34 - No más huir.

281 43 2
                                    

Habían pasado ya casi dos meses desde que nos marchamos de las tierras del conde Aleir. Durante todo ese tiempo no habíamos parado de buscar a Ocex sin lograr nada. No encontrábamos ningún rastro del que tirar, era como si hubiera desaparecido de repente.

El lugar donde residíamos actualmente se trataba de la isla a la que mi esposo había dicho que pertenecía. La isla del conde Melieni. Allí fue donde permaneció en hibernación durante tanto tiempo, según me había dicho, hasta que me sintió.

En este precioso y salvaje sitio, bastante lejos de las tierras regidas por el conde Aleir, se sigue en secreto a los antiguos dioses. Por lo tanto a nosotros también nos veneraban. Era un poco extraño ir por las calles y que las personas te hicieran reverencias y demás florituras respetuosas...De ser una chica desconocida había pasado a ser una entidad divina, creadora, y destructora.

Mi interior me gritaba que esa isla era Eonira... Eso me entristecía pero al mismo tiempo me hacía sentir feliz el ver que se habían recuperado de la devastadora demolición sufrida por mis poderes hacía tantos siglos atrás.

El Caos que precede al Orden...

A veces sentía el peso de este mundo sobre mis hombros con demasiada exactitud. Lo que no daría por ser una doncella más y seguir feliz junto a mis amigos. Los echaba tanto de menos en estos momentos de soledad.

El resentimiento que guardaba por Oniel había dejado una marca en mi interior, no dejándole avanzar en nuestra relación. Lo amaba y jamás podría vivir sabiendo que podría perderlo, pero eso no cambiaba el hecho de que me había dejado a mi suerte cuando más lo necesité. Por ello ahora me encontraba vagando sola por la isla, tratando de no tenerlo cerca.

No habíamos vuelto a tener contacto físico desde que nos marchamos y era algo que añoraba... Sin embargo, cuando intentaba acercarse a mí no podía evitar dar marcha atrás y mi humor cambiaba a peor con cada una de estas ocasiones fallidas.

Mis sentimientos se encontraban a flor de piel y no necesitaba muchos estímulos para que mis ojos se empañasen. Me enfadaba conmigo misma en cada una de las ocasiones en las que ocurría esto.

¡Esa no es la Dama Caos! Nombre por el que los isleños me llamaban.

Necesitaba un poco de paz mental y espiritual... tal vez me vendría bien dejarme caer por la Dimensión Infernal un ratito.

— ¿A qué debo tan grata visita? —Cuestionó Hux.

—Mi querido dios del destino... ¿No puede tu madre echarte de menos?

Levantó una ceja y no pude evitar fijarme en sus ojos de color azul hielo. Esto era raro puesto que solo adquirían dicho color cuando estaba bastante colérico. Luego observé otros aspectos en él, como que su pelo siempre al ras lucía más largo de lo normal y llevaba la camisa atada con las cintas del revés... como si se la hubiera puesto corriendo.

Me acerqué hasta donde se encontraba y tiré de una de estas cintas juguetonamente, desabrochando el lío que tenía montado ahí. Entonces vislumbré lo que muy acertadamente diría que se trataba de una marca de mordedura en su hombro.

Fue mi turno de alzarle la ceja al descubrir que lo había pillado en mitad de algún encuentro amoroso. Se recompuso la ropa rápidamente pero no le dio tiempo a evitar que lo viera. Me reí de su repentina vergüenza.

— ¿No tiene uno a derecho a vivir tranquilo? Bastante que tengo que estar aquí metido todo el tiempo. —Se quejó.

— ¿Acaso he abierto esta boquita, hijo?

La Dama Caos. (Dioses Y Guardianas 3)Where stories live. Discover now