron de brazos a la vez. Charles lo observaba todo sacudiendo la cabeza. Alice lo miró.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Vigilar que todo el mundo se porte bien —sonrió ampliamente, tirando su arma al aire y recogiéndola como si nada—. A la mínima que hagáis algo raro. ¡PUM! En la cabecita.

—Charles, te he confiado hacer de guardia —Max le bajó la pistola—. No hagas que me arrepienta.

El padre John los miraba de reojo.

—Sí, la seguridad aquí es muy eficaz.

—Bueno —Max miró a Alice—. ¿Estás lista?

Ella asintió con la cabeza con entusiasmo. Llevaba mucho tiempo lista. Solo quería pasar esas pruebas y volver a su vida normal.

—Pues vamos a ello —dijo el padre John, repasando su hoja—. Primera prueba... lucha.

—Tiene que estirar —le dijo Rhett.

—Ya he calentado cuando te he ganado la carrera —Alice sonrió ampliamente y fue directa hacia el ring.

Rhett la siguió de mala gana y subió con ella a la baja plataforma. Los otros tres se quedaron mirándolos mientras Alice se colocaba. ¿Por qué estaba tan entusiasmada con la idea de golpear a alguien? Bueno, iba a intentar no darle a la cara. Le gustaba su cara.

—¿Listos? —preguntó Max, cruzado de brazos.

—Lista —anunció Alice, apretando los puños y flexionando un poco las piernas.

—Listo —dijo Rhett, claramente más calmado.

—¿Para besar el suelo? —Alice le sonrió ampliamente.

—O para hacer que lo beses tú.

Ella hizo un ademán de adelantarse y Rhett no se movió. Siempre se había preguntado cómo sabía cuándo iba a intentar atacarlo de verdad y cuándo solo lo pretendía. Tenía un don. O la conocía mejor de lo que le gustaría. Alice hizo otro ademán y Rhett sonrió al no moverse. Él también hizo un ademán y Alice se protegió las costillas con un brazo... pero no sirvió para nada porque Rhett no la había intentando golpear.

—Te noto un poco desentrenada —comentó él.

—Un poco.

Los dos daban círculos sin dejar de mirarse. Alice se mordió el labio inferior. Realmente quería ganar.

Esta vez, dio un paso hacia delante e hizo un ademán de darle en el estómago, pero Rhett la esquivó justo a tiempo y le atrapó el brazo con una mano. Alice intentó soltarse y él enganchó su pierna con la suya, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera de culo al suelo. Sin embargo, Alice no soltó su brazo y tiró con fuerza de él, rodeándolo con una pierna y empujándolo con la otra por el estómago. Rhett cayó al suelo con ella y Alice intentó quedarse encima, pero Rhett se adelantó y se quitó la pierna atrapándole el tobillo. No terminaron en ser una masa de tirones y empujones que intentaban ponerse uno encima del otro. Alice no se había dado cuenta de que había dejado de morderse el labio y sonreía, divertida y entretenida a la vez. Rhett también tenía una sonrisa autosuficiente.

—¿Aquí no existen los empates? —preguntó Charles.

Alice se había olvidado de su existencia. Dejó de forcejear con Rhett y quedaron los dos, uno delante del otro, jadeando por el esfuerzo. Se sentía llena de energía. El padre John apuntó algo en su hoja, poco sorprendido.

—Bueno, supongo que podemos darlo por válido —murmuró.

Él y Charles salieron del gimnasio para su última prueba, la de disparos. Max se detuvo un momento para mirar a Alice y Rhett con expresión de cansancio antes de seguirlos.

—No ha sido empate —le dijo Alice en voz baja, yendo a la sala de munición y armas.

—Lo sé —Rhett entró tras ella—. He ganado yo.

—¡Iba a ganar yo!

—Que te lo has creído.

—¡No es que me lo crea, es que es verdad!

Pero perdió un poco de credibilidad cuando tuvo que dar saltitos para llegar a la parte de arriba de la estantería, donde estaba la pistola que Max le había dado y Rhett le había guardado ese tiempo. Él sonrió ampliamente.

—¿Necesitas ayuda?

—No.

—¿Estás segura? Seguro que yo puedo alcanzarla.

—No necesito tu estúpida ayuda.

—Vale, vale.

Alice se pusto de puntillas y casi pudo rozar la culata del arma, pero era inútil. Suspiró y se apartó, cruzándose de brazos. Rhett sonrió ampliamente y se adelantó para agarrarla sin ningún tipo de dificultad. Alice se la quitó de la mano, algo crispada.

—Borra esa sonrisa o voy a usar esta pistolita para algo más que para la prueba.

—Qué miedo das —él empezó a reírse.

Alice lo ignoró y salió del gimnasio, recargando su pistola. Ellos tres estaban esperándolos junto a una estructura que Alice supuso que había servido para practicar a los alumnos de Rhett. Había cuatro muñecos diferentes. Cada uno un poco más lejos que el anterior. Alice estaba completamente emocionada. Hacía mucho que no disparaba.

—Ya sabes cómo funciona esto —le dijo Max.

Ella se colocó en la primera marca, preparada para apuntar.

—¿Y vas a darle en la cabeza? —el padre John no sonó muy convencido. De hecho, sonaba como si no se lo creyera.

Alice lo miró con mala cara.

—Sí.

—¿A todos?

—Sí.

—Muy bien —pero, de nuevo, no sonó muy convencido de que fuera verdad.

Eso fue motivación más que suficiente como para que ella se colocara y disparara al primer muñeco, dándole directamente entre los ojos. Se colocó en el siguiente objetivo y lo repitió. Y con el tercero. El cuarto y último estaba a dos metros más de distancia. Se colocó, respiró hondo y apuntó. Casi podía oír la voz de Rhett en su cabeza diciéndole cómo colocarse. Soltó el aire de sus pulmones y apretó el gatillo... haciendo el recorrido perfecto.

Se dio la vuelta hacia el padre John, enarcando una ceja. Él miró un muñeco, pero no hizo ningún comentario y apuntó algo en su papel.

—A eso le llamo yo puntería —Charles asintió con la cabeza.

—Las consecuencias de un buen profesor —remarcó Rhett.

—Tú tuviste un buen profesor, ella ha tenido a uno medianamente pasable —le remarcó Max, a su vez.

—¿Medianamente pasable?

Alice sonrió al ver su cara de fastidio, pero se detuvo cuando el padre John se aclaró la garganta, devolviéndolos a la realidad.

—¿He pasado las pruebas? —preguntó ella.

Él la miró un momento.

—Supongo que sí —cerró su pequeño cuaderno—. Puedes volver a tu vida normal.

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