❈ 50

4.6K 573 83
                                    

Aella pareció apiadarse de mí tras lo sucedido con Eudora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aella pareció apiadarse de mí tras lo sucedido con Eudora. Quizá por la desagradable imagen de mi espalda a sus inocentes ojos decidió encomendarme las tareas menos duras, y yo no puse ninguna objeción al respecto: me concentré en todas y cada una de ellas, ignorando los susurros que levantaba a mi paso. Ignorando las miradas de los esclavos, que siempre se dirigían a mi espalda con distintas expresiones que habían empezado a irritarme porque ninguno de ellos había movido un solo dedo para ayudarme.

Para colmo, además, mis temores se habían cumplido, en parte: lo sucedido con Eudora había corrido de boca a boca, especialmente la milagrosa intervención de Perseo y cómo el joven amo había increpado a la eficiente ama de llaves respecto a los rumores en los que se había basado para castigarme. Con Vita muerta, tenía que enfrentarme a las miradas punzantes de Sabina, quien ya no ocultaba su desdén y rechazo hacia mí.

Como si de una niña pequeña se tratara, la doncella aprovechaba cualquier oportunidad en la que no había ojos y oídos para hacer comentarios insidiosos. Me lo tomé como una prueba a mi paciencia e intenté no seguirle el juego, recordándome que Perseo no podría salvarme una segunda vez si yo decidía poner a prueba mis nudillos contra la perfecta cara de muñeca de Sabina.

Los latigazos de mi espalda, gracias a Perseo y su discreta intervención, mejoraron considerablemente. La esclava que había acudido a mi dormitorio y había sido tan tajante sobre mis heridas no daba crédito a lo que veían sus ojos y yo no quise arriesgarme a que pudieran descubrir lo que había sucedido; me limité a dedicarle una pequeña sonrisa de agradecimiento cuando me proporcionó otro tarrito con el ungüento que me aplicaba en la espalda y que se había convertido en todo un reto. En especial si quería llegar a todas las zonas.

—¿Señorita Devmani? —una enérgica voz hizo que me detuviera en seco y buscara a la propietaria.

Fruncí el ceño cuando vi que se trataba de una mujer de la edad de Eudora. La desconocida no me hizo esperar: aceleró el paso hasta alcanzarme en mitad del pasillo y me dedicó una media sonrisa llena de cordialidad que me provocó un cosquilleo de inquietud por toda mi espalda.

—Soy Daraémedes, la nueva ama de llaves hasta que el dominus decida qué hacer con Eudora —se presentó.

Ahora que lo pensaba, en aquella semana que había transcurrido desde mi castigo no había visto ni rastro de la mujer; no le había dado importancia a ese detalle, es más, lo había aceptado con tremenda gratitud, aliviada de no cruzarme con Eudora. Contemplé a Daraémedes con gesto crítico, preguntándome si no sería peor que su antecesora.

Cambié el peso de mi cuerpo de un pie a otro, ansiosa por marcharme de allí y encerrarme de nuevo en el dormitorio de Aella para escucharla quejarse de lo aburrida que resultaba su vida ahora que las invitaciones a fiestas habían dejado de llegar.

—He intentado ponerme al día en cuanto a las responsabilidades como ama de llaves y me he fijado en que no ha empleado ninguno de los días libres que tiene asignados, señorita Devmani —me dijo.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora