La Dama Caos. (Dioses Y Guard...

By PilarMendez_MI

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Un día pudo escapar, liberarse de su cautiverio eterno. Ella no sabía quién era o en qué clase de mundo vivía... More

Sinopsis.
Prólogo.
1 - Visita indeseada.
2 - Ayuda.
3 - Nuevas amistades.
4 - El conde.
5 - Bienvenidas.
6 - Celebración.
7 - Tiempo para pensar.
8 - El desconocido.
9 - El hijo de Melieni.
10 - La reunión.
11 - Odio.
12 - La carrera.
13 - Turbación.
14 - Feliz cumpleaños.
15 - Laberinto.
16 - Semilla.
17 - Pequeña.
18 - Dioses.
19 - Perdón.
20 - Nupcias.
21 - Recuerda.
22 - Los tres pétalos.
23 - Dos mitades hacen una.
24 - Realidad.
25 - Fuego.
26 - Intruso
27 - Juicio
28 - Culpables.
29 - Enhid.
30 - Sinceridad.
31 - Infierno.
32 - Decisiones.
33 - Despedidas.
35 - Vida.
36 - Secretos desvelados.
37 - Unidos.
38 - Subconsciente.
39 - Juntos.
40 - Fin.
Epílogo

34 - No más huir.

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By PilarMendez_MI

Habían pasado ya casi dos meses desde que nos marchamos de las tierras del conde Aleir. Durante todo ese tiempo no habíamos parado de buscar a Ocex sin lograr nada. No encontrábamos ningún rastro del que tirar, era como si hubiera desaparecido de repente.

El lugar donde residíamos actualmente se trataba de la isla a la que mi esposo había dicho que pertenecía. La isla del conde Melieni. Allí fue donde permaneció en hibernación durante tanto tiempo, según me había dicho, hasta que me sintió.

En este precioso y salvaje sitio, bastante lejos de las tierras regidas por el conde Aleir, se sigue en secreto a los antiguos dioses. Por lo tanto a nosotros también nos veneraban. Era un poco extraño ir por las calles y que las personas te hicieran reverencias y demás florituras respetuosas...De ser una chica desconocida había pasado a ser una entidad divina, creadora, y destructora.

Mi interior me gritaba que esa isla era Eonira... Eso me entristecía pero al mismo tiempo me hacía sentir feliz el ver que se habían recuperado de la devastadora demolición sufrida por mis poderes hacía tantos siglos atrás.

El Caos que precede al Orden...

A veces sentía el peso de este mundo sobre mis hombros con demasiada exactitud. Lo que no daría por ser una doncella más y seguir feliz junto a mis amigos. Los echaba tanto de menos en estos momentos de soledad.

El resentimiento que guardaba por Oniel había dejado una marca en mi interior, no dejándole avanzar en nuestra relación. Lo amaba y jamás podría vivir sabiendo que podría perderlo, pero eso no cambiaba el hecho de que me había dejado a mi suerte cuando más lo necesité. Por ello ahora me encontraba vagando sola por la isla, tratando de no tenerlo cerca.

No habíamos vuelto a tener contacto físico desde que nos marchamos y era algo que añoraba... Sin embargo, cuando intentaba acercarse a mí no podía evitar dar marcha atrás y mi humor cambiaba a peor con cada una de estas ocasiones fallidas.

Mis sentimientos se encontraban a flor de piel y no necesitaba muchos estímulos para que mis ojos se empañasen. Me enfadaba conmigo misma en cada una de las ocasiones en las que ocurría esto.

¡Esa no es la Dama Caos! Nombre por el que los isleños me llamaban.

Necesitaba un poco de paz mental y espiritual... tal vez me vendría bien dejarme caer por la Dimensión Infernal un ratito.

— ¿A qué debo tan grata visita? —Cuestionó Hux.

—Mi querido dios del destino... ¿No puede tu madre echarte de menos?

Levantó una ceja y no pude evitar fijarme en sus ojos de color azul hielo. Esto era raro puesto que solo adquirían dicho color cuando estaba bastante colérico. Luego observé otros aspectos en él, como que su pelo siempre al ras lucía más largo de lo normal y llevaba la camisa atada con las cintas del revés... como si se la hubiera puesto corriendo.

Me acerqué hasta donde se encontraba y tiré de una de estas cintas juguetonamente, desabrochando el lío que tenía montado ahí. Entonces vislumbré lo que muy acertadamente diría que se trataba de una marca de mordedura en su hombro.

Fue mi turno de alzarle la ceja al descubrir que lo había pillado en mitad de algún encuentro amoroso. Se recompuso la ropa rápidamente pero no le dio tiempo a evitar que lo viera. Me reí de su repentina vergüenza.

— ¿No tiene uno a derecho a vivir tranquilo? Bastante que tengo que estar aquí metido todo el tiempo. —Se quejó.

— ¿Acaso he abierto esta boquita, hijo?

Rodó los ojos, ahora de su color miel habitual con motitas azules, y se cruzó de brazos. Dejé los juegos y procedí a responder su pregunta de cuando llegué allí.

—Solo buscaba a alguien con quien compartir mis penas, pero no quisiera molestar tu vida tranquila. —Le guiñé un ojo. —Por lo que esta vieja mama se va.

Acto seguido, volví a la Dimensión Mortal y a mi tarea de evitar a Oniel. No obstante el Universo no quería que esto fuera posible... Aparecí justo en frente de mi querido esposo.

—Al fin te encuentro... —Dijo en un suspiro. —Se te da demasiado bien huir de mi.

Me encogí de hombros y me resigné a tener que aguantar mis emociones perturbadoras. Él me rodeó hasta situarse frente a mí con una mirada acusadora dirigida directamente a mi persona.

—No se me daría tan bien hacerlo si tu no me hubieras dado ningún motivo por el cual huir. —Espeté con desgana en la voz.

Mis palabras no surtieron el efecto que había esperado, sino que se acercó todavía más a mi cuerpo y me agarró de la cintura antes de que pudiera alejarme de él. Sus labios estaban muy cerca de los míos y eso me hizo tensarme.

En todo este tiempo ese había sido nuestro máximo acercamiento. Sin embargo no se quedó en eso... apretó todavía más su cuerpo y el mío en un frenético beso. Se notaba su desesperación por la manera en la que me agarraba del cuerpo como si fuera a desaparecer en cualquier instante. No podía resistirme a él por mucho que mi subconsciente me gritara que corriera lejos de allí, de Oniel, de mi terrible y deseable tentación...

Cuando la máxima plenitud recorrió nuestros cuerpos al culminar la pasión abrasadora que nos había poseído, me levanté del suelo y salí corriendo con las piernas hechas un flan.

Nos había importado bien poco donde estábamos, quien pudiera vernos... Estábamos en el bosque cercano a la aldea, cualquiera dando un paseo podría habernos descubierto.

Hice aparecer sobre mi cuerpo una fina capa para ocultar mi desnudez, puesto que ni siquiera me había vestido antes de volver a huir.

— ¡Eilenor! —Escuché el grito de Oniel, no muy distante.

¿Por qué huía? Me hice la pregunta a mí misma. Detuve mis pasos en seco.

Oniel apareció otra vez en mi campo de visión y en cuanto le vi, corrí en su dirección y eché mis brazos sobre él. Le necesitaba en aquel momento, le necesitaría en toda nuestra eternidad.

—No más mentiras, verdades a medias o cualquier plan de encarcelamiento y borrado de memoria. Eso también incluye a nuestros dones.

Miré sus ojos impregnados en multitud de bellos colores, esperando una respuesta de su parte.

—Tienes mi palabra, eres mi compañera y nunca más volveré a dudar de ti.

Besé con ternura la comisura de sus labios.

—Empecemos de nuevo, Oniel.

Nos fundimos en un abrazo reconciliatorio y cuando nuestros cuerpos se separaron ya teníamos una idea común en la mente.

—Tenemos que acabar con Ocex. —Dijimos al unísono.

—Se que le dejé débil tras nuestro último encuentro en las tierras del conde Aleir... No obstante, han pasado ya más de dos meses desde aquello y mucho me temo que ese cabrón despreciable podría volver a aparecer. —Tomé aire antes de continuar. —No querría que lo pagara con las amables personas de estas tierras, así que opino que deberíamos de darle caza y no permanecer en este lugar por más tiempo.

Se apartó un instante, sin soltar mi mano de entre las suyas.

—Siendo realistas, tienes razón, no podemos quedarnos aquí. Sin embargo nos perseguirá a cualquier lugar al que vayamos... Necesitamos escondernos en algún lugar donde no pueda llegar.

—En la Dimensión Creadora. —Volvimos a hablar a la vez.

—Solo veo una pega, y es que allí será más difícil de seguir que aquí... ya sabes que el tiempo es diferente. Puede que cuando nos enteremos de algo y vayamos a por él, ya sea muy tarde. O muy pronto.

—Es lo única solución suficientemente segura que se me ocurre, pequeña.

—Lo sé... —Suspiré resignada. —Somos los padres de todo esto y de todas formas no podemos protegerlo. Ni si quiera de nuestra propia abominación.

Oniel me agarró de ambas manos e hizo que enfocará mi atención totalmente en su rostro.

—No todo es blanco. —Levantó nuestras manos derechas unidas, destellando una suave luz. —Ni negro.

Hizo lo mismo con la izquierda, mas que la luz que refulgía de estas era oscura. Entonces llevó los dos pares de manos al centro, juntándolas todas y de ellas surgió una gran calidez.

—Blanco y negro. Orden y Caos. Las dos caras de una misma moneda. —Comentó él.

—Para que exista la paz, el orden... primero el caos, la guerra, tiene que reinar.

Con esas palabras quería dejar claro que habría muchas muertes, mucho sufrimiento y dolor... pero siempre quedará un rayo de esperanza tras todo aquello.

En ese instante nuestras almas conectaron y comprendieron al fin la responsabilidad del otro en esta lucha... nos desvanecimos.

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