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Salí de la enfermería con un gesto sombrío.

Mi amigo, que esperaba con aire impaciente pegado a la pared de piedra, no tardó ni un instante en aparecer a mi lado, ansioso por saber qué había pasado allí dentro; por qué le había pedido que me dejara a solas con Darshan. Sin embargo, estaba tan exhausta debido a la multitud de interrogantes que todavía sobrevolaban mi cabeza, que me limité a hacer uso de una media verdad que pudiera calmar a Cassian y hacerle olvidar el tema.

—He intentado limar asperezas con él —repuse mientras nos alejábamos de la enfermería— después de lo sucedido. No en vano vamos a formar un equipo y me juego el cuello, literalmente.

El ceño de Cassian se frunció cuando saqué a colación aquel tema que nos había conducido a que Darshan y yo nos enfrentáramos en aquella cueva, terminando con él en la enfermería después de aquella extraña reacción.

Contuve las ganas de sacar de nuevo el colgante para contemplarlo de nuevo, de descubrir si Darshan estaba en lo cierto al acusarme de que aquel objeto contenía magia oscura, tal y como había afirmado cuando se lo mostré en la enfermería. Mis dedos cosquilleaban a causa de ello, pero me obligué a seguir caminando junto a Cassian y a fingir que la extraña conversación que había mantenido con el chico no me había afectado lo más mínimo.

—Mnemus tenía razón.

Estuve a punto de tropezar con mis propios pies cuando escuché a Cassian pronunciar aquella frase; giré el cuello en su dirección, incapaz de ocultar mi asombro, pero la atención de mi amigo se encontraba fija en el fondo del corredor, como si le costara devolverme la mirada después de haber hecho semejante declaración sin avisar.

Fingí que me limpiaba el oído con el dedo meñique, pero el rostro de mi amigo continuaba siendo una máscara demasiado seria.

—Creo que he escuchado mal —dije.

Cassian no dio señales de haberme escuchado, o lo fingía bastante bien.

—No debería haberme quedado a un lado, Jem —agregó de manera pensativa... y arrepentida—: tendría que haber ocupado su lugar, ofreciéndome voluntario en lugar de él.

Abrí y cerré la boca varias veces antes de poder decir algo.

—Cass, no quiero que te culpes por ello —le pedí—. Porque yo no lo hago, te lo aseguro.

En aquella ocasión mi amigo sí me miró, muy serio. Demasiado.

—¿Crees que te coacciono de algún modo? —me preguntó y yo tragué saliva—. ¿Crees que no te permito tomar tus propias decisiones?

Tomé una bocanada de aire, maldiciendo a Darshan y a sus malintencionadas palabras.

—Creo que te preocupas como lo haría un hermano mayor con su hermana pequeña —contesté, pero Cassian no pareció muy convencido—; creo que soy afortunada de tenerte a mi lado, brindándome la sensatez de la que carezco.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora