Bailando sobre nieve// Miriam²

By ladelapeluca

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La estabilidad mas inestable de mi vida, en eso se convirtio miriam rodriguez. MD. More

El momento indicado
¿Nos mudamos?
Señorita doblas...
Su mirada...
La mitad de mis pensamientos
El estreno
No todo se compra con dinero
Me voy
No eres estupida
No puedo enamorarme
Ni quiero, ni puedo
Solo importa el sur
Te elijo a ti
La respuesta siempre seras tú
Vuelta a casa
¿Podemos hablar?
Una mas en su lista
Reptiles cabrones
Nyingdu-la
Mas que a mi vida..
No puedo perderla
Te mando flores
No habrá calma
Tu distancia
El principio del fin
Atando cabos

Tu parte de mi

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By ladelapeluca



- Te pedí que no salieras del coche, mimi ¿De verdad era tan difícil mantenerte 15 minutos en un coche? - La gallega estaba visiblemente cabreada, cosa que mimi no terminaba de entender, claro que respetaba y no pretendía inmiscuirse en sus cosas, pero tan solo había bajado a fumarse un cigarro. ¿De verdad tanto había que ocultar? No tenía demasiado claro si quería saber más o prefería no enterarse nunca de sus negocios. Lo que si sabía es que Miriam tendría que cambiar muchas cosas en su actitud si quería mantenerla cerca. No era su propiedad, no podía tratarla como si fuera una cría a la que proteger y educar.

-Para el coche- Miriam volvía la vista hacia mimi- Para el coche por favor- la granadina relajaba el tono, quería entenderla, quería que esto, fuera lo que fuera, empezara bien, y para eso tenía muchas cosas de las que hablar.

Miriam bufo cabreada, pero se hizo a un lado en la carretera, y mimi aprovecho para bajarse del coche. Después de dejar un golpe en el volante, y maldecir a unos cuantos santos, la gallega también abandonó el vehículo. Echó un vistazo, encontrándose a mimi sentada en el borde de una fuente, y se acercó a ella, sentándose a su lado.

Las dos guardaron silencio durante unos momentos, la tensión se respiraba en el ambiente. Miriam apretaba aquel bordillo con sus manos, con fuerza. Y para mimi el estado en el que estaba no pasaba desapercibido, pero tendría que aprender a relajarse, no todo iba a ser como hasta ahora. Por una vez en su vida, alguien tenía que decirle como no hacer las cosas.

-Mimi...- era la gallega quien rompía el silencio, aunque no conseguía que la granadina girase su vista hacia ella. - Mimi...- quería que la mirara para hablar con ella, odiaba cuando alguien no la miraba a los ojos, y más si se trataba de discutir. Se podía ver mucho más en la mirada de una persona que lo que sus palabras dicen, eso era algo que Miriam había aprendido con los años, y con los negocios y la gente con la que había tratado.

La granadina giró su vista por encima de su propio hombro para mirarla.

- ¿Podemos hablar? - levantaba los hombros sin emitir palabra- Venga mimi no me jodas, ven aquí- la gallega agarraba su mano y tiraba de ella, para girarla y quedar frente a frente. Pero mimi apartaba su mano de ella. - ¿En serio? Yo no entiendo nada mimi de verdad....

- ¿No lo entiendes? Te lo explique minutos antes de salir de tu casa, yo no soy ni voy a ser nunca una de tus "señoritas de compañía". A mí no me puedes tratar como quieras, no puedes pretender que sea tu juguete o que actúe siempre bajo tus órdenes. ¿Qué mierda estabas buscando Miriam? ¿Un animal de compañía? ¿Qué silbaras y meneara el rabito a tu antojo? Te aviso desde ahora, yo tengo mi vida, mis amigos, mis cosas, y tú no vas a pasar por encima de ellas.

- Mimi...yo nunca he pretendido alejarte de nadie ¿De qué hablas? Ni quiero que estés bajo mis órdenes. No se trata de eso...joder ya te he dicho que esto es peligroso, solo intento protegerte. ¿Eso es malo?

- No te conocía hasta ahora, sé protegerme solita. Andrés te hablo de él, y de las formas en las que me apartasteis de él. Espero que no tenga ningún tipo de problema por haber hablado conmigo Miriam- la gallega asentía- Te hablo de Antonio, que por mucho que tu sepas como es, y que te empeñes en decirme lo malo, hasta hoy era un amigo, y no tengo porque despreciarlo, o no dejar ni que me hable. Creo que ayer te di una oportunidad, después de cómo me sacaste de la fiesta, hemos hablado las cosas, y está bien, yo no quiero meterme en tus negocios Miriam, son tuyos y listo. Sé cuáles son las normas, pero no pretendas tener una marioneta a tu lado, porque entonces aléjate ahora que estas a tiempo...

Miriam agachaba la cabeza, seguía pensando que no era tan malo intentar protegerla. Antonio nunca había pretendido nada bueno de ella, ¿Cómo podía dejar que se le acercara, así tan tranquilamente? Es que Miriam no era así, ella no solucionaba las cosas así. Tenía miedo, con Andrés tenía miedo de que pudiera contarle a mimi todo lo que hacían, pues sí, trabajaba para ella, y aunque no conocía todo al detalle, sabia básicamente lo que hacían porque el formaba parte de eso. Aunque estaba segura de que no hablaría demasiado, después de las advertencias de su escolta.

-A tiempo de alejarme de ti...- Miriam soltaba una risa irónica- Lo siento, no sé si tienes razón o no, esta es mi forma de arreglar las cosas. No quiero mezclarte en esto, y eso lo sabes desde el primer momento, no debía haberte traído.

- No se trata de eso Miriam, apartarme de todo no creo que sea la solución. Creo que podemos hacer las cosas de otro modo. ¿No?

-No lo sé, mimi ¿Qué quieres? ¿Qué te prometa que no voy a cuidarte? ¿Que no voy a tener cuidado hasta el último puto detalle de que no te pase nada? Porque si es eso lo que pretendes, lo siento, no voy a prometértelo. Si quieres irte, hazlo, yo nunca voy a quitarte tu libertad, y lo voy a entender, no es fácil. Te dije que no lo iba a ser. Puedo cambiar muchas cosas, pero no me pidas que te ponga en peligro, eso no voy a hacerlo, lo siento. – la granadina agarraba la cabeza de Miriam, para girarla hacia ella.

- Miriam, que no es eso...no quiero irme a ningún sitio, a ninguno donde no estés tu claro. Ni te pido que me pongas en peligro, entiendo tu miedo, pero te he dicho que respeto tus cosas, que no voy a pedirte que me cuentes más de lo que tú quieras contarme. Simplemente intenta relajarte, ¿Te vale de algo si te prometo que en el momento en el que crea que las cosas se me están yendo de las manos, o que yo misma me siento en peligro serás a la primera persona a la que llame? - Miriam cerraba los ojos con fuerza, solo pensar que podía llegar a sentirse así le cabreaba.

- Me vale que lo hagas, pero no quiero que llegues a ese momento. No tienes por qué. Así que haremos las cosas de otra forma. Si tengo que arreglar algo del trabajo, lo siento, pero prefiero que te mantengas lejos. Quiero pasar todo el tiempo que tenga contigo mimi, de verdad, pero creo que no soportaría que te pasara algo, y como ya te explique, no puedo exponer a que alguien sepa que eres mi debilidad y te use, no me lo perdonaría. ¿Podemos llevar esto así? ¿Manteniéndote al margen? - mimi sonreía llevando una mano a la cara de Miriam, para acariciarle, cosa que destensaba a la gallega. Nunca iba a acostumbrarse a la capacidad que tenía esa mujer de alterar sus estados de ánimo solo con tocarla.

- Creo que de momento es lo mejor. Pero ten cuidado vale. - Miriam asentía, y mimi aprovechaba para acercarse un poco más a ella y besarla, despacio, que ganas tenia de hacerlo cada vez que tenía la mínima oportunidad. Todo lo que conllevaba a Miriam cerca era un vicio.

Después de alargar un poquito más aquel beso, las dos se levantaron para volver a subirse al coche. Querían pasar el día por Málaga, aprovechar los momentos de tranquilidad que tenían, los pocos.

-Oye Miriam- la gallega giraba la vista hacia ella por un segundo para volver a clavarla en la carretera al momento- ¿Qué pasa con Antonio? ¿Puedo saber qué es lo que piensas hacer al respecto de lo que paso el otro día?

-No- mimi la miraba extrañada

- ¿No qué?

- Que no puedes saberlo. No quieras saberlo hazme caso

- Pues sí que va a ser difícil esto. - la granadina se giraba de nuevo mirando por la ventanilla.

Era una contradicción en sí misma, por una parte, necesitaba saber quién era realmente la persona con la que de momento compartía sus días, aunque otra parte de ella sabía que quizás el conocerlo cambiaria muchas cosas en su relación, y eso le daba miedo. ¿Qué debía hacer? ¿Conformarse con conocer tan solo la parte de Miriam que ella le mostraba, sabiendo que había otra mucho más oscura? Necesitaba a sus amigas, a su Ana banana, a Mireya...a Ricky, como le gustaría tenerlo cerca ahora mismo, tenía tantas cosas que preguntarle.

No tardaron demasiado en llegar a un pequeño pueblo, había muy pocas casas, todas de una planta, dos como máximo. Lo cruzaron en unos cinco minutos, y se acercaron a una pequeña casa de dos pisos, con una puerta de madera antigua, pintada de azul, con unas cuantas macetas decorando la entrada. Miriam aparcó el coche. No habían vuelto a cruzar palabra desde que mimi le había preguntado sobre Antonio, y la granadina no estaba enfadada, pero si confusa, demasiado confusa.

La granadina apuró a salir del coche, antes de que a Miriam le diese tiempo para ir a abrirle la puerta.

- ¿Vamos? - la gallega le tendía su mano, esperando que mimi la agarrase para entrar juntas. Pero le inquieto lo que tardó en hacerlo, se lo pensó demasiado, como si aquello fuera algo que plantearse demasiado. Estaban allí, y hasta donde Miriam sabia, estaban "juntas". ¿Cuál era el motivo de que mimi se planteara darle la mano? Terminó por dársela, después de un suspiro, que a Miriam no le gustó nada.

Acababan de empezar, y Miriam tenía claro que no quería perderla, pero igual de claro tenia que no iba a hacerle daño. Mimi no era una cualquiera para ella, le despertaba cosas que hasta ahora la gallega ni siquiera conocía. Si tenía que alejarse de ella para evitar que sufriera lo iba a hacer, llevaba toda la vida separándose de gente, podría hacerlo si fuera necesario.

Entraron por aquella puerta de madera después de llamar un par de veces, salió a recibirlas una señora con un delantal. La mujer debía tener unos 80 años, más o menos, un pelo blanco por el paso de los años, rizo y corto que, hacia la combinación perfecta con aquellas gafas, y los ojazos azules que escondía detrás de ellas.

-Miriam...- la señora pareció emocionarse al verla, y ante el asombro de mimi, parecía que a la leona le estaba costando mantener su frialdad en cuanto la vio.

Soltó la mano de mimi, para darle un abrazo a aquella señora, bajo la atenta mirada de la granadina, que no entendía muy bien qué relación las unía, pero le parecía adorable. Observó como la señora apartaba las gafas momentáneamente para secarse un par de lágrimas.

Miriam se apartó un poco del abrazo, y sin soltar la mano de aquella señora, extendió la que tenía libre hacia mimi, para acercarla a ellas.

-Quiero presentarte a alguien- la señora sacó sus gafas para limpiarlas contra aquel delantal, volviéndoselas a poner- Esta es mimi

La granadina se acercó a dejarle dos besos, pero se vio envuelta en un abrazo, al que por supuesto correspondió. Aquella señora fuera quien fuera, era entrañable.

-Ella es Mercedes- la señora la interrumpió

-Meche, puedes llamarme meche. Hay que ver qué guapa eres niña, mi Miriam siempre ha tenido buen gusto- la señora dejaba un pequeño codazo en mimi, que no podía evitar reírse, al ver como la gallega se sonrojaba. – Me alegro de verte, has tardado mucho tiempo en venir. ¿Cómo estás? - meche ya se había posicionado de nuevo al lado de Miriam, agarrándola de la mano, tiraba de ella. Mientras mimi las seguía escuchándolas.

-Bien Meche, he estado bastante ocupada, ya sabes...el trabajo

- Trabajas demasiado mi niña, tienes que tomarte tiempo para ti. Estas más delgada- la gallega se echaba a reír

-Eso me lo dices siempre que vengo

-Porque es verdad, si no te doy yo de comer, a saber, lo que comes- Miriam se giraba viendo que mimi seguía detrás de ellas, e instintivamente estiraba su mano, para agarrarse a ella, y tirando de ella la puso a su lado- Es guapa eh jodida- Meche decía esto último más bajito para que mimi no lo escuchase.

- No lo digas mucho, que se lo cree- mimi le daba un golpe en el hombro reprendiéndola.

-Me alegro de que por fin haya aparecido- Miriam sonreía agachando la cabeza- No hagas el tonto, no lo estropees, eres una de las mejores personas que conozco, no te empeñes en demostrarle que eres todo lo contrario, que siempre se te ha dado muy bien

-Meche...- la interrumpía

-Meche nada Miriam, sabes que tengo razón. Nos conocemos desde hace muchos años, si la has traído aquí, es porque es importante, es la primera vez en 15 años que hace que tengo el restaurante que vienes acompañada, no intentes engañarme a mí. Haz las cosas bien. Esta chica te sienta bien. Te veo bien

Mientras caminaban, habían subido unas escaleras, y mimi que permanecía atenta a la conversación, no había dejado de observar por donde iban caminando. Resulta que aquella casa era, en efecto, un restaurante, pero no había demasiada gente, se habían cruzado con un par de parejas, y una familia, en el piso de abajo, todo resultaba tan familiar, tan acogedor...

Tuvo que desconectar por unos instantes en cuanto subieron al piso de arriba, la terraza no era grande, tenía unas tres mesas, pero las vistas, aquello era espectacular, parecía que el mar chocase directamente con la pared de aquella casa, y en efecto llegaba a las rocas que formaban el pie de aquella terraza. Rompían a unos metros de donde se encontraban ahora mismo. Podría perderse en aquel sitio, el olor a mar, la naturaleza, la lejanía de la ciudad, el silencio, y la paz, sobre todo la paz que le daba.

- ¿Mimi? - la gallega la sacaba por un momento de su ensoñación, apoyada en aquel muro. - ¿Estas bien?

- Si, si, perdón – la granadina se giraba volviendo a la vista a aquellas dos mujeres que ahora reían por su reacción

- Ahora os servirán. Sentaos, voy a prepararos la cena

- ¿No tienes a nadie cocinando? Meche, deberías contratar a alguien, no puedes seguir matándote a trabajar- le reprendía la gallega.

- No empieces Miriam, tengo a alguien que cocina, pero para vosotras quiero hacerlo yo. Relájate, y disfrutad de la cena. Os dejo- Meche se encaminaba a las escaleras por las que habían subido

- Prométeme volver para tomar el café

- Esta bien, está bien, volveré- Meche se perdía en aquellas escaleras.

Miriam apartaba una de las sillas para dejar sentar a Mimi, que todavía miraba las vistas de aquel lugar, podría pasarse horas perdida en aquel ir y venir de las olas.

-Este sitio es una pasada Miriam

- ¿Te gusta?

- Me encanta, de verdad. ¿De verdad nunca habías traído a ninguna chica antes aquí? Parece el sitio perfecto para camelar a cualquiera- Miriam se reía

- Nunca. A nadie. Eres la primera que comparte esto conmigo. Aunque te cueste creerme.

- ¿Y meche? ¿Puedo saber quién es o forma parte de tu yo misterioso, del que nunca voy a saber nada? - Miriam negaba con la cabeza, guardando silencio, mientras veía como el camarero subía las escaleras, con una botella de vino.

- Señorita Rodríguez, me alegro de verla por aquí- La gallega le sonreía

- ¿Qué tal Marcos, como estas?

- Bien, todo bien de momento, muchas gracias. - el camarero se giraba hacia mimi- Buenas tardes señorita

-Buenas tardes- el chico abría la botella de vino que traía entre las manos, sirviéndoles un poco a cada una, la apoyaba en la mesa. Y despidiéndose de ellas, se alejaba de nuevo, dejándolas solas. - ¿Señorita rodríguez? Qué raro se me hace oír eso, me trae tantos recuerdos...- las dos sonreían

-Mimi...escúchame, no te oculto cosas porque quiera hacerlo, ya te he dicho que lo hago por tu seguridad. No me preguntes que va a pasar con Antonio porque quizás no te guste la respuesta, y sinceramente eso es lo que más me asusta. – posaba su mano encima de la de la granadina jugando a entrelazar sus dedos- Mimi, ¿Qué te gusta de mí? - la granadina torcía el gesto, no entendía el porqué de esa pregunta

- ¿Todo? - levantaba las manos con gesto de obviedad

-Todo no, porque no lo conoces. Te gusta la parte que ves, lo bonito, y lo entiendo. Pero entiéndeme tu a mí de que tenga miedo de decirte ciertas cosas, de que salgas corriendo.

- ¿Lo bonito? ¿Piensas que estoy aquí a tu lado por lo bonito? Porque te recuerdo que las cosas no han sido demasiado bonitas desde que te conozco, y estoy aquí ¿Verdad?

-No me malinterpretes mimi, no hablo del dinero, ni de toda esa mierda que me rodea. Hablo de la parte bonita de mí. Mimi esto es complicado, es mucha vida, son muchas cosas, cosas de las que no estoy orgullosa- agachaba su mirada- Mimi quizás si conocieras esa parte de mi ahora no estarías aquí.

-Miriam ¿Qué parte de ti? Quiero entenderte, pero me lo pones muy difícil si no sé absolutamente nada. No quiero complicar ya las cosas, ¿Qué yo también tengo dudas? Claro que las tengo, aunque parezca fácil no lo es. Me estoy tirando de cabeza al rio contigo Miriam, y no sé qué mierda hay en el fondo. Puede que me abra la cabeza contra las rocas, o que consiga flotar, ¿Me voy a arriesgar? - la gallega levantaba la vista- Si es que, si me miras, si te tengo cerca, si me tocas...una opción que no sea esa desaparece. Hace tiempo que he dejado de elegir en esto, ¿que supongo que es un poco irracional? Tengo claro que lo es, pero ¿Qué hago? ¿Me alejo de ti por miedo a lo que pueda pasar? ¿Quieres tu alejarte de mí Miriam?

- No, no, Nooo- Miriam apretaba la mano de mimi con la suya fuerte- Son solo dudas mimi, entiendo que es difícil, y el miedo a hacerte daño, el miedo a que te pase algo, no se todo eso está nublando las cosas supongo. Pero creo que nunca he tenido nada tan claro como que quiero tenerte cerca. Mimi, hay muchas cosas de mi vida que ya conoces, nunca ha sido especialmente fácil, y es imposible que me quite todas mis barreras así, de repente, solo te pido paciencia.

-No tengo prisa Miriam, ninguna, podemos hacerlo bien ¿No? Si las dos ponemos de nuestra parte...- Miriam levantaba un poco su cuerpo de la silla, para acercarse a mimi, y no sin antes sonreírle, agarraba su barbilla para dejar un pequeño beso en sus labios.

-Va a salir bien mimi, confío en esto, confío en ti, y aunque en menor medida, por primera vez confío en mi cuando estoy contigo. - dejaba un nuevo beso en sus labios antes de volver a sentarse- Meche era la cocinera en el internado en el que más años estuve. Ella era una de las pocas que hablaba español, en realidad también habla gallego, aunque lleva muchos años fuera de allí. Se había visto en la obligación de marcharse de aquí por cuestiones de trabajo. Tenía dos niños, una niña que tenía la misma edad que yo, y uno más pequeño, aunque no podía tenerlos con ella. Cuando yo llegue a aquel internado, tendría unos 10 años, aunque parezca irreal, ya estaba cansada de perder amigos, de echar de menos a mi familia, de no sentirme nunca en un "hogar", en fin de todo lo que suponía una vida así- Mimi agarraba de nuevo su mano por encima de la mesa, arrancándole una sonrisa- Para mí fue muy duro, sentirme otra vez nueva, en un país nuevo, sin ninguna gana de hacer nuevos amigos, sin saber cuándo seria el siguiente cambio.- daba un trago a su copa de vino sin soltar la mano de mimi- Un día, un mal día unas niñas de aquel sitio se habían propuesto molestarme, y aunque yo nunca dejaba que me pisaran, no puedo negar que me afectara. En cuanto las clases se acabaron corrí a esconderme a algún lugar para poder llorar. Me quede sentada debajo de unas escaleras, en uno de los pisos más bajos, llorando, hasta que apareció ella.

- ¿Meche? - Miriam asentía

-Se sentó a mi lado, sin decirme ni una palabra, y pasándome el brazo por detrás, me abrazo, me dejo apoyarme en su pecho y me refugió. No sé cuántas horas pasaron, sin que ninguna de las dos emitiera un sonido, ni una palabra. En cuanto pude tranquilizarme, me incorporé, y le di las gracias y le pedí disculpas en inglés. "Non lles des o gusto de facerte chorar" (no les des el gusto de hacerte llorar) Imagínate mi cara cuando escuche a alguien no solo hablar español, si no gallego. Fue como sentirme un poco en casa, no tenía a nadie, pero aquella mujer estaba lejos de su casa, como yo, y eso me hacía sentirme un poco menos sola, no sé. Recuerdo que estuvimos hablando unas cuantas horas, me llevó a la cocina con ella, me dio un trozo de pan con chocolate, y me prometió, esperarme todos los días en aquella escalera, a la misma hora, para contarle como había ido mi día- Miriam suspiraba mirando hacia el cielo, le costaba hablar de ella sin emocionarse- Fue mi madre Mimi, de alguna forma, fue mi madre todos esos años, día tras día iba a aquellas escaleras, nos contábamos cosas, me escuchaba, me ayudaba, me aconsejaba. Era todo lo que tenía allí.

- ¿Y te tuviste que ir de allí?

- Ella, pasados unos años logró el permiso para que sus hijos pudieran tener unas habitaciones en la residencia, no podían estar con nosotros, pero si en otra parte de las instalaciones. Ella no podía permitirse pagar un colegio así para ellos, y le preocupaba la educación que tuvieran en los colegios públicos cercanos. Así que su hija y yo nos hicimos muy amigas, mucho. Yo cada día le enseñaba lo que aprendía en clase, era súper inteligente, y a su hermano también, aunque era más pequeño. Éramos inseparables, era mi familia, deseaba que acabaran las clases para correr a junto de ellos, para merendar con ella, jugar, estudiar, incluso alguna vez logré escaparme y dormir con ella. Pero los años pasaron, crecimos, y cuando teníamos 16 años más o menos, las dos nos dimos cuenta de que aquello era más que una amistad. Al principio dudábamos un poco de que era lo que sentíamos, estábamos confusas, y en un sitio como aquel, si alguien se enteraba de aquello, podrían incluso echar a Meche de su trabajo, y no podíamos permitirnos algo así.

- Que asco de gente...- Miriam sonreía, dejando un beso en su mano

- El caso es que sí, mantuvimos una relación, fue la única vez en mi vida que me enamoré- agachaba su mirada- Ella era...era diferente, todo con ella era diferente. No me importaba estar lejos, no me importaba no tener a nadie, estar sola. Me daba igual todo, todo menos ella. Cada día era distinto, ella los hacia distintos, especiales. - Miriam se limpiaba una lagrima que le caía por su mejilla bajo la sorpresa de mimi

-Ei, ¿estás bien? - acercaba su silla a la de la gallega, quedándose a su lado

-Sí, sí, es solo que es complicado

- Si no quieres contármelo no es necesario Miriam, de verdad, no quiero que te pongas mal- La granadina dejaba caricias en su pelo, sin soltar su otra mano.

- Quiero hacerlo, quiero que conozcas estas cosas, quizás así puedas entenderme mejor. - mimi hacia un gesto para que continuase- Sabíamos que en cuanto cumpliéramos los 18 años y se terminara el curso, seguramente nos tendríamos que separar, pero cada día planeábamos la forma en la que íbamos a escaparnos, soñar era lo único que podíamos permitirnos allí dentro, y no era un pecado hacerlo. Me habría escapado con ella, sin dudarlo ni un segundo, pero supongo que la vida no tenía eso pensado. Ese mismo año, cuando yo cumplí los 16, recuerdo que un mes después mas o menos de mi cumpleaños ella enfermó, al principio se creía que era una simple gripe, que se le pasaría pronto, pero pasaban los días, los meses, y no mejoraba- Miriam apretaba su mandíbula, intentando contener sus lágrimas- el médico y todo lo referente a salud allí era carísimo, no existía seguridad social, por lo que había que pagar muchísimo dinero por ingresar en un hospital, o por las medicinas. Recuerdo que meche, consiguió otro trabajo para las noches, prácticamente no dormía, más que lo justo, y yo me pasaba los días a su lado, mientras su madre trabajaba, solo me movía de su lado para ir a clase. Confiaba en que juntas podíamos, que iba a curarse- No podía evitar que se le cayera alguna lagrima que mimi secaba con sus manos- pero empeoro, y a Meche no le quedaron más opciones que volver a España, a intentar que se curase, ingresarla en un hospital. Rogué, implore, grité, chillé y me escapé una y mil veces para volver con ella a España, pero yo todavía era menor, tuve que verla irse, sin saber si sería la última vez. Tenía que haber hecho algo más, debí hacerlo.

- Miriam estoy segura de que hiciste lo que podías- La gallega negaba con la cabeza

- No mimi, no lo suficiente, le prometí verla, le prometí estar con ella, le pedí que aguantara que en cuanto tuviera oportunidad me escaparía. Pero no llegue a tiempo. Un día el director de la residencia vino a buscarme a clase, tenía una llamada, era Meche, Carlota había muerto y yo no había llegado a tiempo, ni de despedirme de ella mimi. Supongo que desde ahí todo cambió, me prometí a mí misma no volver a querer a nadie de esa forma, si no había podido cuidarla, si no la había protegido, la había abandonado, no podía permitirme volver a querer y volver a dañar de esa forma. Era la persona más buena que yo he conocido en mi vida.

- ¿Qué le paso Miriam? Si era una niña...- la granadina secaba las lágrimas de Miriam, con su mano. Y Miriam casi sin querer estaba apretando cada vez más fuerte la mano que tenían entrelazada, como si de aquella fuerza dependiese perderla a ella también.

-Era una enfermedad rara, fibrosis pulmonar idiopática. En esta enfermedad es vital el pronto diagnóstico, pero con ella no lo hubo. Y sus pulmones se quedaban sin oxígeno, y no podían proporcionarles a los órganos, no había mucho que hacer cuando llegó a España. Meche todavía se culpa hoy en día por ello, pero ella hizo todo lo que pudo. La vida es así, supongo, una hija de puta.

- Joder Miriam...lo siento- Era la gallega quien, ahora dejaba una caricia en su mejilla.

- No te preocupes, hace mucho tiempo de todo esto. –agachaba la vista- Gracias, por escucharme...

- Gracias a ti Miriam por abrirte así, sé que es difícil para ti- la granadina recortaba la distancia que había entre ellas, para dejar un pequeño beso en sus labios, limpiándole los restos de lágrimas que le quedaban y apartando el pelo de su cara.

Podía ver el miedo en sus ojos, todavía más ahora que sabía todo lo que había pasado con Carlota, y ahora comprendía muchas cosas, muchas. Era un miedo racional, perder así, de esa forma tan cruel a tu primer amor, cuando tan solo eres una niña, a miles de kilómetros de tu familia, no es una situación fácil. Y en Miriam desde luego había hecho estragos, aunque ahora estaba ella, y estaba dispuesta a ir convirtiendo cada herida en una pequeña cicatriz, con paciencia, con dedicación.

El ruido del camarero subiendo las escaleras, hacía que las dos chicas se separasen, regresando mimi la silla a su sitio, para volver a quedar frente a ella. Dos platos de comida abundantes. Comida casera, de la que tanto le gustaba a la granadina. Miriam le había pedido que apartasen un poco el tema mientras comían, pues meche había prometido volver, y no querría hacerla disgustarse.

Así que la comida les paso entre conversaciones sobre la adolescencia atropellada de Mimi en Huetor, sus escapadas del instituto para ir a bailar, y otras cuantas anécdotas. Un par de botellas de vino menos, y sobre todo muchos gestos de cariño entre ellas. Mimi sentía que Miriam los necesitaba, y ella estaba encantada de poder dárselos, así, sin pensar en quien les rodeara.

- ¿Qué tal la comida? - la voz de Meche hacia que se girasen hacia las escaleras

- Abundante, como siempre, pero riquísima- contestaba la gallega

- ¿Te ha gustado mimi? ¿Era mimi no? Perdóname, pero los años pasan para todos, y mi memoria ya no funciona igual.

- Si- la granadina le sonreía- Es mimi, y claro, estaba increíble, me encanta la comida casera, permítame felicitarla porque estaba deliciosa

- Ay mi niña, tutéame, que me hace sentir mayor- Miriam se levantaba a coger una silla, para acercarla a la mesa donde acababan de comer

- Muchas gracias Miriam, pero no quiero molestaros

- Tú nunca molestas, Meche no digas tonterías.

El camarero les sirvió los cafés, y un par de chupitos que habían pedido, y abandonó la terraza. Meche y Miriam estuvieron hablando sobre el trabajo de Miriam, que tenía que descansar, que debía coger vacaciones, que no disfrutaba nada. De cómo estaba el hijo de Meche, aunque por lo que hablaban estaba claro que Miriam mantenía relación con él. Estaba claro que para cualquiera de las dos, la relación que las unía era la de una madre y una hija. A la granadina le encantaba verla así, sin sus barreras habituales, verla confiada, relajada, y formar parte de eso, eso le encantaba

-Miriam, ¿Pasaras por la fundación? - la pregunta llamo la atención de la granadina

- Creo que sí, hace tiempo que no voy y...- agarraba la mano de mimi de nuevo- Me gustaría enseñársela a ella. – Meche abría muchos los ojos como si aquello que Miriam acababa de decir le resultara una sorpresa increíble. - Si no te importa

- Miriam cariño, ¿Por qué habría de importarme? Me alegro mucho de que lo hagas, muchísimo. Sabes que a ella le encantaría...- A meche le resbalaba una lagrima por debajo de aquellas gafas

- Sé que sí, creo que es el momento, y que es la persona- Miriam sonreía volviendo la vista a mimi, que, aunque no entendía demasiado de que hablaban, sabía que era algo especial, y que quería incluirla a ella en esto porque ¿Es la persona? Algo dentro de ella se estaba derritiendo un poquito, y de no ser porque no era el momento, se habría lanzado encima de su leona, porque lo de mantenerse tan lejos una de la otra ahora mismo no le parecía más que distancia innecesaria.

- Me alegro de que por fin hayas vuelto a abrir un poco el corazón cariño. La vida nos ha hecho sufrir demasiado, y a mí por suerte ya no me queda mucho, pero a ti te queda toda la vida, y tienes mucho que ver, que disfrutar, tienes que dejar que los demás conozcan de ti lo que yo conozco, ya está bien de esconderse Miriam. - Meche agarraba la mano de las dos- Mimi cariño, ten paciencia con ella, es igual de testaruda que cuando era pequeña, pero en todos los años que tengo nunca he conocido a nadie que tenga un corazón como el que tiene ella. Y puedo decirte que cuando Miriam quiere a alguien, lo hace de verdad. Por mucho que ella se empeñe no dejes que sus miedos la alejen de ti- Miriam la interrumpía

-Bueno Meche, es pronto todavía...-

-Miriam...- Meche le reprendía, volviendo la vista de nuevo hacia mimi- Lo que te decía, testaruda hasta el final. Es bonito que alguien haya conseguido hacer que sus ojos vuelvan a brillar de ese modo. He de reconocerte que alguna vez tuve miedo de que ella misma se cerrase tanto que no dejara entrar a nadie, y eso no volviera a ocurrir. Tienes suerte- volvía su mirada hacia Miriam- las dos tenéis suerte de teneros, disfrutad, y sobre todo sed felices, pero hacedlo juntas. - Miriam y mimi cruzaban una mirada cómplice mientras se sonreían- Y ahora, mira que te he traído- Meche metía la mano en el bolsillo de aquel delantal, sacando algo envuelto en una servilleta, que Miriam abrió. Un pequeño bocadillo de chocolate, como los que le daba en el internado. Cada vez que la veía le daba uno. - Te he traído a ti también- le tendía el bocadillo a la granadina

Miriam se echaba a sus brazos a abrazarla. Siguieron charlando un poco más. Al día siguiente, por la mañana, las tres irían a aquella fundación. Pero Miriam tenía otros planes para ahora mismo, así que después de intentar pagarle la cuenta unas 100 veces y que Meche se negara, se despidieron hasta el día siguiente y salieron de allí.

- ¿Vas a coger el coche? No deberías...-Miriam había bebido, pero en sus planes más inmediatos no le hacía falta el medio de transporte, Negó con la cabeza y agarrando a mimi con las palmas de sus manos apretándole la cara, obligándola a hacer una mueca, la besó, con las ganas que llevaba ya guardando un rato más que razonable.

- ¿Me acompañas? - la gallega le tendía su mano una vez se hubo separado de ella. Y a mimi a estas alturas le sobraban las palabras con ella. Quizás desconocía la parte mala de Miriam, como ella misma decía, pero la parte que estaba viendo le encantaba. No dejaba de sorprenderle lo diferente que era de cómo se mostraba ante la gente. Una coraza demasiado dura, pero no más de lo que era la insistencia de mimi, y ella no estaba dispuesta a dejarla ir.

Tiro de ella hacia la parte trasera de aquella casa-restaurante, bajaron unas escaleras traseras que se mimetizaban con las rocas que formaban el pie de la casa. Al llegar al fin, una pequeña, muy pequeña calita, de arena blanca, y agua prácticamente transparente. A mimi le sorprendió no haberla visto desde aquella terraza, pues estaba prácticamente a los pies.

- Vamos, descálzate mimi- la gallega se quitaba los botines que llevaba puestos, remangándose los pantalones, y la granadina la imitaba, aunque ella solo tenía que quitarse las sandalias que acompañaban a su vestido.

- Miriam esto es precioso. ¿Por qué no hay nadie? - la gallega se acercaba a meter los pies en el agua.

- Porque es de Meche, este terreno iba incluido con la casa, es pequeña, pero sí, es suya. Ella solo viene a primera hora de la mañana. A carlota le encantaba la playa, y supongo que es su forma de visitarla cada día. – la granadina se acercaba a ella, abrazando con sus brazos la espalda de la gallega

- Miriam... ¿La echas de menos verdad? - la gallega se giraba dentro de aquel abrazo, mientras mimi seguía sujetándola por la cintura, Miriam colocaba su pelo por detrás de sus orejas.

- La he echado de menos todos los días, durante muchos años. Y claro, te mentiría si te digo que no sigo haciéndolo, pero supongo que, con el paso del tiempo, te acostumbras a vivir... Y bueno, ahora estas tú, y supongo que esa parte también la haces un poco más fácil. Pensaba que nunca iba a permitirme sentirme así, que eso de enamorarse era algo que me había vetado desde que Carlota murió. Pero ya te dije que tu descontrolabas todo, y debí suponer que esto también lo ibas a descontrolar. No quiero hablar de amor, ni cosas de esas, no te asustes- mimi le sonreía negando con la cabeza- pero asusta a veces el modo en el que consigues hacerme sentir, la forma en que haces que me desnude, y hablo de emociones y no de ropa. Hasta que llegaste tú, esa no era una opción, había cerrado herméticamente todo, y ahí me había recluido yo. Así que supongo que sí, que la sigo echando de menos, pero que algo de ti me cura, y me hace bien.

- Eres preciosa Miriam, y no hablo de físico tampoco- la gallega sonreía agachando la mirada, provocando que mimi levantase su barbilla con la mano- No te escondas más, déjame cruzar contigo hacia donde vayas ahora, este es el camino Miriam, y yo voy contigo si me dejas.

Por unos minutos sus miradas hablaban por ellas, tan cerca, con el mar golpeando sus pies, acariciándose, sintiéndose cerca. Sin miedo, o quizás con todos los del mundo, pero juntas, parecía que no podían torcerse las cosas, habían conseguido encaminarse hacia algo mejor, algo sincero y de verdad. Era el principio, solo el principio...

Fue mimi quien recorto el poco espacio que había entre ellas, empujando con ella cada vez más hacia dentro del mar a la gallega, que cuando quiso darse cuenta ya se había mojado los pantalones, frenándola en seco.

- Para, para que me empapo mimi. - la granadina se apartaba de ella, y de un tirón se sacaba el vestido, lanzándolo hacia la orilla.

- Quítate la ropa, y problema solucionado – la gallega negaba con la cabeza, mordiéndose el labio inferior, ella no acostumbraba a hacer cosas así, pero con Mimi todo era diferente.

Demasiado tiempo pensándoselo para opinión de la granadina, que, acercándose a ella, quitó su camiseta, mientras la besaba. Las dos llevaron su vista hacia abajo, hacia sus pantalones, para sacárselos tendrían que acercarse a la orilla, así que mimi agarro su mano, y tirando de ella, haciéndola incluso correr la llevo a la orilla, donde por fin se deshizo de toda su ropa.

La granadina ya había aprovechado para lanzarse al mar, mientras su.... Mientras Miriam se quitaba los pantalones, y la observaba desde la orilla.

Le encantaba verla feliz, quizás no fuera por ella, quizás mimi tuviera esa capacidad con todo el mundo, pero la hacía sentirse parte de eso, parte de sus risas, de sus miedos, de sus locuras...parte de ella. Por un momento solo pudo pensar que ojalá todo aquello no le saliera mal, ojalá mimi estuviera mucho tiempo a su lado. No quería perderla, a ella no.

Corrió a por ella, al ver que no se movía, y a tirones consiguió meterla en el agua. Después de un par de ahogadillas, de salpicarse, de enfadarse y reconciliarse cada tres segundos. Mimi abrazaba a Miriam por la espalda, que con sus propios brazos abrazaba los de la granadina, con su cabeza hundida en el pelo mojado de la leona, y el agua cubriéndoles hasta la cintura.

- ¿Estas bien? - la gallega asentía dentro de aquel abrazo. - ¿Qué es la fundación Miriam?

- Mañana lo verás, pasaremos a buscar a Meche, y vamos. Prefiero que lo veas que contártelo.

- Gracias- Miriam se giraba en aquel abrazo quedando frente a frente con la granadina- Gracias por hacerme parte de esto Miriam, sea lo que sea sé que es importante para ti, y ni siquiera sé cuál es el motivo de que me incluyas, de que de verdad quieras hacerlo, pero gracias.

- No me des las gracias, eres tu quien, sin quererlo, o sin que yo me diera cuenta, abriste la puerta, así que hazte cargo peleona- la gallega daba un toque en su nariz, y dejaba un pequeño beso de nuevo en sus labios, antes de girarse de nuevo en el abrazo, recobrando la posición que tenía antes- Le habrías encantado, y ella a ti.

- Seguro.

Después de lo que quizás habría sido una hora, o algo más, entre mil gestos de cariño, en aquel lugar que tantos recuerdos le traía, decidieron salir del agua para que el sol secase un poco la poca ropa que les quedaba puesta. Miriam subió con el vestido de mimi puesto a por una toalla a su coche, y puede que pasaran un par de horas más allí tumbadas, sin necesidad de hablar de nada, sintiéndose, entrelazando sus manos, mirándose, lanzándose cada vez un poquito más al vacío. La gallega sonrió al ver como mimi se había quedado dormida, era razonable, había sido un día bastante intenso, al menos emocionalmente hablando.

Empezaba a irse el sol, y por miedo a que le cogiera el frio, se vio obligada a despertarla, y después de un par de quejidos, logro hacer que se vistiera y subiera al coche.

Miriam iba a quedarse un par de días más en Málaga, y aunque normalmente lo haría en un hotel, uno de sus socios, le había cedido una de sus casas, que estaba prácticamente sin utilizar, a las afueras, en un pueblecito, y por comodidad, y porque era mejor eso que una habitación de hotel por muy cómoda que fuera. Se dirigieron allí.

- ¿Te apetece ir a cenar fuera o pido algo? - la voz de Miriam la regresaba al mundo real, aunque estaba más dormida que despierta.

- ¿Podemos quedarnos hoy a descansar en casa? Llevo demasiados días fuera, y no dormir en mi casa, y la nochecita de ayer...estoy medio muerta Miriam- la gallega apartaba la mano del cambio de marchas para posarla en el muslo de la granadina, que posaba la suya por encima acariciándola. -Miriam, Miriam, ¿Podemos parar en un supermercado? Quiero hacerte la cena- giraba su vista de nuevo hacia ella- si quieres claro

- Claro que podemos, me encanta la idea- Miriam se reía

- ¿de qué te ríes?

- Es solo que... nada es una tontería- La granadina golpeaba su pie contra el suelo del coche, despacio, haciendo un puchero

- A ver Miriam, dímelo porfa- arrancaba una carcajada de la gallega.

- Eres un bebe mimi...- la granadina le hacia una mueca con la cara- es solo que eres súper distinta, y ni siquiera lo intentas

- ¿A qué te refieres? - mimi torcía el gesto

- A que a cualquier tía con la que hubiera estado antes que tú, me habría dicho sin dudarlo que la llevase a un restaurante caro, que bebiésemos un vino que seguramente superaría el sueldo de la mayoría de los camareros que estuvieran allí, se habría calzado unos taconazos y subido unas cuantas fotos a Instagram. Y tu... tú me pides que pare en un supermercado, para comprar algo y hacerme la cena a mí, y lo peor es que se nota que te hace ilusión, no se eres tan distinta. No sé dónde mierda estuviste metida todos estos años, pero no se te ocurra volver a esconderte, por favor.

La granadina levantaba la mano de Miriam de su muslo, para dejarle un beso en ella, entrelazando sus dedos de vuelta.

No tardaron demasiado en encontrar un supermercado, y a mimi le pareció increíble verse haciendo la compra con Miriam, aquella mujer a la que tanta gente temía, aquella tía que era tan inaccesible, e incluso para algunos tan hija de puta, estaba allí, riendo a carcajadas cuando ella intentaba hacer malabares con tres tomates, y los tres acababan rodando por el supermercado. Le encantaba hacerla reír, le encantaba tenerla cerca, y hacer cosas tan cotidianas como eso, como una simple compra, como una simple cena, una tortilla que quizás se le fuera a quemar, un pollo a la cerveza que quizás y solo quizás se le quedase crudo. Pero todo eso a Miriam no le importaba, ella estaba ahí, mirándola de esa forma que tantas cosas le decía.

Puede que incluso les llamasen la atención por jugar con las verduras, y que a mimi le costara un poco decidir qué era lo que mejor sabia cocinar. Terminaron por comprar lo justo para hacer una ensalada, que era de sus platos estrella. Una tortilla, que al final no se quemó, y unas bolitas de queso que a mimi le había enseñado su madre a hacerlas.

Y Miriam pensó que sí, que tenía razón mimi, que iba a enseñarle sitios increíbles para comer, ¿y que sitio había más increíble que ella? Porque eso era un poco ahora mismo para ella, era un poco todos los lugares en los que se sentía bien, en los que se sentía en calma, eso era mimi.

Terminó por enfriarse un poco la cena, porque obviamente, ver a mimi con aquel delantal con tan poca ropa por debajo, pues no le dejaba pensar muy bien. Aunque llegaron a la cena con poca hambre, llegaron. No era caviar, ni era el mejor marisco del mundo, pero a Miriam le supo a verdadera gloria, y para no defraudar, la cocinera tenia para ella el mejor postre del mundo, Así que quizás los planes de ir a dormir temprano se les truncaron un poco, pero sí que es cierto que el sueño pudo con ellas antes de lo esperado.

- Buenos días princesa- la granadina se revolvía en la cama, notando como Miriam se sentaba en el colchón a su lado- Vamos vaga, tienes que desayunar y tenemos que irnos. Es tarde

- Miriam...si esta es la vida que me vas a dar. Reniego de ti. - la gallega soltaba una carcajada

- Te quejaras, si te he hecho el desayuno. Yo eh, no lo he pedido a ningún sitio. - La granadina abría un ojo, confusa

- ¿tú? ¿Has cocinado tú?

- Que poquita confianza tienes en mí, te dije que sabía cocinar, aunque esto no puede considerarse eso.

- ¿Qué he hecho contigo? No te van ni a reconocer cuando vuelvas- la granadina se levantaba, tirándose encimad e la gallega, haciéndola caer sobre el colchón.

- No es todo merito tuyo

- ¿Ah no? ¿A cuántas más les has hecho el desayuno con tus manos? - Miriam estallaba en una carcajada

- Mimi, dejemos aquí el tema, que podemos interpretarlo de mil formas, y no te gustaría la respuesta. – mimi levantaba las cejas, apartándose de ella

- Bueno, seguro que no eran mejores que yo...- la gallega tiraba de nuevo de ella, haciéndola caer de nuevo sobre ella

- No hay nadie mejor que tú, señorita doblas. - acortaba la poca distancia que tenían para poder besarla. Qué bonita le resultaba la sensación de despertarse a su lado, de verla dormir, de tenerla cerca, así con todo lo simple que podía parecer todo eso. Pero para ella era todo era como vivirlo de cero, como despertar de muchos años de letargo, como aprender a sentir de nuevo, y no podía haber tenido a nadie mejor al lado.

- Meche nos espera, ¿Desayunamos? - después de un gruñido de la granadina por tener que despegarse de ella, consiguió antes de lo esperado desayunar e incluso que se duchara sin tardar demasiado.

Mimi entendía que esto era algo importante, y no iba a ponérselo difícil. No había demasiada distancia desde la casa donde se alojaban hasta el restaurante de Meche, que ya las esperaba en la puerta. El viaje se lo pasaron hablando y riendo, pues Meche era muy simpática. Mimi no dejaba de admirarla, después de todo el dolor que aquella mujer tenía que haber pasado, tenía fuerzas para sonreír, y sobre todo para hacer sonreír a los demás. Y por un momento pensó que era verdad aquello de que "no todos los héroes llevan capa"

Miriam aparcó en una calle, que parecía estar por lo poco que mimi conocía, bastante cerca del centro de Málaga, las tres mujeres abandonaron el coche, y se pusieron a caminar. Miriam llevaba a Meche agarrada de su brazo, pero necesitaba sentir el contacto con Mimi en ese momento, así que sin dudarlo agarró su mano.

Frenaron en un paso de peatones, esperando a que los coches frenasen, y en cuanto lo hicieron comenzaron a cruzar.

- Mira, es ahí- la gallega señaló con sus manos entrelazadas a uno de los edificios de aquella calle. Un edificio de fachada gris clarita, con muchos ventanales, y plantas en la entrada, pequeños dibujos adornaban aquella fachada, dibujos variados, todos infantiles. Y en grande un cartel "Fundación Carlota Viga"

La granadina giró la vista hacia Miriam, sorprendida, sorprendida y emocionada. La gallega que la vio le sonrió.

-Esto... ¿esto lo has hecho tú? - Miriam asentía, haciendo que mimi apretara más fuerte su mano, mordiéndose el labio para aguantar sus lágrimas- Es... es precioso Miriam.

-Vamos, te contaré todo ahí dentro.- dejaba un pequeño beso en sus labios antes de entrar por la puerta


SIento haber tardado tanto en actualizar, espero que no os hayais olvidado de la historia, porque se vienen cosas interesantes. 

Es un poco de transicción asi conocemos un poco mas de la leona. 

Ahora que estoy medio instalada, prometo actualizar antes. Gracias por seguir ahi, por leer, por los comentarios aqui y en twitter, animais a cualquiera. Gracias.

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