Mi teléfono vibró dentro del bolsillo de mi chaqueta y una sonrisa se formó en mis labios cuando vi de quién se trataba. Había sido un acto completamente inconsciente y Scott me miró de forma extraña, por lo que oculté mi teléfono y desvié mi mirada. Sentía que el calor se había acumulado en mis mejillas de una forma vergonzosa.
— ¿Qué? —pronuncié, intentando fingir como si nada estuviese pasando.
De reojo, fui capaz de ver a Scott esbozar una pequeña sonrisa y eso solo aumentó mi vergüenza. Me sentía cohibida cuando me miraba de ese modo.
— Nada. Es solo que...—dejó la oración incompleta durante unos segundos que se me hicieron eternos—. Realmente te gusta.
Sabía que se refería a Derek, pero me dolía de cierto modo lo sorprendido que sonaba. Scott había pensado que todo esto que yo tenía con Derek solo era una aventura causada por el despecho a causa de Stiles. Pero no era así. Tal vez de una forma u otra sí me refugié en Derek para huir del dolor que me causaba el rechazo de mi amigo. Sin embargo, mis sentimientos siempre fueron genuinos. Estaban allí presentes incluso antes de que yo lograra descifrarlos.
La noche en la que estábamos protegiendo a Lydia, cuando todavía buscaban la identidad del kanima, había sido cuando decidí de una vez y por todas, arrancarme a Stiles de la mente. El hecho de que Derek estuviese allí por casualidades de la vida, no tenía nada que ver. No lo había utilizado. Era muy consciente de que un clavo no saca a otro.
— No me gusta, Scott —me atreví a decir—. He comenzado a quererlo. Demasiado para mi propio bien.
Scott hizo una mueca, pero parecía aceptarlo. Eso me causaba alivio porque lo menos que quería era que mi mejor amigo estuviese en contra de mi relación. Y sabía que sonaba extremadamente serio, pero era la realidad. Derek y yo estábamos yendo bastante en serio con lo que teníamos.
— No lo tomes a mal, Scarlett. Yo solo —suspiró—, no quiero estar en mi cuarto y tener que escucharte llorar por algo que él haya hecho.
Gimoteé al escuchar sus palabras. Sabía a lo que se refería. Había sido la noche en la que Derek me había dicho que lo mejor era mantenernos alejados. Ese había sido uno de mis puntos de quiebre y me había convertido en un desastre.
— Lo hemos arreglado, Scott —aseguré—. Aunque no lo creas, lo hizo para protegerme.
Lo escuché suspirar a mi lado.
— Sabes lo de Stiles, ¿no?
Apreté mis labios en una fina línea, viendo el rumbo que estaba tomando nuestra conversación. Lo menos que quería era hablar respecto a lo que me había dado cuenta de Stiles. Llevaba tiempo viendo pequeñas pistas en su forma de hablar y de actuar cuando estaba conmigo o cuando yo estaba con Derek. Su forma de mirarme y los comentarios que hacía, me lo dejaron saber de forma sutil. Sin embargo, fue en el motel cuando de verdad me lo dejó saber.
Él tenía sentimientos por mí.
— Sí —murmuré mi respuesta.
— Creo que una pequeña parte de mí albergaba la esperanza de que, no lo sé, tú y él arreglaran sus problemas y estuvieran juntos —confesó.
Oh, Scotty.
— ¿Recuerdas cuando faltaba poco para el baile de invierno y me dijiste que no creías que Stiles tardara mucho tiempo en darse cuenta de lo que verdaderamente tenía en frente? —pregunté y Scott asintió—. Tardó demasiado, Scotty.
— Lo sé —susurró.
— Lo que quiero decir es que Derek no es un platillo de segunda mesa para mí, ¿de acuerdo? Él es mi ancla, Scott —le dejé saber.
Scott colocó una de sus manos en mi hombro izquierdo y me sonrió un poco.
— Scarlett, lo sé —aseguró—. Y créeme cuando te digo que estoy feliz por ti. Realmente lo estoy y si él hace que este infierno sea más soportable, entonces estoy bien con ello.
Las comisuras de mis labios se encorvaron en una pequeña sonrisa y envolví mis brazos alrededor de su cuello para abrazarlo fuertemente.
— Gracias —susurré. Mi teléfono volvió a vibrar—. Ahora, realmente tengo que irme antes de que el periodo libre se acabe.
Me despedí de Scott con un gesto y salí casi corriendo hacia el exterior de la escuela. Los pasillos se encontraban vacíos en su mayoría, pues no todos tenían una hora libre justo en este momento. Eso me facilitó bastante poder verlo unos minutos antes de que se acabase la hora y tuviese que volver a clases. No podía seguir añadiendo ausencias a mi archivo si es que quería graduarme.
Entonces lo vi. Derek estaba de pie luciendo bastante frustrado e irritado mientras parecía discutir con Jennifer Blake. Ella buscaba aferrarse al torso de mi novio, agarrando su camisa con ambas manos.
Ignorando la rabia que invadió mi sistema, me dirigí hacia ambos, fingiendo una enorme sonrisa. Los ojos verdes de Derek se posaron en mí y juro que vi una pizca de alivio en ellos. Rápidamente extendió su mano hacia mí y la tomé sin pensarlo dos veces. Él entrelazó nuestros dedos, al mismo tiempo que Jennifer se calló de golpe, como si las palabras se hubiesen quedado estancadas en su garganta.
— ¿Hay algún problema, señorita Blake? —pregunté en mi tono más inocente.
Ella forzó una sonrisa y negó.
— Claro que no, Scarlett. Solo saludaba —mintió, girando sobre sus talones para continuar su camino lejos de nosotros.
Derek envolvió sus brazos alrededor de mi figura y dejé que su calidez me cubriera por completo. Llevaba un par de días sin verlo, desde la noche en la que nos encontramos en la destilería abandonada, y lo había extrañado. Sin embargo, comprendía que hubiese estado alejado de todos. Él realmente necesitaba unos días para despejar su mente y pensar en lo que haría con todo el asunto de Kali y Deucalion en general.
Me aparté unos centímetros para poder mirarlo antes de atraerlo hacia mí en un beso. Solo el contacto de sus labios provocó que varios escalofríos recorrieran mi espalda entera. No extendimos el beso demasiado por el hecho de que estábamos en la escuela y era un lugar público, así que nos separamos al cabo de unos pocos segundos, pero continuamos abrazados.
Y fue como si todo el peso de los pasados días cayera sobre mis hombros. La muerte de Boyd, más sacrificios ocurriendo sin siquiera tener pista de lo que ocurría o quién los estaba provocando, Danny casi muriendo, el secreto de mi madre, el hecho de que mis ojos estuvieran cambiando. Todo se mezclaba y se hacía demasiado pesado, me debilitaba, abrumaba y asfixiaba hasta tal punto donde no veía escapatoria. Me encontraba al borde de tocar fondo. Había pensado que lo hice cuando creí que Derek había muerto, pero no estaba ni cerca de lo que podría llegar a ocurrir ahora o más tarde.
Tenía miedo de la forma en la que llegara a explotar. No era persona de saber cómo manejar mis propias emociones. Me hacía un lío y reaccionaba de formas que no eran fáciles de manejar y, usualmente, terminaban hiriendo a alguien, incluso a mí misma. Generalmente mis maneras de estallar eran dejando caer mis barreras de protección y seguridad, y acababa hecha un nudo de emociones, llanto y auto rechazo.
La otra era la más peligrosa: ira. Lo había experimentado en el viaje del autobús cuando hicimos la parada para sanar a Scott y yo había convertido todo mi dolor, rabia y desesperación en un acto violento. Realmente había querido herir a Ethan, cada golpe me brindaba satisfacción y entre más me enfadaba, más poderosa me sentía.
Y yo no quería ser poderosa.
— Estos días han sido tortura, Derek. Realmente tuve que ir a la escuela sin tener que marcharme a mitad del día. ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin hacer eso? —dramaticé un poco y él sonrió, divertido con mis palabras, aunque en el fondo sabía que lo que había sido un infierno no era eso.
— Siempre puedes irte conmigo —ofreció, su nariz rozando la mía—. Saltarte un par de clases —añadió, desviando un poco su rostro para comenzar a repartir diminutos besos por mi mandíbula, descendiendo por mi cuello—. Recuperar los días que estuvimos alejados —continuó diciendo y mordió con suavidad mi cuello, arrebatándome un jadeo. Entonces echó su cabeza hacia atrás y se apartó con una sonrisa satisfecha—. Te aseguro que lo pasarías mucho mejor que aquí.
De eso no lo dudaba ni un instante. Mi cuerpo comenzaba a reaccionar a su tacto por inercia, reconociendo su tacto y recordándome que él había sido el único hombre que me tocó en lugares que más nadie había explorado. Tenía que admitir que no era algo que me disgustara, sino todo lo contrario. Me gustaba tanto como meterme en los asuntos de los demás y eso es bastante, considerando que chismear siempre ha sido una prioridad en mi vida. No obstante, yo todavía tenía unas responsabilidades que cumplir.
Suspiré e hice una mueca, al mismo tiempo que ladeaba mi cabeza. Mis labios se fruncieron en un pequeño mohín y Derek elevó sus cejas, haciendo que sus ojos verdes lucieran curiosos y expectantes.
— Lamentablemente, el estado dice que tengo que graduarme —dije—. Además, no te puedo volver adicto a mí, Der —tenté a sabiendas que él detestaba que acortaran su nombre tanto como yo.
En lugar del usual rodeo de ojos que esperé recibir, obtuve una media sonrisa y un beso en mi frente.
— Lo siento, es el lobo en mí —se disculpó.
Evité carcajearme porque no quería hacerlo sentir mal por tomar a broma su disculpa, pero su rostro había sido el de un cachorro regañado y sí, lució completamente adorable. Deseé haber tenido una cámara para poder capturar ese momento y recordarlo por siempre, aunque dudaba que se viera por el brillo de sus ojos.
Envolví mis manos en su cuello, las yemas de mis dedos rozando su cabello, y lo atraje hacia mí para poder unir nuestros labios. Me aparté sin darle la oportunidad de devolverme el beso y retrocedí un metro con una sonrisa de suficiencia al ver que su rostro denotaba su frustración.
— Der —hice énfasis en el apodo y casi escuché un gruñido de su parte—, solo recuerda que a un lobo también disfruta de cazar a su presa.
Le guiñé un ojo, girando sobre mis tobillos para alejarme de él por completo, pero su mano en mi brazo me hizo chocar con su pecho de forma brusca. Dejé salir un pequeño jadeo de sorpresa y eso fue lo único que pude pronunciar antes de que Derek atacase mi boca con la suya. Llevé mis manos a su cuello y comencé a juguetear con su cabello. La suavidad de sus labios se mezclaba con la ferocidad de su beso, y logró arrebatarme un débil gemido de satisfacción. Una corriente eléctrica bajó desde la punta de mis dedos enredadas en su cabello oscuro hasta mis piernas, cuando Derek profundizó el beso y su lengua se abrió paso en mi cavidad bucal.
No quería pensar en que tal vez le estábamos dando el espectáculo del siglo a cualquiera que pasase por este pasillo, pero no me importaba en lo más mínimo. Lo único que podía procesar era la forma apasionada en la que Derek me besaba, apretando mis caderas y guiándome a ciegas por el pasillo hasta que mi espalda chocó con la pared.
En esos momentos no tenía la mente enfocada en lo que nos rodeaba y tampoco en mi propio cuerpo. La expectación de que cualquiera podía atraparnos de esta forma me hacía temblar. Era un pequeño brote de adrenalina, aunque solo nos estuviésemos besando...apasionadamente, pero esos son otros veinte. Cualquiera podía llevarse una idea de lo que podía llegar a suceder cuando nuestros cuerpos se calentasen y fuese demasiado tarde para frenarlo.
Eché mi cabeza hacia atrás en el momento en el que Derek dejó de enfocarse mis labios y comenzó a dejar un rastro de besos y mordidas por mi cuello. Me arqueé contra él por instinto. Él se alejó unos centímetros, pero de repente se detuvo. Incluso el agarre en mis caderas se suavizó.
— Scarlett, tus ojos están brillando rojos —susurró.
Cerré mis ojos con fuerza y sacudí mi cabeza. Coloqué mis manos en su pecho para poner cierta distancia entre nosotros en lo que recuperaba el control de mi cuerpo.
— ¿Por qué sigue sucediendo?
Los dedos de Derek se posaron en mi mentón, obligándome a mirarlo, pero yo mantenía mis ojos cerrados con fuerza. No quería que el color de mis ojos delatara mi verdad.
Yo no quería ser una alfa. Me rehusaba a creer que desde mi niñez yo estuviese destinada a convertirme en esto. Solo eran puras historias y leyendas que no pasaban más allá del borde de lo fantástico.
« — Tu novio, prima y mejor amigo son hombres lobos. ¿Cuál es ese borde del que estás hablando? —me recordó mi subconsciente.»
— Scarlett, mírame —pidió Derek. Dudando un poco, obedecí y me topé con los ojos rojos de él. El recuerdo de cuando estuve en esta misma situación la primera vez que mis ojos brillaron color naranja, me azotó de golpe como una ola fría que busca romperse contra los acantilados—. Somos los mismos.
— No lo es —mascullé, desviando la mirada.
— Estás en lo correcto. Yo obtuve mi rango al matar a Peter, tú lo hiciste sin necesidad de ensuciarte las manos de sangre —me dijo, sus dedos acariciaron mis mejillas con sutileza, de la misma forma en la que tocabas un cristal frágil que estuviese a punto de quebrarse.
— Mis manos ya están manchadas. Todas las de mi familia lo están —le recordé.
Lo escuché suspirar.
— Scarlett, no eres una asesina. —Apreté mis labios en una fina línea porque me rehusaba a creerle. No había porqué intentar de tapar el sol con una mano; no se podía ocultar el hecho de que había matado antes y que, tal vez, continuaría haciéndolo—. Mentir una vez para proteger a alguien no te convierte en un mentiroso, al igual que matar a alguien en una situación de vida o muerte tampoco te convierte en una asesina. No lo hiciste por el puro placer de quitar una vida, sino por necesidad.
Contuve un gimoteo y envolví su cuello con mis brazos, hundiendo mi rostro en la curva del mismo. Derek rodeó mi cintura con los suyos, como si quisiera protegerme de todo mal. Sin embargo, aunque los demás pensaran lo contrario, yo no me refugiaba en él para ser protegida, sino todo lo contrario. Derek me daba la fortaleza suficiente para continuar luchando, me enseñó a defenderme y más de una vez hemos peleado juntos. Éramos iguales, ninguno era superior al otro y ambos reconocíamos nuestros errores para intentar rectificarlos.
— Te quiero —susurré, estando consciente de que él podía escucharme.
— Yo también te quiero, Scarlett. Más de lo que piensas —susurró de vuelta. Sus labios estuvieron en mi mejilla un segundo—. ¿Te veo esta noche?
Sonreí ante la propuesta.
— Si eso me da una excusa para librarme de ver a la señorita Blake en el estúpido recital que planifica hacer esta noche, entonces sí.
Vi un atisbo de sonrisa en su expresión.
— Realmente la detestas —comentó.
Gruñí por lo bajo.
— No la detesto, solo pienso y creo que es la responsable de los sacrificios humanos y que debe morir por ello, pero nada más —me defendí.
La campana anunciando que debía continuar mi jornada escolar resonó en cada centímetro de la escuela y me quejé por ello.
— Te veo luego, Scar. Trata de mantenerte segura y fuera de problemas.
Rodé mis ojos.
— Tú trata de mantenerte lejos de los tubos atravesando tu estómago y de los bordes de centros comerciales, Der.
Y mientras caminaba, casi fui capaz de escucharlo reír.
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Porque hay que aprovechar los momentos felices de Derett porque son hermosos. Siento que son mi vida, ahq. Pero no más que ustedes ❤️
Countdown del final. Son 39 capítulos + epílogo. Y ya estamos en el 32 7w7r
¿Tienen teorías?
Chau y hasta la próxima ❤️