Capítulo 38

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—¿Nada?

Jake negó con la cabeza, algo cabizbajo.

—Nada —murmuró.

—¿Hoy tampoco ha salido de la habitación?

Jake frunció un poco el ceño.

—No me refiero a la habitación.

—¿Y a qué te refieres?

—Hoy tampoco ha salido de la cama de Rhett.

Max se apartó de la ventana en la que estaba apoyado y Jake vio como se metía las manos en los bolsillos, algo inquieto. Era raro verlo así, pero esos días todo el mundo había estado alterado. Las dos ausencias que habían dejado Rhett y Charles eran horribles.

—Tienes que hacer que coma y beba algo —concluyó, sin mirarlo—. Ya lleva así tres días.

—No me escucha... o eso creo.

—¿Eso crees?

—No... bueno... sigue sin decir nada. Está como... ausente.

Él agachó la cabeza al decirlo y Max le echó una ojeada.

—¿Algo más? —enarcó una ceja.

—Yo... ¿crees... crees que podrías ir tú a hablar con ella?

A Max no le apetecía ir a hablar con ella. No le apetecía en absoluto porque, de alguna forma, una parte de él no quería ver esa faceta de Alice. No quería verla triste. O, más bien, no quería verla triste sin saber qué hacer para que se encontrara mejor.

—Si no te escucha a ti, no me escuchará a mí —replicó.

—Sí te escuchara —Jake esbozó una pequeña sonrisa triste—. Más que a nadie en esta ciudad.

Él apartó la mirada y lo consideró un momento con los dientes apretados. Al ver que no iba a moverse, Jake se dirigió a la puerta, dejándolo solo. Max estuvo unos segundos más observando la entrada del muro por la ventana.

Una parte de él seguía esperando que, de pronto, las puertas se abrieran y aparecieran tanto Rhett como Charles, intactos. Pero sabía, tras tantos años viviendo en un mundo así, que eso no iba a suceder.

Todavía recordaba lo que había pasado tres días antes de manera casi perfecta. Recordaba haber ido con Jake a la salida correspondiente y haber esperado durante casi diez minutos a que aparecieran. Recordaba haber oído el sonido de una alarma y dejar al niño escondido para entrar corriendo a la ciudad pese a que era un riesgo gigante.

Y... recordaba a Alice apoyada con ambas manos en una puerta de metal, completamente blanca y con rastros de lágrimas en los ojos.

Cuando la alcanzó, no dijo nada. Tampoco lloró. Era como si estuviera en trance. Tuvo que zarandearla varias veces para que reaccionara y se moviera con él, pero seguía sin esbozar ningún tipo de expresión. Ni siquiera de dolor. Solo estuvo en blanco todo el camino. Y Max no tardó en deducir lo que había pasado. Incluso pensó en dejar a Alice con el chico y entrar de nuevo. Si hubiera estado solo, lo habría hecho sin pensar. Pero no podía abandonar a Alice y Jake, así que esperó. Durante una hora. Lo hizo. Pero nadie apareció. Y, cuando vio que la ciudad volvía a la normalidad, supo que los había perdido a ambos. 

Tras echar una mirada dolida atrás, no le quedó más remedio que salvar, al menos, a Jake y Alice.

Y ella, desde el momento en que la había encontrado, no había dicho absolutamente nada. A nadie. De hecho, cuando llegaron a la ciudad y Trisha, Tina, el chico salvaje y el que tartamudeaba salieron corriendo a recibirlos... incluso cuando Tina cayó de rodillas y empezó a llorar... ella no reaccionó. Solo pasó por su lado y se encerró en la habitación de Rhett.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora