Second Chances. {Justin Biebe...

By StratfordJustin

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Second Chances. [Sinopsis]
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32. - Final.
Epílogo.

Capítulo 8.

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By StratfordJustin

Narra Justin. 

Pelo perfectamente peinado hacía arriba.

Colonia.

Desodorante.

Mis pantalones caídos.

Una camiseta básica.

Eché una ultima mirada al espejo.

Listo.

Cogí las llaves y mi móvil, salí sin despedirme de nadie y caminé rápidamente hasta el garaje. Arranqué el coche.

Le tenía una pequeña sorpresa preparada, nada de lujos ni restaurantes, algo más intimo y especial. 

Cogí la carretera con velocidad y en diez minutos me situaba enfrente de su apartamento. Le envié un corto mensaje. 

Narra Melissa.

Pelo perfectamente ondulado.

Labios pintados sin excesos.

Colonia.

Un vaquero doblado por el final hacía arriba, como se lleva ahora, junto a una blusa. Unas sencillas sandalias y un reloj dorado. 

Me miré finalmente al espejo.

Lista. 

Salí del cuarto de baño y mi móvil vibró.

De Justin: ¿Preparada? ;) 

Se me escapó una pequeña sonrisa al leerlo, la cual se esfumó al acordarme de Carter. Una parte de mí lo olvidó enseguida, pensando que no pasaba nada, porque con Justin no iba a pasar nada, él ya no era nadie para mí. 

Cogí mi bolso y salí de casa sin despedirme de Sara. 

Salí del portal y le encontré apoyado en su coche, con una de esas típicas gorras suyas que le quedan tan bien. Me miraba sonriente. Y yo mordía el interior de mi mandíbula intentando no imitarle. 

Antes de que dijera algo que me pusiera nerviosa decidí actuar dura.

-Que conste que esto es casi como un secuestro, lo hago sin ganas y en contra de mi voluntad. –intenté no reírme mientras soltaba tal cantidad de barbaridades. 

Él no dudó en hacerlo, se echó a reír.

-Hm –se hizo el pensativo-, me gusta la idea del secuestro, lo tendré en cuenta. –agarró mi cintura repentinamente y con rapidez dejo un beso sobre mi mejilla-. Anda sube –me abrió la puerta y, seguramente, con el rubor de mis mejillas entre en su coche. 

Estuvimos por la carretera alrededor de cinco minutos en un continuo y hasta incomodo silencio que decidí romper. 

-Y bien, ¿donde me llevas? –cuestioné.

-¿Que te hace pensar que te lo voy a decir? 

-Pues no sé, la verdad, conociéndote sé que no lo vas a decir así que...

Él sonrió.

-¿Conociéndome? –preguntó, queriendo indagar.

-Sí, por suerte o por desgracia, he tenido el fantástico placer de conocerte un poco, al menos. –dije con un toque de ironía. 

-Oh vamos rubia, no empieces, solo quiero que pasemos una tarde agradable. –dijo él. 

Tenía razón, no era plan ser estúpida.

-Sí, tienes razón, lo siento. 

-No pasa nada. –rozó mi mano-. ¿Y que tal estos meses? –preguntó. Me tensé.

-Bien, bueno, dentro de lo que cabe. ¿Y tú? ¿Que tal te ha ido?

-Pues más o menos bien también, supongo. –no se le veía muy convencido-. Los conciertos han sido increíbles, pero agotadores. –cambio de tema.

Le miré, sin saber bien que decir. 

-¿Nos has visto nada sobre mí en la televisión? –me miró. 

Negué con la cabeza.

-La verdad es que no. Evitaba hacerlo. 

Él asintió para si mismo. 

-¿Y has ido de vacaciones este verano? –cambió de tema. 

Asentí con una débil sonrisa.

-Fui a Newport y estuve allí unas dos semanas pasando tiempo con la familia. Estuvo bien.

Él sonrió. 

-Supongo que tú has estado en unas continuas vacaciones. –le dije.

-No te creas que todo es tan bonito y bueno como parece. Que viaje alrededor del mundo no significa que sean vacaciones, por un lado ha sido una pesadilla. –dijo un poco tenso. 

Hice una mueca sin saber que decir, otra vez. 

Minutos después nos adentramos por una carretera de tierra rodeada de arboles que, a la luz del sol, hacían un contraste precioso con el verde de sus hojas.

Justin condujo unos minutos más y luego dejó el coche al lado de un árbol, en medio del monte.

-Empiezo a pensar que esto es un secuestro, realmente. –dije, el rió. 

-Vamos. –dijo, mientras agarraba una mochila y la colgaba a su espalda.

Caminamos durante un minuto por el suave césped hasta que nos metimos más hacía el bosque. Estaba lleno de matorrales y hiervas que me pinchaban. Justin iba más adelantado que yo.

-Auch. –me quejé cuando note una espina de alguna planta en mi tobillo, seguí caminando y otra vez me pinche-. Joder –susurré. 

Justin se dio la vuelta divertido y agarró mi mano.

-Olvidaba que eras de ciudad. 

-Soy de ambas, campo o ciudad, pero no llevo la ropa adecuada chico listo. –me burle-. Oh joder. –me hice un pequeño arañazo el la pierna. Justin lo examinó.

-Ven anda. –sus brazos pasaron por debajo de mis rodillas y por mi espalda en un segundo, sin darme tiempo a protestar.

Caminó, cargándome a mí. 

-Aprovechándote de la situación, tan típico en ti, Bieber. –le volví a picar. 

Él alzó una ceja.

-Si quieres te dejo en el suelo, chica lista. –se burlo.

-No, no. No me gusta esa idea. –dije, intentado no reír. 

-Reconoce que te encanta estar sobre mis brazos. –me miro sonriente. 

Rodé los ojos. 

Que razón tenía, pensé, interiormente. 

-Si tú lo dices. –le quite importancia. 

-Ya estamos. –llegamos a un claro del bosque, donde no había tantos arboles ni mala hierva, solo había un corto y bonito césped. 

Justin extendió una gran manta en el suelo para que pudiéramos sentarnos.

Camine hacía el gran acantilado que teníamos a apenas un metro. Era enorme, había varios metros hacía abajo y justo abajo se podía ver como el caudal de un río bajaba entre las rocas y las hiedras debido a la humedad. 

Sus manos se posaron en mi cintura y me empujo levemente hacía adelante. 

-Cuidado no te vayas a caer. –susurró. 

-Estoy segura de que te tirarías a salvarme. –jugué. 

-No lo dudes. –habló enserio y un nudo de nervios se formó en mi estomago.

Me volví a poner muy nerviosa al ver la tarde que probablemente me esperaba. 

[...]

-¿En serio? 

-En serio. –contestó.

Ambos comenzamos a reír descaradamente. 

-Ella se subió al escenario y empezó quitarme el micrófono, se ve que quería dar una especie de discurso para mí. Luego comenzó a besarme por todos lados como lo hacen las abuelas. Fue muy tierna pero a la vez muy graciosa, de verdad –paró para reírse-. Me alegró aquella noche. Luego le di un pase especial para que pudiera venir a conocerme. De verdad, fue tan graciosa. –ambos reímos. 

Su sonrisa era todo lo que podía ver en esos momentos, ni los arboles, ni el césped, ni las pequeñas flores, ni el ruido del caudal del río, ni el cantar de los pajaritos... nada absolutamente nada. Había entrado en un trance donde solo se escuchaban nuestras risas, donde el ambiente era perfecto y me sentía tan bien, después de tanto tiempo era la primera vez que me sentía así, y lo peor... o lo mejor, era que me sentía así porque estaba junto a él. 

Nuestras risas iban al compás, su sonrisa era decorada por sus dientes blancos, lo cual la hacía mucho más bonita. Esperé unos segundos hasta que los latidos de mi corazón se relajaran, pero no lo hacían, y muchísimo menos cuando me di cuenta de que llevábamos varios segundos mirándonos fijamente. De una risa intenta, pasamos a una sonrisa débil que se esfumó cuando nos centramos el uno en el otro.

Nos quedamos mirando, como si fuera un reto, y inevitablemente los dos volvimos a sonreír.

Como echaba de menos esto. 

-¿Quieres magdalenas? –sonrió, quitando la tensión que tal vez teníamos-. He traído de esas magdalenas que tanto te gustaban. –asentí y él las sacó de la mochila-. Aunque estén un poco... –una sonrisa divertida se escapó de sus labios.

-Aplastadas. –miré a las magdalenas. 

-Sí, bueno –rascó su nuca, sonriente-, pero están buenas. 

Ambos empezamos a reír y nos comimos las magdalenas. Que como él había dicho, estaban buenas igual, más bien estaban riquísimas. 

Necesitaba esto, necesitaba esta perfecta tarde que estaba pasando junto a él, con risas, conversaciones divertidas, buen humor, sin discusiones, ni tensión entre nosotros. 

Cuando terminamos de comer las riquísimas magdalenas nos quedamos en un silencio profundo mientras escuchábamos los grillos y veíamos como el sol se escondía y las estrellas comenzaban a hacerse de notar. 

Estiré bien la manta sobre el césped y me acosté, obteniendo una vista perfecta del bonito cielo que se alzaba sobre nosotros. Justin hizo lo mismo y se acostó a mi lado, poniendo sus brazos bajo su cabeza. 

Observábamos el cielo, hasta que hablo. 

-Oye –sonrió para si mismo-, se que es muy típico, pero... ¿Que te parece si jugamos al juego de las diez preguntas? –sonrió de lado, irresistiblemente. 

-Hm –me hice la pensativa-, que sean cinco. –sentencié. 

Diez eran demasiadas preguntas, la verdad. 

-Esta bien. ¿Empiezo o empiezas? 

-Tú primero. –elegí. 

Parece que tenía preparada la pregunta, solo lamió su labio y se puso un poco más serio. 

-¿Como han sido estos meses... sin mí? –preguntó, bajando la mirada, para mirarme. Yo la aparté enseguida y miré al cielo. 

-Duros. –contesté, con sinceridad. 

Ya que él no se había ido por las ramas y preguntaba lo que le interesaba, yo iba a hacer lo mismo. Por supuesto, intentado que fuese lo menos incomodo posible. 

-Te toca. –dijo él. Asentí. 

-¿Como se llama la chica esa... con la que...? –supuse que ya sabía a quien me refería. Sí, a la chica con la terminamos definitivamente lo nuestro. 

Él suspiro. 

-Puede que no me creas, pero sinceramente no me acuerdo. No tenía interés en su nombre, ni en ella. –dijo él. 

Suspiré. 

-Te toca. –dije. 

-¿Lo pasaste bien en tu cumpleaños? –preguntó, sonriente. Le miré y sonreí. 

Era un experto en hacerme sentir bien. 

-Lo pase muy bien. –sonreí. 

Su mano se dirigió a mi pelo y comenzó a acariciarlo. 

-Me alegro. 

-Me toca. –dije-. ¿Como han sido estos meses para ti? –le pregunté. 

-Pues... por un lado ha sido increíble, la gente en los conciertos ha sido espectacular y me siento afortunado de haber podido vivir eso. Pero... también ha sido duro. –lamió su labio-. Ha sido difícil saber que iba a volver y no te iba a tener a mi lado. Y –mordió su labio-, ha sido rara la noche en la que me haya acostado y no haya pensado en ti. 

Suspiré y mordí mi labio. Su mano ya no masajeaba mi pelo, si no que rozaba mi mejilla. 

-Te... toca. –susurré. 

-¿Has estado con alguien? Me refiero... algún chico o algo así. –preguntó. 

Me puse nerviosa al instante. 

Ahora mismo no le podía decir que estaba con Carter, no podía arruinar esta tarde, todo estaba saliendo bien, me sentía bien, no quería decirle que estaba con un chico porque no me había podido olvidar de él. Simplemente no podía, no me sentía capaz. 

Rasqué mi cuello. 

-No. –respondí, finalmente. Sabiendo las consecuencias que traería esta mentira. 

Parece que él se relajó ante mi respuesta y sonrió débilmente al mirarme. 

Mi piel se erizó. 

-¿Tienes frío? 

-Eso es una pregunta. –informé, sonriente. 

-Puede, por lo tanto... debes contestar. –él sonrió. 

-Sí. –respondí a su pregunta. 

No dudó en pasar su brazo por debajo de mi espalda y acercarme hacía él. Hasta el punto de estar apoyada en su pecho, con su brazo acariciando levemente mi brazo descubierto. 

Creo que ya sobraban las preguntas, ahora solo necesitaba esto, esta tranquilidad, los suaves latidos de su corazón, él. 

Observamos juntos el oscuro cielo manchado con pequeños brillantes a los que llamamos estrellas, era precioso. 

[...]

-Te ha gustado que te llevará en brazos eh. –dijo él. 

-No. –le dije, rápidamente. 

-Ya, por eso repites. 

-Repito porque no pienso llegar hasta tu coche por esta espantosa hierva llena de bichos, y mucho menos de noche. –le expliqué. 

-O porque simplemente querías que te llevara en brazos. 

-Que no. –reímos a la vez. 

-Esta bien, esta bien. 

Llegamos al coche de Justin minutos después entre su risa por la gracia que le causaba mi miedo a la oscuridad de este bosque y los bichos, me dejo justo en el asiento y le agradecí. 

Condujo durante un buen rato, mientras estábamos en silencio por el sonido de la música, hasta que llegamos a mi apartamento y aparcó enfrente. 

[Escuchar: Rihanna - Hate That I Love You ft. Ne-Yo. (también en multimédia)]

Ahora venía la situación incomoda. No sabía que decir en esta situación para despedirme. 

-Lo he... pasado muy bien Justin, gracias. –desabroché mi cinturón y dirigí mi mano a la puerta para abrirla, más el tacto de su mano en mi otra mano me detuvo. 

-Te echaba de menos ¿sabes? –dijo. 

Me giré y le observé. 

-Yo... también. –me sinceré. 

Él mordió su labio inferior de esa manera tan suya que me hacía perder el control de las situaciones. Se acercó lentamente a mí, sin soltar su mano de la mía. Poco a poco. 

Tragué saliva sin saber más que hacer, mi mirada no se podía apartar de sus labios, ni de sus ojos. Él hacía lo mismo mientras que se acercaba, hasta que estuvo a centímetros de mis labios. Enredó su mano en mi pelo, cerca de mi nuca, la cual acarició. 

-Antes... –musitó-, me ha faltado una pregunta. –lamió su labio, y lo hizo tan cerca de mí que solo consiguió ponerme aún más nerviosa. Acarició nuevamente mi nuca entre mi pelo-. ¿Puedo besarte? –me miró a los ojos al igual que yo a él. 

Suspiré entrecorta, necesitaba largas horas para procesar esa pregunta y que mi corazón no se acelerará. Mojé mis labios por que mi boca se había quedado seca y él mordió su labio inferior.

-Justin...

-Por favor. –rogó. 

Mordí mi labio y me obligué a ser razonable y ver que esta tarde había sido perfecta, pero ya está. No podía haber nada más. 

-Me tengo que ir. –abrí rápidamente la puerta y salí casi corriendo de su coche. 

No podía hacerlo, no porque no quisiera; sería una hipócrita si dijera que no quería besarle, sino por que iba en contra de mí, no podía dejarle después de todo lo que nos había pasado. Aparte de que... yo tenía novio.

Abrí la puerta del portal con las manos temblando y entré. Subí las escaleras y toqué al timbre, no me apetecía volver a rebuscar en mi bolso. 

Sara me abrió con una gran sonrisa y un pijama de ositos. Sonreí nerviosa y entré. 

-Tenemos muchas cosas que hablar pero antes...–dijo ella, hasta que se cortó, debido a que ya me había dado cuenta. 

Sobre la mesa del comedor había un gran ramo de flores rosas y blancas perfectamente decorado con una pequeña cajita de rayas de colores al lado. 

Deseé interiormente que no fueran de Carter. 

Me acerqué incluso con miedo hasta el ramo y no había ninguna carta. El ramo era precioso. Dirigí mi vista a la caja y justo encima de ella había una carta. 

Abrí la caja y miré lo que había por encima: Una caja de bombones y un álbum de fotos. 

Abrí la carta antes de ver aquel álbum, que, probablemente sería destructible para mis sentimientos. 

"Tal vez sea un poco tarde, pero mejor que nunca.

 Me ha costado decidir que regalarte para tus veinte, pero finalmente me he decantado por algo especial. Espero que te haya gustado el álbum. Son todos y cada uno de los recuerdos, o al menos las fotos, que tenemos juntos, parte de lo que hemos vivido, recuerdos que... espero que no olvides. 

Y los bombones son tus favoritos, ya sabes, esos que llevan caramelo por dentro. 

Espero que el próximo cumpleaños lo pueda pasar a tu lado, estaría encantado de verte soplar las velas y celebrar una buena fiesta junto a ti, para después, seguidamente, verte cansada y cogerte en mis brazos hasta acabar durmiendo juntos. 

Felicidades, un poco atrasadas, rubia."

Abrí el álbum lentamente ante la atenta mirada de Sara y sin poder evitarlo una lagrima resbaló por mi mejilla al vernos allí, en esa foto. Fue aquel día que me trajo a casa, me subí sobre su regazo e hicimos un montón de fotos, él había plasmado aquí una en la que salíamos mordiéndonos. 

Mi estomago se hizo un nudo intenso de confusiones y sentimientos mezclados. 

Pase la siguiente foto y salíamos haciendo el tonto. Una risa mezclado con añoranza y algunas lagrimas se escapó de mis labios al recordar ese día, no paramos de reír. 

Cogí aire y preferí seguir viendo aquel álbum a solas en mi habitación. Me despedí de Sara y le dije que mañana hablaríamos. 

Entre mil pensamientos lo único que sacaba en claro era que: 

Esto iba a ser mucho más difícil de lo que pensaba. 

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