D i e c i s é i s

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 —Chicos, está despertando

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 —Chicos, está despertando...

Al abrir mis ojos me encontré con el rostro difuso de Matt que se inclinaba encima de la cama y ocultaba toda la visualización de techo verde en el fondo. La cabeza ya no dolía y mi cuerpo era ligero. Estaba recostada en un sofá color marrón, que tenía un ligero olor a cerveza y cigarros. Una frazada me cubría.

—¿Dónde estoy?

Matt no respondió, en su lugar, me continuó examinando con un interés abrumador.

Los sonidos de los pasos contra el cerámico hicieron eco en la sala. Me recliné sobre el sofá y Matt se hizo a un lado como si fuera un insecto hasta que Rust y los demás llegaron. No lucían como esperaba, los cuatro tenían marcas de pelea; rasguños, moretones.

Mi indignación pasó la frontera de las presentaciones y el cómo debía actuar.

—Te lo advertí... ¡Te dije que te fueras y no me hiciste caso! Ah, eres un puto imbécil.

Rust soltó una risa, incrédulo, y miró a sus amigos como preguntando: «¿pueden creer lo que me está reclamando?».

—Decir groserías no te hará más ruda —citó mis propias palabras. Otro motivo para querer explotar y darle un puñetazo en su sonriente cara.

Me desligué de toda tensión reprimiendo aquel pensamiento y solté un bufido.

Demonios, sus cambios de humor y trato debían ser contagiosos, porque a pesar de hacerme perder los estribos con su testarudez, la alegría que sentía de verlo me reconfortaba.

—Saquémosla de aquí ahora que despertó —intervino Matt, adoptando un semblante defensivo.

—Hombre...

—No, Parf. —Paró a Brendon antes de que dijera más. Las palabras eran tan cargadas que se transformaron en un eco que descompuso a todos, incluyéndome. Más cuando su dedo me señaló acusadoramente—. Tú puedes confiar en ella, pero yo no. ¿Cómo sabía lo de la trampa? ¿Por qué nos advirtió antes?

—La encontramos huyendo —intervino Fabriccio, que tenía una perspectiva más alejada de la escena y se apoyaba en la pared.

—Y la trajeron aquí —farfulló Matt.

El silencio de ultratumba definió la postura de todos los demás, y al ver que ninguno de sus amigos pretendía apoyarlo, nos deseó la muerte a todos y se marchó. Los chicos fueron tras él, dejándome a solas con Shanelle.

Eaton lucía tan incómoda como yo. Se frotaba las manos con nerviosismo y algo de temor. Estaba pálida, tanto como su cabello que caía desordenado sobre sus hombros. Su rostro se veía mejor que el resto, pero dos líneas largas acumuladas de sangre hacían la diferencia en su pómulo derecho. Su mirada decaída casi no tenía brillo y, haciendo el esfuerzo de hablarme, noté que su barbilla tembló.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora