The New Heartbreaker | DISPON...

Bởi isnotcandy

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PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA HEARTBREAKERS. YA DISPONIBLE EN LIBRERÍAS. (La version disponible en Wattpad es... Xem Thêm

THE NEW HEARTBREAKER EN LIBRERÍAS!
Prefacio.
Prólogo.
1. Adiós y hola.
2. ¿Te tocó?
3. Tus panqueques están envenenados.
4. ¡Sin gorrito no hay fiesta!
5. Lo que realmente quiere Stefan Fleming.
6. Seth tiene novia.
7. ¿Qué te parecería...?
8. Así que... ¿sabes cómo seducir a un hombre?
9. Espero que la sorpresa sean strippers.
10. Hablando de ansiedad.
11. La pirámide social.
12. Te quiero.
13. El plan de los chicos.
14. El dilema de Tyler y Stefan.
15. El pasado vuelve de golpe.
16. ¿Quién es Liam?
17. Al fondo de la biblioteca.
18. Este año va a ser divertido.
19. Adicciones.
20. La mejor cura para olvidar.
21. El final de algo nuevo.
22. La señora Van Lexer.
23. La dura convivencia en lo desconocido.
24. Entre cielos y estrellas.
25. Ganas de besos.
26. Parejas poco eficientes.
27. Promesas que no van a cumplirse.
28. Adiós, tía Stell.
29. Mi mala influencia.
31. No hay lugar como tu hogar.
32. Mejores amigos.
33. ¿Tan ridículos seremos?
34. La policía siempre es un lindo detalle.
35. Será perfecto.
36. Feliz navidad, Quinn
37. Entre infieles se entienden
38. Zack Gallagher
39. Rompecorazones
40. El océano y besos
41. Alison
42. Efectos colaterales
43. Todos merecen ser felices
44. Ley de hermanos
45. ¿En quién confiar?
46. La confianza es esencial.
47. La tranquilidad dura un instante.
48. Max sabe lo que hace.
49. El secreto entre Liam y Tyler.
50. Insoportable
51. Problemas a solucionar.
52. Los planes de Quinn.
53. No quieres saberlo.
54. Si no es ahora, ¿cuando?
55. Cayendo por ti.
56. Así fue como termino todo.
57. Que la vida nunca nos vuelva a cruzar.
Epílogo.
The Same Heartbreaker (2)
Agradecimientos.
LA CONQUISTA.

30. Winter Dunne.

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Bởi isnotcandy


30 | Winter Dunne

Un sonido molesto se filtra por mis oídos. Me cuesta identificarlo hasta que lentamente abro mis ojos. Es una alarma. Una jodida alarma y no es mía. ¿Pero cómo puedo olvidar al chico que aferra mi cuerpo al suyo como si quisiera que seamos la misma persona? No recuerdo haber dormido tan cerca de él.

—Liam —me quejo en un murmuro al ver cuán lejos estaba su celular y su alarma. Tengo que moverme demasiado—. Apaga esa alarma ya mismo.

—¿Mhm? —balbucea y me aferra aún más a su cuerpo.

—¡Que apagues la alarma! —repito, ya completamente despierta.

—No tengo alarma —responde sin molestarse en abrir sus ojos—. ¡Mierda! —exclama de repente, su boca tan cerca de mi oído que me aturde. Gruño.

Liam se levanta de la cama de un salto, como si se estuviera prendiendo fuego. Toma su celular de la mesita de luz y se lo lleva a la oreja. Así que es una llamada después de todo. Sea quien sea, o es una emergencia o una persona demasiado insistente. Sabiendo que no podré volver a dormirme, me siento sobre la cama y acomodo mi pijama porque mi remera se subió un poco. Mis shorts están algo cruzados. Es lo que siempre pasa mientras duermo al ser tan inquieta, y más después de una pesadilla. Me pregunto si Liam lo habrá notado. Suspiro, reprimiendo los recuerdos de anoche, porque si me pongo a pensar en lo que pasó, probablemente tenga que buscar un pozo donde esconderme por la vergüenza que siento después de que me haya visto así.

Me levanto y camino hasta la esquina de la habitación donde está Liam, mirando a la playa a través del ventanal. Ahora que está distraído, no puedo evitar poner mis ojos en la parte de su cuerpo descubierta. Anoche estaba demasiado oscuro para poder ver algo. Y no es como si hubiera estado concentrada en ver su cuerpo. Está en el equipo de fútbol, por lo que no me sorprende el ancho de sus hombros y su cuerpo musculoso que siempre esconde debajo de camisetas holgadas. Paseo mi mirada por sus abdominales hasta detenerme en el tatuaje de una rosa, justo detrás de los bíceps de su brazo izquierdo. Me acerco con cuidado y lo delineo con las yemas de mis dedos. Liam se sobresalta al ni siquiera haber notado que me acerqué. Intenta ocultarlo rápidamente.

—Eh, no —responde Liam en un tono molesto. Por un momento pienso que me lo dice a mí, hasta que continúa hablando—. No puedes venir ahora.

En este silencio, no es difícil oír a la otra persona.

—¡Pfff! —resopla la chica con la que habla—. ¿Por qué?

—Porque no puedes venir cada vez que quieras. Además, sabes mis horarios. Tengo clases en una hora.

La chica dice algo que no logro entender y Liam corta la llamada a mitad de una oración. Suspira cansado y lanza su teléfono a la cama cuando voltea a mi dirección.

—¿Quién era? —interrogo dejando mi usual curiosidad a flote.

—Nadie importante —contesta. Estoy por seguir presionando cuando da un paso hacia mí y pone sus manos en mi cintura. Intento aparentar que es algo normal, pero no creo acostumbrarme nunca a la forma en la que se sienten sus manos sobre mi cuerpo.

Está claro que, con el beso de ayer, dimos un paso y cruzamos una línea invisible sobre la que veníamos bailando desde el día en el campo de fútbol cuando la lluvia nos sorprendió. La pregunta es ¿qué es exactamente esa línea? ¿Qué significa todo esto?

Desvía su mirada de mis ojos a mis labios. Pienso que va a suceder algo, pero esos pensamientos se van rápidamente con su siguiente pregunta: —¿Qué pasó anoche, Quinn? Sé que se refiere a la pesadilla, a los gritos y a que lloré en sus brazos hasta que el sueño me venció. No recuerdo el momento en el que finalmente me dormí, solo que Liam tuvo demasiada paciencia.

Una parte de mí esperaba que hiciéramos como si no hubiera pasado.

—Un mal sueño, nada más —murmuro intentando quitarle importancia al asunto.

—Parecía algo más, Quinn. Estabas temblando y lloraste toda la noche. Incluso cuando conseguiste dormirte, seguían cayendo lágrimas. Estabas recordando algo, ¿verdad? —me pregunta, sus ojos destellando una compasión que no sabía que tenía. Es diferente a la mirada calculadora de siempre que quiere adivinar todos tus pasos.

Asiento.

—¿Te pasó algo? ¿Alguien te hizo algo? —frunce el ceño ligeramente—. ¿Tu exnovio?

Respiro hondo. ¿Soy tan transparente?

—Claro que me hizo algo, Liam —respondo aparentando naturalidad—. Zack... Hizo cosas que prefiero no recordar. No quiero hablar de él ni de lo que pasó —declaro y corro la mirada. Intento tomar un paso hacia atrás para que me suelte.

—¿Te lastimó físicamente? —aclara sin soltarme, sino sosteniéndome con más fuerza.

—No, nunca —contesto y vuelvo a mirarlo a esos ojos que quieren saber a toda costa si estoy diciendo la verdad. Esos ojos que ahora se preocupan por mí, y mentiría si digo que no me desconcierta.

No me muevo de mi lugar, queriendo que él corra la mirada primero. Después de lo que parece una eternidad, lo hace.

—¿Vamos a desayunar? —inquiere en un tono resignado.

Asiento. Me cruzo de brazos, sintiendo la necesidad de abrazarme y me alejo de Liam. Salgo de la habitación, recorro el pasillo y bajo las escaleras sin mirar atrás. Me interno en la cocina. Si algún día llego a mudarme sola, este es el tipo de cocina que amaría tener. A los pocos segundos, llega Liam.

—¿Sabes hacer panqueques? —me pregunta.

—No me gustan —respondo inmediatamente.

Liam abre sus ojos con sorpresa y voltea a verme. Tose dos veces como si le costara digerir la noticia y me habla:

—¿Cómo no te pueden gustar los panqueques? —interroga ofendido. Me han hecho esa pregunta tantas veces que perdí la cuenta.

—No me gustan —declaro alzándome de hombros.

—No, no —niega su cabeza como si acabara de decirle la mayor atrocidad del universo entero—. No puedo estar en la misma habitación que una persona a la que no le gustan los panqueques.

—Adiós, entonces —me giro sobre mis talones y me guío a mí misma fuera de la cocina.

—¡No puedes tomarte todo tan literal! —exclama y oigo sus pasos seguirme.

No le presto atención. De un salto, me acuesto en el sofá de la sala de estar como si estuviera en mi propia casa. Espero a que Liam se acerque, y lo hace. Se para cerca del borde del sillón y me observa de brazos cruzados. Intento con todas mis fuerzas ignorar el hecho de que en esa posición sus músculos se contraen y lucen demasiado bien como para ser real.

—Deja de mirarme, imbécil —espeto al notar su no tan sutil recorrido por mis piernas.

—Amas que te miren, Meyer.

Alzo mis cejas ofendida y estoy por responder cuando alguien nos interrumpe.

—¡Liam Hamilton! —exclama una voz desde el ascensor. Rápidamente me incorporo y me fijo que todo esté en su lugar, hablando de mi ropa.

Tacones aguja resuenan en la madera costosa del suelo. Una chica alta, esbelta y de cabello rubio y largo se cruza de brazos. Mira a Liam como si estuviera a punto de matarlo. Liam parpadea con sorpresa. Acto seguido, aprieta su mandíbula y le sonríe a la desconocida como si lo estuvieran obligando a hacerlo.

—Querida Winter —el sarcasmo se escapa de cada palabra—. ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Rubia?

Winter Dunne. ¿Por qué no la reconocí antes? Es la supuesta prometida de Liam, o exnovia. Lo que sea. Su cabello no es más castaño, sino rubio. Por eso me costó unir los puntos.

—¿Y tú quién demonios eres? —Su mirada cae en mí por primera vez desde que llegó—. La niña de la otra noche, claro.

Toma unos amenazadores pasos hacia mi dirección. Liam no permite que se acerque más de la cuenta cuando se cruza en su camino.

—¿Qué demonios haces aquí? —le pregunta cortante y perdiendo la poca paciencia que tiene—. Te dije que no vinieras.

—¿Por qué? —Se cruza de brazos.

Es claro a simple vista que Winter Dunne es mayor que yo. No tan solo por su rostro, pero por la forma en la que se mueve y viste. Ahora tiene puesto un vestido blanco ajustado a su cuerpo que le quitaría el aliento a cualquier tipo, sus piernas lucen más largas de lo que realmente son con esos tacones color rojos ardientes. Su pelo rubio —tirando a blanco— es largo y cae sobre su espalda perfectamente alisado. Lleva puesta una chaqueta de color negro y un bolso marca Chanel rojo que mataría por tener. Trato de no ser obvia cuando bajo la vista a mi pijama viejo y las puntas de mi cabello desordenadas porque acabo de levantarme. La comparación es cómica.

—¿Por qué estás con esta zorra? —suelta en un tono despectivo y me señala con su cabeza. Estoy por pararme y dejarle unas cuantas cosas claras en la cara cuando Liam me gana, hablándole primero.

—Fuera de mi casa, Winter —ordena. Su mirada es tan severa y aterradora que me obligo a quedarme detrás de él como una idiota. Winter maldice en lo bajo.

—Hablaremos más tarde. Tenemos muchísimas cosas pendientes, Liam.

No deja que le digan una palabra más. Voltea con elegancia y se va por donde vino. Las puertas del elevador se cierran y lo primero que hago es atormentar a Liam a preguntas.

—¿No dijiste que no era tu prometida ni tu novia? ¿Por qué entra así como así a tu casa y por qué es tan... así? —sacudo mi cabeza ligeramente.

—¿Solo puede describir las cosas con «así»? —Eleva una ceja.

—¡Estás evitando la pregunta!

Comienza a caminar escaleras arriba. Lo sigo porque no tengo mis respuestas aún.

—Liam... —presiono.

—Mira qué hora es, ¡vamos a llegar tarde! —exclama jugando al desentendido. Pongo mis ojos en blanco. Entra en su habitación y lo sigo.

—No me iré a ningún lado hasta que me cont... ¿Pero qué demonios? ¡Ponte los pantalones! —elevo mi voz al ver cómo se ha despojado de sus pantalones de pijama, quedando en unos calzones Calvin Klein negros.

—Estoy en mi habitación y debo cambiarme.

Inconscientemente, mis ojos se desvían a su trasero.

—Ojos arriba, Gatita —me recuerda aún de espaldas.

—¡No estaba mirándote!

—Ajá.

Entra a su vestidor y como aún no obtuve mis respuestas, entro con él.

—¿Por qué entró como si fuera su casa? ¿No es que no son nada? —pregunto observando toda la ropa que tiene Liam.

—No somos nada. Y me olvidé de sacarla de la lista de personas que pueden entrar por el ascensor. Tiene la clave —resume.

—¿Vas a decirme por qué tu padre quiere que estés con ella?

—Winter es hija de una importante mujer en la empresa hotelera como mi padre y que yo me case con ella sería como... El inicio de un monopolio. Totalmente anticuado y ridículo si me preguntas, pero la familia de Winter piensa así. Su familia no está pasando por un buen momento, pero tienen más propiedades y que mi padre se una haría una buena alianza y no sé qué más. En realidad, sí sé, pero no tengo ganas de explicar.

Termina de abotonarse los botones de la camisa blanca haciendo que sus tatuajes apenas se noten y se pone el pantalón.

—¿Pero casarte? —repito.

—Como dije, su familia es anticuada. Más que nada sus abuelos. Piensan que no hay otra forma de asegurar que todo salga bien a menos que estemos unidos más allá de los negocios. Así que, para calmar tus miedos, no voy a casarme con ella.

Bufo.

—No es miedo, es indignación. Tienes dieciocho años. No tendrían que ponerte ese peso encima.

Aunque quizás también sea un poco de miedo.

—La gente cree que estamos juntos y vamos a casarnos. Winter tiene veinte. Están esperando a que me gradúe para poner todo en marcha. Es otra de las razones por las que no tengo novia —habla mientras se hace el nudo de su corbata. Sube la cabeza para encontrar mi mirada a través del espejo que está usando—. Técnicamente, ya tengo una.

Mi rostro se retuerce del horror.

—¡Están todos enfermos! —exclamo y giro sobre mis talones para irme del vestidor mientras oigo las risas de Liam a mis espaldas.

***

—Desayuno de Starbucks, nada mal, ¿verdad? —habla Liam mientras conduce.

—Podríamos haber desayunado mejor —respondo tras darle un sorbo a mi café—. Si tan solo no hubieras hecho un berrinche sobre los panqueques.

—¿Berrinche? ¿Yo? —se toca el pecho ofendido—. Tú eres a quien no le gustan los panqueques.

—¡Gustos son gustos, Hamilton! Debes aprender a respetarlos —espeto sosteniendo con una mano mis muffins y con la otra un café.

—Respeto todos los gustos, excepto el de las personas que no les gustan los panqueques.

Ruedo mis ojos y no le respondo. Sé que solo busca molestarme. Llegamos al trasero de Miami: Everdeen. Literalmente, no hay nada por kilómetros alrededor, es totalmente frustrante. Llegamos a la «hora pico», ni temprano ni tarde, pero lo suficiente como para que el estacionamiento esté abarrotado de autos.

—Vamos a demorar años en entrar —mascullo al ver todos los autos estacionando.

—Quinn, estás conmigo —me recuerda Liam con una sonrisa arrogante. ¿Cómo olvidarlo? Apenas el auto de Liam se acerca, me doy cuenta de que extrañamente tenemos el camino libre.

—Esto es ridículo. ¿Quién creen que eres? —pregunto con el ceño fruncido.

—Puedes preguntarles —contesta Liam alzándose de hombros. En cuestión de segundos, estacionamos en el mejor lugar de todos, que es el lugar usual de Liam. Apaga el motor y suspira. Deja su cabeza caer en el respaldo.

—¿Qué sucede? —pregunto al notar que no está bajando del auto.

—Nada —contesta rápidamente. Recupera su compostura y abre la puerta del auto, dejándome sola. Este chico se lleva todos los puntos al más rarito del pueblo.

Me bajo del auto, intentando mantener el equilibrio con mi bolso y mi desayuno.

—Estaba yendo a abrirte la puerta —reclama Liam apareciendo a mi lado.

—Qué caballeroso, me halagas —le digo en un exagerado tono dulce.

—Cada vez vienen más sarcásticas, ¿no es así? —bufa y bebe de su café. Volteo y en el movimiento, mi bolso cae al suelo. Maldigo. Liam se ríe, pero aun así baja a levantarlo. En vez de entregármelo, se cuelga la larga tira en su hombro—. Hasta la más testaruda necesita un caballero de vez en cuando.

—¿Gracias? —murmuro. Sacudo mi cabeza confundida y comienzo a caminar. Liam me sigue.

La cantidad de miradas puestas en nosotros es enorme y me intimidan, no mentiré. Absolutamente todo Everdeen nos está mirando a medida que subimos las escaleras para entrar. No bajo la mirada, no me muestro nerviosa. Tal vez Liam me esté enseñando una que otra cosa después de todo. Actúo como si fuese un día normal, como si no me acabara de bajar del auto de Liam Hamilton, como si él no estuviera cargando mi bolso.

Otro típico día en Everdeen.

Recorro apenas unos metros de la entrada y ya tengo a Aggie caminando rápidamente hacia mi dirección. Sus piernas largas se mueven velozmente hacia donde estoy. La rubia lleva el cabello atado en un moño desordenado, pero al mismo tiempo perfecto, su uniforme en orden y su bolso Prada en mano.

—Alguien que me explique qué está sucediendo aquí —pide Aggie al vernos llegar juntos. Su mirada luce severa, pero deja ver un ápice de diversión y complicidad.

—No hay mucha explicación —respondo mirándola. Me alzo de hombros—, lo que ves es lo que hay.

—¿Se están acostando? —pregunta con la boca entreabierta al mirar a Liam—. Te dije que mantuvieras tus calzones puestos, Hamilton.

Una risa se escapa de mis labios.

—En sus sueños —contesto batiendo mis pestañas—. Te explico en el camino, tengo que llegar a Historia a tiempo o la señora Podds va a matarme.

Aggie asiente y yo le quito de los hombros a Liam mi bolso.

—Gracias —le digo, encontrando sus ojos. Entiende que no es solo gracias por el bolso o el desayuno, sino por todo lo que hizo ayer.

—Adiós —se despide inexpresivamente y se aleja de nosotras. No esperaba más.

Aggie enrolla su brazo con el mío y juntas continuamos hacia el salón de Historia. Noto cómo todos se mueven disimuladamente para no meterse en nuestro camino.

—Ahora sí, por favor, me explicas qué haces con él... No digo que esté mal, Liam es la persona más atractiva que conozco después de Nick, claro. Pero... Conoces su fama.

—La conozco —contesto cansada de que me lo repitan siempre—. No estoy acostándome con él ni nada de eso. Simplemente me estoy quedando con él.

—¿Por qué? —pregunta Aggie—. ¿No estabas con los Van Lexer?

—Sí, hasta que me peleé con Stella.

Le explico rápidamente lo que pasó y le cuento que Liam me encontró antes de que me desmaye.

—Tarde o temprano iba a pasar; esa mujer está loca desde que su esposo se murió. ¿Estás bien? Entiendo que tu vida es complicada ahora, sabes que si necesitas algo puedes contar conmigo.

Asiento.

—Gracias, Aggie, de verdad.

La campana suena y rápidamente me despido de ella. No quiero volver a llegar tarde a la clase de la señora Podds. Está por cerrar la puerta cuando me escabullo por delante de ella. Entrecierra sus ojos en mi dirección como si en su cabeza estuviera debatiendo las diferentes placenteras formas de matarme.

Le dedico una sonrisa de complicidad y me dirijo a un asiento vacío en el medio del salón.

A mi lado, Emily Murph se encuentra escribiendo algo en su celular. Me siento en silencio. Dejo mis cosas en la mesa y pronto comienzo a notar cómo todos me miran sin disimulo y hablan entre ellos. Trago saliva y me encojo en mi asiento. ¿Así se ponen todos? ¡Solo vine en el auto con Liam! Hasta donde ellos saben. ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué asumen cosas? Recupero mi compostura y dejo que las miradas continúen pero que no me afecten. Echo mi cabello hacia atrás y espero a que la señora Podds comience la clase. Por lo menos tengo mi desayuno.

—Quinn —me llama Emily a mi derecha. ¿Ahora quiere hablarme? Me giro con poco interés y hago un ademán con mi cabeza para que hable—, te recomiendo que te alejes de Liam.

—¿Y eso por qué? —elevo mis cejas.

—Es malo para ti. Además, está saliendo conmigo. Es mío —aclara Emily Murph con seguridad.

No puedo aguantarme y las carcajadas salen de mi boca descontroladamente. «Es mío», Dios mío, qué gracioso. Si supiera lo que yo sé.

—¡Meyer! —brama la señora Podds desde el frente. Dejo que mis risas se apacigüen de a poco. No le respondo nada a Emily, dejo que siga pensando que Liam es de ella. A veces hay que sentarse y esperar.

***

La campana suena y mi clase de Literatura se termina y da comienzo al almuerzo. Como no tengo ningún amigo en esta clase, recojo mis cosas y me voy sin esperar a nadie. Los pasillos están llenos de gente como de costumbre, pero si algo puedo resaltar de Everdeen es que sus corredores son muy anchos. Es complicado que te choques con alguien.

—¡Quinnieeee! —la conocida voz de Riley hace que me frene. La morena viene cargando unos libros de Matemática para cuando llega a mi lado—. ¿Qué tal?

—Todo bien, ¿tú? —pregunto.

—Meh, bien —se alza de hombros—. Aggie me contó que estás quedándote en lo de Liam.

—Eh, sí —respondo algo incómoda a su reacción—. Es temporario, espero que no te moleste.

—¿Por qué iba a molestarme? —ríe.

—Porque él y tú... —dejo la oración en el aire sin la decisión necesaria para decir «es que estaban en una ducha juntos hace tan solo semanas». Riley demora en captar hacia dónde va mi suspenso.

—¿Por eso? —ríe y hace un gesto con su mano para quitarle importancia—. No te preocupes. No siento absolutamente nada por Liam que no sea amistad y sé con seguridad que él tampoco.

—Pero ustedes...

—Sí, lo hacemos de vez en cuando —se alza de hombros restándole relevancia—. ¿Por qué no?

Asiento. ¿Por qué no? Ella misma lo dijo. Nuestra conversación toma otro rumbo a medida que entramos en la cafetería infestada de estudiantes.

—Odio las filas —mascullo.

—No tienes por qué hacerlas —sonríe cómplice. Camina hacia donde están las bandejas y saca dos.

Una vez que las dos tenemos bandejas en la mano, Riley se mueve hacia el principio de la fila, donde hay un chico que no conozco. Le dedica una sonrisa y el chico da unos pasos hacia atrás para dejarnos el lugar. Por más que me ahorre unos minutos de fila, sigo sintiéndome algo culpable. Después de elegir y pagar, nos dirigimos a nuestra mesa. Hoy me decidí por una ensalada ya que honestamente no tengo mucha hambre después de ese café y el muffin que comí. El resto ya está en la mesa. Nick juega con el cabello de Aggie y ella se ríe completamente enamorada de cada cosa que hace su novio. Ambos lucen como siempre, en la novena nube de amor. Liam está concentrado en su teléfono. El único que falta es Tyler. Su ausencia se convirtió en costumbre.

—Hola, Quinnie —saluda Nick al notarme. Quita sus ojos de Agustine, vaya sorpresa.

—Buenos días, Nick —respondo y hago de cuenta que tiro besitos al aire para burlarme. Él suspira, niega con la cabeza y vuelve su atención a Aggie.

—Hola, Gatita —saluda Liam mirándome. Bloquea su celular y lo deja a un lado. Nick gira su cabeza hacia nosotros con las cejas arqueadas y sus ojos bien abiertos.

—¿Gatita? ¿Qué mierda? ¿Por qué le dices así? —pregunta pasando sus ojos entre los dos. Bajo la mirada avergonzada y, en cuestión de segundos, mis mejillas se tornan rojas.

—Se parece al gato de Olive— resume Liam alzándose de hombros.

—¿El gato que se murió al mes de tenerlo? —interroga.

—Ese mismo.

Me puso el apodo de un gato muerto. Mi expresión desconcertada debe ser todo un poema. Nick sacude su cabeza algo perturbado.

—No sé a qué juegos sexuales están jugando ustedes dos, pero siempre con cuidado.

Ruedo mis ojos.

—Me retiro de esta conversación —anuncio y me levanto de mi asiento. Aunque realmente tengo ganas de ir al baño y es una excusa perfecta para irme.

—¡Vuelve aquí Meyer y aclara qué clase de juegos sexuales tienes con Hamilton! —exclama Nick lo suficientemente alto como para que casi toda la cafetería gire y nos preste más atención de lo usual.

Con mi vista en el suelo y sintiendo cómo toda la sangre de mi cuerpo viaja a mi rostro, camino rápidamente para salir de la cafetería y de la humillación que estoy pasando. Empujo las puertas. Al salir, choco a alguien golpeándome la cabeza. Murmuro un confuso quejido entre dientes y elevo la cabeza. De todos los estudiantes de Everdeen debía chocarme con él.

—Quinn —murmura Tyler sorprendido.

—Tyler, lo siento, no estaba viendo —respondo e intento pasar por su lado. Me detiene al tomarme del brazo. No lucho para que me suelte, simplemente lo observo, esperando a que diga lo que sea que tenga que decir.

—¿Podemos hablar? —me pregunta.

Asiento, por más que sepa que la conversación puede tomar un buen rumbo o uno muy malo, no hay punto medio después de todo lo que sucedió en la fiesta. Casi no volvimos a tener contacto desde entonces.

—¿De qué quieres hablar? —pregunto cuando nos movimos de las puertas.

Pasa una mano por su cabello en un gesto nervioso.

—Quiero... Solo quiero pedirte perdón —responde, tomándome por sorpresa—. Estuve mal. No debí actuar la semana pasada en la fiesta de beneficencia. Bebí de más y... Lo siento si te incomodé.

—Lo hiciste, un poco —reconozco—. Pero lo merecía.

—No te lo merecías —corrige apresuradamente.

—Sí, no cambies la historia porque te sentiste mal —hablo y antes de que pueda negarlo de nuevo, continuó—. Te dejé sin muchas explicaciones, de un día para el otro, me negué a hablarte. Lo merecía. Tú merecías algo mejor.

—No te preocupes por las explicaciones, ya las tengo.

No me cuesta hacer memoria y recordar que minutos antes del apagón, Tyler pensó que lo engañé con Liam. Aprieto mis labios.

—Lo siento tanto, Tyler —digo sintiendo cómo la vergüenza cubre cada centímetro de mi cuerpo—. Pero no fue con Liam. Nunca haría algo que los dañe a los dos de esa manera.

—Lo sé —contesta con una mirada resignada—. Fui demasiado paranoico. Liam nunca me haría algo así. Pero... ¿Por qué lo proteges?

—¿A Liam?

Niega con la cabeza.

—Sabes a quién me refiero.

—No estoy protegiéndolo. Es solo que... Es complicado —titubeo, sin saber qué responder.

La mirada resignada de Tyler me hace saber que no insistirá más.

—Por supuesto —repone en un tono sarcástico. Carraspea y continúa hablando—. Volviendo a lo de antes... No fue fácil para mí lo que hiciste. Gran parte de mí te odió. Quizás lo siga haciendo. —Se alza de hombros—. Entendí que lo nuestro no estaba destinado a durar. Todo pasó tan rápido que sentí que no tuve el tiempo de pensar bien las cosas. No te diré que estaba enamorado, porque te mentiría. Simplemente estaba experimentando, me dice «¿por qué no?» y ahora veo por qué la gente se pregunta por qué sí.

Asiento en silencio mientras intento digerir esta información.

—De verdad lo siento, Tyler. Sé que lo dije antes, pero... No debí haberme involucrado con alguien tan rápido. Es una de las cosas de las que más me arrepiento. Sé que es mucho pedir, pero ojalá algún día podamos estar bien.

Tyler se demora en responder, y por un segundo, tengo miedo de haber metido la pata aún más.

—Algún día —asiente, llenándome de esperanzas.


***


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