Unknow

Bởi Mysweettie

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Isabella Swan es la capitana de las animadoras de su instituto en Nueva York. Tiene todo lo que desea: unas a... Xem Thêm

Unknow
Capítulo 1. Cuando menos lo esperas
Capítulo 2. Expertos
Capítulo 3. Genial... ¿Se nota el sarcasmo?
Capítulo 4. Inesperado
Capítulo 5. Un golpe de suerte
Capítulo 6. La nueva
Capítulo 7. El rebelde
Capítulo 8. Cambios
Capítulo 9. Pasado y presente
Capítulo 10. Reflexión y sorpresas
Capítulo 11. El momento
Capítulo 12. Impulsos
Capítulo 13. No más, por favor
Capítulo 14. Amigos nada más
Capítulo 15. Nunca digas nunca
Capítulo 16. Cambios
Capítulo 17. Decisiones
Capítulo 18. Recaída
Capítulo 20. Inesperada situación
Capítulo 21. Confesiones
Capítulo 22. La decisión está tomada
Capítulo 23. Apariencias
Capítulo 24. Afrontarlo
Capítulo 25. Tú... aquí
Capítulo 26. Somos adultos
Capítulo 27. Cenizas quedan
Capítulo 28. Imbécil y cobarde
Capítulo 29. Encuentros
Capítulo 30. Asuntos del pasado
Capítulo 31. Para siempre
Capítulo 32. Cuentos de hadas
Epílogo

Capítulo 19. Y, finalmente, sucedió

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Bởi Mysweettie

Alice

Esa noche Jasper me había pedido por un mensaje de móvil que me pusiese aquello que había dentro de la caja sobre la cama de mi habitación. Extrañada, fui hasta allí y efectivamente, una caja blanca bastante grande estaba sobre mi cama, y otra más pequeña y cuadrada a los pies.

Sonreí y me acerqué para destapar la más pequeña. Allí había unos zapatos de tacón sencillo, altos y plateados, abrí la caja más grande y descubrí con sorpresa que se trataba de un vestido. Lo saqué de su envoltorio y lo examiné. Era una pieza de corte imperio, con dos bandas de lentejuelas plateadas donde empezaba y acababa el pecho, luego caía suelto en una capa de tela de color azul marino brilloso. Me desvestí y me lo estaba poniendo cuando tocaron la puerta; era Rosalie.

-Oh, Bella-la saludé-, ¿qué te trae por mi cuarto?

-Que tu hermano llega en media hora y yo me aburro-me dijo con suspiro. Sonrió al ver mi vestido, cerró la puerta y se sentó en la cama.- ¿Y este vestido tan bonito?

-Jasper me ha mandado un mensaje, me ha pedido que me lo ponga y…-En ese momento mi móvil sonó con el tono de los mensajes.

Lo cogí y lo leí mientras una sonrisa de estúpida enamorada salía de mis labios.

“Pasarán por ti en media hora,

Ponte más guapa de lo que eres,

Pero creo que eso es imposible porque

Nada se compara a tu belleza”

Rosalie también lo leyó y sonrió.

-Mi hermano, tan empalagoso como siempre-Yo no le hice caso, estaba ocupada mirándome a través del espejo del tocador y maquillándome.- Aunque está claro que esas cursiladas a ti te gustan.

-Pues sí, me encantan.

-Ya… Emmett no es muy cursi ni romántico, pero a veces se le escapan algunas cosas o palabras, y entonces me doy cuenta de que mi grandullón tiene un corazón enorme.

-Y es todo para ti, créeme cuñadita-le dije riéndome.

-¿Y Edward?

-De fiesta con Tanya.

-Qué raro que no está con Bella.

-Lo sé, antes los sábados por al noche sólo se escuchaban los muelles de la cama a través de las paredes, y ahora hay silencio.

Las dos nos desternillamos de risa y yo acabé de maquillarme, me puse unos pendientes de colgar plateados y me calcé los zapatos. Mi pelo lo había recogió en un moño estilizado con un pequeño tupé.

-Lista… ¿te gusta?

-¡Estás guapísima! Con razón tienes a mi hermano a tus pies, listilla…

Sonreí y bajé las escaleras, vi tras las cristaleras que fuera había una… ¿limusina? ¡Una limusina! Era blanca, de allí salió un señor de unos cincuenta años, con bigote y barriga cervecera, trajeado y con guantes que cubrían sus manos. Tocó la puerta y le abrí yo.

-¿La señorita Alice Cullen?

-Sí, soy yo.

-El señor Jasper Hale me manda a buscarla, en cuanto desee podemos partir.

-¡Oh, por supuesto!

-Buenas, señorita Hale-saludó a Rosalie, ella le sonrió.

Salimos hacia el exterior y entré en la limusina con la ayuda de Howard, como me había dicho que se llamaba el chófer. Le pregunté varias veces nuestro destino, pero no quiso decirme nada. Pasaron unos minutos y Howard me abrió la puerta. Nos encontrábamos en lo que parecía ser un pueblecito o algo así, pero la única casa a la que había que hacer mención era a la que tenía en frente, de dos pisos y hecha de piedra, con una entrada con un pequeño techo y desde la puerta a mis pies se extendía una alfombra de color dorado con pétalos de rosa por encima. Sonreí.

-Gracias por traerme, Howard-le dije al chófer, pero él ya se había ido.

Suspiré y caminé sobre los pétalos hasta llegar a la puerta entreabierta, una vez estuve dentro vi que la alfombra seguía hasta doblar el recibidor y llegar al salón, donde acababa. En vez de eso ahora todos los pétalos de rosa se extendían por el piso del lugar de forma uniforme. La luz que había visto desde fuera a través de las ventanas estaba proyectada por unas cuantas velas aromáticas encendidas en algunos puntos estratégicos, y en medio del comedor había una mesa con dos sillas una frente a otra, decorada sutilmente con un mantel blanco, sobre el cual habían copas  y platos de cristal.

-Hola-murmuró alguien sobre mi hombro, yo sabía de quién se trataba, sonreí y me giré para besarle levemente, luego me di cuenta de que iba de traje, sin corbata pero de traje.

-Eres guapo, asombroso, romántico, espontáneo… ¿es que tienes algún defecto?

-No, porque si te tengo a ti a mi lado, lo tengo todo.

Sentí el color subir a mis mejillas y una gran sonrisa extenderse en mis labios. Me contó que había estado preparando esta cena varios días y por ello no habíamos podido vernos con decencia, pero como era una sorpresa no podía contarme nada. Me senté a la mesa y él empezó a traer la cena, todo cocinado por él. Yo no le creí, pero se notaba que la comida era casera así que al final tuve que confiar en su palabra. Luego llegó el postre: helado de canela también hecho por él. Estaba delicioso. Cuando terminamos de cenar nos sentamos en los cómodos sillones del salón con música de mi grupo favorito en el equipo de música. Jasper sirvió dos copas de champagne y me tendió una.

-¿Por qué brindamos?-pregunté curiosa.

-Porque esta sea solo una de las muchas cenas románticas que tendremos juntos.

-Porque esto que hay entre nosotros dure mucho tiempo-corroboré riéndome.

-Porque nunca dejes de esbozar esa sonrisa cuando me ves.

-Y porque te quiero-concluimos a la vez.

Nuestras copas chocaron y bebí sin dejar de perderme en esos ojos del color de la esmeralda tan avispados y expresivos. Después de un rato de risas y charla de nuestras vidas de pequeños, nos levantamos, Jasper cambió de canción hasta que dejó una y con una mano cogió la mía propia y la otra la posó en mi cintura con suavidad. Pretendía que bailásemos y yo no iba a negarme.

Empezamos a movernos al ritmo de la música, primer con suavidad, de un lado a otro, era como una especia de vals a pesar de ser música Rock. La letra de la canción era preciosa y Jasper no dejaba de mirarme a los ojos mientras bailábamos de un lado a otro de la sala. Me hizo girar sobre mis talones para luego volver a acercarme a su cuerpo y hacerme girar de nuevo con mucha gracia y soltura. Otro talento, encima bailaba bien. Bajamos el ritmo y yo posé mi frente en su hombro, entonces escuché cómo cantaba la canción en mi oído, dedicándomela. Sonreí, alcé mi rostro y nuestros labios se encontraron.

Mi lengua se enredó con la suya, nuestros labios se fundieron los unos en los otros, y cada vez que esto pasaba una deliciosa electricidad penetraba en mi piel. Me di cuenta de que él nunca podría hacerme daño, de que era el indicado, de que era el hombre al que yo amaba, y a pesar de ser solo una adolescente de diecisiete años, había encontrado el amor en la persona menos esperada.

Cuando nos separamos me alcé de puntillas y llegué a su oído.

-Quiero ser tuya esta noche-susurré.

-¿Estás segura?

-Como nunca.

Él volvió a mis labios, dejamos de balancearnos, mis manso se entrelazaban en su nuca con suavidad y acariciaban esa parte de su anatomía, las suyas viajaban por mi espalda. Dejé de sentir en un momento el suelo bajo mis pies; Jasper me había alzado en peso y me llevaba hacia algún lugar, y no me importaba donde fuera siempre que el estuviese a mi lado. Sentí de nuevo el suelo bajo mis pies, me di la vuelta y me encontré con una habitación de piso de parquet, una alfombra en medio, una chimenea en la pared del frente y a un lado una gran cama de doseles.

Sentí su cuerpo tras el mío, cómo me soltaba el pelo de las horquillas y repasaba la curva de mi cuello con su nariz, aspirando mi aroma, luego empezó a besar esa zona, un estremecimiento llegó a mis huesos, él provocaba esas sensaciones en mí todo el tiempo. Los besos se fueron haciendo cada vez más húmedos, y llegó un momento en el que sus manos se dirigieron a la cremallera de mi vestido para bajarla lentamente. La prenda cayó al suelo arremolinándose en mis pies, y quedé sin sujetador y en un culotte blanco de encaje. No me giré, él tenía los ojos cerrados, disfrutando de mi cuello y mis hombros como un niño con un juguete nuevo. Al pegar su pecho a mi espalda me di cuentas de que mientras yo estaba embobada con la habitación él se había quitado la camisa y la chaqueta.

Sentía sus músculos no muy marcados pero lo suficiente para mi chocar contra mi espalda, ambas pieles tibias y deseosas de permanecer siempre unidas. Me giró pegando su cuerpo al mío y nos besamos de nuevo. Jasper llevó una de sus manos hacia mi nuca para enredarla con mis cabellos cortos y negros, y la otra estaba en mi cadera, mientras que las mías se movían sobre su torso con parsimonia y con la caricia que da una pluma. Caímos con suavidad sobre la cama, él encima de mí.

Se apartó para quitarse los pantalones y volvió a la carga con los besos y las caricias que proporcionaba a mi cuerpo sin cesar. Después de un rato de hacerme suspirar y gemir su nombre, tocando mis pechos, acariciando mi cuerpo y llegando a acariciar mi zona más íntima al meter su mano en mi ropa interior, se deshizo de ella. Sentí contra mis piernas su excitación provocada por mí y abrí las piernas para hacerle hueco, él me miró, como pidiendo permiso, yo rodé los ojos y le besé con pasión. Esa era toda la respuesta que necesitaba. Sentí su miembro en mi entrada, y me sorprendí porque no se me pasó ningún mal pensamiento de aquella vez que tanto daño me hicieron.

Ahora era distinto, aunque sentí casi el mismo dolor que cuando perdí la virginidad. Jasper me embistió lentamente, sin prisas, gruñendo de placer, rozando sus labios con los míos mientras mis gemidos eran lo único que se escuchaba en la habitación. El ambiente estaba impregnado de pasión, ardor… Y fue maravilloso. Sentirle dentro de mi era una sensación increíble, y yo no me arrepentía de nada. Con dos o tres embestidas más llegamos al final, gemí de puro éxtasis cuando un orgasmo me golpeó con toda la fuerza. Con las respiraciones entrecortadas nos quedamos unos segundos así, luego él se acostó a mi lado, pasándonos la sábana por encima. Yo miraba el techo del dosel y de pronto me entró la risa.

-¿Qué te hace tanta gracia-preguntó con curiosidad, apoyando su cabeza en su mano.

-Que he sido tonta por esperar tanto para hacerlo.

-¿No te ha gustado?-preguntó preocupado.

-No, bobo… Me ha encantado, y por eso lo digo-me acerqué más a él y me acurruqué a su lado, con su boca al alcance de la mía, le di un beso ligero-, ahora sé que a tu lado nada malo puede pasarme.

Bella

No, no había disfrutado. Sí, si follaba bien, ¿Qué entonces cuál es el problema? ¡Pues que no es él! ¡Ese es mi puto problema! Cabreada salí del baño de la casita en bragas y sujetador y me senté a los pies de la cama donde James estaba acostado. Se acercó a mí y se sentó a mi lado.

-¿Qué te pasa?-preguntó.

Mi interior se descojonaba de risa. Me pasaba que acababa de acostarme con James y no había sentido nada, no había disfrutado, no me había llenado, y sobre todo, no había llegado al orgasmo como cuando Él me había llegar cada vez que lo hacíamos. Me sentía idiota, pero no le dije nada a James, sólo me vestí y le pedí que me llevase a casa porque me dolía la cabeza. El camino a Forks fue silencioso, y llegamos a mi casa a las tres de la madrugada. Cuando apagó el motor del coche me miró.

-Bella si he hecho algo o…

-Deja de preocuparte-le interrumpí.- yo estoy bien, ¿vale? Mejor hablamos otro día sobre eso.

Asintió no muy convencido con mi respuesta, pero como me conocía sabía que cuando yo decía basta era basta. Me bajé del coche y a los pocos segundos él arrancó y desapareció por la esquina. Caminé hasta la puerta de casa, pero escuché cómo me llamaban a mi espalda. Me puse rígida, no sabía quién era y no me había traído el espray anti-violadores que me había dado mi padre. Me giré lentamente para verle cruzado de brazos, con su cazadora negra y su rostro impasible, mirándome como si hubiera hecho algo malo. Y era cierto, había hecho algo muy malo esa noche, pero estaba segura de no haber sido la única que había cometido errores.

-¿Qué haces aquí?-inquirí en voz baja, me pudo oír perfectamente.

-Tenemos que hablar.

-¿A las tres de la mañana?-me acerqué a su posición, él asintió-. No, seguro que sea lo que sea puede esperar hasta mañana.

-Es importante, tengo algo que decirte.

-Despertaremos a mi padre…-me preocupé.

-Ven por aquí-me pidió.

Cogió mi mano y caminamos por el sendero que estaba al lado de mi casa hasta llegar a un sitio más o menos desierto de árboles, sólo habían plantas y algunas flores que proyectaban sombras con la luz de la Luna. Le miré sin saber qué quería a estas horas. Parecía estar teniendo un debate interior pero finalmente habló.

-No puedo seguir así.

-¿Así cómo?-interrogué.

-Pensando en ti a cada dos por tres-respondió, ahora me miró a los ojos y no fui capaz de decirle nada-, no puedo hacer nada sin que me recuerde a ti, no puedo dormir por las noches en mi cama sin recordar que allí te he hecho mía varias veces, no puedo entrar a la clase de biología porque recuerdo que allí nos sentamos juntos y te tengo cerca, no puedo montar en mi moto sin rememorar las veces que te he llevado en ella. Y no pudo estar con otra sin pensar que tú lo haces mejor, y que me haces sentir cosas que nunca antes había sentido cada vez que me besas o me tocas. Me siento estúpido, y no sé qué me pasa… Me repatea la idea de que te veas con otros chicos.

-Maldita sea…-dije por lo bajo.- Sabía que esto pasaría… Yo sí sé lo que te pasa… Es que te has enamorado de mí.

-¿Y eso es malo?

-No lo sé… Teniendo en cuenta que no quería que nadie se enamorase de mí nunca más, puede que sí, pero viendo que yo tampoco puedo hacer nada sin recortarte, que me he acostado con James esta noche y no he sentido ni la mitad de las cosas que tú me provocas, que me molesta desobremanera que te líes con otras y que estoy tan o más loca por ti de lo que tú puedes estarlo pormí… Entonces es bueno.

Él sonrió, dimos un paso hacia delante los dos, reduciendo la distancia que nos separaba.

-Me siento decepcionado de mí mismo…

-Oh, ¿lo dices por eso de que Edward Cullen nunca se enamora?

-Exacto.

-Nunca digas nunca, es un error muy común que cometemos los humanos.

-Yo tengo muchos, y me gustaría que me ayudases a cambiarlos.

-Mm…-ahora estábamos muy cerca, con los cuerpos casi pegados y nuestros rostros a centímetros. .- yo puedo ayudarte como una amiga, como una novia…

-Me gusta más la segunda alternativa-sonrió.

Yo le respondí con otra sonrisa. Edward pasó con rapidez sus brazos por mi espalda, yo lo abracé, nuestros labios se rozaron, nuestras lenguas entraron en contacto y nos fundimos en un beso esperado desde hacía mucho. El primero que nos dábamos siendo algo más que amigos con derecho a roce, siendo pareja. Y sería difícil, yo no era mujer de un solo hombre, pero lo haría por él, me corregiría para poder merecer ser su novia. Puede que mucha gente le vea como un tipo sin sentimientos, duro, el rebelde sin causa al que le resbala todo y nada le importa, pero al menso se que yo sí le importo. Nos separamos sonriendo y respirando entrecortadamente pro la intensidad del beso.

-Te quiero-soltamos a la vez. Y luego nos reímos.

-Tenía que decirlo-me habló-, llevo negándolo tanto tiempo…

-Yo también te quiero-susurré.

Luego el tiempo pasó de forma frenética. El lunes, cuando entramos juntos al instituto cogidos de la mano, múltiples y distintas miradas se posaron en nosotros, todos extrañados, nuestros amigos sonrientes y contentos de vernos contentos. Todo estuvo bien, trabajos, clases… Presenté a Edward a mi padre como mi novio, primero se extrañó, pues el hijo de Carlisle Cullen no tenía muy buena fama, pero dado que los últimos meses había estado más calmado accedió a darle una oportunidad y un voto de confianza, siempre bajo la amenaza de cortarle algo si me hacía daño. Luego él me presentó formalmente a mi familia, queríamos que todos supieran que estábamos juntos y que no hubiera ninguna duda de que él era mi novio y yo su novia.

A los Cullen les caí genial, ya me conocían pero no muy a fondo. Esme era un amor de mujer, Carlisle era un padre más que perfecto, Emmett una risa, y Alice compartía mi locura por la moda. En un tiempo pasé de llevarme sólo con mis amigos a llevarme con los de Edward también como si fueran conocidos de toda la vida, y descubrí que Tanya Denalí era una persona muy divertida, fiestera y sensata, normal que Edward la quisiera tanto. Jacob y yo nos llamábamos de vez en cuando para hablar de nuestras vidas y ponernos al día en la del otro. Él y Edward eran amigos y cuando le conté la noticia se asombró, pero a él le dijo que me cuidase mucho. Otro asunto era James. Él me llamaba al móvil, pero yo no le contestaba, no quería hablar con él de nada, que pensase que había desaparecido. Lo que había pasado aquella noche había sido un terrible error que no se iba a repetir.

Y así entre tantas cosas pasaron dos meses, dos fantásticos meses que nunca pensé vivir en Forks, al menos no esperaba que fueran tan alegres para mí. Una mañana, cuando iba al instituto, me olvidé de ponerme un poquito de maquillaje en el diminuto grano que me había salido en la barbilla. Fui al espejo y me lo estaba poniendo cuando mi vista captó algo que se reflejaba en el espejo. Me giré y lo miré de frente, no al revés. Me acerqué y lo examiné atentamente, mis ojos se abrieron de forma desmesurada, no podía ser… Esto tenía que estar mal. No podía pasarme esto ahora.

Edward

Al fin lo habíamos admitido y ahora estábamos juntos y felices. Todo marchaba sobre ruedas, y hoy hacía justo dos meses desde que salíamos. Yo la pasé a buscar por su casa, me bajé de la moto y toqué varias veces la puerta, pero nadie me abrió. Me extrañé e insistí, entonces esta se abrió lentamente, y tras ella se encontraba mi novia. Le di un beso en los labios, pero ella estaba seria.

Totalmente seria.

-¿Algo va mal?-Bella negó con la cabeza y sonrió.

-Nada, el desayuno, que no me ha sentado muy bien-se excusó.

Pero algo me olía mal en su voz. Nos subimos a mi moto y fuimos hacia el instituto de Forks. Sentí su cuerpo abrazarse al mío con delicadeza y al parar en un semáforo apreté mi mano contra las suyas. Quería que supiera que podía contar conmigo para lo que fuera, y que podía confiarme cualquier problema que tuviera.

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