Días de Anarquía: Año 7

By RobbRomanen

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Han pasado 7 años desde que las bombas cayeron, Y el mundo como lo conocemos no ha desaparecido por completo... More

Capítulo 1 | Esperanza
Capítulo 2 | Yermo
Capítulo 3 | Adivinación
Capítulo 4 | Consultor
Capítulo 5 | Gladiador
Capítulo 6 | Emboscada
Capítulo 7 | Riada
Capítulo 8 | Caravana
Capítulo 9 | Madre
Capítulo 10 | Prisión
Capítulo 11 | Villanos y Héroes
Capítulo 12 | El Consultor del Yermo
Capítulo 13 | Casa Solariega
Capítulo 14 | Elegido por los Cielos
Capítulo 15 | El Brayan
Capítulo 16 | Hadas
Capítulo 17 | Baphomet
Capítulo 18 | Juventud
Capítulo 19 | La Profecía
Capítulo 20 | Kitty
Capítulo 21 | Los moradores de la arena
Capítulo 22 | Ciudad Remache
Capítulo 23 | El odio esta en la sangre
Capítulo 24 | El Alcalde de Ciudad Remache
Capítulo 25 | Los Chacales
Capítulo 26 | Día de mi muerte
Capítulo 27 | Los Cazadores del Yermo
Capítulo 28 | Confrontación
Capítulo 29 | Separación
Capítulo 30 | Día de Paga
Capítulo 31 | Contrachoque
Capítulo 32 | La procrastinación de Maquiavelo
Capítulo 33 | Boda
Capítulo 34 | La Leona y el Rey
Capítulo 35 | Madurez
Capítulo 36 | El camino hacia el Este
Capítulo 37 | Expansión
Capítulo 38 | Punto de inflexión
Capítulo 39 | Exploradores del Yermo
Capítulo 40 | Proyecto Safehouse
Capítulo 41 | Leshawna
Capítulo 42 | El Juego de Tronos
Capítulo 43 | El espía
Capítulo 44 | El Sitio de Washington
Capítulo 45 | Sororidad
Capítulo 46 | Emancipación
Capítulo 47 | El Precio de la Gloria
Capítulo 48 | Hermanos de Armas
Capítulo 49 | El hijo de la profecía
Capítulo 50 | Despertando al dragón
Capítulo 51 | El hombre que llegó del oeste
Capítulo 52 | El león y su minina
Capítulo 53 | La Caída de Washington
Capítulo 54 | El Pago
Capítulo 55 | La Cazadora
Capítulo 56 | ¿Steven?
Capítulo 57 | Tiempos de Guerra
Capítulo 58 | Misión cumplida
Capítulo 59 | Karma
Capítulo 60 | El Rey de la Sabana
Capítulo 61 | Jaque Mate
Epílogo

PRÓLOGO

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By RobbRomanen


SOFÍA


Era una fría mañana de verano, el convoy estaba compuesto de tres vehículos de pacificación, y cinco patrullas de la policía del condado. Sofía subió la mirada, y miró a sus compañeros adentró del vehículo pacificador. Vestidos con chalecos de kevlar negros y estampados con pintura ambarina brillante, se leía "A.P.D" (Ashton Police Department).

      La chica acomodó sus mechones de cabello seboso pelirrojo, que le picaba en los ojos, ya había pasado varios días sin bañarse, No es que, en el yermo, no quedará agua, sino que estaba tan irradiada que mataría al tonto que se atreviese a beberla. Habían salido en busca de municiones, herramientas y...sobrevivientes.

      Para Sofía era difícil, aceptar en lo que se había convertido el planeta pues ella solo tenía que cerrar los ojos, para recordar los largos viajes en auto que tomaba con su familia, su padre Mark, su madre Betty y su hermanita Érica. Solo tenía que mirar por la ventana para ver esos fantásticos arcos hechos por los ramajes de los bosques. Pero, ahora no quedaba nada más que viejos troncos secos y los ecos del pasado. 

