Díselo a la Luna ✔️

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🏆 GANADORA DE THE WATTYS 2020 - MISTERIO Y SUSPENSO Si estás leyendo significa que todavía existo. No te asu... Més

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Díselo a la Luna
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El rincón de los Muffins viajeros #1
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El rincón de los Muffins viajeros #2
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El rincón de los Muffins viajeros #3
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El mensaje.

Entiendo que tomar ese receso y contarte sobre mis nuevos compañeros de piso puede que no viniera al caso. Tal vez debí omitir todo ello y contarte directamente qué ocurrió el lunes por la mañana cuando tu mensaje ocupó la pantalla de mi celular, despertando así una intriga casi adictiva por saber quién lo había enviado y qué querías decirme con todo esto.

¿Tendrá sentido? Es probable que, a futuro, tras leer esto, unas las piezas y formes el rompecabezas que también empezó a tentar cada pensamiento que tenía.

Empecé el lunes yendo a clases en compañía de mamá. Estábamos discutiendo la problemática que traería su nuevo trabajo y coordinar que el bus de Sandberg tuviese que pasar por nuestra calle. A diferencia de la semana anterior, mamá dejó el auto en el estacionamiento y no es la entrada de Sandberg.

Avanzamos hacia la puerta principal encontrando a las primas Morris esperando nuestra llegada. Apenas nos divisaron alzaron sus manos al cielo con una coordinación digna de un premio.

—¡Yionne! —exclamó Rowin, arrimándose a mi brazo— Tienes que contarnos tooooodo lo que pasó. —Y como si recién se percatara de la existencia de mamá, se dirigió a ella diciendo—: Enhorabuena, señora O'Haggan, sus futuros nietos serán hermosos.

A su lado, Sindy aprobó las palabras asintiendo.

—Unos genes interesantes, sin duda —comentó, colocando su mano en la barbilla.

Mamá y yo nos miramos a la vez, la confusión se formaba en nuestro entrecejo con una expresividad casi alucinante. Antes de que ella hablara, yo me adelanté.

—¿De qué hablan?

—De ti y Claus, por supuesto —contestó Rowin en un tono obvio y rodando los ojos—. Estuvieron juntos el sábado por la tarde, ¡hasta publicó una foto donde salías concentrada! Fue adorable su comentario... Espera, te lo enseñaré.

—Salí con él por un trabajo —aclaré, todavía sin aturdida por la efusividad que detonaba su mirada y la aprobación que las dos Morris mostraban en torno a la supuesta relación que Claus y yo teníamos.

—Eso lucía más como una cita.

Aldana se nos unió alcanzándonos justo en la entrada al enorme hall del colegio. A diferencia de las otras dos chicas, no demostraba entusiasmo alguno por la malinterpretación. Con el celular preparado en un mano, nos enseñó una foto publicada en Facebook donde aparecía yo algo desorientada. Recordé que hubo un momento donde Claus traía su celular en sus manos, y le pregunté qué rayos hacía con él, pero respondió que veía un mensaje de su padre.

Mentiroso.

¿Sabes qué es lo peor? El mensaje horrendo que acompañaba la descripción de la foto. Una frase melosa de algún libro de romance.

—No entiendo —soltó mamá casi en un grito tras mirar la foto, ofuscada—. ¿Estás saliendo con un chico y no me lo dijiste, Onne?

—Claro que no, mamá —repliqué—. Esto debe ser una broma. Claus no es mi tipo.

—Tal vez no lo sea ahora —advirtió Rowin, meneando sus cejas con una sonrisa ladina. Sí, era ese tipo de sonrisa que forman tus amistades cuando algo interesante ocurre con alguien "interesante"—. Claus es un buen partido. ¡Aprovecha!

—¿Qué quieres decir con que es un buen partido? Esa es una forma despectiva de llamar a alguien, Ro. —La objeción de Sindy dejó sin argumentos a Rowin y, aunque trató de responderle, prefirió dejar de lado las palabras y ocupar su boca en devorar una barra de chocolate.

El tema quedó en un «continuará». Probablemente mamá me exigiría explicaciones sobre Claus y la fotografía, también sobre lo que sucedió en la biblioteca, me plantearía la nefasta idea de invitarlo un día a casa para cenar. Demasiadas cosas entusiastas dignas de ella y horribles para mí.

¿Claus y yo? Nunca.

Nos despedimos de mamá, pues ella se dirigía a las oficinas de Sandberg para hablar lo del transporte. Yo debía separarme de las chicas e ir a la sala de Lenguaje para darme cabezazos contra la mesa y fomentar las miradas intrigantes que ya se repartían sobre mí, todo gracias los delirios de grandeza de Claus y su publicación.

Las chicas y yo acordamos vernos en el recreo, desligando nuestros caminos. Sin embargo, Aldana me detuvo antes de dirigirme a los casilleros.

—Tranquila, habla con Claus y dile que aclara el tema, o que elimine la publicación. Es un arrogante, pero puede llegar a ser muy comprensivo.

—No creo que lo último sirva de mucho —especulé—, seguro es amigo de medio colegio y ya todos lo vieron.

Claro lo era. Además de tener un estatus de popularidad implacable, que rozaba la reputación deseosa de ser parte de su núcleo de amigos por muy tarados que fueran, y caer en gracia incluso de los altos mandos de Sandberg —quienes no tenían idea en qué estaba involucrado— muchos le seguían los pasos por curiosidad y el chisme. Sus movimientos eran seguidos de un tumulto de curiosos que pasaban sus acciones de boca en boca.

Lo noté enseguida, pues muchos de los que se cruzaron en mi camino aquel lunes, me miraban rumoreando Dios sabrá qué.

—Entonces habla con él —Aldana alentó, acomodando el moño de mi corbata como lo haría mamá—. Puedo acompañarte si lo deseas.

Moduló una sonrisa que me tranquilizó, y es que Aldi siempre tenía ese temple tranquilo y lleno de confianza.

—Prefiero que me hables del chico que chocó contigo en la fiesta. —Quise meterme por un terreno peligroso de ser resuelto. Tal vez era demasiado pronto para saber hasta qué punto Brendon y Aldana habían avanzado en su encuentro la noche del viernes, pero la curiosidad me ganó—. Estaba muy interesando en sostener una conversación contigo.

—Lo haré solo si tú me dices qué ocurrió con su amigo. —La mirada insinuante se acopló a su expresión, dejándome con deseos de decirle más, mas sin poder hacerlo.

Antes de responderle un simple "no hay mucho que decir", un empujón causó que me desnivelara. Lo siguiente fue el sonido de algo cayéndose y el mar de lo siento que María repartió.

Tracy y Sylvana habían pasado arrasando con todo a su paso. María, en cambio, tiró de sus cosas. Haciendo una morisqueta y conteniendo mis deseos de increpar su acción, me agaché junto a Aldana para ayudarla.

—Gracias —nos dijo con la voz tan apagada que me remordió la consciencia por no decir más.

—No me gusta como tratan a Mont —dijo Aldana, viendo como la chica alcanzaba a sus supuestas amigas—. Siempre ha sido así.

—¿Por qué no le dicen algo?

Se encogió de hombros, volviendo a mí.

—Supongo que todos aguardamos que sea ella la que le ponga un pare a la situación, pero las cosas se han alargado tanto que no será así. Quizá ya se acostumbró a ser alguien de bajo perfil que no dice lo que siente.

—O, tal vez, solo necesita un empujoncito —remarqué y con mis manos hice el gesto de empujar a la nada—. Si ella sabe que cuenta con el apoyo de otras personas, generará la confianza necesaria para hacerle frente a Tracy.

El timbre sonó como una metáfora que simulaba el despertar de María y una nueva idea que iba amasándose en los pensamientos de Aldana. Sin embargo, a juego con la inquietud y el ajetreo de los estudiantes por ir a sus clases, tu mensaje hizo vibrar mi celular.

¿Qué te da la libertad de elegir sobre una vida?

Eso decía tu mensaje, y créeme si te digo que fue el más inquietante que había recibido hasta ese instante. Así que, gracias por amparar mi lado paranoico y mandarme a encerrar en el baño para discapacitados.

Es broma. Esa faceta asustada y traumática es propia de mí. Encerrarme en el último cubículo y hacerme un ovillo sobre el inodoro me ayudaba a relajarme. Por lo que puedes imaginar cómo estaba el momento en que recibí tu mensaje.

¿Qué?

Mis sudorosos dedos dejaron manchas sobre la pantalla del celular. Las limpié rápidamente esperando

Yionne, ¿no?

Tu respuesta fue pronta, cosa que agradecí.

Ese es mi nombre. ¿Y tú eres?

Soy alguien que tiene la misma habilidad que tú.

Antes de contestarte, necesitaba una prueba de que decías la verdad, que no formabas parte de un turbio juego. Creo que, a ese punto, el que te hayas declarado con mi habilidad, atrajo más mi atención que saber quién eras.

Si tienes mí misma habilidad, demuéstralo.

Jamás olvidaré tu respuesta:

Hoy, lunes 31 de agosto, tendrás un encuentro entre dos personas que se contradicen pero que luchan por un mismo objetivo.

Después de eso no respondiste más.

Tampoco supe qué decirte. Me tocaba aguardar que tus premoniciones fuesen acertadas.

Volví a clases. Tuve que golpear pues ya todos estaban dentro y el profesor Wahl no permitiría que entrase a la sala tan simple. Obvio, tenía mi as bajo la manga.

Tras golpear, el profesor salió enseñando su expresión austera. Estaba dispuesto a mandarme a la dirección por mi desliz.

—Señorita O'Haggan, está... —se miró el reloj bajo la manga de su traje— quince minutos atrasada.

—Perdón, no encontraba la sala.

—Si no encuentra la sala puede pedirle a algún prefecto o inspector que la guíe —advirtió—. O mejor, llegue al colegio más temprano para que no tenga este problema.

—Lo haré.

Aplicando mi gesto de arrepentimiento, Wahl me dejó entrar. Las miradas curiosas desempeñaron un papel curioso en mi llegada, siguiendo mis pasos hacia mi asiento, junto a Claus. Todos ya estaban instalados con su compañero de trabajo y, para colmar mi mala fortuna y fijación, la misma persona que provocó la atención sobre mí era mi pareja.

Yo estaba más aturdida por tu mensaje, por supuesto. Llegar a la sala y encontrar a Claus solo tuvo como consecuencia cobrarles sentido a tus palabras.

—¿Estás bien? —me preguntó él, haciendo un sutil acercamiento hacia mi mesa.

—Estoy bien —anuncié, pero luego recordé la foto y caí en cuenta que necesitaba ponerle un pare—. No, no estoy bien. ¿Qué pasa con la foto que publicaste con una cutre frase romántica?

Una risa profunda desbordó por sus labios.

—Me sentí inspirado.

—¿Inspirado? —repetí con un dejo desagradable—. Por favor, antes de que se hagan malinterpretaciones, bórrala.

—¿Tienes algún problema con lo que piensen los demás de ti?

—No, solo con lo que ellos piensen de nosotros —nos señalé, percatándome de que su cercanía continuaba adjudicando sospechas para los demás chicos. Me hice a un costado y me apegué a la pared—. Bórrala.

Se mantuvo con los labios abiertos unos segundos, como si quisiera replicar, pero acabó la cabeza y accedió.

—Está bien, cariño, dejaré mi lado poeta para alguien más. Pero, no eliminaré la foto de mi galería.

Omitiré contarte qué clase de pensamiento cruzó mi cabeza por ver su evidente sonrisa lasciva.

La misma tarde del lunes continué mi ayudantía en la biblioteca. Faltaba mucho para completar mi semana como castigo. Por lo que verme después de clases guardando libros y quejándome de que el polvo de los libros me daba alergia no era novedad.

Admito que el ambiente relajado es una de las cosas que me gustaba más, porque me daba tiempo de pensar y reflexionar sobre algunos sucesos. Esa tarde, mis pensamientos se ocuparon de tus mensajes.

Rust apareció a mi lado cual fantasma o espectro en película de terror. Por suerte solo me estremecí en mi lugar y no solté un grito asustado. Él estaba apoyado en el estante, de brazos cruzados y su gorra de beisbol al revés.

—¿Y mis hijos?

—Esperando que su desaparecido padre vaya a verlos —amonesté, siguiendo mi trayecto hacia el estante de Biología—. O le compre una alfombra nueva a su cuidadora —agregué en un tono sarcástico—. Descuida, ya sé por qué no pudiste ir a verlos.

Lo último despertó su atención. La misma mirada atrapante se aventuró sobre la mía.

—¿Qué hacía? —preguntó inclinando su cabeza cual cachorro.

—Supongo que practicabas boxeo o veías las películas asiáticas que tanto te gustan.

Antes de seguir dejando los libros en su lugar, me detuvo con la misma intensa reacción que caracterizaba su lado más turbio. Saber más de él trajo consigo el despertar de Siniester. El cambio en su mirada me lo dijo, pero fue su cercanía y la intención de aprisionarme para que contestara lo que lo confirmó.

—¿Cómo sabes lo de las películas?

—Intuición —respondí, arrastrándome por un costado.

Siniester me detuvo del brazo, entonces dijo:

—Mi intuición me está diciendo que mientes.

Sus palabras se hicieron vivas frente a mis ojos, diciéndome que ya no me dejaría ir sin responder con la verdad. Me agarró por los brazos, conteniéndome.

—¿Tienes algún problema con Yionne o tus padres no te enseñaron modales y ahora intimidas a chicas también?

¿Puedes adivinar quién era? Elige la alternativa.

1. La bibliotecaria.

2. Claus.

Si pensabas que la bibliotecaria, estas en lo incorrecto. Un comentario así podía salir nada más de él. Afilado y con ese toque de provocación que siempre le encantaba producir.

Siniester me soltó para ver con plenitud la figura de su némesis en el pasillo que ocultaban las dos enormes estanterías llenas de libros.

—¿Debería preguntar lo mismo? —inquirió, achicando sus ojos en contraste a una sonrisa torcida—. Puedo hacer que recobres la memoria y señalarte a cuántas chicas has llevado a la cama con tus trucos de magia.

¡Bang! Esa respuesta bastó para que Claus quedara sin más por responder. En su lugar, prefirió escudarse en mí.

—¿Intentas dejarme mal frente a ella? —me apuntó con su barbilla, sin dejar de mirarlo— ¿Es que no te basta con Eaton?

Gilbertson seguía en el juego. Siniester no pudo resistirse a la mención de su novia y se formó frente a Claus de manera intimidante, casi conteniendo las ganas de plantar sus nudillos en su cara. Tratando de calmar las aguas, me posicioné entre ambos para separarlos.

—Que de tu asquerosa boca no salga su apellido jamás.

—Entonces Shanelle queda mejor —siguió provocando Claus.

—No me provoques...

Contuve a Siniester para que no arremetiera golpe alguno contra Claus, pues eso era exactamente lo que él quería: una excusa para hacer algo en su contra. Lo abracé con fuerza impidiendo que moviera sus brazos en dirección al idiota de turno que alegremente apodaba como Santa.

Eso marcó una pausa eterna y un silencio que se subyugó con la aparición de la bibliotecaria.

—Eh, ¿qué está pasando ahí? —nos preguntó.

Nos separamos. Claus se despidió de Siniester con una seña y me guiñó un ojo. Pasó junto a la bibliotecaria y la saludó con un ademán.

—Está todo bien —aclaré yo, aunque poca credibilidad tenían mis palabras.

La tensión se palpaba.

Siniester se marchó después, tras romper el abrazó que le di.

Todo ese suceso hizo cobrar vida a tu premonición. Entonces te hablé para preguntarte quién eras.

¿Recuerdas lo que respondiste? Ajá, fue un impactante:

Yo soy tú.



CHAN, CHAN, CHAAAAAAAN

Holaaas :D hace mucho no dejaba notas de autor :c Pero era para decirles que ¡ya tengo a las personas que pueden crearse a los personajes de DALL en Instagram! Ellas serían los oficiales y rikolinos personajes que podrían interactuar con los otros 7u7 a menos que los desprecien y les hagan "fushi" :v ajaksja el vulin

Los personajes serán anunciados en el directo que haré el viernes a las 3 de la tarde HORA CHILE. También les informaré de cierta cosa que vengo planeando hace tiempo 7u7 Estén atentos :3

Muchísimas gracias por el apoyo con la historia y quedarse a pesar de que muchos todavía no entienden las cosas. Ahora con el final del capítulo deben estar muy perdidos otra vez xD imzory!

Por cierto: Chicos, si quieres una dedicatoria, comenten harto harto. No estoy dedicando por pedido, porque muchos me lo piden. Lo siento, pero no lo considero justo. Prefiero dedicarle a las personas que interactuan harto con la historia y por sorpresa, es más lindi.

Los jamoneo, aunque hagan bardo por todo xD


Continua llegint

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