Que lo bueno está por llegar...

De themagicyoumake

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Por circunstancias familiares, Ana se ve obligada a abandonar su Barcelona natal y mudarse a un pueblo cerca... Mai multe

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De themagicyoumake

No hace falta que diga, que Miriam no quiso quedarse a cenar, muerta de la vergüenza como estaba. Después de vestirnos de nuevo, la había acompañado a la puerta y se había despedido de Noe con un "hasta luego" rápido, sin ni siquiera mirarla.

Aunque yo también me había quedado en modo "tierra trágame", pensándolo con calma, era mil veces mejor que me pillara Noe que cualquier otra persona. Como por ejemplo los padres de Miriam, o su hermano ¡madre mía! O incluso los míos; aunque eso era imposible porque estaban a quilómetros de mí.

La cosa es que Noe no juzgaba, todo le parecía correcto, y ya si el día siguiente hacía un buen examen de filosofía y lo aprobaba, no pondría ningún obstáculo en que Miriam se quedara algunas noches en mi casa o yo en la suya.

Entre una cosa y la otra, no había tenido tiempo de asimilar que realmente, Miriam me había pedido que estuviésemos juntas. Éramos novias. Tan simple y tan maravilloso. Y tan inesperado. Mi vida había dado un giro interesante los últimos días.

—Ana madre mía, la carita que me traes —dijo Noe, sin aguantarse la risa, el momento en el que entré a la cocina para cenar.

—Noe por favor, vamos a sobrellevar todo esto ¿eh? Quiero cenar en paz, sin que la vergüenza y tus comentarios me hagan esconderme debajo de la mesa.

Noe soltó una carcajada, y yo me reí levemente mientras me sentaba.

—Estoy hambrienta —solté.

Noe levantó una ceja.

—Yo pensaba que el plato fuerte era Miriam.

—¡Noe! ¡Te he avisado! —grité escandalizada.

—Vale, vale —dijo mi tía, sirviéndome un plato. —Ya me callo. Pero que sepas que esto de Miriam... lo vi venir de lejos.

—Parece que todo el mundo —dije encogiéndome de hombros. —Buen provecho.


🦋🦋🦋


Lo primero que me dijo Alfred cuando llegué a clase la mañana siguiente, fue que tenía muy buena cara. Lo cual me sorprendió, porque me había quedado dormida más tiempo del que me convenía y había tenido que darme mucha prisa en hacer toda la rutina de las mañanas.

—Eh, pero de verdad —insistió él. —Estás de mejor humor últimamente. Cuando llegaste parecías triste, que todo te aburría... y mírate ahora.

Me eché a reír.

—Bueno, puede ser —dije con una sonrisa. La verdad es que últimamente, aburrida no estaba. —¿Cómo llevas el examen? ¿Estudiaste tal y como te dije?

Alfred miró los apuntes que tenía delante y que seguramente no eran ni suyos.

—Pues bueno, lo llevo. Me lo he mirado un poco. Tú lo llevas bien, ¿verdad?

—Sí, ya te dije que había estado estudiando un poco. En realidad te avisé porque no quería traicionarte.

Alfred me miró interrogante.

—¿Cómo?

—O sea, no me gustaría dejarte suspender solo, ¿sabes? Estaría bien que aprobáramos los dos —dije, tendiéndole una mano.

Él cogió mi mano con cariño y la zarandeo jugando, sonriéndome.

La mañana transcurrió tranquila hasta la hora antes del recreo, en la cual teníamos el examen de filosofía.

—¡Chicos! —la cara sonriente de Aitana avanzó por entre las mesas hasta llegar al fondo de la clase. —¿Qué os parece si aprovechamos que hoy por la tarde no tenemos clase, para ir a comer fuera? Ni que sea en la Cafetería Salva. La semana que viene tenemos todos los demás exámenes juntos y nuestra vida social va a ser inexistente —dijo suspirando. Luego sonrió. —He hablado con Amaia y se apunta.

—Genial —dije con una sonrisa. —Me apunto. ¿Tú Alfred?

—Bueno...

—Anda, va. ¡Vente con nosotras! —insistió Aitana, agarrándolo del brazo y sacudiéndolo.

Sabía que Alfred no se sentía muy cómodo en cuanto a las interacciones sociales, pero sabía que el hecho de mencionar a Amaia lo había convencido a la primera.

—Vale, vale, está bien —asintió él, y Aitana y yo nos miramos contentas.

—¡Chicos, chicos! Todos a vuestros puestos, por favor —gritó el profesor en cuanto entró a clase. —¡Aitana, a tu mesa!

Aitana se despidió de nosotros haciendo "adiós" con la mano y deseándonos suerte en el examen.

—¡Alfred y Ana! No os quiero al fondo. Nerea y Thalía, intercambiad puestos con ellos.

—Joder, macho —protesté yo, mientras los dos cogíamos el estuche y nos cambiábamos de sitio.

—No te lo tomes como algo personal, aún no sabe que existe una "Nueva Ana" —se rio Alfred.

—Me voy a sacar un siete sin copiar y se lo va a comer —dije yo, segura.

En realidad mi interés en las clases solía ser tan mínimo que ni siquiera copiaba. A veces Alfred traía chuletas y yo miraba un poco de su hoja pero bueno... nada del otro mundo.

El examen duró hora y media y me enrollé bastante, siendo de las últimas en acabar. El profesor me miró dos veces en cuanto dejé la hoja sobre la mesa, porque no se creía que hubiese escrito tanto.

Salí bastante satisfecha del examen, y le mandé un mensaje a Miriam contándole como me había ido.

Ana

Examen superado, leona!

Miriam 🦁

Yassss

Esa es mi chica

Pues entonces voy a tener algún que otro detalle contigo 😌

Ana

Qué? Qué vas a hacer?

Miriam 🦁

Aaah, ya lo verás 😘


—¿Y esa sonrisita? —dijo Aitana, apretando mi mejilla con un dedo, sorprendiéndome de tal manera que casi se me cae el móvil en medio del pasillo. —¿No me digas que estás hablando con algún chico? —dijo, moviendo las cejas.

Madre mía, pobrecita. No podía estar más equivocada. Lo que me llevaba a pensar que como amiga mía que era, le debía una explicación.

—No va por aquí la cosa —me reí yo. —En realidad Aitana, tengo algo que contarte.

Aitana me miró con los ojos muy abiertos, cuando Alfred llegó hasta nosotras y nos interrumpió. Tendría que contárselo en otro momento. A lo mejor era más adecuado que fuese su prima la que se lo contara. O tal vez se lo deberíamos de decir las dos juntas. Prácticamente todo el mundo lo sabía y me preguntaba a mí misma por qué Aitana iba a ser la última en enterarse.

—Ana, tengo hierba. ¿Fumamos un poco?

Me lo pensé. En realidad, ya había llenado el cupo de productividad por el día. Pensé incluso, en saltarme el resto de clases que quedaban hasta la hora de comer.

—Sí, vamos —miré a Aitana, que negaba con la cabeza.

No hacía falta que la invitara, porque ya sabía que me diría que no.

—Pfffff... Ana, tía.

—Solo durante el recreo, luego volveré a clase.

Ella se encogió de hombros y se dio la vuelta. No me creía ni de coña.

—¡Aitana! De verdad, que luego vuelvo.

Ella me hizo un "Ok" con las manos, sin girarse. Yo me encogí de hombros y le sonreí a Alfred.

Salimos del recinto del instituto y pasamos un par de calles hasta que nos sentamos en un portal cerca de casa de Aitana. Muchas veces nos íbamos allí, para alejarnos un rato del instituto y hablar de nuestras cosas.

Alfred empezó a liar el porro y yo empecé a hablar.

—¿Sabes Alfred? —él levantó la vista para mirarme unos segundos antes de volver al lío. —Estoy con alguien.

—¿En serio? —me miró y sonrió. —Bueno, raro era que estuvieses soltera.

Yo levanté una ceja.

—Podría decir lo mismo de ti.

—Yo soy una persona muy complicada, Anita —dijo él, sonriendo levemente.

—Yo también lo soy Alfred, créeme —dije, poniendo una mano en su espalda. Supongo que ni él ni yo éramos las personas más felices o más fáciles de tratar, fuera por lo que fuese.

—Bueno, va, cuéntame. ¿De quién se trata? —me insistió. —¿Me pasas el mechero?

Saqué el mechero de mi maleta y se lo pasé.

—Es una chica.

Alfred me miró nuevamente.

—¿Sí? Qué guay, ¿no? Mola —dijo sinceramente, y yo solté una carcajada.

—Sí...

—¿Quién es? ¿Vive aquí? ¿La conozco? —preguntó, mientras encendía el porro y le daba una larga calada.

—Creo que sí. Es Miriam —solté.

Alfred empezó a toser, y no sé si era por la calada o por las noticias que le acababa de dar.

—¿¡Miriam!? —Alfred me miró con los ojos como dos platos. —¿Miriam de Las Amigas?

—¿Qué pasa? —le pregunté yo divertida, quitándole el porro de las manos.

—Bueno, es que no tenía ni idea de que... no sé, pensaba que tenía novio ¿no?

Asentí.

—"Tenía".

—Ya veo —sonrió Alfred. Los dos miramos al cielo, porque se estaba despejando poco a poco y el sol empezaba a salir entre las nubes. —Pues me alegro mucho, Ana. Aunque no sé, ese grupito...

—¿Las Amigas? Son un poco especiales, pero no son mala gente —le conté.

—Ya, no sé. Yo iba con Raoul a clase, porque es de nuestra edad. Era un poco flipadillo. Nunca cruzó ni una palabra conmigo.

—Ya, bueno. Ni contigo ni con mucha otra gente, creo yo.

Alfred asintió y yo le pasé el porro de nuevo.

—¿Por eso lo de ser estudiosa y tal? —me miró divertido.

Suspiré.

—Bueno, digamos que ella me ha estado ayudando y siento que ya que ha perdido su tiempo conmigo...

—Me alegro mucho, Ana, de verdad —dijo pasándome un brazo por encima de los hombros. Yo apoyé mi cabeza en él.

—Quizás debamos ir a clase después, al fin y al cabo —le sugerí, dudando.

—Sí, sí. No nos iría mal a ninguno de los dos —se rió él.


🦋🦋🦋


Aitana estaba contenta y sorprendida a partes iguales de que Alfred y yo no nos hubiésemos dado a la fuga. Total, nos quedaban tres clases y estando al fondo tampoco nos veíamos obligados a prestar mucha atención.

Cuando el timbre sonó y las clases del día terminaron, Aitana y yo salimos del instituto junto a Alfred.

—Anda mira, ¡si ha venido Miriam! —dijo Aitana, señalando a nuestra derecha.

Y allí estaba ella, más guapa que nunca, esperándonos apoyada en su coche rojo. Si esa era la sorpresa que me tenía preparada, para mí era más que suficiente. Llevaba puestos unos vaqueros apretados y una camisa blanca, y su rostro serio derivó en una gran sonrisa en cuanto me vio.

Corrí hacia ella y me lancé a sus brazos, ante la mirada sorprendida de Aitana.

—Chica, sí que te alegras de verme —dijo dejándome un beso en el pelo, mientras yo escondía mi cara en su cuello y le dejaba allí un par de besos, disimuladamente.

—No te como la boca porque está tu prima —le dije separándome de ella. Las dos nos reímos. —Aunque deberíamos de decírselo ya. 

—Ya... tienes razón — respondió ella, acariciándome el pelo.

—¿Qué haces aquí?

—Pues... ya que has sido una buena alumna estos días y el examen te ha ido bien, he pensado que te llevaría a comer.

—Oh, pero...

—¡Miriam! —Aitana se enganchó a su prima como un coala mientras Alfred nos miraba divertido. —¿Qué haces aquí? Vamos a comer con Alfred, Ana y Amaia. ¿Te apuntas?

Miriam se quedó un poco sorprendida y me miró como preguntándome si eso era lo que quería. No era nuestra cita ideal, pero tampoco era un mal plan. Así que le hice que "sí" con la cabeza.  

—Eh... sí, sí claro. Os llevo al McDonald's, anda.

—¿De verdad? —preguntó Aitana con los ojos muy abiertos. —¡Genial!

Miriam reparó entonces en Alfred.

—Hola, soy Miriam. Te tengo visto por aquí pero creo que nunca habíamos hablado —dijo enseguida.

—Sí, encantado. Soy Alfred. Precisamente hoy Ana me ha hablado de ti. Bueno, y Aitana infinitas veces —los dos se rieron.

—Hay que pasar a recoger a Amaia por su casa —dijo Aitana, que ya se estaba montando en el coche.

—¿Te pones delante conmigo? —preguntó Miriam, acariciándome la espalda.

—Claro, amor —dije bajito.

Ella rodó los ojos en broma, y los cuatro nos subimos al coche.

Amaia vivía en una casa bastante grande, cerca de la de Raoul. La tuvimos que esperar quince minutos, aunque ella nos había asegurado, incluso antes de salir de clase, que ya estaba lista.

—Buah, ¿en serio que nos lleva Miriam? —fueron sus palabras al montarse en el coche. —Ay, hola Alfred.

Miré la interacción entre ellos dos y me di cuenta de que, sin saberlo, Aitana se había convertido en la sujetavelas de lo que parecía una cita doble. 

Miré de reojo a Miriam mientras conducía con una sonrisa tranquila, y los de atrás se molestaban entre ellos. Yo subí el volumen de la música y puse una mano encima de su muslo, haciendo que la leona apartara la vista de la carretera un segundo para mirarme. "Guapa", vocalizó, y yo me sentí enamorada perdida como una quinceañera. Pero qué bien me sentaba eso.


  🦋🦋🦋  


La comida en el McDonald's fue un circo. Aitana comió como un pozo sin fondo, Alfred le acabó dando la mitad de sus patatas a Amaia, que no dejaba de mirar a Miriam; y Miriam y yo, sentadas la una al lado de la otra, nos dábamos la mano y nos acariciábamos por debajo de la mesa, disimuladamente.

—Oye, ¿y cuánto hace que estáis juntas? —se le ocurrió preguntar a Alfred, mientras Miriam y yo compartíamos el helado de postre.

Miriam se quedó con la boca abierta, a mí se me cayó la cuchara, y Alfred me miró como preguntándose qué había dicho que estuviese mal. Realmente no había avisado al chico de que Aitana no sabía nada, así que toda la situación era mi culpa.

—¿Qué? —preguntó Aitana, riéndose de Alfred por la pregunta que acababa de hacer. —¿Cómo que juntas?

Luego nos miró a las dos, tan pegadas, compartiendo el helado, y supongo que su cabeza empezó a atar cabos, porque dejó de reír y su rostro se endureció.

—¿Qué he dicho? —me preguntó Alfred, desubicado.

Yo recogí la cuchara y miré a Miriam, que se mordía el labio y no era precisamente por lo que a mí me gustaba que se lo mordiese.

—¿CÓMO QUE JUNTAS? —gritó Aitana, haciendo que medio restaurante se diera la media vuelta para mirarnos.

—Buah, que son novias —aportó Amaia, a la conversación. —Yo es que a Miriam siempre la había visto un poco bollera.

Miriam miró a Amaia, incrédula, aun sin ser capaz de cerrar la boca.

—Perdona eh, Miriam. Lo digo para bien. Yo prefiero que te gusten las chicas, puestos a escoger.

—Amaia basta —le soltó Alfred, mientras ella se encogía de hombros.

—¿Nadie me va a decir nada? —siguió gritando Aitana. Por lo que intenté decirle algo medianamente elaborado.

—Aitana, antes, en el pasillo del instituto, te he intentado decir que-

—Pero a ver, a ver. ¿¡De verdad sois novias!? ¿Por qué lo sabe Alfred antes que yo? —preguntó indignada la chica del flequillo, haciendo saltar su mirada de Miriam a mí.

—Una cosa, Ana, ¿tú no estabas con Mimi? —añadió Amaia.

Yo me di en la frente con la mano, estresada; y Miriam puso cara de circunstancias, antes de centrarse en su prima de nuevo.

—Aitana, te lo queríamos contar —empezó Miriam. —Pero-

—¿Pero qué? Sois mi prima y mi amiga ¿y me entero la última? Es que ahora que lo pienso... me cuadran un montón de cosas —dijo, visiblemente molesta. —¡JODER! —exclamó golpeando la mesa, antes de levantarse y salir del establecimiento.

Estábamos montando un espectáculo y me moría de ganas de salir de allí. Además, era muy consciente de que Miriam y yo la habíamos cagado mucho con Aitana.

—Voy a por ella —dijo Alfred, levantándose.

—No, no, espera —le detuvo Miriam, levantándose también. Luego me miró a mi —Deberíamos ir nosotras.

Yo asentí y salimos las dos en busca de Aitana, que a decir verdad, muy lejos no podía ir porque estábamos en un polígono y la única que conducía era Miriam. 

Enseguida la vimos alejándose por el parking y nos pusimos a correr detrás de ella. Miriam era más rápida y la agarró por el brazo.

—Aitana, espera —le dijo a su prima, en un tono tranquilizador.

Aitana se detuvo y nos miró indignada.

—Aiti, te lo íbamos a contar ya de ya. De verdad —le dije yo, queriéndole tocar la cara, pero se apartó.

—Ya, seguro.

—De verdad Aitana, si no te lo hemos dicho ha sido por mi culpa. No te enfades con Ana, ella te lo quería decir antes.

—¿Y por qué no me lo querías decir tú? —preguntó ella, cruzándose de brazos.

—Porque bueno, siempre me habías visto con Héctor... y me daba miedo tu reacción. Además, oficialmente hoy es nuestro primer "día de novias" —dijo Miriam, gesticulando las comillas.

—Estoy flipando —dijo Aitana, simplemente.

—Aiti, mira-

—No, Ana. Es que me da mucha rabia. O sea, primeramente, Miriam, ¿cómo quieres que reaccione? Pues si tú eres feliz, ¡yo estaré feliz! Soy tu prima y sabes cómo te adoro... pensaba que confiabas más en mí. Y tú, Ana... mira. No digo nada.

—No, di lo que tengas que decir, Aiti. Es mejor que seamos sinceras en todo.

—Es que, me tenéis como una niña pequeña a la que no se le pueden contar las cosas. Hace un mes que somos amigas, te he enseñado el pueblo, te he presentado a gente... y ni siquiera sabía que te gustaban las chicas ¡o que te gustaba mi prima, concretamente! Bueno, de hecho sí, sé que te liaste con Mimi porque se habló bastante, pero no pudiste ni decírmelo tú misma. —Miriam se tensó en cuanto escuchó ese nombre y Aitana se dio cuenta, por lo que nos miró como pidiendo perdón, pero siguió cargando contra mí. —Me porto genial contigo y ¿qué consigo? Que te pases el día fumando con Alfred o bebiendo con Ricky.

—Aiti, lo siento, de verdad. Te queremos mucho, y no queríamos hacerte daño —dije sinceramente. —A veces, no sé por qué, escondemos las cosas más importantes a las personas más cercanas. Pero no lo hicimos con mala intención.

—Sí —continuó Miriam. —Yo solo quería contártelo cuando tuviese las cosas más claras con Ana... es verdad que solo hace un día que estamos juntas, juntas.

Aitana suspiró y se peinó el flequillo.

—Lo siento si te he tenido un poco abandonada estos días, Aitana —le dije, sinceramente.

—Te queremos mucho —dijo Miriam, abrazando a su prima, que no se resistió esta vez.

Yo me uní al abrazo.

—¿Nos perdonas?

Como Aitana no contestaba, Miriam empezó a hacerle cosquillas. Ella no pudo evitar reírse.

—¡Vale, vale! ¡Perdonadas! —Miriam y yo la llenamos de besos hasta que Aitana consiguió deshacerse de nuestro abrazo. —Pero me debéis muchas explicaciones, y muchos detalles sobre vuestra relación. Y otro helado, por favor.

La leona y yo nos miramos y nos echamos a reír.

—Eso está hecho —dije, cogiéndolas a ambas por los hombros.


  🦋🦋🦋  

Mucho diálogo hoy, lo sé.

Gracias por leeeeeeer 

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