23 - Dos mitades hacen una.

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― ¿A dónde vamos? ―Cuestioné a Oniel.

―Ya lo verás.

El bosque nos rodeaba, al principio pensé que íbamos hacia el lago, sin embargo no era así. Cada vez nos internábamos más en el corazón del bosque, vivo, brillante, espectacular. Oniel comenzó a aligerar el paso y me obligó a seguirle el ritmo. Entonces llegamos a un lugar inesperadamente familiar para mí.

― ¿Oniel? ―Pregunté sin entender que hacíamos aquí.

― ¿Qué conoces de este sitio? ―Replicó él.

Bajamos de nuestros respectivos caballos y los dejamos pastar tranquilamente. Me dirigí hacia un muro derruido y pasé la mano por éste. La piedra dura y fría le dio la bienvenida a la cálida piel de mi palma, en ese preciso instante sentí un fuego creciendo en mis entrañas. Fui impulsada a seguir palpando el resto de las ruinas, en las cuales muchas poseían el símbolo de los tres pétalos. Aquí habían vivido las Guardianas del Bosque. Sentía su presencia aun, oía sus gritos de dolor resonando en mi mente y como la última vez que había puesto un pie en aquel lugar, me costaba respirar.

― ¿Por qué me has traído aquí? ―Pregunté angustiada.

A pesar de que todo estaba en ruinas, la naturaleza se había adueñado a la perfección de todo lo que había compuesto el campamento de las Guardianas.

Oniel se acercó hasta mí y agarrándome de las manos me apartó de aquel lugar, el cual rezumaba dolor en cada piedra.

―La razón por la cual estamos aquí es... quería ver tu reacción.

―No lo comprendo, Oniel. ―Fruncí el ceño. ―Se supone que todo lo relacionado con los Antiguos Dioses está prohibido...

―De donde yo vengo son muy reales. ―Me miró fijamente, a la espera de alguna respuesta.

― ¿En la isla del conde Melieni aun se sigue a los Antiguos Dioses? ―Él asintió. ― ¿Cómo es que nadie lo sabe?

―Es un secreto, mantenido por las gentes que viven allí. Además sabía que no te escandalizaría saberlo, puesto que tienes colgado al cuello un medallón de lo más singular...

― ¿Qué sabes sobre él? ―Cuestioné muy asombrada de su referencia hacia éste.

Tirando de la cadena, lo sacó a la superficie y agarró delicadamente la forma redondeada que formaban ambos símbolos.

―Sé que antes eran dos mitades de una misma pieza y que tú las has vuelto a unir. También sé que es un colgante con connotaciones paganas.

Dispuesta a alejarme de él y su mirada abrasadora, di un paso para atrás. Sin embargo nuestras manos se tocaron mientras apartaba la suya del metal en mi cuello. En esta ocasión no fue un leve cosquilleo lo que sentí, sino un gran torrente de imágenes invadiendo mi subconsciente.

***

― ¡Sthax! ¿Qué tramas? ―Pregunté intrigada, riéndome.

―Nada, Enhid. ―Replicó con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

De repente fui elevada por los aires, flotaba entre las nubes y Sthax estaba a mi lado. Sujetó mi mano mientras nos guiaba por el cielo. Todo era tan nítido y vivo en nuestra Dimensión. Volvimos a descender al suelo, sobre una hermosa playa de arena blanca y aguas cristalinas. Nos sentamos y en silencio contemplamos la puesta del Sol.

La Dama Caos. (Dioses Y Guardianas 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora