Ciudades de Humo (ÂĄYA EN LIBR...

By JoanaMarcus

24.4M 2.9M 6.6M

đŸ”„Ganador de los premios Watty 2019đŸ”„ (Los tres libros estĂĄn incluidos, aunque los nĂșmeros sean un poco lĂ­o s... More

Mini-guĂ­a para principiantes perdidos en la vida
PARTE 1 - CIUDADES DE HUMO
1 - 'Falsas apariencias'
2 - 'Imprevistos'
3 - 'El accidente'
4 - 'El juicio'
5 - 'Ciudad central'
6 - 'El primer dĂ­a'
7 - 'Primera vez'
8 - 'El cometa'
9 - 'El nĂșcleo'
10 - 'Red Hot Chilli Peppers'
11 - 'Gris ceniza'
12 - 'Un desastre'
13 - 'El mecanismo de un beso'
14 - 'Las imperfecciones'
16 - 'Campo de minas'
17 - 'El circuito'
18 - 'Pequeña excursión'
19 - 'La técnica anti-pesados'
20 - 'Las pruebas'
21 - 'La exploraciĂłn'
22 - 'Las Ăștiles tortugas'
23 - 'El castigo'
24 - 'Navidad'
25 - 'Consecuencias'
26 - 'El androide'
Extra 1 - 'A primera vista'
Extra 2 - 'Un gran amigo'
Extra 3 - 'La habitaciĂłn de Rhett'
PARTE 2 - CIUDADES DE CENIZAS
1 - Nada que perder
2 - Sola
3 - El rĂ­o
4 - Duerme bien, Alice
5 - La chocolatina de la paz
6 - Kilian
7 - Las cicatrices
8 - Aburrido
9 - El misterio del sĂłtano
10 - La noche del alcohol
CapĂ­tulo 36
CapĂ­tulo 37
CapĂ­tulo 38
CapĂ­tulo 39
CapĂ­tulo 1
CapĂ­tulo 2
CapĂ­tulo 3
CapĂ­tulo 4
CapĂ­tulo 5
CapĂ­tulo 6
CapĂ­tulo 7
CapĂ­tulo 8
CapĂ­tulo 9
CapĂ­tulo 10
CapĂ­tulo 11
CapĂ­tulo 12
CapĂ­tulo 13
CapĂ­tulo 14
CapĂ­tulo 15
CapĂ­tulo 16
CapĂ­tulo 17
CapĂ­tulo 18
CapĂ­tulo 19
CapĂ­tulo 20
CapĂ­tulo 21
CapĂ­tulo 22
CapĂ­tulo 23
CapĂ­tulo 24
CapĂ­tulo 25
CapĂ­tulo 26
CapĂ­tulo 27
CapĂ­tulo 28
CapĂ­tulo 29
CapĂ­tulo 30
CapĂ­tulo 31
CapĂ­tulo 32
CapĂ­tulo 33
CapĂ­tulo 34
CapĂ­tulo 35
CapĂ­tulo 36
CapĂ­tulo 37
CapĂ­tulo 38
CapĂ­tulo 39
CapĂ­tulo 40
CapĂ­tulo 41
EpĂ­logo

15 - 'Aléjate de mí'

285K 36.5K 54.4K
By JoanaMarcus

—Eso es trampa —Trisha señaló a Saud, que le puso mala cara.

—¿Y qué pruebas tienes?

—¿Quieres que te lance la almohada a la cara como prueba, mocoso?

—Recurrir a la violencia cuando no tienes argumentos... típico de viejas como tú.

Trisha apretó los labios y la lanzó la almohada, a lo que Saud hizo exactamente lo mismo. Alice tuvo que apartarse para que no le diera a ella. Cuando esos dos discutían, era mejor esconderse.

—¡He ganado! —exclamó felizmente Jake en medio de la batalla—. ¿Qué teníais vosotros?

Los demás enseñaron sus cartas. Todo el mundo estaba a punto de ganar menos Alice, que tenía cuatro cartas que no tenían nada que ver entre ellas. Puso una mueca de disgusto.

—Nunca aprenderé a jugar a esto.

—Claro que lo harás —le aseguró Dean—. Es solo cuestión de práctica.

—Lo dudo —insistió Alice, desanimada—. Doy asco en esto.

—No solo en eso —le dijo Trisha, a lo que Saud y ella dejaron la batalla y se pusieron a reír a carcajadas. Dean y Jake les pusieron mala cara.

—Me encanta tu forma de demostrar tu amistad, Trisha —Alice sacudió la cabeza.

—No debí enseñarte a usar el sarcasmo tan bien —dijo Jake recogiendo las cartas de los demás.

—¿Y quién ha dicho que seamos amigas? —Trisha la miró.

—En el fondo, me quieres, aunque solo sea un poco —Alice se acercó a ella, sonriendo.

—De eso nada.

—Que si.

—Que n... ¡Ugh! ¡Aparta!

Alice dejó de abrazarla al instante en que Trisha empezó a revolverse, como si hubiera intentado matarla.

—¿Vais a volver a jugar? —preguntó Alice, desolada, al ver que volvían a repartir.

—Sí, perdedora —murmuró Saud maliciosamente.

—Pues yo voy a aprovechar para darme una ducha —murmuró de mala gana. No quería tener que aguantar otra derrota segura.

Se le hacía raro tener que subir al último piso para poder usar el cuarto de baño. Se sentía como si esa siguiera siendo su habitación aunque sus cosas ya no estuvieran ahí.

—Por cierto —Jake la miró—, Tina me ha dicho que vayas a verla después. Necesitaba ayuda con no sé qué.

—¿Hoy? ¡Es mi único día libre! Quería dormir.

Y escuchar música. E ir a molestar a Rhett. Un poco de todo.

—La vida es dura —Trisha se encogió de hombros.

—Ella tiene una cama que no está tirada en el suelo —murmuró Saud—. Su vida no es tan dura.

Alice subió las escaleras lentamente, distraída. Ese había sido el único día en el que se había podido levantar más tarde de las seis de la mañana en toda una semana... y solo por ser domingo. La perspectiva de tener que volver a clase con Deane al día siguiente no le entusiasmaba demasiado.

Deseó poder decir que se encontraba mal y, simplemente, no ir. Aunque, claro, seguro que Deane mandaría a Kenneth a buscarla. Y no era una perspectiva demasiado agradable.

Alguien la llamó, sacándola de sus cavilaciones, justo cuando llegaba a su habitación. Al levantar la mirada y encontrarse al pesado de Kenneth, suspiró lastimeramente.

En serio, ¿es que ese chico no se cansaría nunca?

Alice ya no sabía muy bien cómo rechazarlo. Una parte de ella simplemente quería decirle que la dejara en paz, pero la otra, la que seguía siendo tan educada como lo había sido en su zona, se lo impedía.

—Hola —lo saludó Alice, pasando por su lado rápidamente, intentando librarse de él.

—Espera —Kenneth la agarró por el brazo, reteniéndola—, ¿dónde vas?

¿Por qué asumía que era problema suyo?

—A ducharme —Alice retiró su brazo. Seguía sin gustarle que ese chico la tocara tanto.

—¿Ah, sí? —a él se le iluminó la mirada—. ¿Quieres que venga?

—¿Para qué ibas a venir?

—No lo sé... —Kenneth dio un paso hacia ella, que se encontró con la barandilla de la escalera justo detrás, impidiéndole alejarse—. Quizá pueda ayudarte.

—No, gracias, sé hacerlo sola.

Kenneth se rio entre dientes, como si Alice hubiera dicho algo gracioso. ¿Qué le hacía siempre tanta gracia?

Él apoyó ambas manos en la barandilla al lado de las suyas, sin dejar de sonreír. Eso estaba empezando a volverse incómodo. Se inclinó hacia ella, que se echó tan atrás como su espalda le permitió, intentando no matarse al caer por las escaleras.

Bueno, en caso de emergencia... Rhett le había enseñado un movimiento para inmovilizar a alguien al día siguiente de mencionarle lo de Kenneth —muy casualmente—, así que podría usarlo.

—¿Nos vemos esta noche? —preguntó él.

—¿Esta noche?

—Sí, ayer quedamos así, ¿no te acuerdas?

—Ah, sí, esta noche... —Alice miró a su alrededor, incómoda—. Es que... esta noche no puedo.

—¿Y por qué no? —sonó un poco molesto.

—Porque... tengo muchas cosas que hacer.

—Pero si hoy es tu día libre.

—Precisamente por eso. Es mi día libre y no he hecho nada, así que tendré que hacerlo esta noche.

—¿Y qué es eso tan importante que tienes que hacer?

Alice intentó ocultar su cara de frustración. ¿Por qué preguntaba tanto? ¿No tenía nada mejor que hacer?

Pero le pareció grosero decirlo en voz alta, así que se limitó a clavar un codo en su pecho para alejarlo de ella. Kenneth no se movió.

—Kenneth —la voz de Tom los interrumpió y Alice suspiró, aliviada—. Vamos, déjala en paz.

—¿Qué es? ¿Tu mascota? —Kenneth se giró hacia él con el ceño fruncido—. Deja que se defienda sola.

Alice aprovechó el momento para escabullirse junto a Tom, que se había cruzado de brazos. En realidad, Tom la solía defender en casos como ese. Igual que Shana. Y ambos solían ponerse de parte de Alice cuando Diane empezaba a gritarle, cosa que ayudaba bastante a que la pobre Alice no se desmoronara. Eran buenos amigos.

—Te ha dejado claro que no quiere nada contigo —intentó explicarle a Kenneth pacíficamente.

—A mí no me ha dicho nada de eso.

—¿Cómo que no? —preguntó Alice, incrédula—. ¡Hace cinco minutos que te digo que no quiero hacer nada contigo esta noche!

—¡Pero que no quieras nada conmigo esta noche no quiere decir que no lo quieras nunca!

—¡No lo quiero nunca! —insistió ella.

—Eso dices —Kenneth la señaló con una sonrisita—, pero tus ojos me comunican otras cosas.

—Sí, que te vayas a la mierda —sugirió Tom.

—Y tú no te metas en esto. No eres su padre.

Tom, al ver que no iba a ser tan fácil que la dejara en paz, miró a Alice y le hizo un gesto hacia el cuarto de baño.

—Ve a ducharte, yo me quedo hablando con nuestro buen amigo.

Alice le dedicó una sonrisa de agradecimiento antes de escabullirse rápidamente a su litera, recogió su toalla y la ropa limpia, y dejó sus cosas sobre uno de los bancos del cuarto de baño. No parecía haber nadie ahí dentro. De hecho, se aseguró de ello mirando cada ducha, como siempre. No, no había nadie. Podía ducharse sin miedo.

Se desvistió rápidamente y se metió en una de las duchas. No podían usar demasiada agua caliente, pero la poca que había era más que suficiente para ella, que no estaba acostumbrada a usarla por haber pasado un tiempo en la habitación de los principiantes.

Se pasó un rato bajo el agua tibia, quitándose el barro que, por mucho que limpiara cada día, parecía ser perenne, y se fijó en que su cuerpo parecía más tonificado, más delgado y fuerte. De hecho, su abdomen estaba algo duro. Lo recordaba más blandito. Sonrió un poco, pero la sonrisa se fue un poco cuando siguió su inspección y vio a cicatriz del brazo.

No se veía mucho, pero recordaba lo insistente que era su padre en que su piel fuera perfecta. Bueno, en que ella entera fuera perfecta. Si viera esto... no estaba muy segura de cómo reaccionaría.

Al pensar en su padre, pasó un dedo sobre el 4 del 43 y le vino el recuerdo de la última conversación que había tenido con él. ¿Por qué sabía lo que iba a suceder? ¿Por qué no se había escapado él también? Si lo hubiera hecho, quizá ahora no estaría...

Notó que le empezaban a escocer los ojos cuando recordó a su padre sonriendo, caminando por su despacho, haciéndole análisis, preguntándole como estaba, paseándose con ella por los jardines de la zona, cosa que sabía que ella adoraba aunque técnicamente no estuviera permitido... lo echaba de menos.

¿Qué habría dicho si la hubiera visto ahora? ¿Qué habría hecho de haber estado en su lugar? ¿Estaría orgulloso de ella? ¿Habría querido que se alejara de los humanos?

Le había dicho que se marchara de su antigua zona, pero ¿se refería a esto? Él no quería que estuviera con los rebeldes porque era peligroso, pero... ¿realmente lo era? No se habían portado mal con ella. De hecho... la habían protegido de Giulia. Alice recordó el momento en que había querido escapar, todo el tiempo que había usado para planear su huida. Ahora, la perspectiva de marcharse... la aterraba.

No quería alejarse de Jake, Trisha, Dean, Saud, Tina... o de Rhett.

Era como si hubiera perdido a su familia y el universo, de alguna forma, le hubiera dado otra. No quería volver a renunciar a ella. No quería perderlos.

Pero... si se quedaba y la descubrían... podría perderla igual.

Apoyó la frente en la pared de la ducha y cerró la corriente de agua. Las gotas se deslizaron por sus mejillas como lágrimas, pero no lloró. En su zona les habían enseñado que era un gesto demasiado humano, así que no era algo común en ella. De hecho, no recordaba haber llorado jamás.

—¿Alice? ¿Eres tú?

Oh, no.

Era la voz de Shana.

Alice se dio cuenta de que, ahora que el agua no repiqueteaba contra el suelo, podía escuchar sus pasos acercándose. Se apresuró a agarrar la toalla y a rodear su cuerpo con ella, tapando el número.

—Sí, soy yo, ¿qué pasa? —Alice descorrió la cortina, mirándola.

Shana iba todavía vestida, lo que significaba que acababa de llegar. La estaba mirando con expresión extraña.

—¿Qué ocurre? ¿Kenneth te ha molestado? Tom me lo ha dicho.

—No me ha molestado más que de costumbre.

Shana frunció un poco el ceño, poco convencida.

—Pareces... triste. ¿Te ha hecho algo malo? Puedes contármelo.

—Estoy bien, en serio. No te preocupes.

Alice pasó por su lado y se sentó en el banco, centrándose en doblar la ropa que iba a ponerse —más que nada para tener las manos ocupadas y hacer tiempo antes de que ella la dejara sola—. Pero Shana se sentó a su lado, mirándola.

—Mira, si no quieres, no tienes por qué contármelo a mí, pero a veces está bien desahogarte con alguien.

—Es que... —¿qué podía decirle de todo lo que estaba pensando sin revelar nada?—. No lo sé. Simplemente, me he sentido un poco... confusa.

—Te entiendo mejor de lo que crees. A veces, estar aquí es como estar en una burbuja desde la que no puedes ver lo que pasa fuera.

—Sí —Alice asintió con la cabeza, sonriendo sin ganas.

Lo había definido casi a la perfección. Miró a Shana detenidamente. Era una buena chica. La consideraba de confianza.

Shana le devolvió la mirada y pareció algo compasiva.

—¿Echas de menos a tu familia?

¿Familia? ¿El padre John podía considerarse su familia? Sí, era lo más cercano a una que había tenido jamás. Siempre la había tratado como si fuera su hija y no su creación. Era lo más humano que había conocido fuera de Ciudad Central.

—Mucho —murmuró sin poder evitarlo.

—Yo echo mucho de menos a mis hermanos. Muchísimo. A veces... tanto que duele.

Silencio.

—Y pensar que siempre nos llevamos fatal... —murmuró con una sonrisa triste.

—¿Ah, sí? —por algún motivo, escuchar los problemas de otra persona pareció aliviar a Alice, que la miró, interesada.

—Sí, de hecho, apenas hablábamos entre nosotros. Éramos cuatro, y yo era la única chica. Siempre estábamos discutiendo, pero, al final... siempre me defendían de los demás. Los de mi instituto eran un poco... imbéciles.

Alice sonrió cuando ella lo hizo también.

—¿No los has vuelto a ver?

—Ojalá... —la sonrisa de Shana se desvaneció—. El día de las bombas estaba durmiendo en casa de una amiga. Cuando me enteré de lo que había pasado y quise volver, no me dejaron pasar. Dijeron que la zona estaba siendo desocupada. Los busqué durante un tiempo, pero... bueno, teniendo en cuenta dónde estaban en el momento en que explotaron las bombas, dudo que sobrevivieran.

Alice no supo qué hacer cuando ella agachó la cabeza, así que le apretó un poco el hombro con la mano.

—Lo siento mucho.

—Yo también —Shana se quedó un momento sentada a su lado, para después incorporarse, suspirando—. Supongo que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Las dos se quedaron en silencio un momento. Alice la observó, esperando que se marchara para poder vestirse. Shana respiró hondo y sonrió un poco.

—¿No vas a vestirte? Podrías resfriarte. Y no creas que eso serviría de excusa para no ir a las clases de Deane. Ya lo intenté yo una vez y me obligó a recorrer el circuito dos veces más de lo normal.

Alice no supo muy bien cómo tomarse el cambio de humor de Shana, así que esperó a que se metiera en la ducha para quitarse la toalla y empezar a vestirse rápidamente. No podía olvidar que, después de todo, Shana no podía ver su estómago bajo ninguna circunstancia.

Y, precisamente mientras pensaba eso y agarraba la camiseta, Shana abrió un poco la cortina, asomando la cabeza.

Pareció que iba a preguntar algo, pero se quedó de piedra al ver un enorme número en el estómago de Alice.

Oh, no.

Durante unos segundos, ninguna dijo nada. Alice se quedó helada, mirándola, incapaz de moverse o reaccionar.

Entonces, agarró su camiseta y se la pasó por la cabeza a toda velocidad, cubriendo el número. Shana tenía la boca abierta de par en par, pero no dijo nada. Seguía mirando la zona de su número, ahora oculta por la camiseta. Alice notó que le temblaban las manos y las levantó, casi en señal de rendición.

—Puedo... p-puedo explicar...

—¿Eres...? —Shana no fue capaz de terminar la frase, se quedó muda de nuevo.

Alice no estaba segura de si esa mirada era de terror o de sorpresa.

—Es solo un tatuaje —aseguró torpemente Alice.

—¿Un...? Eso no es solo un tatuaje —Shana salió de la ducha envolviéndose con su toalla y se acercó a ella, asegurándose de que nadie las oía—. ¿Eres... una de esas... cosas?

Alice no supo qué decir. Le temblaba todo el cuerpo.

¿Y ahora qué? ¿Y si se lo decía a Max? ¿Y si la echaban?

Oh, no, iban a echarla.

Notó que su corazón se aceleraba por el terror e intentó formular alguna frase que la salvara de su destino, pero no era capaz de encontrar ninguna.

—Yo... —empezó, temblando de pies a cabeza.

—¿Te crees que soy tonta? ¡Eres una de ellos!

—Escucha, Shana —se apresuró a decir—. Sí, soy una de ellos, pero...

—¡Nos has engañado a todos!

—¡No pretendía engañar a nadie!

—¡Bueno, pues lo has hecho! —Shana dio un paso hacia atrás, como si, de pronto, Alice fuera capaz de hacerle daño—. Yo... debería decírselo a un guardián. Es lo que debo hacer.

—Shana... —Alice trató de que su voz no sonara desesperada, pero no lo consiguió—, si haces eso... m-me... me matarán y...

—No es mi problema —aseguró ella, levantando las manos—. Eres un peligro para nosotros.

—¿De verdad? ¿Te parezco un peligro?

Shana se quedó un momento en silencio, mirándola. Parecía estar teniendo un debate interno.

—Sé que lo que os han dicho de los androides es horrible, pero no es cierto —añadió Alice en voz baja, desesperada—. No somos máquinas de matar, ni copias de vosotros que envían para haceros daño o para espiar, de hecho, yo ni siquiera sabía dar un puñetazo antes de llegar aquí. Yo... no soy peligrosa, Shana. Has estado conmigo durante semanas. Hemos... somos... yo... somos amigas, ¿no? Eso no tiene por qué cambiar. No pretendía engañarte. Tienes... tienes que creerme. Por favor.

Alice intentó acercarse a ella, pero Shana volvió a retroceder. Estaba pálida.

Durante el poco tiempo que había pasado ahí, Alice había aprendido que la gente de esa ciudad no sentía ningún aprecio por los de su especie. De hecho, los odiaban. Por algún motivo, se creían que estaban hechos para acabar con los rebeldes, cuando lo más peligroso que había hecho Alice en su zona había sido escapar de ella cuando la habían invadido.

También recordaba los rumores de que algunas veces los científicos se hacían con personas de entre los rebeldes, las convertían en androides y las devolvían a sus ciudades para tener un espía entre ellos.

Menudas tonterías.

Lo peor de todo era no poder negar las mentiras por el miedo a ser descubierta. El tener que soportarlo en silencio.

Ahora por fin podía desmentirlo con alguien.

—Por favor, tú me conoces —insistió Alice en voz baja—. Olvídate por un momento de lo que soy. Tú me conoces, Shana. Sabes que no haría daño a nadie.

Ella seguía sin decir nada, dudando.

—No puedo contarte nada más, pero necesito que me creas. Y que no se lo cuentes a nadie. Me matarán si lo haces. Tú... por favor, no me delates.

Shana se quedó en silencio. Pareció que había pasado una eternidad antes de que, por fin, dijera algo.

—Está bien —susurró.

Alice sintió que el mundo volvía a girar y soltó todo el aire que estaba reteniendo.

—Gracias —murmuró.

—No diré nada —Shana la miró—, pero vas a tener que explicarme todo esto más a fondo.

—Lo haré, te lo prometo.

—Y no... no... —Shana apartó la mirada—. No te acerques más a mí.

Alice tuvo que admitir que... bueno... eso le dolió.

¿Dónde había quedado la conversación de antes? ¿Ya no significaba nada? ¿Todo... se quedaba en la nada, solo por ser lo que era?

Pero no estaba en posición de sentirse dolida, así que se limitó a asentir con la cabeza.

—Está bien —aceptó en voz baja.

—Ahora... vete. Aléjate de mí. Y de Tom.

Alice intentó que el dolor que estaba sintiendo no se reflejara en su expresión cuando se apresuró a ponerse los pantalones y los zapatos antes de salir a toda prisa del cuarto de baño.

Todavía estaba tensa cuando llegó al hospital, donde Tina estaba hablando tranquilamente con Rhett y Jake. El último estaba sujetando una bolsa de hielo contra su rodilla.

Alice había estado intentando respirar hondo durante todo el camino para que no le vieran la cara de espanto, pero no había servido de nada. Todavía se sentía como si Shana le hubiera dado una patada en el estómago.

Todavía no se había recuperado cuando Rhett fue el primero en verla y la recorrió con los ojos, frunciendo un poco el ceño.

—¿Va todo bien?

¿Cómo podía saber que algo iba mal? ¿Tan obvio era?

—Sí —mintió Alice, tragando saliva.

Rhett la miró como si no se la creyera, así que Alice se apresuró a cambiar de tema. Y no fue muy difícil cuando vio que Jake estaba siendo atendido por Tina. Levantó las cejas, preocupada.

—¿Qué te ha pasado, Jake?

—Alguien se ha caído por las escaleras del edificio —Rhett se cruzó de brazos, a su lado, tocando unos cuantos aparatos que había en la pared y ganándose un manotazo en el brazo por parte de Tina—. Auch.

—Habíamos quedado en que diríamos que me lo había hecho en una pelea —masculló Jake, poniéndose rojo.

—Ah, es cierto —Rhett miró a Alice, sonriente—. Se ha peleado con uno de los avanzados y le ha dado una patada tan fuerte que ha terminado aquí, pero deberías haber visto al otro chico, ese sí que ha quedado...

—Déjalo —le dijo Jake, malhumorado.

—¿Seguro? Yo creo que me estaba saliendo creíble.

Tina estaba sonriendo al margen de la situación, pero al ver la cara de Alice dejó de hacerlo al instante.

—¿Qué pasa, querida?

Los dos chicos dejaron de discutir y también la miraron. Alice se frotó el brazo, algo incómoda, y se acercó a Tina.

—¿Podemos hablar? —le preguntó en voz baja.

—¿Ahora? —ella entendió enseguida de qué quería hablar, así que clavó una mirada severa en los demás—. Jake, ¿por qué no vas a descansar a tu habitación? Y Rhett, gracias por traerlo, pero...

—¿Nos estás echando? —Jake pareció ofendido.

—Eso parece —contribuyó Rhett.

—Yo todavía estoy mareado —Jake se tumbó en la camilla, llevándose la mano libre a la cabeza—. Me habré dado un golpe en la cabeza. Qué lástima. Voy a tener que quedarme.

Tina negó con la cabeza y clavó la mirada en Rhett que, tras unos segundos de silencio, por fin reaccionó.

—Siempre me echáis de una forma muy sutil —masculló, marchándose.

En cuanto hubo cerrado la puerta, Alice se llevó las manos a la cabeza.

—Shana me ha visto.

Jake frunció el ceño.

—¿Quién es Shana?

—¿Qué quieres decir con que te ha visto? —preguntó Tina acercándose a ella—. ¿Qué ha visto exactamente?

—Mi número. El del estómago.

Tanto Jake como Tina se quedaron en silencio un momento.

—¿Se lo ha dicho a alguien? —preguntó Tina.

—No, me ha dicho que no lo haría, pero... no sé si confiar en ella. Parecía bastante alterada.

—¿Quieres que nos aseguremos de que no hable? —preguntó Jake, entrecerrando los ojos—. Podría pedir a Rhett que me acompañara a decirle cuatro cosas, él da más miedo que yo.

—Sí, claro, seguro que es buena idea preguntarle a Rhett que nos ayude, teniendo en cuenta lo mucho que sabe de esto.

—Repito: no debí enseñarte a usar el sarcasmo.

—Pero... —Tina se paseaba por la sala, dubitativa—, ¿crees que se lo dirá a alguien?

—No lo sé. Hace una hora te habría dicho que no. Ahora... no estoy tan segura. Es como si no la conociera.

—¿Quieres que hable con ella? —preguntó Tina.

—No puedes. Se enteraría de que sabes... esto. Imagínate que se lo cuenta a los demás. A ti te echarían y a mí... bueno...

—Entonces, ¿qué hacemos? Porque algo tendremos que hacer —dijo Jake.

Otra vez silencio. Alice deseó poder hacerse un ovillo en la cama y ocultarse del mundo entero.

—Yo... intentaré vigilarla lo máximo posible —Alice notó una gota de agua bajarle por la espalda. Todavía tenía el pelo empapado—. Si veo que tiene intención de...

—Nos avisas —le dijo Tina enseguida.

—¿Y qué haremos cuando os avise? —Alice negó con la cabeza—. ¿Encadenarla en la casa abandonada?

—No es tan mala idea —murmuró Jake.

—Eso lo decidiremos en su momento —Tina respiró hondo—. Y, mientras tanto, es mejor que no pensemos mucho en el tema o nos volveremos paranoicos.

—Yo estoy paranoica desde hace ya un tiempo.

—Pues yo no —sonrió ampliamente Jake.

—¿No te dolía la cabeza, Jake? —le preguntó Tina cruzándose de brazos.

Él volvió a tumbarse al instante, llevándose de nuevo la mano a la cabeza.

—Quizá tengas razón con lo de dejarlo pasar —Alice suspiró y la miró—. Por cierto, ¿no me habías llamado para que viniera a ayudarte?

—Rhett ya me ha ayudado a llevar unas cuantas cosas al almacén, no te preocupes, cielo.

—Entonces, ¿puedo volver a mi habitación?

—Espera, voy contigo —Jake se puso de pie de un salto—. Creo que se me ha pasado el dolor.

Ambos se despidieron de Tina con un asentimiento de cabeza. Ella seguía pareciendo preocupada. Al salir del edificio, Alice se dio cuenta de que el cielo estaba completamente nublado. Oh, no. Lo que le faltaba. Que lloviera y mañana el barro del circuito fuera todavía más abundante.

Se distrajo completamente cuando se dio cuenta de que Jake estaba caminando de forma extraña. De hecho, iba mirando a su alrededor con los ojos entrecerrados, como si alguien fuera a saltar sobre ellos en cualquier momento.

—Jake, que os haya dicho eso no significa que ahora vaya a necesitar un guardaespaldas —le aseguró Alice, divertida.

—Prefiero no arriesgarme.

—Si empiezas a obsesionarte te pondrás de mal humor y Trisha te golpeará.

—Hablando de malhumorados... —Jake la miró— creía que ya le habrías dicho algo de esto a Rhett.

—¿De qué?

—¿De qué va a ser? Del numerito especial.

—No le he dicho nada a nadie. ¿Por qué? ¿Debería haberlo hecho?

—No sé. Creí que... bueno... que vosotros dos... um...

Alice lo miró sin comprender.

—¿Que nosotros... qué?

—Bueno, la gente dice que... em...

—¿Qué, Jake? —ella se impacientó.

—Bueno, se nota que es mucho más atento contigo que con el resto de sus alumnos —se encogió de hombros—. De hecho, creo que nunca te ha gritado.

—Te recuerdo que me hizo pelearme con Trisha durante semanas.

—Sí, pero contigo es diferente —Jake suspiró, como si no supiera cómo explicarlo—. Es la forma en que se comporta a tu alrededor. ¡Una vez incluso lo vi sonriendo mientras hablaba contigo!

—¿Y qué? —preguntó ella, confusa.

—¡Que es un milagro que Rhett sonría sin que sea porque está ocurriendo una desgracia!

—¿Un mil...?

—Bueno, da igual —Jake negó con la cabeza, claramente incómodo—. Pero creo que deberías decírselo.

—¿Y si se lo cuenta a alguien?

Mientras lo decía, se dio cuenta de que no creía que Rhett fuera a hacerlo.

—Sabes que no lo hará —aseguró Jake—. Se lo confiaría antes a él que a cualquier otra persona en la ciudad. Y no nos iría mal un poco de ayuda.

Alice se quedó en silencio un momento.

—Sí, quizá tengas razón.

•••

Erik ya no estaba dentro del coche con ella. Estaba apoyado en la parte trasera, fumando un cigarrillo distraídamente.

Ella seguía tumbada en el asiento. Le temblaban las manos.

Se quedó ahí un momento más antes de incorporarse lentamente. Sus bragas estaban alrededor de uno de sus tobillos. De pronto, la ropa que llevaba le dio asco. Se las subió. No debería haber escogido esa ropa. Esa falda... era horrible. Y esa camisa demasiado... simplemente demasiado. Le entraron ganas de quitársela, de quemarla, pero no ahí. En su casa.

Quería volver a casa.

Abrió la puerta del coche y salió lentamente. Le dolía mucho entre las piernas. Erik le echó una ojeada con una ceja enarcada.

—¿Dónde vas?

Ella lo miró por encima del hombro.

—A casa.

—¿A tu casa? ¿Ya? —él hizo una pausa—. ¿Quieres que te lleve?

¿Volver a subir al coche? Alicia sintió ganas de vomitar.

—No.

—¿No? ¿Como que no?

Escuchó que decía su nombre unas cuantas veces mientras ella se alejaba, pero en ningún momento miró atrás.

•••

Alice abrió los ojos. Estaba en su habitación, en su litera, no estaba alejándose del coche del tal Erik.

Se llevó las manos a la cabeza y volvió a tener esa sensación de malestar que había tenido en el último sueño. Se frotó la cara con las manos, frustrada, y decidió intentar dormirse otra vez... aunque sabía perfectamente que no lo conseguiría en un buen rato. Pensó en ir a ver a Rhett, pero al recordar la conversación con Jake se le esfumaron las ganas.

No quería decírselo a Rhett, y no porque no confiara en él o porque creyera que fuera capaz de decírselo a alguien, sino porque no quería que la relación entre ellos cambiara. Le gustaba tal y como era ahora.

¿Y si era como Shana y le decía que se alejara de él? Le recorrió un escalofrío solo por imaginarlo.

No, no quería decírselo. Al menos, no por ahora.

Así que apoyó la cabeza en la almohada y, con el iPod en la mano, cerró los ojos.

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Science Fiction

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