Abrió sus ojos lentamente ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado ahí?. No hallaba respuesta y no se lo explicaba. Se encontraba en un cuarto inmenso con una decoración muy elegante, todo estaba tranquilo, no había ni una sola pizca de bullicio y la cama en la que estaba era muy cómoda.
Miró nuevamente alrededor, no había absolutamente nadie. Dudoso se levantó lentamente de la cama y su sorpresa fue... verse vestido, tenía un pijama azul de terciopelo, recordó que días antes, meses antes, aňos antes... siempre se encontraba desnudo ya que en aquel lugar la ropa no hacía falta.
Caminó cuidadosamente hacia una de las ventanas y observó un inmenso jardín rodeado de una gran vegetación, se quedó anonadado ante la vista de tan hermoso lugar. Se dirigió a la puerta principal de aquella desconocida habitación y llevó sus temblorosas manos hacia la manija, estuvo apunto de abrirla pero dudó, el miedo poseyó su frágil cuerpo
Un sin fin de preguntas acecharon nuevamente su mente ¿Estaría en la casa de alguno de sus "clientes"? ¿Sería esa la casa de Ravens? o... Quizás estaría muerto y ese sería el paraíso - recordó que había anhelado tantas veces entregarse a la muerte y tal vez esta al fin se había apiadado de su sufrimiento y se lo había llevado con ella.
Tomó una gran bocanada de aire, al instante sintió que había recuperado una pizca de valor necesario, inclinó la manija abriendo lentamente la puerta. Se encontró con un inmenso pasillo rodeado de hermosas pinturas, se quedó admirando lo amplio y elegante que era pero repentinamente escuchó unos pasos y al instante todo su valor se desvaneció; asustado cerró la puerta sin hacer demasiado ruido, corrió desesperado hasta la cama y se ocultó hábilmente debajo de las cobijas. Al poco rato oyó que tocaban la puerta, la voz de una mujer madura se oyó "Disculpe, vengo a traer el desayuno... entraré"
Sus manos empezaron a sudarle inconscientemente mientras oía que aquella puerta se abría con suma lentitud.
- Disculpe jovencito ¿Ya está despierto verdad?
Salió lentamente de las cobijas y observó a una mujer algo canosa con una bandeja en las manos.
- Es sorprendente, pareces una chica - comentó observándolo - te ves muy tierno - observó que aquel joven empezaba a temblar ligeramente - Oh! no te asustes, mira te traje algo de comida - mencionó levantando una mediana bandeja repleta de comida
- ¿Dón... dónde estoy? - preguntó tartamudeando
- Lo siento, no me dieron autorización para decirte eso; pero te aseguro que es un buen lugar, seguro mucho mejor de donde vienes. ¿No crees?
- Eso aún no... no lo sé - respondió débilmente. Se moría de hambre y aquella bandeja llena de comida se veía realmente apetitosa.
- Verás que sí. Él jefe es una buena persona - exhortó animada
- ¿Je... jefe?
- Si, dime ¿Cuál es tu nombre?
- Na... Nathan
- Lindo nombre- rió amablemente- dime Nathan ¿No tienes hambre?
Volvió a observar aquella bandeja y tragó con dificultad ¿Qué si tenía hambre? claro que sí. No había comido nada por dos días seguidos. En aquel lugar sólo servían comida asquerosa y en ocasiones ni la servían, los trataban como animales. A aquellos hombres sólo les interesaba el placer.
- Veo que sí. Come, todo eso es sólo para ti
- Muchas gra... gracias
Cogió los cubiertos con sus temblorosas manos, la comida se le resbalaba en todo aquel reducido trayecto llegando a sus labios sólo un pequeño trozo de esta. Cuando probó la primera cucharada, sus sentidos despertaron obligándolo a volverse adicto a ella. Era deliciosa
- Volveré dentro de poco. Sé buen chico y termina toda la comida ¿De acuerdo?
Asintió levemente y observó como aquella mujer desconocida desaparecía detrás de la puerta. Tenía muchas inquietudes aún pero en ese preciso momento sólo le importaba una cosa... comer.
Decidió dejar de lado todas las preguntas y dudas, trataría de responderlas más tarde. Impacientemente se dispuso a devorar todos los platillos con anhelo, saboreándolos y consintiendo a su estómago luego de tan prolongado tiempo.