El castillo de las almas ( Am...

Von sterbj

1.3M 94.3K 6.5K

El dí­a de la boda de su hermana, Nalasa es sacada a bailar por un apuesto joven desconocido. Es alto, rubio... Mehr

Capitulo dos
Capitulo tres
Capitulo cuatro
Capitulo cinco
Capitulo seis
Capitulo siete
Capitulo ocho
Capitulo nueve
Capitulo diez
Capitulo once
Capitulo doce
Capitulo trece
Capitulo catorce
Capitulo quince
Capitulo dieciseis
Capitulo diecisiete
Capitulo dieciocho
Capitulo diecinueve
Capitulo veinte
Capitulo veintiuno
Capitulo veintidos
Capitulo veintitres
Capitulo veinticuatro
Capitulo veinticinco
Capitulo veintiseis
Capitulo veintisiete
Capitulo veintiocho
Capitulo veintinueve
Capitulo treinta
Capitulo treinta y uno
Capitulo treinta y dos
Capitulo treinta y tres
Capitulo treinta y cuatro
Capitulo treinta y cinco
Capitulo treinta y seis
Capitulo treinta y siete
Capitulo treinta y ocho
Capitulo treinta y nueve
Capitulo cuarenta
Capitulo cuarenta y uno
Capitulo cuarenta y dos
Capitulo cuarenta y tres
Capitulo cuarenta y cuatro
Capitulo cuarenta y cinco
Epilogo

Capitulo uno

105K 4K 816
Von sterbj

Sentir,

sentir que tu mano es mi caricia,

sentir que tu sueño es mi deseo,

sentir que tu mirada es mi descanso,

sentir que tu nombre es mi canción,

sentir que tu boca es mi refugio,

sentir que tu alma es mi regalo.

Sentir que existes...

sentir que vivo para amarte.

- Poema-

Un baile con el demonio

El aire fresco de la noche, aparte de refrescarle el rostro acalorado, hacían llegar a los oídos de Nalasa las risas de los invitados a la boda de su hermana. Casya, con su hermosa cabellera pajiza recogida en un moño flojo sobre la nuca recubierto de flores lilas, había deslumbrado a todo el pueblo caminando hacia el altar con su bonito vestido blanco con bordados de crisantemos. El novio, Rale, temblaba por los nervios sin creerse aún que la muchacha más bella del pueblo fuese a casar con él. No es que él fuese feo, ni mucho menos, pero ella era como un regalo de Dios: hermosa, amable y buena. El sacerdote no tardó en casarlos y pronto comenzó la fiesta llena de música, baile y festín.

Nalasa se alegraba de todos corazón que su hermana mayor hubiese encontrado un buen partido y un buen hombre todo junto. Rale era dueño de la granja más prospera del pequeño pueblo de Sanol y todas las doncellas casaderas habían hecho lo imposible por conquistar al joven. Pero él conoció a Casya y los dos se enamoraron sin remedio. Fue un flechazo que unió a dos corazones libres. Cinco meses después se habían casado.

Hoy.

Nalasa casi no había podido estar con su hermana en todo el rato que estaba durando el festejo - la pobre no había parado ni un minuto atendiendo a todo el mundo - y cuando ya no pudo soportar la soledad y la indiferencia de los jóvenes de su edad - tanto del genero masculino como femenino - se había dado por vencida y se había alejado del jolgorio.

Ella no tendría tanta suerte y lo sabía. Ella nunca se casaría con un joven tan apuesto como Rale y que la adorase tanto como él a su hermana. Tendría suerte si la aceptaba como esposa algún zarrapastroso que no fuese del pueblo.

No tendría esa suerte y tampoco la quería. ¿Por qué tenía que casarse? ¿Qué importaba el matrimonio? Ella no necesitaba a un hombre en su vida para nada. Pero las risas y la música llegaban a sus oídos y no pudo evitar que una punzada le atravesase el corazón. Le dio rabia sentir aquel sentimiento y aquel anhelo de algo que le encantaría poder experimentar. Nunca la habían sacado a bailar y aquello era muy triste teniendo ya la edad de veinte años. Pero era una muchacha vulgar que no destacaba entre las jóvenes del pueblo y su hermana siempre la había eclipsado. Cada vez que algún joven la miraba pensaba: ojalá fuese como Casya. Pero Nalasa no era su hermana y no podía hacer nada para poder parecerse a ella físicamente.

Por eso aunque la quería mucho, le tenía envidia. Envidiaba su belleza y su descaro para tratar con los hombres de tu a tu. Ella no podía hacerlo, sentía muchísima vergüenza delante de los jóvenes del pueblo, mas sabiendo, todo lo que ellos pensaban de ella.

Que era fea.

¡Pues allá ellos! Que pensasen de ella lo que les gustase. Ya había tenido suficiente con sus risas y sus humillaciones. Prefería quedarse soltera que estar con alguien que no la valorase como persona y mujer.

Pero a pesar de todo, el vacío era tan grande...

Se recriminó ser tan débil. La boda la había dejado llena de sentimentalismos y no podía permitirse caer en aquello de nuevo.

Estaba cansada.

Pero aún así, una lágrima brotó de su ojo izquierdo y se derramó por su mejilla. Apretó con fuerza los puños y bajó la mirada a su sencillo vestido verde. Su hermana se lo había regalado ya que era su dama de honor. Su cara al verla vestida con él fue tan radiante que, en aquel momento de debilidad, la cara de su hermana Casya le quemaba por dentro. Pero lo peor fueron sus palabras llenas de emoción.

- Estas tan preciosa Nalasa. El verde resalta muchísimo el color de tus ojos. Siempre he tenido envidia de tus ojos, en ellos reflejas el ardor de tu corazón. Es como mirar directamente a tu alma.

Aquellas palabras fueron como un jarrón de agua fría para ella. ¿Casya envidia de ella? ¡Aquello era imposible! Inimaginable. Ella era muy poca cosa ¿Qué importaban unos ojos bonitos? Un hombre no querría estar con ella solo por sus ojos. El amor era algo más, tendría que ser algo más. ¿Pero qué sabía ella del amor?

El amor... ¿lo conocería alguna vez?

- Es un atardecer muy hermoso para que una joven dama esté triste.

Aquella repentina voz le hizo dar un brinco y dejar de apretar los puños. El corazón se le subió a la garganta y se le aceleró la respiración al ver al hermoso joven vestido de sedas que la miraba fijamente. Aquel cabello rubio resplandecía bajo el sol poniente al igual que sus grandes ojos grises de infinitas pestañas azabache. Nunca le había visto por el pueblo. Si fuese así le recordaría pues no podía pasar desapercibido y no solo por su belleza sino también por su altura.

El joven se acercó a ella y le tomó una mano entre las suyas grandes y de dedos largos.

- ¿Por qué lloráis bella dama? Hoy es un día lleno de alegría donde toda tristeza está de más.

- No... es que yo...

El joven la silenció colocando un dedo sobre sus labios y le sonrió con dulzura y seducción. No pudo evitar abrir los ojos como platos y sonrojarse. Era tan hermoso aquel joven y tan lleno de vitalidad. Algo dentro de ella se encogió mientras su corazón palpitaba lleno de vigor.

- No digáis nada dulce dama. Hoy hay fiesta y música.

Sin dejar que ella pudiese decir nada, el joven la arrastró hacía los otros bailarines de la fiesta de boda y se puso a bailar con ella. La tomó por la cintura y se movió con ella girando y girando con flexibilidad y soltura mientras Nalasa, torpe por ser su primer baile, se dejaba llevar por aquellos brazos y pies expertos. El joven no dejaba de sonreír y de trasmitirle alegría sin dejar de girar y girar entre los demás bailarines. Nalasa no pudo resistirse y comenzó a sonreír y disfrutar de el baile. Aquello era una gozada.

- Así, lo hacéis muy bien - la alentó el hermoso joven desconocido.

- Es mi primer baile - le confesó con una carcajada.

- Entonces, sin duda, lleváis el don del baile en la sangre.

Ella soltó una risa que nunca antes había salido de su boca. La había alagado alguien que no la conocía y eso la había llenado de orgullo y una alegría especial.

- Es usted muy amable pero creo que exagera.

- Nunca aria tal cosa.

El vals estaba comenzado a llegar a su fin mientras la mirada de los dos jóvenes no se apartaban de los ojos del otro. Ella deseó que la canción no terminase nunca.

- ¿Cómo os llamáis dulce dama? - le preguntó el acercándola más a su cuerpo. Olía maravillosamente a jazmín.

- Nalasa - contestó con el corazón a punto de explotar. Le latía tan deprisa que, seguramente él también podía oírlo.

- Es un nombre muy bonito.

El desconocido se detuvo a la misma vez que la música y todo se llenó de aplausos mientras los demás bailarines pedían otra pieza con gritos alegres.

- Ahora debo irme - le dijo el joven.

Ella se horrorizó al oír aquello. ¿Por qué tenía que marcharse y tan pronto? Acababan de conocerse y ella quería pasar más rato a su lado y no volver a sentirse sola y fuera de lugar en aquella fiesta. Deseaba pedirle que se quedase a su lado, pero no era ninguna chiquilla malcriada ni una mujer que suplicara. Así que se mantuvo en silencio y agachó la mirada. Sintió como se le endurecía el corazón y le entraban ganas de llorar. Todo había sido demasiado bonito para que fuese cierto y duradero.

- Gracias por el baile - dijo como pudo intentando que no se le saltasen la lágrimas. ¿Es que era estúpida? ¿Ahora por qué sentía ganas de llorar? Aquello no tenía ningún sentido.

El joven, sin mediar palabra, la tomó de la mano y la apartó del gentío a las sombras de un gran pino. Nalasa, completamente desorientada, se dejó llevar de nuevo por el desconocido y ni se inmutó cuando el acarició su mejilla y puso un mechó de su cabello rebelde tras su oreja. Hasta que él se acercó más de la cuenta y su cara estuvo a escasos centímetros de la suya.

No supo en que momento él comenzó a besarla y ella a rendirse a él dejando que el joven saborease sus labios al igual que ella saboreaba los suyos. El corazón se le iba a salir del pecho mientras que las piernas se le tornaron de mantequilla derretida. Si no fuese por que él la sujetaba con firmeza, ella hubiese caído al suelo completamente sin fuerzas. En apenas unos minutos, había comenzado a experimentar algo demasiado fuerte y nuevo para ella. Algo que la estaba turbando y a la vez la hacía sentir llena de vida.

El joven se separó de ella y la contempló por última vez antes de decirle una última cosa: su nombre.

- Soy Araziel - y sin más, desapareció sin dejar rastro.

Nalasa se llevó una mano a los labios mientras observaba como todo el pueblo la miraba enmudecidos. Ella tampoco sentía fuerzas para decir nada, ni siquiera para pensar. Había sido un sueño demasiado bonito y perfecto para que le hubiese ocurrido a ella. Alguna tara tenía que tener todo aquello para que un joven tan increíblemente apuesto se hubiese fijado en ella y la hubiese sacado a bailar delante de todo su pueblo sin importarle lo más mínimo y besarla antes de irse.

La joven no pudo evitar mirar como Casya la miraba horrorizada y con los ojos brillantes por las lágrimas que estaban a punto de correr por sus mejillas blancas como la cera.

Todo el mundo la había visto besar al señor del castillo de las almas, al demonio Araziel.

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

51.8K 13.6K 46
Todos hemos escuchado alguna vez esa frase que decía que los libros tenían el poder de transportarnos hacia otras realidades posibles, nos hacían via...
1.3M 37.2K 15
"Solo aferrarse a un amor tan grande como el de Khuri y Khumé podrá darle fuerzas para pelear por la libertad o llevarla al abismo de los traidores."...
12.7K 502 60
Creditos a los respectivos creadores de las imagenes que van a aparecer en este libro. Casi ninguna es mia, y cuando lo es, yo voy a aclarar. gracia...
192K 11.9K 54
-Una noche y un grito en el bosque cambiaron su vida. -Un mundo que penso que no existía. -Guerra, amor, odio, secretos, amigos, una familia. -Un chi...