❈ 09

6.9K 920 119
                                    

          

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          

Atravesamos las calles en silencio, fingiendo ser una pareja más de las muchas que nos rodeaban y que vagaban de un lado a otro para disfrutar de tiempo juntos; durante un par de veces me había recolocado el pañuelo de manera mecánica, creyendo que se me había movido un ápice, dejando al aire mi delator cabello rojo.

Sabía que Cassian era consciente de mis gestos, y que la sospecha de que estaba ocultándole algo estaba ganando fuerza.

Su mirada se desvía de vez en cuando hacia mí con un brillo de preocupado. Habíamos logrado alejarnos lo suficiente del mercado para que pudiera relajarme, pero tenía la macabra sensación de que me estaban siguiendo; por supuesto que me costaba mucho creer que se trataran de los dos perilustres, pero su oro bien podía pagar a silenciosos sicarios... si no algo peor.

Mi paranoia fue perdiendo fuerza cuando cruzamos a la zona en la que se encontraba la casa que habíamos ocupado. El Mercado de los Huesos aún tenía sus puertas abiertas, con un público que habría hecho llorar a cualquiera de los dos aristocráticos; Cassian apretó su agarre al pasar por uno de los callejones adyacentes y yo eché un vistazo por pura curiosidad.

Un hombre al que le faltaba un ojo —y cuya cuenca estaba cosida y expuesta a la vista de todo el mundo— gritaba a los cuatro vientos que vendía amuletos que protegían de la magia negra; otra mujer decía poder leer el futuro por un módico precio y un hombrecillo aseguraba saber cómo protegerse de los genios.

Genios, resoplé. Como si esas criaturas fueran lo más peligroso que andaba por allí.

Cassian me mostró una forma de entrar mucho más cómoda que trepar hasta el tejado: una vieja y oculta ventana que pertenecía al segundo piso, convenientemente colocada para que pudiéramos colarnos por encima de una pila de cajas de madera dispuestas para ese mismo propósito.

Expulsé el aire que había estado conteniendo todo el trayecto, retirándome a toda prisa el pañuelo y la túnica; el alivio de tener menos prendas bajo aquel calor infernal fue casi inmediato. Cassian se encargó de disimular de nuevo la ventana y se giró hacia mí con los brazos en jarras.

—Ahora que estamos en un sitio más seguro, ¿vas a explicarme qué ha sucedido en el mercado para que estuvieras en ese estado tan... agitado? —me interrogó.

Maldito fuera, me dije a mí misma. Cassian era un observador nato, algo que le había beneficiado desde que hubiéramos pasado a formar parte de las filas de los rebeldes; ahora lamentaba que pudiera usar esa habilidad contra mí.

Me humedecí el labio inferior, buscando una excusa que exponerle a mi amigo. Una excusa lo suficientemente buena que no supusiera un nuevo interrogatorio por su parte.

Era complicado. Muy complicado.

—Creí haber visto un par de nigromantes pululando por el mercado —respondí tras unos instantes en silencio.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora