35 - Vida.

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Hacía varios siglos que nos habíamos resguardado en la Dimensión Creadora, en la cual observábamos vigilantes a la humanidad, esperando ver cualquier signo del Dios Oscuro. Era sumamente escurridizo, cuando pensábamos que al fin llegábamos hasta él, desaparecía.

Dejaba a su paso un rastro inconfundible de dolor y destrucción, pero siempre que llegábamos era demasiado tarde. Y esta última vez no había sido una excepción. Gruñí colérica al observar la batalla que tenía lugar a mí alrededor. Con mis poderes había creado una ilusión, como tantas otras veces, de lo ocurrido en aquel claro del bosque.

Conocí a alguna de estas personas que peleaban. Esto era algo novedoso y cuando vi a la Diosa de la Guerra y la Lucha, Erixi, casi acabar con la vida de la mujer con la mirada multicolor, un orbe azul hielo y el otro como la sangre, y la misma que me liberó del Maldito con el cual estaban batallando en aquel lugar.

No pude evitar fijarme con más atención en aquella horrible escena y fue entonces cuando reconocí el brillo del desterrado en el fondo de la mirada de ella, de la mujer que me liberó, Dríane. El nombre de ella llegó a mí con facilidad, al igual que supe que era la hija de la diosa que intentaba acabar con su vida.

El Dios desterrado había estado en el cuerpo de la Diosa de la Venganza, Dríane. Por eso había sido tan complicado de rastrear, estaba segura de que había estado saltando del cuerpo de la Diosa al de su padre, el Maldito que me había sacado de la torre hacia ya más de diez vidas atrás.

Me giré en busca de Oniel, el cual contemplaba la destrucción del Maldito y como la Última Guardiana del Bosque daba su vida por acabar con él. Pobre muchacha, si supiera que su sacrificio no había servido para nada... el ser al que dio fin tan solo era el portador de algo mucho peor, algo mucho más maligno y difícil de dar muerte.

La luz bañó todo el lugar, además del silencio. Ningún signo de la anterior batalla era visible, salvo la Diosa de la Venganza. Se encontraba agonizando en el suelo, inconsciente, iban a contemplar como ella moriría sin poder hacer nada. Sin embargo, esto no sería así.

Una suave luz y paz volvió a rodear todo cuando emergió del núcleo de esta otra Diosa. Se llevó de allí a la mujer maltrecha en el suelo y sin más todo volvió a la normalidad en aquel lugar.

La pregunta que tanto Oniel como yo nos hacíamos era... ¿Dónde se habría metido el Desterrado? Se había destruido uno de sus cuerpos y la Diosa de la Venganza no lo cobijaba cuando la sacaron de aquel lugar.

En el pasado ya nos habíamos enfrentado a situaciones similares a esta, a pesar de eso, en este ocasión teníamos una ventaja.

—Tenemos que ir a la Dimensión Divina. —Comencé. —Ocex no puede andar muy lejos de la Diosa que lo mantuvo en su interior durante tanto tiempo.

—Tienes razón. —Contestón él. —Sin embargo, no sabemos con exactitud cuándo llegaremos. Puede que sea tarde, otra vez.

—Tenemos que seguir intentándolo, como sea. Esto ya ha llegado demasiado lejos.

—Tienes toda la razón.

***

Una sangrienta guerra se había llevado a fin en aquel salón, en el interior del templo de la Diosa de la Guerra y la Lucha. Los cuerpos cercenados de dicha Diosa y otro de nuestros hijos, Drix. La rabia emergió en grandes oleadas de poder chispeante de mis manos. El suelo comenzó a temblar ligeramente.

Sentí la mano de Oniel sobre la mía, calmándome. Respiré profundamente y volví a estabilizar mi mente y sentimientos.

Ese desgraciado había aniquilado a dos de nuestros hijos, de nuestros Dioses.

La habitación, no obstante, no estaba vacía de vida. La deidad que se había llevado a la hija del líder de los Malditos, la cual también yacía inerte allí mismo, estaba peleando contra otra mujer.

Esta era la hermana melliza e hija de Erixi. En su interior residía otro tipo de maldad, muy arraigada en su interior. Ella era Eitxi, Diosa de la Discordia y se suponía que tenía que estar muerta.

—Vaya, parece que la nueva amante de mi hermanita quiere pelea. —Comenzó a decir Eitxi, la otra hija de la Diosa de la Guerra y la Lucha. —Ella está muriendo, no vale la pena que luches por esa basura.

La Diosa rubia no tardó en contestarle. Sus dones eran los de la Vida y la Naturaleza, ella era Zephía y acababa de ver como en su rostro se marcaba una expresión de determinación absoluta mientras sus ojos refulgían cargados de poder.

—Ella no es una basura. Es mejor mujer y mejor Diosa de lo que tu alguna vez soñaste. Tú solo eres una zorra envidiosa que ha causado mucho daño a personas que amo. ¡Porque sí, no me avergüenzo de admitir que amo a Dríane! ¡La amo!

Quise aplaudir a la Diosa rubia con todas mis ganas, pero Oniel me obligó a mantenernos al margen si no era necesario.

Zephía introdujo la mano en el interior del pecho de la otra y con sus poderes divinos extraía la fuerza vital del cuerpo de Eitxi. El brillo de los ojos se iba consumiendo a pasos agigantados. Sin embargo, también se estaba apropiando de la negrura interna de la Diosa de la Discordia, como ya le ocurrió a Dríane en su momento. Debía de solucionar esto, no iba a permitir que esta zorrilla manipuladora esparciera más miseria entre mis queridos hijos.

Coloqué una mano sobre el hombro de la rubia, captando su atención.

—Nosotros nos encargamos de ella. —Habló Oniel a mi lado por mí.

Aparté con suavidad a la Diosa de la Vida y la Naturaleza e introdujimos al mismo tiempo nuestras manos izquierdas en el cuerpo de la otra Diosa. Yo sobre el pecho y Oniel por la espalda y agarramos su negro corazón del mismo modo que hacía unos instantes lo hizo Zephía.

—Si la matas tú, su ponzoña se introducirá en tu cuerpo, corroyéndote. —Expliqué. —Como le sucedió a Dríane.

Acto seguido de pronunciar aquellas palabras, ambos comenzamos a estirar del órgano vital de la Diosa de la Discordia, haciendo que esta empezara a arder en un fuego de color blanco en su núcleo y negro en los bordes. Cuando sacamos las manos de este, cesó y las cenizas de Eitxi cayeron al suelo.

La Dama Caos. (Dioses Y Guardianas 3)Where stories live. Discover now