C i n c u e n t a y n u e v e

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Antes de empezar con el capítulo necesito decirles que AMO DEMASIADO sus comentarios, sobre todo en esta historia. Sus teorías, forma de pensar, la posición en que se ponen, etc. Waaaa, se me hacen geniales, porque siento que están muy comprometidos y metidos en la historia. De principio a fin amé sus comentarios y teorías. La historia no es muy simple, tiene varios enredos y detalles que algunos no notan, pero es lindo ver que se responden entre ustedes para sacarse de dudas :') No me cansaré de decirles que son lo mejorsh. 

Ahora sí, les dejo leer 🌛



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Era viernes 8 de enero. Había llegado el momento de volver a Los Ángeles.

Todavía puedo oler la nada, el frío del invierno entrando por mis fosas nasales, la piel de mi cara tensa y mis ojos cerrados. Estaba en el patio, dándole la espalda a la casa del abuelo. En el interior había demasiado ruido como para estar allí durante más tiempo, mis tíos y primos volverían a sus propias casas. Yo sentía que me ahogaba. No quería respirar ese aire, lo sentía tóxico, y no quería contaminarme. Lo que quería era congelar mis pulmones con aire limpio.

—¿Y si entras?

La abuela Saya fue la primera en hablarme.

—No quiero —respondí sin voltearme ni cambiar mi estado. Permanecí con los ojos cerrados para lograr percibir más.

—Vas a congelarte allí.

—Entonces me descongelan en unos años más.

Quizás fui demasiado grosera al responder. No quería, claro, pero mi humor era adverso desde que me había enterado de que compartía lazos sanguíneos con Rust. Ante cualquier comentario, mi respuesta consistía en rechazo o monosílabos ejecutados con voz áspera. También me alteraba, mi paciencia se agotaba con facilidad y había comenzado a golpear las cosas al perderla completamente. Mi familia entendía los motivos de mis reacciones, no me decían demasiado; supongo que pensaban que esto pasaría pronto y todo acabaría con alguna reconciliación, pero entonces llegó el día en que teníamos que volver a casa y yo me negué.

Con su paciencia y amabilidad característica, la abuela se colocó junto a mí. Con un leve movimiento, me dio un empujoncito para que reaccionara. Abrí mis ojos y la encontré examinándome.

—Tus maletas ya están listas.

—No voy a volver, abu —afirmé, regresando a mi primera postura.

La escuché suspirar.

—¿Y qué piensas hacer?

—Pues quedarme con ustedes. O con tía Jollie... No sé. Pero no voy a volver —insistí con entereza—. De ninguna manera pienso estar en una casa sola con mamá, ni siquiera puedo sentarme en la misma mesa que ella.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora