T r e s

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Las primeras veces nunca se olvidan; sean buenas o malas. Extrañamente si son malas las recordamos con mayor detalle, y créeme, jamás podré olvidar la primera vez que vi morir a una persona.

Mi encuentro con la muerte se retorna más allá de la muerte de papá. No fue con una persona, pero sí con un animal. Uno de los niños con los que jugaba había encontrado a un pajarito caído de su nido, ni siquiera tenía plumas o había abierto sus ojos. La única forma que teníamos para saber que vivía, era ver su pecho inflarse al respirar. Tan pequeño e indefenso... El hermano mayor del niño que halló al pajarito coleccionaba arañas de todo tipo. Horribles arañas. A la mayoría de los niños les emocionó saber cómo moriría el indefenso pájaro en los dientes de una de las arañas.

Yo no pude hacer nada para salvarlo.

Este hecho marcó parte de mi vida, el rechazo de pertenecer a la crueldad del mundo que las personas formamos y que se forma dentro de nosotros mientras crecemos; porque si al ir creciendo también vamos discerniendo lo bueno de lo malo, yo no quería inclinarme por lo malo. Si tenía la oportunidad, quería salvarlos a todos.

Luego de formar este pensamiento heroico, la muerte se burló de mí llevándose a papá en un accidente de tránsito cuando regresábamos de un paseo. Bastó un parpadeo para que todo cambiara. Fue la primera vez que vi morir a una persona. Después de eso, jamás me acostumbre a la muerte de alguien. Ni siquiera la de personas que no conozco. Por eso, ver a María en el suelo después de haber intercambiado un par de palabras, no podía asimilarlo. Mucho menos los estudiantes aglomerados a su alrededor. Los gritos desesperados y llantos instantáneos atrajeron a más estudiantes. Ninguno digería lo que presenciaban sus ojos. Los profesores llegaron a la escena para controlar lo incontrolable. Minutos pasaban y estudiantes se unían para observar pálidos lo que ya todos murmuraban. Tracy se dejó caer al llanto cuando la muchedumbre le hizo un espacio para ver a su supuesta amiga. Era razonable que lo hicieran, todos veían a Tracy acompañada de María y Sylvanna.

Cuando Rust —que había permanecido a mi lado— vio que Tracy lloraba desconsoladamente, arrancó a su encuentro y rodeo en un abrazo para consolarla. Ella le regresó el abrazo entre sollozos que pusieron de peor ánimo a todos, incluyéndome. En cuestión de minutos, ambos desaparecieron de la escena.

Tuvieron que llamar a las autoridades del colegio y algunos guardias para despejar la zona de ojos curiosos. Anunciaron que las clases se suspenderían por el resto de la semana y ya estaban llamando a nuestros padres para regresar a casa y explicar formalmente la situación. Sandberg lució más sombría que de costumbre.

Al menos así lo percibí yo.

Con las clases suspendidas, los autos de lujo llegaron en busca de los estudiantes. Mi impotencia subió como cohete al cielo al escuchar los rumores y motivos por los que María había saltado. Todos y cada uno más morboso e inescrupuloso. Me pareció una falta de respeto, pero no dije nada... aunque ganas no me faltaron.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora