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Perseo se marchó a la mañana siguiente, demasiado temprano para un encuentro accidental en el que poder despedirme

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Perseo se marchó a la mañana siguiente, demasiado temprano para un encuentro accidental en el que poder despedirme. La noche pasada no había compartido con él la extraña sensación que me había embargado, mis sospechas que pudieran confirmar si alguien nos había visto, pero ahora me resultaba absurdo mientras el peso de mis responsabilidades me golpeaba con la fuerza de un puño impactando contra mi estómago.

Lo único que había conseguido descubrir en aquel tiempo que llevaba al servicio de Aella era el compromiso que el Emperador había hecho llegar al cabeza de familia con la intención de unir su hija a Perseo para acceder al poder que atesoraba su gens. Y Darshan, intuía, no tardaría en presentarse de nuevo allí para que yo le informara de lo que hubiera podido averiguar. Que era nada.

La irritante voz de la primera de Perseo me hizo regresar al presente mientras la chica alzaba el tono para que Sabina le acercara uno de los vestidos que habían colocado para que escogiera su atuendo del día. Mi rutina bajo las órdenes de Aella me mantenía pegada a su lado, poniéndome muy complicado el poder indagar para ver qué más escondía la gens Horatia que pudiera resultarnos útil a la Resistencia.

Mis labios se curvaron inconscientemente en una sonrisa sibilina cuando vi que Aella reprendía a Sabina por haberse equivocado en llevarle el vestido que había señalado. Vita se encontraba cerca de donde yo estaba poniendo algo de orden, recordándome tener cuidado con la muchacha.

Pero Vita estaba más entretenida cuchicheando con las otras doncellas, ajena a que estuviera atenta a lo que hablaba.

—He escuchado que el joven amo ha discutido con su abuelo —se encontraba diciendo Vita, frunciendo el ceño.

Una de las chicas ladeó la cabeza, interesada en aquel tema.

—Sus discusiones no suelen ser frecuentes —comentó—. Al contrario que la señorita Aella.

El grupo sonrió de manera conspiradora al mencionar los constantes desacuerdos que existían entre nieta y abuelo, ya que Ptolomeo ya la había advertido sobre sus continuas negativas para aceptar cualquiera de los candidatos que le habían presentado para formalizar un compromiso. Ella, por el contrario, había batido sus rubias pestañas hacia su abuelo y le había asegurado que ella no tenía la culpa de haber sido educada con unos estándares tan altos para encontrar al elegido.

Fue una de las pocas veces que sentí un extraño ramalazo de camaradería con Aella y el modo en que se rebelaba contra lo que intentaban de imponerle por el simple hecho de ser mujer.

Alejé esos pensamientos y me centré en la conversación entre Vita y las otras chicas. La muchacha, que evidentemente sentía algo más que interés por el heredero de la familia, estaba preocupada por las desavenencias que habían aparecido entre Ptolomeo y Perseo.

—La escuché casi por casualidad —continuó Vita, mordiéndose el labio inferior—. Estaban en el despacho del dominus y era evidente que el ambiente entre ambos estaba algo caldeado. El dominus le estaba reclamando al joven amo que no fuera fiel a su familia y él respondió que ya se había sacrificado suficiente por ella, que no estaba dispuesto a ceder en eso.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora