Atracción Irresistible © | EN...

By LuisianaVons

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"Todo comenzó con una mirada de esos irresistibles ojos azules" Kathleen Taylor necesita desesperadamente un... More

Atracción Irresistible
01|Los Janssen.
02|La Primera Impresión.
03|La Fiesta.
04|El Juego.
05|El Contacto.
06|El Acuerdo.
07|La Inaguración.
08|El Incidente.
09|El Segundo Incidente.
10|El Rechazo.
11|El Shot.
12|Lidiando Con Kath.
13|La Consecuencia.
14|La Cita No Cita.
15|Arcade Fire.
16| Beep.
17|Novios Falsos.
18|La Invitada.
19|Nox Proulx.
20|Película.
21|Los Bolos.
23|Cherry Girl.
24|Confesiones.
25|Mi Chica.
26|La Verdad.
27|No aún, pero lo serás.
28|No más secretos.
29|Me Gustas, K.
30|Muñeco de Azúcar
31|Rusty's.
32|Tú eres la razón.
33|Ken sigue con Barbie.
34|¿Me amarás alguna vez?
35|Juego Equivocado.
36|Ruleta Rusa. Parte I.
37|Ruleta Rusa. Parte II.
38|Noticias Inesperadas.
39|La Musa.
40|Novios Irresistibles.
41|Valentinlandia.
42|Daddy Mikhail.
43|Solo Tú.
44|Parque de Diversiones.
45| ¿Por qué no?
46|El Regalo Perfecto
47|Polaroids
48|Heridas Sin Sanar
49|Nunca es para siempre
50|Efecto Mariposa (FINAL)
Epílogo
SERIE #IRRESISTIBLE
ATRACCIÓN IRRESISTIBLE EN FÍSICO
ATRACCIÓN IRRESISTIBLE YA DISPONIBLE EN PAPEL!

22|Secreto De Nox.

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By LuisianaVons


KATHLEEN.


Podría hacer esto todo el día.

Podría hacer de esto mi pasatiempo preferido.

Podría hacer de esto más que solo una pesadilla.

El teléfono suena en el momento en el que me aparto de la ventana de la cocina de los Janssen. He estado observando a la inadaptada de pie grande durante las últimas semanas mientras le transpasa sus gérmenes al ojizarco. Suelto un bramido. El también es un inadaptado. Me tenía fuera de lugar que aceptara estar con ella. Salir con ella. Pasearse frente a mí con ella. Ir a pasear al perro con ella. Y eso que ni siquiera recuerdo haber visto al primer animal en esta casa.

Oh, error.

Los Janssen son todos unos malditos animales.

Camino hasta el pequeño aparato cuya campanilla resuena con dureza en mis delicados tímpanos. Inhalo una bocanada de aire antes de llevar el teléfono a mi oído y hablar.

¿Se encuentra Nox? ¿Nox Proulx está allí? ¿aló?

Exhalo todo el aire contenido en mis pulmones a la vez en la que mis delgados dedos se aferran con fuerza al teléfono y no tardo en querer cortar. Entonces recuerdo que esto me traería problemas si la bruja de la mamá de los Janssen se entera de que he cortado una llamada. Ya he tenido varios problemas por no contestar llamadas. Así que suspiro antes de volver a retomar la conversación con la voz gruesa y áspera de acento extranjero que se halla al teléfono.

—Ella no se encuentra en estos momentos pero...

Elle est bête! Mais bête! Conne!grita el chico conmocionado haciéndome estallar en una carcajada nerviosa.

—Yo no puedo entenderte...—le explico decidida a cortar el teléfono de una buena vez cuando de pronto tras varios gritos otra persona toma su lugar en el teléfono. Se trata de un chico con voz tan suave como el algodón y puedo imaginarlo con gafas alrededor de sus ojos y alergias. El chico también tiene acento extranjero pero por lo que puedo percibir habla inglés.

Disculpe señora, lo que mi compañero le intenta decir es si por mera casualidad, ¿se encuentra una chica de más o menos setenta pies de altura y actitud anticuada por algún lado? —esbozo una sonrisa de labios cerrados echando un vistazo a través de la ventana. Un pequeña olla de agua hierve a mi costado haciéndome dar un respingo con su chirriante sonido—Va te faire foutre!  Conne!  —escucho gritar al chico anterior que no hablaba ni una pizca de inglés.

Muerdo mis labios y chasqueo la lengua adentro de mi boca sin entender qué demonios está ocurriendo y con las ganas de mil demonios de cortar el puto teléfono.

—Ella vive aquí...—luego recuerdo que solo se encuentra temporal y cierro los ojos con fuerza para evitar malos comentarios. Echo una miradita a través de la ventana y la encuentro riéndose animadamente junto al ojizarco y su pequeño hermano, Mickey—. Pero justamente ahora no se encuentra, ¿desea dejarle algún mensaje?

Otros gritos más se escuchan por parte del francés antes de que el otro chico vuelva a hablarme en un idioma que si entienda.

—Pues si, vamos saliendo para allá. Dígale que mi compañero Ben se encuentra enojado y decepcionado por la actitud inmadura que tomó el día de su boda —suelta antes de colgar el teléfono y dejarme estupefacta con mil palabras en la boca.

¿Boda?

¿Nox Proulx está casada?

¿El Ojizarco lo sabrá?

Sin embargo, antes de que pueda seguir formulando pensamientos en mi pequeña cabecilla el susodicho aparece con su cabello alborotado, sus ojos malditamente azules escaneando el lugar con una sonrisa jodidamente perfecta en sus labios. Aprieto mis manos en un par de puños e ignorando su presencia dejo caer el teléfono en su lugar.

Solo puedo sentir un fuego descender a través de mí nuca como sí extraordinariamente su mirada pudiese penetrar los poros de mi piel. Me giro camino a la nevera para sacar de ella una jarra de agua ya que la conversación con el francés me ha dejado exhausta. Entonces al girarme lo encuentro sentado sobre el taburete. Con su mirada clavada en mí mientras escuchamos las risillas que suelta Nox de vez en cuando desde afuera.

Procurando no mostrar vacilaciones, decido irrumpir.

—¿Qué puedo hacer por ti?—le cuestiono sirviendo agua en un vaso para llevarla a mis labios. Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos como perrito obediente.

—Deberías ser más respetuosa con tus jefes, ¿no crees, Kathleen?

Un hormigueo recorre mí espalda al escucharlo decir mi nombre con esa increíble y masculina voz que brota de su garganta.

—Lo soy, pero tu no eres ni seras mi jefe, Janssen —alego encorvando mis hombros con desinterés. El hace una mueca con sus labios y se encoge de hombros para posteriormente levantarse de su asiento con demasiada parsimonia.

—Creo que deberíamos establecer unas cuantas reglas, ¿no crees?

El ojizarco avanza hacia mi y en lugar de correr hacia la puerta me quedo plantada frente a el. No por el hecho de que quiera mostrarme fuerte e intimidable. Sino por el hecho de que las hormigas se han encargado de hacer que mis piernas no respondan a las órdenes enviadas por mi cerebro. Gruño mentalmente. El día en el que alguna persona descubra cuál es el secreto de estos chicos para dejar a las chicas en este estado podré descansar en paz.

Mikhail se planta frente a mi. Su altura que rebasa la mía por cuestión de centímetros no hace que me sienta intimidada, más bien, nerviosa. Sus azulados luceros se clavan en los míos al mismo tiempo en que sus manos se cruzan sobre su pecho, flexionando así sus bíceps y tríceps jodidamente trabajados. El me observa con tanta cautela como si mirarme fuese su pasatiempo preferido.

—¿Te encuentras bien, ninfa?—interroga alzando sus cejas con gracia. Trago saliva pero hasta para eso he perdido mis habilidades.

—Yo...

—¿Te comió la lengua el ratón? —juega con las palabras haciendo un enredo en mi cabeza.

No puedo creer que esto este sucediendome. Es decir, cualquier chica estaría eufórica solo con el simple hecho de estar tan cerca de un maldito y sensual hijo de perra. Pero al estar aguantando tantas cosas del mismo chico solo podía pensar en Nox y el compartiendo juntos. Cada vez que sus sonrisas eran provocadas a causa de Nox, sentía mi corazón desgarrarse en hileras.

Pero de un segundo a otro el ambiente en la cocina cambió radicalmente. Podía escuchar las pulsaciones de mi corazón. Podía sentir a un batallón de hormigas recorriendo cada una de mis extremidades. ¿Dije hormigas?. Mejor que sean bachacos, cucarachas, arañas, alacranes, escorpiones recorriendo todo mi cuerpo a medida que su cuerpo se acerca haciéndome estallar en un millón de emociones.

Yo no era un simple huracán de sentimientos. Yo era un terremoto, un tsunami, un volcán explotando internamente por su cercanía.

Hasta que no pude resistir tanta cercanía. Lo empujo a través de los hombros para generar una corta pero más larga distancia entre ambos que la que estábamos teniendo hace unos minutos atrás. De golpe, el recuerdo de la conversación que tuve con el francés reaparece en mi cabeza haciéndome querer preguntárselo. Sin embargo, bien sabía que no debía introducir mi respingona naríz en asuntos ajenos.

—¿Por qué no vas a ver si Noxita necesita algo, Janssen? —menciono de manera evasiva antes de intentar escabullirme frente a él—. Se nota que se traen con ganas.

Me giro al darme cuenta de la sonrisa lobuna que se ajusta en la boca del ojizarco pero para ser honesta, mi cabeza solo podía pensar en su relación con pie grande, cuya persona esté posiblemente casada con quién sabe quién.

Mikhail achina sus ojos de manera audaz al mismo tiempo en que lleva sus largos y delgados dedos hasta su mentón.

—¿Sabes a que huele esto? —interviene, destapando la olla de agua que se encuentra en la estufa e imitando la acción de un chef ante un exquisito manjar—. Huele a celos —añade sonriendo esta vez, además de continuar perforandome con sus malditos pero irresistibles ojazos.

Al comienzo simplemente frunzo el ceño sorprendida pero luego mi rostro adquiere rubor natural y me siento ridícula por ser tan obvia.

Respira, Kath. No dejes que te afecte.

Tomando una bocanada de aire helado decido negar con mi cabeza a la vez en la que mi mirada se torna venenosa y antipática.

—¿Celosa? —suelto de pronto con fingida indignación—. Tu abuela está celosa pero yo...jamás. Además, ¿por qué maldita razón estaría celosa?

Mikhail sonríe aún más, si es que eso es posible y no puedo evitar temblar ante su actitud burlona. El es irritante.

—Yo jamás mencioné que eras precisamente tú quien estaba celosa, Kath. Sin embargo a juzgar por tu actitud a la defensiva empiezo a creer que estás perdidamente paranoica.

Suelto una risa fingida mientras el enojo comienza a recorrer mi torrente sanguíneo a mil revoluciones por minuto.

—Vete al diablo, Mikhail.

Intento cruzar por su lado pero sus fornidos brazos atrapan los míos, deteniendome frente a él. Sus ojos me miran, su boca se entre abre y puedo jurar que está a segundos de decir algo importante. No obstante, al cabo de unos segundos, el sonido que produce la puerta lo hace soltarme rápidamente. No necesito girar mi cabeza para saber de quién se trata y tampoco hay que ser un genio para darse cuenta de que es pie grande quien yace en la puerta de la cocina. Se me es inevitable no recordar la conversación que tuve con su amigo el francés pero antes de incriminarla, prefería tener las pruebas suficientes y eso solo lo podía conseguir en un solo sitio.

Nox se aclara la garganta soltando un bufido. Por otro lado, Mikhail se gira para mirarla y darme la espalda, oportunidad que aprovecho para salir disparada como rayo por su lado.

El me cansaba. Al principio no creí que fuese capaz de salir con una chica así. Prefería pensar que las demás chicas que me habían advertido sobre el se equivocaban. Pero todo estaba jodidamente mal. El terminó siendo todo eso que suelo escuchar sobre el. Las lágrimas desean acurrucarse detrás de mis párpados pero las controlo. No seré otra más en tu lista, Janssen.
No te dejaré romper mi corazón.

Sin embargo, una aguda y tímida voz en mi cabeza me susurra que ya es muy tarde para eso.

. . .

El reloj de la cafetería marca las cuatro de la tarde. Continúo esperando, sentada en una mesa ubicada en las esquinas del lugar por los dos extranjeros que se supone que deberían llegar en cualquier segundo. Si, los cité. Aunque ahora que lo pienso debería dejar que el ojizarco se enamore perdidamente de Nox y luego ella rompa su corazón como el está acostumbrado a hacer.

Después de unos cuantos minutos, decido pedir un café para pasar el rato. Mientras permanezco distraída, dos chicos exageradamente escandalosos, forrados en tatuajes entran en la tienda. Mis ojos se iluminan al imaginar que se debe tratar de los dos chicos a los cuales espero desde hace bastante tiempo. Así que me levanto un poco del asiento para hacerle señas con mis manos y de esta manera indicarles que se acerquen. Uno de ellos nota mi presencia y le susurra alguna palabra a su compañero que no logro entender. Finalmente se acercan con unas extrañas actitudes que no logro comprender.

Ambos caballeros toman asiento bruscamente. De cerca, sus aspectos intimidan. Pero así es Nox, no podía esperar nada mejor.

—Son un total de cinco toneladas de cocaína, ¿traes el maletín con el pago? —se aventura en preguntar el chico de barba. Abro los ojos de golpe sin entender de que habla—. ¿Te dieron el maldito maletín o no?

—Yo creo que...

Bajo mi mirada otro dos chicos de mediana estatura con un par de gafas y dos enormes y llamativas maletas entran al lugar. Visten como si estuviesen en Alaska y sus dos pares de ojos inspeccionan el lugar con curiosidad. Es el momento en el que me doy cuenta de la cueva en la que me he metido.

—Maldita sea Kath, si son rufianes de verdad—exclamo asombrada. A juzgar por sus terroríficas miradas, al segundo de haber dicho eso, me arrepiento al instante. Lo he dicho en voz alta.

Diablos.

—Yo tengo que ir al baño...asuntos menstruales, ustedes comprenden —intento escabullirme de sus miradas pero uno de ellos atrapa mi muñeca antes de que pueda irme.

Arquea la ceja y curva sus labios en una mueca patidifusa.

—¿Asuntos menstruales?

—Si —reitero pero ellos continúan sin cambiar la expresión de confusión en sus rostros amedrentadores—. Vamos chicos, Andrés, el que visita cada mes... —intento explicarles y por un segundo se me olvida con quienes estoy tratando y me irrita que no lo comprendan.

—¿Quién demonio es Andrés?

Pongo los ojos em blanco y exhalo un prolongado bufido, irritada por la actitud de ambos. Finalmente solo me suelto de su agarre y les dedico una mirada de fastidio.

—Maldita sea, solo es sangre que brota de mi vagina, ¿ahora si comprenden? —les ladro y ellos reprimen una carcajada.

—¡La monstruación! —exclama el de tatuajes en el cuello como si fuese un sabelotodo. Ruedo los ojos pero dejo de discutir.

—Si, eso, si tu lo dices.

¿Monstruación? ¿Qué carajos?

Finalmente logro escabullirme y alcanzar al par de chicos que se encuentran en la entrada. Aprendiendo de los errores del pasado, decido preguntar primero si se tratan de los chicos a quienes espero o si se trata de otros narcotraficantes más.

—Nox, ¿ustedes son los amigos de Nox? —encuesto y ellos asientes automáticamente.

Me permito detallarlos un poco. Se trata de dos simples chicos delgados, medianos, y con gafas que visten ropa para nada adecuada para este siglo.

No te culpo, Nox.

—Genial, los estaba esperando.

—¿Nos sentamos? —comienza a decir uno de ellos intentando pasar por mi lado para sentarse en una de las mesas pero con un rápido movimiento lo detengo.

—Mala idea. Mejor vamos a otro lugar —señalo, intentando esconderme de la mirada de los rufianes que a mi parecer siguen debatiendo sobre lo que menstruación significa.

—Pero...

—Solo vámonos.

. . .

—¡No puedo creerlo! ¡Nox es una maldita perra descarada! —gruño sintiéndome realmente mal por el chico francés que se encuentra frente a mi.

Como no sabía a donde llevar al par de forasteros decidí ir al lugar preferido de toda persona. Si, hablo de Mcdonald's. Al comienzo fue un tanto difícil hacerlos entrar en confianza pero después de perder todo mi ingreso de esta quincena comprandoles dos big mac accedieron.

Resulta que Nox está comprometida. O estaba, la verdad es todo muy confuso. Ella conoció a Ben mientras estudiaban en la universidad. El se enamoró de ella y ella de él, hicieron varios viajes juntos mientras estaban de novios y un día precisamente en un parque, el le propuso matrimonio. Ella aceptó, sus ojos se iluminaron y el pudo jurar que ella era feliz. Pero el día de su boda, después de gastar toda la herencia del tío Crown en ello, ella no asistió. Curiosamente, el mismo maldito día en el que ella llegó a casa de los Janssen para arruinar mi desgraciada vida.

No se lo perdonaré jamás, compré un anillo y plasmé en él la firma de su beatle favorito —solloza ben, soltando un par de lágrimas de cocodrilo. Cansada de pedir por quinta vez servilletas extra a la mesera, decido quitarme la chaqueta que se adhiere a mis hombros para que llore en ella.

—Shh, ben todo estará bien—intenta consolarle su amigo mientras Ben sopla su naríz con fuerza sobre mi chaqueta.

Cansada de verlo llorar por una mal nacida, decido interrumpir. Ella merecía sufrir. Primeramente por meterse en mi vida. Y segundo por hacerme perder mi tiempo con el imbécil de su prometido y tercero, porque esa era mi chaqueta favorita.

—¿Sabes qué te hará sentir mejor, Ben? —declaro de pronto.

—¿Qué?

Una sonrisa malvada se forma en mis labios a la vez que ellos fruncen sus cejas con confusión.

—Vengeance. Doux vengeance.


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