     En el asiento trasero estaba su compañero en la fuerza de policía, Martin quien se rascaba frenéticamente la larga erupción anaranjada. Causada por la exposición a la radiación. Sin embargo, el hombre se notaba asustado, rechinaba los dientes y temblaba, sus parpadeos eran desiguales y erráticos. Cuando el hombre sintió que unos ojos se posaban sobre él, alzó la cabeza y miró a Sofía por el espejo

      —Capitana Gallen, ¿Qué sucede? —Le preguntó Martin, el hombre estaba asustado. Pero también era cierto, que no había hombre en todo Ashton, que pudiera evitar sentirse sonrojado por la mirada penetrante de Sofía, sus grandes ojos azules volvían loco a cualquier hombre, pues mostraban una gran curiosidad, interés y genuina preocupación.

      —Martin, ¿Te duele? —Preguntó Sofía, su tono era cordial y amable, y recordaba al de una amiga, a pesar que lo único que unía a todos en el interior del vehículo policiaco, era la supervivencia. Sofía recorrió su mejilla con sus dedos medio e índice.

     —No capitana, solo siento una terrible comezón, como si tuviera una colonia de hormigas recorriendo mis mejillas. —Respondió Martin.

     —Entiendo, aguanta ahí oficial, cuando lleguemos a Ashton tendrás la primera ducha, con agua caliente. —Respondió Sofía sonriendo, y que decir sobre su encantadora sonrisa, tan natural, tan blanca y tan inocente.

     —Gracias capitana. —Respondió Martin sonriendo amigablemente.

     —¡Y qué hay de mí! —Exclamó Rodríguez, el hombre que estaba al volante, un hombre joven de tez morena, con cabello azabache, con un corte de cabello tan corto que se podía ver el cuero cabelludo del hombre. El conductor le dirigió una pícara mirada a Sofía. —¿Acaso debo envenenarme con radiación para que la capitana me dé algo de amor?

      Sofía no pudo evitar reír. Era bueno tener a Rodríguez con ellos. Desde antes que las bombas cayeran, las noches de patrullaje más divertidas, era cuando la asignaban con el agente Aurelio Rodríguez. Tanto Rodríguez como Martin, habían sido compañeros de generación de Sofía. Y la academia de policía, parecía ser un buen camino, cuando ninguno de ellos, era lo suficientemente atlético o listo, para asegurar una entrada a la universidad.

     En el viejo mundo no eran más que policías, pero en este nuevo mundo, eran la última defensa que tenían en contra de los merodeadores, saqueadores y demás locos y criminales que habitaban entre los escombros del yermo que se había convertido el mundo.

     Se escuchó entonces un estruendo, la patrulla frente a ellos, comenzó a derraparse y perder el equilibrio. Se estrelló contra un medio muro de concreto que dividía en dos la carretera interestatal. Rodríguez frenó el vehículo acorazado.

          —Vamos a tener que bajar, Martin, tú quédate aquí adentro. —Respondió Sofía.

          —Capitana yo aún puedo pelear...—Se quejó Martin.

     Pero Sofía Gallen, no estaba para juegos ese día. —Es una orden oficial. —Replicó ella y luego abrió la portezuela y bajó del vehículo blindado. En sus manos llevaba la escopeta, tras ella fue Rodríguez con su rifle de francotirador.

     Todo el convoy frenó, y los 8 vehículos se detuvieron.

     —Capitana espere. —Le gritó Rodríguez, el muchacho corrió hacia ella, y le colocó en las manos el contador de radiación Gauger. —No podemos permitir que nuestra líder se convierta en un zombi irradiado. —Pero el aparatito mostraba un aire radioactivo inferior a la media

     Entonces escucharon una melodía, las notas golpeadas del rap, y una nube de polvo acercándose desde el otro lado del camino.

     —Gracias Rodríguez...—Replicó Sofía. —Estoy seguro que ni el comandante Richard, ni Érica, querrían verme emanando fosforescente fulgor. Sin querer Sofía golpeó con su bota militar un fierro en el asfalto, entonces se dio cuenta que eran púas hechas con clavos oxidados de ferrocarril.

     Entonces en la distancia se vio una densa nube de polvo acercarse hacia ellos.

     —Parece que caerá sobre nosotros una tormenta de arena...—Dijo Martin desde el interior del auto, asomando la cabeza por la ventanilla.

     "Eso no parece una tormenta de arena" pensó Sofía.

     —Rodríguez, usa la mira de tu rifle. —Le ordenó Sofía. El hombre tomó su rifle y miró por la mira.

     —¡Puta Madre! —Exclamó Rodríguez hablando en español. Sofía sabía que cuando Rodríguez comenzaba a maldecir solo podía significar una cosa...

     "Problemas".

     Entonces vieron en la lejanía los vehículos motorizados que levantaban las nubes de polvo, con las afijes de la virgen de Guadalupe y de otros santos católicos montados sobre los capotes de los camiones, y vehículos motorizados del yermo.

     —¡Los Reyes! —Gritó Rodríguez.

     Al instante un miedo atroz cruzó por la columna de Sofía.

     —¡Rápido todas las unidades formen patrón sigma! ¡No podemos dejarles confiscar los suministros! —Ordenó Sofía. De pronto los demás agentes, se colocaron a resguardo por detrás de sus vehículos, habiéndose atrincherado en las barricadas, empezaron a disparar.

     Un vehículo de demolición hecho con lo que alguna vez fue una excavadora de la construcción envistió los vehículos blindados de la policía y rompió el cerco. Los atacantes descendieron del vehículo furiosos. En sus caras llevaban bandanas de colores brillantes, camisetas largas sin mangas, de pantalones entrenadores o jeans ajustados. Eran de pieles cobrizas, blancas y oscuras, atacaban con fiereza usando sus escopetas recortadas, revólveres y cuando estaban lo suficientemente cerca de los agentes de A.P.D. usaban afilados machetes para masacrar a los hombres. Eran los guerreros nahuales de la más temida banda de saqueadores en Tierra de Nadie. Los Reyes.

     Desde antes de "La Caída" los reyes ya se habían hecho con una terrible reputación, trabajando para un cartel mexicano. Sofía supo en ese momento que no habría misericordia ni cuartel, eran ellos o ella. la capitana Gallen saltó sobre el capote de su auto. Barrió hacía atrás el cargador de su escopeta y comenzó a disparar. Mató a varios de ellos, cercenándoles las piernas, brazos y cabezas con una ráfaga de esquirlas. Entonces sitió tres golpes, eran impactos de bala, solo esperaba que su chaleco soportara un poco más. No había tiempo para pensar sobre la vida o la muerte. No sentía miedo, una gran descarga de adrenalina corría por todo su cuerpo, y no le interesaba a quien mataba. Cómo policía jamás se le hubiera ocurrido matar a un niño. Hoy le disparaba en la cabeza a un "chamaco" uno de los niños que Los Reyes usaban para recargar las armas de los soldados Reyes.

     Uno a uno, sus compañeros de unidad fueron acabados, hasta que solo quedo ella.

     Dos de los Reyes la agarraron por las extremidades. Mientras hombre bajó de uno de los vehículos con una estatua de la virgen de Guadalupe sobre el capó de su camión. Un hombre relativamente joven descendió, alto y con una complexión atlética, de músculos muy marcados y tatuajes religiosos por todo el brazo y pecho. Sin embargo, un tatuaje en particular, resaltaba entre todos, una cruz en tinta negra que le nacía en la frente y acababa por debajo de su nariz y le cubría los ojos. Llevaba una cadena de oro con una bala colgando, anillos brillantes con diamantes. El hombre tenía la cabeza completamente rasurada.

     Sofía tragó saliva, era él, el hombre más temido en todo el yermo, el perro de guerra de Marco Antonio Reyes, su sobrino Fernando. El hombre miró con sus depravados ojos a Sofía...

     —¡Desnúdenla! —Ordenó el hombre.

     Sofía cerró los ojos, no quería saber lo que le iban a hacer. Lo único que lamentaba era que no podría volver a ver a su hermana otra vez, aquella jocosa niña que le estaría esperando en Ashton. Por suerte sus pensamientos fueron acallados por el sonido de la motosierra.



Una historia sobre la anarquía

7 años han pasado...



Días de Anarquía. 

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