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Cassian me apartó con violencia cuando Darshan empezó a vomitar, haciendo que cayera sobre mi trasero. Los grupos de instrucción que habían estado trabajando al otro lado de la cueva se habían detenido, alarmados por lo sucedido; vi a los rebeldes ordenar a sus alumnos que se quedaran allí mientras iban a comprobar nuestro pequeño grupo.

Los dedos de mi amigo se cerraron con firmeza alrededor de la parte superior de mis brazos, ayudándome a incorporarme; los dos incapaces de apartar la mirada de un afectado Darshan, que continuaba apoyado sobre unas inestables manos al tiempo que intentaba recuperar el resuello. Tenía los ojos húmedos a causa de las violentas arcadas que le habían sacudido, y había un brillo de desconcierto y de temor cuando su mirada se desvió hacia Cassian. Hacia mí.

Hice que Cassian se apartara a un lado cuando los hombres llegaron a nuestra altura, todos con expresiones idénticas de preocupación y desconcierto. Sus ojos saltaban del vómito, al rostro pálido de Darshan y hacia nosotros dos sin ser capaces de establecer un nexo causal. Ni siquiera yo era capaz de encontrar una explicación a qué había sucedido.

Uno de ellos se acuclilló junto a Darshan y colocó con cautela una de sus manos sobre la espalda del muchacho. Los otros dos se enfrentaron a nosotros con los brazos cruzados y una expresión severa, a pesar del brillo confuso de sus respectivas miradas. Al fondo de la cueva se había levantado un coro de murmullos de todos aquellos testigos que hicieron a mis oídos pitar.

—¿Qué demonios ha pasado? —espetó uno de los que estaban encarándonos a Cassian y a mí.

Me enervó el tono que empleó con nosotros.

—¿Tengo aspecto de saber qué ha pasado? —repliqué con osadía, sosteniéndole la mirada y animándole a que continuara tratándonos de ese modo.

—Makin, basta —intervino el hombre que se encargaba de Darshan—. Necesitamos llevarlo a la enfermería de inmediato.

La mención de aquel lugar hizo que mi mirada saliera disparada hacia donde el muchacho se encontraba. Makin chasqueó la lengua con fastidio, pero dio media vuelta para acudir en ayuda del tipo que todavía mantenía una mano sobre la espalda de Darshan, como si el simple contacto pudiera resultarle beneficioso.

—Esmail, ocúpate de los chicos —continuó repartiendo órdenes el mismo hombre; su mirada se clavó entonces en Cassian y en mí—: Vosotros vais a acompañarnos.

Bajamos la cabeza como un par de perros apaleados y obedecimos en silencio. Entre aquel tipo y Makin ayudaron a Darshan a incorporarse; luego lo arrastraron entre los dos hacia la salida.

Esmail soltó un suspiro por lo bajo antes de dar media vuelta y dirigirse hacia el nutrido grupo de curiosos, que se ponían de puntillas para tratar de ver qué estaba sucediendo. Por qué se llevaban a aquel muchacho desmadejado.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora