EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |

By wickedwitch_

420K 51K 9.4K

El Imperio se formó años atrás, nacido de la codicia de un hombre. Con la ayuda de unas fuerzas imp... More

| EXTRA 01 ❈ EL IMPERIO |
❈ 01
❈ 02
❈ 03
❈ 04
❈ 05
❈ 06
❈ 07
❈ 08
❈ 09
❈ 10
❈ 11
❈ 12
❈ 13
❈ 14
❈ 15
❈ 16
❈ 17
❈ 18
❈ 19
❈ 20
❈ 21
❈ 22
❈ 23
❈ 24
❈ 25
❈ 26
❈ 27
❈ 28
❈ 30
❈ 31
❈ 32
❈ 33
❈ 34
❈ 35
❈ 36
❈ 37
❈ 38
❈ 39
❈ 40
❈ 41
❈ 42
❈ 43
❈ 44
❈ 45
❈ 46
❈ 47
❈ 48
❈ 49
❈ 50
❈ 51
❈ 52
❈ 53
❈ 54
❈ 55
❈ 56
❈ 57
❈ 58
❈ 59
❈ 60
❈ 61
❈ 62
❈ 63
❈ 64
❈ 65
❈ 66
❈ 67

❈ 29

5.5K 688 134
By wickedwitch_

          

Pese a los intentos de aquella víbora por deshacerse de mí, conseguí que me permitiera unos días para poner unos asuntos en orden y poder darle una respuesta definitiva. Cassian estaba que echaba humo tras haberme escuchado, además de la disparatada propuesta que se me había ocurrido en el viaje de regreso dentro del carruaje.

En aquel preciso instante me contemplaba torvamente desde el otro lado de la diminuta cocina, de brazos cruzados. Le había explicado a grandes rasgos lo que había sucedido desde que aceptara acompañar a ese esclavo que había llamado a mi puerta; mi amigo me había escuchado guardando silencio, mascando todo lo que retenía en la punta de la lengua.

—Es una buena familia —dije cuando terminé de hablar—. Podría sernos de utilidad.

Necesitaba información sobre la gens a la que pertenecía aquel esclavo, la familia a la que había acudido Perseo para ayudarme, tal y como me prometió. La idea que se había ido formando dentro de mi mente desde que hubiera conseguido que la arpía que nos había recibido me diera un pequeño margen para decidir qué hacer era arriesgada, por supuesto, pero me daba una salida para aquella mortífera rutina a la que mi padre me había obligado a permanecer.

Cassian ladeó la cabeza.

—¿De qué modo?

—La Resistencia necesita información sobre los movimientos del Emperador —respondí, dando un paso hacia mi amigo, que esperaba apoyado sobre la maltrecha y pequeña encimera—. Y la puerta que nos ha abierto la gens Horatia es un conducto directo a información fidedigna del Usurpador.

Había escuchado a mi padre quejándose de la poca información que podíamos obtener del Emperador, de lo complicado que resultaba colocar a espías cerca del tirano que gobernaba nuestro país; la posición en la que se encontraba la propiedad de la gens Horatia era privilegiada, lo que inclinaba a pensar en qué tipo de relación mantendrían con el Emperador. Lo estrecha que podía ser.

Y eso significaba estar más cerca.

El plan en el que nos vimos metidas Enu y yo fue desesperado, además de lento. Tampoco habíamos tenido una certeza real de poder acudir a esa fiesta, de formar parte de las chicas que Al-Rijl llevaría consigo para amenizar el ambiente; pero si yo aceptaba la oferta, estaría en un lugar privilegiado. Podría obtener información.

Sería útil sin arriesgarme, tal y como había pedido mi padre.

Cassian se masajeó la barbilla con aspecto pensativo. Él también era consciente de lo útil que podría resultar tenerme en aquella mansión, fingiendo ser una pobre chica de la que habían decidido apiadarse; una perfecta máscara que me permitiría poder moverme a mi antojo, recaudando información para la Resistencia.

—El riesgo...

—Es mínimo —le interrumpí antes de que pudiese pronunciar una sola palabra más—. Puede funcionar, Cass.

Si ponía a Cassian de mi lado, intercedería por mí cuando mi padre se negara. Quizá encontraría mucho más apoyo en otros miembros de la facción a la que pertenecíamos; podría salirme con la mía.

Crucé la distancia que me separaba de mi amigo y tomé una de sus manos. Los callos de sus palmas rasparon los míos, pero no me importó; Cassian siempre había estado a mi lado, habíamos compartido mucho. Estaba segura de que no me fallaría.

—No dejes que mi padre me aparte de esto —le supliqué—. Me consumiría entre estas cuatro paredes, fingiendo ser alguien que no soy. No permitas que me suceda eso, Cass... No permitas que desaparezca.

❈ ❈ ❈

Mis botas cayeron pesadamente sobre el lecho de tierra y piedras que había en aquella entrada. Cassian me había ido a buscar aquella misma mañana, después de que consiguiera convencerle de que me ayudara a defender mi idea frente a mi padre; mi amigo había enviado un mensaje a las cuevas para informar de nuestra llegada... y de que solicitábamos un encuentro con nuestro líder de facción.

Sabía que aquel mensaje llegaría a los oídos de mi padre, que estaría allí para cuando nosotros llegáramos, dispuesto a apartarme de nuevo. Dispuesto a empujarme a una vida en la que no encajaba.

No soñaba con encontrar al hombre de mis sueños y formar una bonita familia, con niños corriendo por el patio de mi pequeño hogar, aguardando a la llegada de mi esposo; no soñaba con entregarme a un hombre, cediéndole las riendas de mi vida, de mi futuro.

No, yo soñaba con venganza.

Y no descansaría hasta que la obtuviera.

Avancé unos pasos, valiéndome de la luz que se colaba desde arriba, antes de que Cassian se dejara caer por aquel hueco, aterrizando a pocos metros de donde estaba detenida.

—Va a ser un día interesante —auguró.

Sonreí ante su comentario.

Esperé hasta que llegó a mi lado para que camináramos a la par, internándonos en los laberínticos pasillos que recorrían la ciudad por debajo. Pronto nos vimos inmersos en la oscuridad, tanteando lo que nos rodeaba con las palmas de la mano; rozándonos el uno al otro mientras avanzábamos a oscuras.

Decidí romper el silencio que nos acompañaba:

—¿Qué tal os fue a Neeja y a ti durante la Rajva?

Escuché a Cassian aclarándose la garganta a mi lado. En los años de amistad que llevábamos, había sido una fiel oyente de los problemas de amor de mi amigo; no me molestaba que me hablara de otras chicas, y no dudaba en dar mi opinión cuando creía conveniente.

Sin embargo, una parte de mí tenía miedo a que llegara una mujer que consiguiera meterse bajo la piel de Cassian. Una mujer que lo alejara de mí para siempre, dándole lo que anhelaba: una familia. Su propia familia.

Dimos unos pasos sin que mi amigo me brindara una respuesta.

—Nos lo pasamos bien —supe que no había cuajado que, como muchas otras, Neeja había sido la diversión de una noche de mi amigo—. Fue... entretenido.

Intenté darle un codazo a pesar de la negrura que nos rodeaba.

Mi codo impactó con algo y el quejido de mi amigo confirmó que había cumplido con mi propósito.

—¿Otro corazón roto, Cass? —le pinché—. No vas a dejar ni uno solo intacto, amigo.

—No puedo arriesgarme a involucrarme con ninguna de ellas, Jem —la repentina confesión de Cassian hizo que la culpa volviera a retorcer mi estómago—. Aunque ninguna haya llamado mi atención de ese modo.

Continuamos avanzando en silencio.

—Creo que la mujer de tus sueños está esperándote en alguna parte —comenté y las palabras me supieron amargas.

El codo de Cassian me golpeó con cuidado en el costado de manera juguetona.

—En ocasiones tu optimismo me conmueve, Jem.

❈ ❈ ❈

El angosto camino subterráneo nos condujo hacia las cuevas que había al otro lado de las murallas que protegían la ciudad, el escondite perfecto para que la Resistencia pudiera sentirse a salvo, lejos de las garras del Emperador y sus perros.

Pestañeé ante la claridad que reinaba en aquella zona, lejos de los túneles que habíamos recorrido. El calor del desierto que había al otro lado de la piedra se colaba hasta allí, provocando que el sudor empezara a empapar mi espalda; Cassian se mantuvo a mi lado mientras tomábamos una bocanada de aire.

Listos para enfrentarnos a lo que nos deparaba el día.

—Eh, Devmani —busqué con la mirada a la persona que se había dirigido a mí entre la multitud que se movía de un lado a otro.

Entrecerré los ojos cuando un muchacho me saludó con la mano, dedicándome una amplia sonrisa. Thabit Bilal, como así se llamaba, formaba parte de la facción a la que pertenecía; a primera vista, con ese cabello ensortijado, ojos castaños y piel ligeramente tostada, podía parecer un chico encantador. La realidad no correspondía mucho con esa imagen casi angelical.

Me tragué una sarta de maldiciones mientras nos dirigía a Cassian y a mí hacia donde aguardaba Thabit con aquella estúpida sonrisa. Sus ojos resplandecieron al verme y mostró sus dientes —uno de ellos se encontraba ligeramente mellado gracias a una humilde servidora— al convertir su sonrisa en una más amplia; no me sorprendió encontrarle flaqueado por sus dos compañeros, que no nos quitaban la vista de encima con expresiones hoscas.

—Thabit Bilal —pronuncié su nombre despacio—. Las últimas noticias que tenía de ti eran que estabas en Sarkis.

Sarkis era una pequeña aldea a una semana de viaje desde la capital. Algunos simpatizantes enviaban suministros, haciendo que algunos elegidos los trasportaran en carros hasta allí; no siempre podíamos contar con ayuda del interior de la ciudad, por lo que acudíamos a otros proveedores.

—Yo he oído que lograste infiltrarte en un prostíbulo —respondió Thabit—. ¿Has aprendido algo en ese lugar de mala muerte?

La mano de Cassian cayó pesadamente sobre mi hombro antes de que pudiera abalanzarme sobre aquella alimaña. Siempre había sospechado que me guardaba cierto rencor por el puñetazo que le di, haciendo que uno de sus perfectos dientes quedara ligeramente mellado por el golpe.

¿O quizá todo se reducía a un poco de orgullo masculino herido?

—Tenemos asuntos pendientes, Bilal —intervino Cassian—. Hazte a un lado.

El tipo no se movió, como tampoco los matones que vigilaban sus espaldas.

—He oído que tu padre quiere verte, Devmani —habló dirigiéndose a mí con una sonrisa condescendiente—. ¿Qué has hecho esta vez? ¿Darle una paliza a uno de los tipos que pagó por tus servicios?

Los dedos de mi amigo se me clavaron en el hombro con fuerza, impidiéndome que pudiera alcanzar a la alimaña que me sonreía con un inconfundible brillo de deleite en su mirada.

Mis labios se curvaron en una irónica sonrisa.

—¿Eso que escucho son celos, Thabit? —pregunté con fingida dulzura—. Porque sabes que jamás podrías ponerme una sola mano encima, ni siquiera pagando por ello.

Escupí a sus pies antes de darme media vuelta y alejarme.

Cassian se cubrió la boca con el dorso de su mano mientras nos internábamos entre la multitud. Sus ojos chispeaban de humor, a pesar de cómo me había detenido antes de que yo pudiera aclarar la situación con Thabit mediante el uso de mis puños; le saqué la lengua a modo de respuesta.

—Eres pura dulzura, Jem —se carcajeó Cassian cuando nos encontrábamos lo suficientemente lejos para que Thabit o alguno de sus matones pudieran escucharnos, o darnos alcance.

Puse los ojos en blanco.

Fuimos en busca de Mhaar Asaash para poder explicarle la idea que tenía en mente, rezando a todos los dioses para que el líder de nuestra facción pudiera respaldarme en aquella alocada propuesta que se había presentado en la puerta de mi casa sin yo saberlo.

En el camino nos cruzamos con algunos compañeros de facción. Al parecer, mi mensaje parecía haberse transmitido de boca a boca y todos parecían sumamente interesados por lo que había propuesto. El humor de Cassian fue decayendo conforme nos íbamos acercando a la sala donde nos esperaba Mhaar Asaash... y posiblemente mi padre.

Dejé que mi amigo fuera quien llamara a la puerta mientras tomaba aire, recordándome que no debía perder el control. Que todo dependía, además, de cómo defendiera mi idea, por muy cerca que estuviera de explotar.

La profunda voz de Mhaar Asaash nos hizo pasar desde el interior de aquella habitación excavada en piedra, como tantas otras. Recorrí con la mirada los rostros de los demás presentes —más de los que yo había esperado— y me quedé boquiabierta al toparme con un rostro más que familiar.

Darshan hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo, pero permaneció en una de las esquinas, apoyado en la pared de piedra. Acechando todo lo que sucedía tal y como había hecho el tiempo que pasó bajo mi techo.

Cassian se tensó al verle de nuevo, pero no hizo nada al respecto.

Procuré dejar a mi padre para lo último. Como había sospechado, mi padre no estaba dispuesto a permitirme regresar; por eso mismo había acudido a aquella reunión que había pedido para exponer mi plan: para apartarme. Para hacerme a un lado de nuevo y arrastrarme de regreso a casa.

Donde creía que estaba a salvo.

—Jedham Devmani —dijo uno de los hombres que aguardaban cerca de mi líder—. Hemos recibido tu mensaje, suplicando una vista privada. Aquí nos tienes.

Bajé la cabeza en señal de respeto.

—Tengo una propuesta que hacer —anuncié, mirando fijamente a mi padre.

Vi cómo se removía en su asiento con expresión indescifrable. Listo para usar sus mejores armas y hacer que desestimaran mi idea, pero no se lo iba a poner tan fácil... Lucharía con garras y dientes si fuera necesario.

Mi padre tenía que entender de una vez por todas que ya no podía decidir por mí, que ya no era una niña pequeña a la que podía dejar en casa con un simple beso en la frente de despedida y la promesa de volver pronto.

Mhaar Asaash se inclinó hacia delante, contemplándome con interés. Quizá recordando cómo había alzado la mano con decisión cuando pidió voluntarios para la misión en la que había coincidido con Enu; rezaba para que eso contara a mi favor.

—Procede —me invitó con un gesto de mano.

Tomé aire y me dispuse a explicar la generosa oferta que había recibido por parte de una de las gens más poderosas dentro del Imperio para pasar a formar parte de su servicio. Omití intencionadamente de quién había obtenido la ayuda para que fuera acogida en el conjunto de esclavos que trabajaban bajo las órdenes de la familia, y expuse lo conveniente y útil que podía resultar esa posición a la Resistencia.

Miré de manera inconsciente a Darshan y vi cómo su rostro se ensombrecía cuando desvelé que se trataba de la gens Horatia, describiendo al detalle el hogar de la poderosa familia y dónde se localizaba. El resto de oyentes me escuchaba con suma atención, compartiendo opiniones entre susurros.

Mi padre tenía las mandíbulas apretadas y el rostro pálido.

—No me equivoco al creer que la gens Horatia es cercana al Emperador —concluí, alzando la barbilla con orgullo. Casi saboreando la victoria—. Es complicado infiltrar a nuestros agentes dentro de las familias que se encuentran en buenas relaciones con el Usurpador y yo me ofrezco voluntariamente a ocupar ese puesto en el servicio con el propósito de obtener toda la información posible.

—Es demasiado arriesgado —protestó mi padre desde su asiento—. Elegid a otra.

Dirigí mi enfadada mirada hacia él.

—La oferta es mía —repliqué, intentando modular mi tono—. No aceptarán a otra que no sea yo.

Los ojos de mi padre estaban iluminados por el enfado. Sin embargo, estaba consiguiendo mantener la compostura... mientras su mente empezaba a maquinar el mejor modo de apartarme de mi propia propuesta. De mi propia idea.

Se inclinó hacia delante, apoyando ambos codos sobre la mesa.

—¿Cómo has conseguido la oferta, Jedham? —me preguntó—. Dudo mucho que los perilustres hayan acudido a tu puerta.

El estómago me dio un vuelco.

No podía hablar de Perseo, ni siquiera mencionarlo. Montaría un buen escándalo si confesaba que aquel puesto de trabajo que se me había ofrecido se trataba de una ayuda enviada por un nigromante que había salvado mi vida... y con quien había disfrutado de una ardiente velada en la oscuridad de un callejón, después de que volviera a salvarme el cuello una vez más.

Me enfrenté a mi padre, sabiendo que estaba partiéndole el corazón con mi cabezonería. Pero no estaba dispuesta a echarme para atrás: él tenía que aceptarlo. Tenía que aceptar que formaba parte de la Resistencia.

Por mucho que se hubiera arrepentido de abrirme las puertas a su mundo.

—Nadie pone en entredicho los métodos por los que obtienes información —le dije a mi padre, sabiendo que mi rebeldía no me granjearía puntos—; lo cortés sería hacer lo mismo.

El rostro de mi padre empezó a colorearse a causa de la rabia.

El resto de hombres continuaban observándonos a uno y a otro, evaluando la situación y tratando de llegar a un común acuerdo sobre si aceptar o rechazar mi proposición. Me fijé en los gestos de sospecha de dos de ellos, quienes parecían guardar las mismas dudas que mi padre sobre cómo había conseguido aquella proposición.

El estómago volvió a darme un vuelco cuando Darshan abandonó su rincón y se encaminó hacia donde yo me encontraba detenida. ¿Qué demonios creía estar haciendo? Mi cuerpo se quedó agarrotado cuando se detuvo a mi lado, dirigiendo su mirada hacia Mhaar Asaash y sus acompañantes.

—Tenemos ante nosotros una propuesta interesante, una oportunidad que estábamos buscando, y vosotros estáis empezando a poner en tela de juicio la veracidad de Jedham —sus ojos recorrieron cada uno de los rostros que estaban sentados frente a nosotros—. Si no confiamos en nosotros mismos, ¿qué nos queda? ¿Cuál es el sentido de todo esto?

El hombre que se encontraba a la izquierda de Mhaar Asaash se retorció sobre su hueco, incómodo.

—Somos cautos, jovencito —replicó con molestia—. No podemos arriesgarnos a perder a más gente.

Miré con atención al hombre. ¿Habían desaparecido más rebeldes? ¿Eso quería decir que el Emperador estaba ganando la partida?

¿Quién estaba vendiéndonos?

—Entonces estáis acusándola de mentirnos —concluyó Darshan, cruzándose de brazos—; estáis insinuando que es una traidora.

La discusión estalló en aquel preciso instante, cuando mi padre saltó de su asiento ante las cuidadas palabras de Darshan. El hombre que había intervenido trató de defenderse, provocando que las opiniones se dividieran y continuara aquel pandemonio de gritos y acusaciones cruzadas.

Miré por el rabillo del ojo a Darshan, que tenía una media sonrisa de satisfacción plasmada en su atractivo rostro.

Comprobando que nadie nos viera, pellizqué su codo para llamar la atención del chico. Sus ojos grises pronto se desviaron hacia mí, poniéndome todo el vello de punta ante aquella sensación que despertaba desde que nos hubiéramos conocido.

Desde que hubiera abierto los ojos en la casa de aquel sanador.

—¿Por qué estás haciendo esto? —quise saber.

Me tragué la palabra «ayudar», notando cómo se quedaba atascada en mitad de mi garganta. Estaba segura de que aquel movimiento por parte de Darshan se trataba de algo personal, que no buscaba echarme una mano.

Darshan se encogió de hombros.

Volví a pellizcarle por puro placer personal, deseando molestarle y arrancarle una reacción que no estuviera medida al milímetro.

—Lo tenía controlado —le espeté a media voz.

Su media sonrisa se convirtió en una completa, haciendo que la rabia bullera dentro de mis venas como fuego líquido.

—Tu sentido del control parece ser un poco... deficiente —respondió en el mismo tono, inclinando su rostro para que quedara más cerca del mío—. Tranquila, no es necesario que me des las gracias por lo que estoy a punto de hacer.

Dejándome con la palabra en la boca, dio un paso adelante y se enfrentó a los hombres que continuaban discutiendo. De algún modo que no comprendía, la discusión fue apagándose hasta que volvimos a ser el centro de todas las miradas; mi padre tenía las mejillas arreboladas y parecía estar a punto de saltar sobre la mesa.

Aunque no tenía muy claro sobre a quién quería golpear.

—Señores, por favor —habló de nuevo Darshan, alzando ambas manos—. No desaprovechemos la oportunidad. No abramos más brechas entre nosotros. No permitamos que el Emperador se encuentre más cerca de la victoria.

Todos los presentes de la habitación parecían haber caído bajo el influjo de Darshan, de su hipnótico mensaje. Su cuello giró, haciendo que su parte de su rostro se ladeara en mi dirección; apreté los dientes con rabia cuando vi cómo me guiñaba un ojo de manera pícara, como si fuésemos amigos.

Como si estuviésemos juntos en esto.

—Me propongo voluntario para ser el contacto entre la señorita Devmani y la Resistencia —anunció con grandilocuencia.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para controlar que mi boca no quedara abierta debido a la sorpresa. La propuesta de Darshan, que avalaba mi plan para que saliera adelante, hizo que parte de nuestro público tuviera reacciones similares a la mía; mi padre incluso parecía haberse quedado mudo.

—Ni siquiera perteneces a la facción de Asaash, muchacho —consiguió decir uno de los hombres. El mismo que había hablado antes de que Darshan sembrara la discordia con un simple comentario.

Los ojos grises del muchacho se clavaron entonces en Mhaar Asaash con una expresión serena.

—Quedo a la espera de vuestra decisión entonces, señor.

El líder de mi facción alternó la mirada entre ambos, pensativo. Los nervios empezaron a burbujear por el fondo de mi estómago, y me abstuve de mirar en dirección a mi padre, obligándome a no quitar los ojos de Mhaar Asaash.

El hombre tenía entre sus manos la última palabra.

Pasaron los segundos sin que nadie dijera nada. Darshan permanecía inmutable en su posición, como si ya supiera de antemano la decisión que Mhaar Asaash iba a tomar al respecto; a mi espalda oí a Cassian removerse con nerviosismo, haciéndome saber que no era la única que se encontraba en ese estado.

La mirada del líder se desvió hacia Darshan, haciéndome contener el aliento.

—Quedará bajo mis órdenes, joven —expuso con un tono autoritario—, hasta que dictamine que la presencia de la señorita Devmani ya no sea necesaria en aquel lugar. ¿Me ha entendido?

—Por supuesto, señor.

Los ojos de Mhaar Asaash se clavaron entonces en mí.

—Hablaré con el señor...

—Mnemus —le ayudó Darshan, arrancándole un asentimiento de agradecimiento al hombre.

—Hablaré con el señor Mnemus sobre todos los detalles del asunto y él se encargará de hacérselos llegar —me explicó—. Mientras tanto, le sugiero que se quede en las cuevas unos días y entrene por las posibles complicaciones que pudieran surgir.

Si me veía en la obligación de huir, había querido decir en realidad.

Mordiéndome el interior de las mejillas para contener una sonrisa, bajé la cabeza en señal de respeto y aguardé hasta que recibí el permiso para marcharme.

Cassian me dirigió una mirada mientras abandonábamos la sala. Sin embargo, no quise arriesgarme a mostrar mi emoción tan pronto, tan cerca de donde se encontraban todos ellos. Me alejé junto a mi amigo por el corredor excavado en la piedra y dejé escapar un chillido de pura emoción.

—Deberías reservar todas esas energías para cuando estés sirviendo para esos pomposos perilustres, pelirroja.

Giré en redondo hasta toparme con Darshan, que se dirigía hacia nosotros, haciendo el mismo trayecto que momentos antes habíamos recorrido los dos.

Las aletas de la nariz de Cassian se inflaron ante la cercanía del chico, que nos dedicó una pícara sonrisa. Me fijé en que su aspecto había mejorado notablemente desde que le di la espalda y salí junto a mi padre, segura de que no iba a volver a cruzármelo en lo que me restaba de vida.

Qué irónico era el destino... o los malditos dioses.

—Nadie diría que te han apuñalado, Mnemus —dijo Cassian cuando el otro se detuvo frente a nosotros.

Los ojos grises del aludido se clavaron en los de mi amigo, haciendo que el ambiente se tensara a nuestro alrededor.

—Yo también me alegro de verte, Cassian —respondió en tono plano; luego se giró hacia mí—: Tenemos que hablar.

* * *

Hello Darshan, my old friend.

Continue Reading

You'll Also Like

1.1K 218 15
Rut inconsciente. Daniel herido. La NUCC en busca de los fugitivos. El deseo se hace realidad. Un amor más fuerte que el destino. Un virus letal...
108K 4.4K 33
Ashley típica Nerd que sufre bullyng cambia y buscará venganza y Muchas cosas más léelo te gustará xd
128K 9.6K 45
Días después de su decimoctavo cumpleaños, Aurora Craton siente la atracción de apareamiento mientras trabaja como camarera en una fiesta de los líde...
161K 15.7K 53
"La vida se me escurrió de entre los dedos como agua, fue arrebatada de mis manos sin miramientos y con crueldad. La propia muerte no estaba enterada...