La luz de tu amor (gay/yaoi)

By Arakih

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Nathan es un joven que fue engañado y llevado a un prostíbulo después de la muerte inesperada de sus padres... More

Capítulo 1: Subasta
Capítulo 2: Despertando
Capítulo 3: Recuerdos
Capítulo 4: Sujeto desconocido
Capítulo 5: Nuevo jefe
Capítulo 6: Interrupción
Capítulo 7: Eres pequeño
Capítulo 8: Compras y hospital
Capítulo 9: Mi bebé
Capítulo 10: Tour
Capítulo 11: Subconsciente
Capítulo 12: Me provocas
Capítulo 14: Quiero devorarte
Capítulo 15: Brian
Capítulo 16: Amante personal
Capítulo 17: Pesadillas
Capítulo 18: En la oficina
Capítulo 19: La fiesta
Capítulo 20: Mala reacción
Capítulo 21: Te amo
Capítulo 22: Alissa
Capítulo 23: Realidad
Capítulo 24: Desdicha
Capítulo 25: Oscuridad
Capítulo 26: Rechazo

Capítulo 13: Un regalo

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By Arakih

William suspiró agotado, al fin aquel viaje de negocios había finalizado. Se llevó ambas manos al rostro y las frotó levemente, recordó que convencer a los Dimitri para firmar aquel acuerdo no había sido nada fácil,   pero eso no era lo que lo perturbaba realmente... sabía que necesitaba de ese dulce que había dejado en su mansión, necesitaba saciar sus instintos, necesitaba ver a Nathan

 Observó la habitación en donde se estaba hospedando, todo un lujo como siempre, lo gracioso era que esta le recordaba a "Beverly Wilshire", aquel hotel a dónde había llevado a Nathan para darle aquel maravilloso tour...y antes de que pudiera evitarlo ya estaba pensando nuevamente en él.

Suspiró una vez más y cogió el móvil que se hallaba sobre una pequeña cómoda

-  Buenas tardes, quisiera reservar un pasaje para Los ángeles, California... primera clase.... para esta misma tarde... gracias.

 Colgó el móvil, alistó el par de maletas que había llevado y se dirigió al aeropuerto. Sabía que faltaban aún un par de horas para despegar, pero las aprovecharía para recorrer algunos sitios y buscar algún presente para Nathan.

Luego de aproximadamente 12 horas de viaje, al fin había llegado a su destino.                       Tanaka, su mano derecha lo esperaba con un pequeño cartel en las manos dándole un cálido recibimiento.

 Luego de tramitar algunos papeles y recibir el equipaje, ambos se dirigieron al auto negro que se hallaba fuera de aquel gran aeropuerto.

-  ¿A dónde desea que lo lleve señor?

- Vayamos directo a la mansión

- Como ordene

- Conduce rápido por favor

William sentía esa extraña sensación de querer llegar a su mansión lo antes posible. Sí, estaba ansioso por ver a Nathan. En todo el camino a casa recostó su cuerpo hacia una de las ventanas y observó lo maravilloso que era poder contemplar un amanecer de los Ángeles.

Al fin pudo observar la fila de árboles que anunciaba la llegada próxima a su mansión, la ansiedad crecía conforme el auto avanzaba.

Cuando el auto se detuvo indicando que habían llegado, descendió rápidamente de este encomendando a Tanaka que llevara las maletas a su habitación.

Entró a la mansión elegantemente y desvió la mirada a todos lados esperando encontrarlo; pero no lo halló. Llamó a Lucía un par de veces, pero no hubo respuesta.

Bufó ligeramente y subió los escalones de par en par, caminó por el largo pasillo y llegó a la puerta de aquella habitación... la de Nathan, la abrió sin siquiera llamar y se encontró con una escena desagradable haciendo que inevitablemente su respiración se volviera más agitada y sus ojos se tornaran irascibles: Nathan se encontraba en cuatro semidesnudo sobre la cama, enterrando la cabeza en esta y sujetando fuertemente las sábanas, lo desagradable para el rubio fue observar que un muchacho desconocido se encontraba tocando una de las nalgas del menor.

-  ¿Qué demonios crees que estás haciendo? – preguntó irritado

- ¿Es usted el señor de la casa? – preguntó aquel muchacho

- No sabes que responder una pregunta con otra es de muy mala educación

- Lo siento señor. Verá el muchacho – señaló a Nathan – está muy...

- Lárgate de aquí

- Pero señor tengo que ponerle la...

- Que te largues

William observó como aquel muchacho descendía de la cama y caminando rápidamente salía de la habitación, ahora su mirada furiosa se dirigió a Nathan ¿Por qué dejó que alguien lo tocase? ¿Acaso no había sido claro al  decir que era muy monopolizador?, observó que aún seguía en la cama sin haberse movido ni un solo centímetro así que con algo de brusquedad lo volteó para poder observar su rostro.

- Te dije que odiaba que tocaran lo que ya me... - William no terminó la frase ya que el repentino abrazo de Nathan lo sorprendió

- Wi...¿Will? Eres tú ¿Verdad? – preguntó en un susurro

- ¿Qué te sucede?  - preguntó alarmado al sentir la elevada temperatura que desprendía el cuerpo del menor

- Te extrañe... mucho... mucho

-  Nathan estás ardiendo en fiebre, dime ¿Qué te sucede?

-  Es... estoy bien

-  No puedes estar bien con esta fiebre

- Te extrañe

- ¿Estás enfermo?

 No oyó respuesta, algo asustado observó a Nathan, y para alivio suyo se había quedado dormido. Lo acomodó suavemente en la cama  y lo tapó ligeramente. Salió presuroso de la habitación y se encontró con Lucía en el pasillo.

 -  Joven William, que alegría verlo ¿Hace cuanto llegó?

- Qué hacía ese muchacho en el cuarto de Nathan

- !Oh! Nathan está muy enfermo y aquel joven es técnico en enfermería, justo ahora iba a suministrarle este medicamento – dijo elevando un poco las manos y mostrando una bandejita

- ¿Por qué llamaste a un técnico en enfermería?

- Es el ayudante del doctor Jim, usted sabe que siempre acudimos a él cuando se presenta alguna enfermedad aquí en la mansión

-  Este no es el caso, contacta a una doctora y pide que todas sus ayudantes sean mujeres

-  Pe... pero ¿Qué pasará con el ayudante del doctor Jim?

- Págale lo necesario y pídele que se retire

- Pero él...

- Lucía por favor, estoy agotado por el viaje, llego y encuentro a un desconocido tocando a Nathan... deberías de saber que mi estado de ánimo no es bueno ahora mismo

- Comprendo joven William, pediré que se retire y contactare a una doctora

- Contacta a la mejor, pídele ayuda a Tanaka

- Entendido

- Y recuerda... todas mujeres

William caminó hacia su habitación enfadado, no esperaba para nada encontrarse con semejante escena,  además aún de hallaba agotado por el viaje... luego de pensar durante un par de segundos  decidió darse una ducha para aligerar su cuerpo y esclarecer sus pensamientos...   Salió secando su rubio cabello, cogió la ropa más cómoda que tenía, se la puso y mientras lo hacía se percató de que las maletas ya estaban ahí, recordó el pequeño obsequio que le había comprado a Nathan, lo sacó con sumo cuidado y lo guardó en su bolsillo derecho.

Volvió a encaminarse nuevamente hacia la habitación del menor, al entrar lo encontró aún dormido tiritando de frío... "escalofríos" – pensó. Se acercó a él y con sumo cuidado se introdujo en aquella cama, estiró sus brazos atrayéndolo hacia su pecho. Lo observó dormir durante varios minutos y no pudo evitar depositar algunos besos en su rostro.                                                              El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que bufara y saliera de la cama.

 -  Joven William, la doctora ya esta aquí

 - Hazla pasar

 A los pocos minutos Lucía apareció en la habitación acompañada de una mujer ya entrada en años vestida impecablemente y con una pequeña maletita en manos

 - Buenas tardes. Soy William Olsen – se presentó cordialmente

- Buenas tardes joven William, soy la doctora Rouse Hyllen.  He oído hablar mucho de usted, es sorprendente que a su corta edad este en la lista de los multimillonarios más codiciados

- Me halaga demasiado doctora Rouse

-  Y ¿A quién tengo que examinar?

 William cortésmente la llevó hasta la cama donde Nathan aún dormía

 - Necesito saber que es lo que tiene

 La doctora se sentó a un lado de la cama y tocó levemente la frente de Nathan

 - Está ardiendo en fiebre, necesitamos bajarla. Voy a suministrarle una inyección ¿Pueden salir de la habitación?

-  No es necesario – respondió William rápidamente

-  Pero... ¿el chico no se sentirá avergonzado?

-  No, después de todo ya lo he visto desnudo

-  E-Está bien, entonces le suministraré la inyección – dijo sorprendida al oír las palabras del rubio

 Luego de aproximadamente media hora la doctora Rouse ya había concluido con su trabajo y William reconocía sentirse inquieto. Una fiebre tan elevada puede ser indicio de enfermedades no tan agradables

 -  Y bien ¿Qué es lo que tiene? -  preguntó algo preocupado

-  No es nada grave, sólo tiene una fuerte gripe. Le suministraré los siguientes medicamentos y en un par de días se mejorará

 William sintió un gran alivio, sólo era un gripe no había nada que temer.

Luego de que aquella doctora dejara la receta y saliera de la habitación, se dirigió hacia la cama de Nathan y se recostó suavemente en ella observando como este aún seguía dormido. Depositó un beso en su frente y cayó rendido en un sueño profundo.

Nathan abrió los ojos lentamente ¿Cuánto había dormido? Todo estaba muy oscuro y lo único que recordaba era haber visto el rostro del rubio por un tiempo breve. ¿Habría sido una alucinación por la fiebre? Se movió algo incómodo al escuchar su estómago rugir por el hambre, al hacerlo sintió unos brazos rodear su cintura, se movió aún más y al fin gracias a la luz de la luna pudo distinguir quién era... William – susurro bajito. Sus entrañas se llenaron de alegría, estos días había extrañado demasiado al rubio y verlo a su lado durmiendo pacíficamente formó que sintiera la necesidad de abrazarlo, y lo hizo, con suma pulcritud  se acurrucó en su pecho, permitiéndose aspirar su aroma. Lo había extrañado, desde que se fue anhelaba volver verlo. Jamás creyó que algún día pudiese sentirse de esa manera por un hombre.

 -     ¿Estás despierto? - se estremeció al oír su voz, seguía tan varonil y refinada como siempre.

-     Si – musitó bajito

-    ¿Te sientes mejor?

-     Mucho mejor

-    ¿Me extrañaste?

-    Mu... mucho

-   También te extrañe demasiado  – dijo acurrucándolo aún más entre sus brazos – aunque no esperaba encontrarme con aquella escena

-     ¿Escena?

-    Sí. Aquel chico tocándote...

-    Yo...No quería... pero Lucía dijo que la fiebre bajaría con aquella inyección y...

-    Ese fue un error de Lucía, ahora ya sabe que sólo debe contactar con mujeres especializadas en medicina

-   ¿Mujeres?

-    Sí. Fue una doctora la que te suministró la inyección

-   No... ¿No fue aquel chico?

-  No, jamás lo permitiría – siseó serio – Te lo dije... soy muy monopolizador con lo que me pertenece... Y tú ya me perteneces

 Nathan se ruborizó al oír tales palabras. Le pertenecía... le pertenecía únicamente a William... sólo a él.                                                                                                                               

 Su respiración se volvió irregular al sentir como William levantaba su mentón y se acercaba lentamente hacia él,  por un par de minutos creyó que la fiebre había vuelto a aparecer.                        Se preparó mentalmente para recibir un beso... un dulce beso, pero el gruñido que lanzó su estómago arruinó toda la escena

 -    ¿Tienes hambre?- preguntó el rubio

-    Sí – murmuró apenado – lo siento

-    No lo sientas. Vayamos a saciar a ese estómago gruñón – dijo en tono evidente de burla

-    No... no te burles

-    No me burlo bebé, tienes que alimentarte bien

-    ¿Me quieres ver gordo?

-    Un poco más rellenito quizá... además así durarás más

-   ¿Durar?

-   Si, en el momento de follar

 Nathan sintió que él calor le volvía, su rostro empezó a arder y tragó con dificultad. Mentalmente agradeció que aquella habitación estuviera a oscuras.

-   Me gusta verte sonrojado así que vayamos antes de que tu rostro vuelva a la normalidad.

-  ¿Cómo... cómo sabes? – todo estaba a oscuras... ¿era un adivino o algo así?

- Son pocos los días que nos conocemos pero créeme que tengo todas tus expresiones gravadas en mi mente

-  No... es justo

-  Lo es – rió – vamos a comer, no quiero verte decaído

 Nathan obedeció, salió lentamente de la cama y pudo sentir que algo caía levemente sobre su cuello, se llevó la mano hacia este y percibió un pequeño colgante.

- ¿Huh? ¿Qué es esto? – preguntó intrigado y buscando alguna fuente de luz para poder observarlo

-   Un regalo – contestó William

-  ¿Un... un regalo?

-  Sí – se acercó hasta la altura de Nathan – es un colgante y tiene una piedra preciosa... al igual que tú

Su corazón empezó a latir descontroladamente. William le había traído un regalo, eso significaba que había pensado en él aún estando en aquel viaje, sonrió bajando la cabeza, tocó nuevamente aquel colgante y pudo observar aquella piedra preciosa gracias a la luz de la luna.

-   Gracias... es hermoso

-   No tanto como tú

-  Yo... gra... !Huh! – Nathan ahogo un gemido al sentir como William lo besaba sorpresivamente

-   Deseaba hacer esto... lo deseaba – comentó William separándose algunos centímetros de los labios del menor

 Nathan sintió como un torrente de emociones invadían su interior ¿Qué estaba sintiendo? ¿Por qué su cuerpo actuaba de forma involuntaria? Su rostro se sonrojó, su corazón palpitó desenfrenadamente y sus labios desearon más.                                                              

 Sin poder objetar la primera pregunta y perdiendo el control de su cuerpo, se abalanzó sobre el rubio y lo abrazó acurrucándose en su pecho.

-  ¿Y eso? - preguntó William sorprendido

-   Te extrañe demasiado...

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