18 - Dioses.

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Llegó la hora de la cena y acudí al comedor privado, tenía que afrontar los hechos, no me iba a esconder de por vida. Cuando llegué el lugar se encontraba vacío todavía, sin embargo Peter entró poco después. Se asombró al encontrarme sentada en mi sitio de costumbre.

―Me alegro de verte, Eilenor... Me tenías preocupado. ―Dijo Peter con la tristeza impregnada en cada una de sus palabras.

―No soy una niña, tengo que afrontar los baches que da la vida, por mi misma. ―Contesté con orgullo.

Procedimos a cenar en silencio, solos Peter y yo, ya que el señor Munise tenía trabajo aun. Mientras, los criados iban y venían con nuestros platos de comida. Los míos casi llenos. No tenía mucho apetito en estos días.

Habíamos terminado ya cuando Peter se levantó, yo lo imité y, como otras muchas noches, fuimos al salón situado en la habitación al comedor. Nos sentamos al lado del otro en un sofá. Los dos queríamos arreglar las cosas, sin embargo no sabíamos cómo hacerlo, ni como comenzar la conversación.

―Eres un asno. ―Dije de la nada, rompiendo el hielo.

―Lo soy. ―Aceptó. ―Solo buscaba lo mejor para ti.

―Me conoces muy bien como para saber que me enfurecería. Jamás hubiese permitido que esa boda se llevase a cabo. Simplemente, no.

―Sí, sé muy bien que no lo habrías permitido, mas no quería que tu nombre se viese afectado. Te pedí que te alejaras de Melieni, sin embargo no me escuchaste, reiteradas veces.

―No soy la culpable por los actos de ese hombre, todo fueron situaciones que yo no busqué. ―Me quejé. ―Pero ya no puedo evitar lo que el destino haya decidido para mí.

―Realmente no pensé que se dejase echar el lazo al cuello, creía que era de los que buscan las risas fáciles en las doncellas y luego las olvidan. ―Se quedó pensativo. ―Lamento haberte tratado así estos días, no quería que te hiciera eso, Eilenor.

―Lo sé Peter, eso era lo único que evitaba que mi cólera recayese profundamente en ti. Porque créeme que estuve muy furiosa estos días. ―No obstante a mis palabras, me reí. ―Pronto me tendrás que llamar señora Melieni.

―Para mí siempre serás Eilenor, mi hermanita pequeña. ―Me rodeó con sus brazos, dejando todo el asunto atrás. Por fin.

―Por cierto. ―Dije mientras me apartaba. ― ¿Qué ocurrió con Bela durante la celebración de mi aniversario?

―Nada, le comenté como sería la mejor manera de contarte lo que estaba ocurriendo y entonces ella fue la que se puso a gritarme. ―Se rascó la cabeza al mismo tiempo que el color de sus mejillas aumentaba. ―Las damas sois tan confusas.

Le di un codazo mientras me reía.

Horas más tarde, ya en la oscuridad de mi alcoba, recordé el viejo libro escondido bajo el colchón. Junto con la piedra con el símbolo de los pétalos. Encendí una vela en mi escritorio, y con el libro me acomodé para curiosear estas amarillentas hojas.

La primera página contenía el título: LA MITOLOGÍA Y SUS DIOSES. Seguí con la siguiente, que comenzaba con una historia:

En los primeros albores del tiempo, en los cuales todavía no existía el concepto de vida, se formó una potente energía, la Fuente Creadora. De ella surgió una primera conciencia, Orden y poco después nació su compañero, Caos.

Estas dos conciencias se dedicaron a formar lo que hoy conocemos como Tierra. Sin embargo querían acelerar el proceso y ellos dos solos tardarían demasiado. Esto dio lugar al nacimiento de los Siete Dioses Esenciales, cada uno de ellos poseía unos dones poderosos y asombrosos para poder llevar a cabo la tarea que la Fuente Creadora les había encomendado.

La Dama Caos. (Dioses Y Guardianas 3)Where stories live. Discover now