Desde El Mañana

By cupnoodlesoup

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Cuenta una leyenda oriental, que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado en sus dedos m... More

Nota del autor
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48

Capítulo 49

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By cupnoodlesoup


Una playa tranquila. La suave brisa era capaz de mover mi cabello, pero era tan cálida que era casi imperceptible. Tenía la mirada perdida, perdida en el horizonte tan claro, tan sencillo, y a la vez dentro de mi cabeza revoloteaban mil y un pensamientos e incertidumbre. Inhalaba una brisa marina agradable, mientras me perdía en los destellos que el sol generaba en la superficie del agua. ¿En qué momento llegué hasta aquí? Pensé, mientras una lágrima nostálgica cayó por mi mejilla derecha. Deslicé los dedos de mis manos suavemente por la arena, cálida y tan suave que me estremecí. Recogí mis rodillas y las rodeé con mis brazos. Me encogí y hundí mi rostro entre mis brazos, dejando de apreciar tan bello paisaje, dejando de apreciar tan bellos destellos, pero algo me interrumpió por completo.

Fue un susurro.

Conozco esa voz, pensé. Mientras con delicadeza unos finos dedos acariciaron mi cabello por la nuca. Sentí un escalofrío, pero no de esos que te sacan un susto, era de esos buenos, de esos familiares, y la calidez me hizo incorporarme aún tímido como para ver hacia atrás al responsable, pero sí para volver a apreciar el horizonte.

Volvió a susurrar, otra vez, no pude distinguir nada, como si mis oídos estuvieran tapados.

-D-disculpa... No puedo oírte – dije avergonzado mirando la blanca arena.

-Te amo – escuché.

Definitivamente esa voz, era de mi amor, de mi dulce Noodle. Volteé tan rápido como pude para verla.

Ahí estaba, hermosa y radiante como siempre. Con una rodilla apoyada sobre la arena, rodeándome con uno de sus brazos mientras acariciaba suavemente mi cabello. Intenté hablar, pero puso suavemente su dedo índice desocupado en mis labios.

-Antes de que digas cualquier cosa, amor – dijo con voz dulce y mirada compasiva – Quiero que sepas que pase lo que pase, todo estará bien.

La miré asombrado y ansioso, pero estaba respetando la pausa que había hecho. Me sumergí en sus ojos verdes como el fondo del océano, y sólo pude ver a través de ellos toda la paz, sinceridad y amor que Noodle siempre me transmitía con su mirada. Ella no podía estarme mintiendo, además con su calma, sabía que debía esperar a que ella me calmara, como siempre. Yo siempre tan apresurado y ansioso a veces paso por malos ratos sólo por exaltarme.

Se sentó sin apartar su mirada de la mía, con un rostro dulce y sereno, y tomó mis dos manos envolviéndolas.

-Sabes que entre nosotros hay una conexión especial, una conexión que no se puede romper... Nos han juzgado mucho por las circunstancias de nuestra vida, por nuestra diferencia de edad, nos han puesto muchas limitaciones, e incluso nosotros mismos lo hemos hecho erróneamente por no querer dañar al otro... Y nada, absolutamente nada ha podido romper esto – dijo y abrió nuestras manos, dejando ver un hilo rojo atado a nuestros dedos meñiques.

-Noodle – dije dejando caer lágrimas de felicidad.

-Aún si pudiera cambiar cualquier cosa de mi vida... jamás cambiaría el haberte conocido. Volvería... – dijo acariciando mis mejillas para secar mis lágrimas - ... a elegirte. Una y otra vez. Porque créeme cuando te digo, que eres la persona más pura y maravillosa que he conocido en este mundo, y qué afortunada soy de haberte conocido y habernos correspondido nuestros sentimientos.

-Noods – reí algo avergonzado – He cometido muchos errores y hecho muchas estupideces en mi vida...

-Todos – interrumpió con mirada compasiva – Todos, y yo quizás menos por los doce años menos que tuve para cometer errores y estupideces.

Ambos reímos y nos abrazamos, hundiendo nuestros rostros en los cuellos del otro.

-Quisiera... - susurré en su oído – Consumar esto. Lo nuestro. Quisiera, demostrarte de verdad cúanto te amo y cuánto estoy dispuesto a hacer por ti – la aparté suavemente y la miré fijamente a los ojos con determinación.

-Stuart – abrió sus ojos enormemente, casi perdiendo sus hermosos rasgos orientales, pero de todas formas adoraba esa expresión en ella, y en este caso, me indicaba que estaba haciendo las cosas perfectamente bien.

-Hemos sido muy pacientes – dije sonrojándome por completo – Nos hemos tomado nuestro tiempo para estar muy seguros de lo que hacemos y sentimos... Pero yo ya no tengo más dudas – tomé su hombro y lo acaricié hacia abajo, pasando por todo su brazo, suavemente por su mano, y luego acariciando su muslo, una y otra vez, a veces toda su pierna, y volviendo al muslo con mucha delicadeza.

-Yo tampoco tengo duda alguna – dijo sonrojada observando el vaivén de mi mano – Y creo que lo hemos hecho muy bien – me dirigió una mirada tierna y algo sugerente.

-No sé cómo llegamos aquí, ni dónde estamos – suspiré – Ni siquiera sé qué pasó antes de esto, ni menos hacia dónde dirigirme para llevarte más tarde cuando anochezca – tomé sus manos – Pero sí hay algo que debo hacer, no importa lo confusas que sean las circunstancias... - miré sus ojos.

-Si es lo que creo que es – sonrió sonrojada – Creo que deberías hacerlo en persona.

-¿Q-qué? – exclamé confundido – ¿E-en persona?

-Sí – dijo poniendo sus delicados dedos sobre mis labios – Hemos sido pacientes... y podemos seguir siéndolo un poco más – intenté hablar pero volvió a interrumpir – Stuart, recuerda. Pase lo que pase, todo estará bien. ¿De acuerdo? – asentí con la cabeza - ¿Confías en mí?

-Sí – susurré – pero no entien...

-Pase lo que pase, todo estará bien, Stuart.

-Sí, Noodle – sonreí confundido.

-Sé que es difícil de entender ahora, pero pronto lo vas a entender. Te lo prometo, amor – dijo y luego depositó un tierno beso en mis labios. Cerré mis ojos y todo se fue a negro, seguí sintiendo sus labios danzar suavemente junto a los míos.

-¿Stuart? – dijo ella como en un eco.

-¿Sí? – respondí abriendo mis ojos, pero estaba todo negro.

-¡Stuart! – exclamó ella con énfasis.

-¿Noodle? – pregunté ahogado, como si no tuviera aire y mi voz apenas hubiera salido.

-¡STUAAAAART! – escuché que gritaba, pero esta vez definitivamente no era ella. Esa voz era...

¡STUART, IDIOTA, POR SATÁN! – era Murdoc. Y parecía alterado, pero a la vez algo asustado.


________________________________________________________________________________


Estimados lectores, si supieran todas las cosas que me han pasado en estos últimos años que dejé de escribir... Entenderían muy bien por qué me ausenté de ésta forma tan abrupta. De hecho, ni siquiera en mis redes sociales (para aquellos pocos que me siguen, ya que sigo con la intención de mantener el anonimato y sólo he hecho algunas excepciones) no he publicado nada respecto a los temas que me afectan. Principalmente enfermedades, en un contexto totalmente familiar, incluyéndome. Enfermedades físicas, psiquiátricas y neurológicas. Ha sido el período más largo y difícil de mi vida, pero no puedo no mencionar y dejar de agradecer a la gente maravillosa que me ha apoyado, desde aquí donde vivo, desde otros países; y a ustedes, muchos de ustedes que sin saber prácticamente NADA de mí, apoyaron esta historia. Quiero darle un final digno ya que tuvo muy buena aceptación, y estoy eternamente agradecida. Espero volver a publicar una vez por semana, pero con todo lo que estoy viviendo no prometo nada.

En cuanto a mi vida personal, probablemente escriba una novela sobre eso aquí. Tengo material de sobra, y también mucho amor de sobra para todos ustedes. 

MUCHAS GRACIAS, LOS QUIERO <3

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