38 - Subconsciente.

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Todo era confuso en el lugar donde me encontraba. No podía vislumbrar nada a más de un metro de mi cuerpo ya que una espesa bruma, que calaba hasta lo más profundo de mis huesos, me impedía la visión. Heridas lacerantes surcaban mis brazos y piernas, como si látigos emergieran de esta densa niebla y con cada paso que daba más golpes recibía en mi piel. Sentía la sangre chorreando por mis extremidades, sin embargo no me importaba en absoluto.

— ¡Hux! —Grité desesperada. Mi garganta se sentía como una lija, rasposa a más no poder por todo el tiempo que llevaba gritando su nombre. — ¡Hijo responde por favor!

Me sentía impotente en aquel horrible lugar, pero no podía simplemente abandonar a mi hijo aquí y condenarlo al olvido. Eso no iba a suceder. No obstante, no lo tenía fácil... mis poderes aquí no me servían de nada.

— ¡Hux!

Un horrible dolor me apagó la voz de golpe y sentí como el caliente líquido rojo de mi sangre descendía por mi cuello. Parecía que el último latigazo había intentado silenciarme... Puede que estuviera cerca, al fin.

— ¡Hux!

Mi visión comenzó a nublarse por un nuevo impacto, pero tenía que resistir, por él y todos nosotros. Ese desterrado no iba a vencernos, jamás.

Entonces fue cuando vislumbré a mi hijo. Un grito quiso emerger de entre mis labios, lo contuve con fuerza y corrí hasta el cuerpo inerte y torturado de Hux. Sus ojos estaban abiertos mirando fijamente a la nada, totalmente vacíos de expresión.

Las lágrimas se escapaban de mi interior al contemplar su maltrecho estado físico y mental, la vida se esfumaba de entre sus dedos con cada una de sus débiles y escasas respiraciones. Acaricié su rostro ceniciento y con cuidado lo levanté hasta colocar parte de su cuerpo sobre mi regazo. Lo acuné y dediqué palabras de aliento. Además de protegerlo de la bruma y sus latigazos con mi propio cuerpo.

Se encontraba en estado vegetal, dentro de su propia mente... esto era más grave de lo que había supuesto. Cuando Oniel y yo ideábamos el plan no podía imaginarme que Ocex le habría hecho algo así a mi pobre hijo.

Por lo que ambos habíamos podido saber de otros Dioses a los que había invadido, nunca los había dejado completamente fuera del control. Dríane y Erixi nos habían contado que cuando a ellas se le introducía no las anulaba, simplemente tomaba el control de sus cuerpo, pero las dejaba como espectadoras de forma que cuando luego las abandonaba ellas no sabían que las cosas que había realizado eran obra de otro ser.

Lo que le había hecho a Hux no era nada como lo que ellas nos habían descrito. Él estaba catatónico, no era un espectador encerrado en su mente. Lo había torturado hasta lograr tener el dominio absoluto. Eso iba a acabar.

—Hijo mío... —susurré. Latigazo. —Debes de despertar, sé que duele, pero debemos sacarlo de ti. —Más golpes. Lágrimas resbalando por mis mejillas. —Por favor... —Se me rompió la voz con mi última súplica.

Lo abracé e impedí que más golpes chocasen contra su ya muy maltratada piel. En algunas zonas de su cuerpo habían calado tan profundo que podía verse el blanco de los huesos. Más lágrimas. Más latigazos. Mi aliento se entrecortaba por el esfuerzo de no rendirme. Él me necesitaba.

Amaba a todos mis hijos por igual, no obstante siempre había tenido debilidad por Hux... el llegaba a comprender lo duro que era mi papel en la creación, él sabía que el Caos era algo primordial y siempre me apoyó en los momentos más complicados. El don que le habíamos otorgado no hubiera podido ser para cualquiera, se necesita de una fuerza extrema de voluntad y él la poseía.

—No estás quebrado hijo mío. —Volví a susurrarle. —Sé que eres fuerte, sé que nunca ha sido fácil saber que va a pasar y no poder hacer nada. Por eso mismo sé... que puedes enfrentarte a él. No te domina, nadie puede hacerlo, solo tú decides tu propio camino.

Un gritó emergió sin poder evitarlo de entre mis labios cuando uno de los latigazos cortó en mi espalda, abriéndola hasta el hueso. Mas no me importó, porque lo siguiente que escuché valió todo este sufrimiento.

—Estas sangrando.

—Tú también. —Repliqué mientras lo apretaba con más entusiasmo entre mis brazos.

Una intensa luz baño todo a nuestro alrededor, alejando a la maldita bruma y sus latigazos. Un cálido cosquilleo acarició todo mi ser, cerrando todas y cada una de las heridas infligidas.

Todo volvió a ser como debería y cuando observé el cuerpo de Hux, volvía a tener el aspecto de siempre. Nos levantamos del suelo y agarró con fuerza mis manos.

—Gracias.

—No me las des, hijo. Ahora expulsa a esta sanguijuela del todo de tu cuerpo, nos vemos fuera.

Me desvanecí lentamente de la mente del Dios del Infierno y el Destino. Con una extraña sensación en mi interior. La primera parte había resultado exitosa, esperemos que la suerte esté de nuestro lado con la segunda parte... Cuando Oniel me dijo que debíamos de alguna forma llegar a lo más profundo del subconsciente de Hux no lo tenía muy claro ya que se necesitaba entrar en contacto físico y sin ninguna oposición.

Habíamos drogado a Ocex. Suena surrealista, no obstante era la única forma de conseguir nuestro objetivo. Me presenté ante él, en la Dimensión Infernal, quejándome de Oniel, relatándole una historia falsa de que había peleado con él porque no quería seguir en la Dimensión Divina y quería regresar a la nuestra. Todo muy dramático.

Me arrojé en sus brazos buscando fingido consuelo y entonces clavé mis uñas bien afiladas en su nuca, hincándolas muy profundo. En ellas había añadido antes de ir Beso de la Oscuridad, el veneno que hace a los Dioses vulnerables al respirarlo, pero cuando entra de forma tan agresiva en ellos los paraliza de inmediato. No les mata, mas si los deja en un estado muy indefenso. Algo perfecto para nuestros planes.

Oniel había aparecido en cuando le llamé.

— ¿Estás lista? —Había preguntado. Tan solo asentí en respuesta.

La Dama Caos. (Dioses Y Guardianas 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora