KATHLEEN.
Algunas veces pienso que el mundo tiene alguna aversión hacia mi persona, pues cada vez que algo bueno me sucede parece venir acompañado con un combo de mala suerte extra, haciéndome pasar los peores momentos de mi vida, y cabe destacar que desde que nací la suerte nunca ha estado de mi lado, al contrario, parece golpearme con sus ásperos y fuertes guantes de boxeo sin ningún descanso; y el día de mi primera cita falsa con mi supuesto novio falso no fue la excepción.
Mientras me encontraba discutiendo en la cocina con el dueño de los ojazos azules, una chica con aspecto espeluznante y gótico, interrumpió nuestra conversación, colocando sus delgados brazos tatuados alrededor del cuello del ojizarco, casi parecía que estaba haciéndole un chupón en el cuello. Luego sus ojos grises se trasladaron hasta mí. Su mirada oscura me recordaba a una tormenta en su máximo punto, el gris de sus ojos era tan oscuro que lograba hacerme temblar. Su cabello rubio caía sobre sus hombros, y cabe destacar que el cuerpo de modelo que se gasta debe costar una fortuna, además de medir unos cuantos pies que la hacen parecer a pie grande debido a su enorme estatura.
Ella pie grande mientras que yo...yo parecía un pitufo.
Uno de los feos.
Después de que Micah me dijera su nombre, uno completamente sacado de otro planeta, solo la volvió más intimidante de lo que ya me resultaba.
Es decir, ¿Nox? ¿qué clase de nombre era ese?
Parecía francés, pero como no estaba segura de la veracidad de mi argumento, preferí cerrar el pico antes de que la rubia de un metro setenta me golpeara en el ojo. Entonces, Micah se aclara la garganta en un intento de romper el silencio que consumía en la estancia desde hace más de cinco minutos. Mis ojos se trasladan con inseguridad una vez más sobre el cuerpo de la rubia y aprieto mis labios sintiendo un fuego comenzar a crecer en mis entrañas al verla tan cerca del ojizarco.
—Kath y yo íbamos a salir a cenar —explica Micah, haciéndome abrir mis ojos con fuerza al escuchar la palabra "íbamos"—, pero me supongo que conociéndote Nox debes tener un hambre garrafal, debió haber sido un largo viaje desde París.
Entonces asiento mentalmente, sintiéndome orgullosa por haber acertado con el país de procedencia de pie grande.
—Veo que me sigues conociendo a la perfección, Leo, siempre tengo hambre —pie grande agita su cabeza y esboza una sonrisa, aún con su tatuado brazo detrás de la nuca del ojizarco—. Espero que a Kath no le moleste que los acompañemos a cenar —sus ojos cargados de malicia se dirigen hacia los míos mientras una sonrisa maquiavélica se plasma en sus labios pintados de color negro—. ¿No es así, Katie?
Oh, no me ha llamado Katie. Intento calmarme, clavando mis uñas en la palma de mi mano y conteniendo la respiración durante diez segundos en los que desearía tener dagas en mis ojos para clavarselas en su hermoso rostro de porcelana. Observo al ojizarco reprimir una sonrisa burlona que finalmente florece en las comisuras de sus labios.
—Por mi está bien —hablo entre dientes a la vez en la que encorvo mis hombros hacia adelante.
—Perfecto, iré a encender el auto —replica Micah antes de perderse a través del pasillo.
Mientras esperamos por Micah en la sala, desvío mis ojos hacia la francesa de ojos bonitos. Ella charla ensimismada con el ojizarco, y aunque parece tener una personalidad arisca y cortante, no parece tener problemas para ser dulce y divertida con Mikhail. Me cruzo de brazos frente al umbral de la casa de los Janssen, suplicando a los dioses del cielo para que esta noche se acabe lo más pronto posible. No soportaría mucho tiempo respirando el mismo aire que pie grande. Eso es un hecho.
Por suerte, Micah se apresuró en mover la camioneta hasta al frente de la casa, sin mirar atrás, me apresuro en trepar hasta el coche para estar lo más lejos posible de aquellas dos personas, quienes demoran unos minutos en percatarse que el vehículo se encuentra frente a ellos.
—¿Te encuentras bien, cenicienta? —interroga Micah con su melodiosa voz. Echo un vistazo hacia la ventana y asiento con mi cabeza, colocando el cinturón de seguridad alrededor de mi cuerpo—. Sabes que si te incómoda algo podemos ir solos o salir otro día, solo tienes que decirlo, ¿vale? —concluye, dándome un ligero apretón en mi rodilla.
El resto del viaje hasta el restaurante en el que se supone que cenaremos, solo pasé minutos y minutos escuchando a ambos hermanos recordar sus hermosas experiencias con pie grande. Tenían tantos recuerdos juntos que hasta podía retratarme en mí cabeza a ambos hermanos en alguna montaña en compañía de la criatura de pie grande, tomándose una selfie.
El restaurante en el cual teníamos reservación era nada menos que el mismo restaurante de comida asiática en el que solía trabajar mí abuela cuando sus rodillas le permitían moverse más allá de su cama. Hago un amago de disgusto en el momento en el que estacionamos mientras las palabras de Katherine sobre la comida asiática en este lugar resuenan en las paredes de mi cerebro, pero por lo visto no solo es el restaurante en el que trabajaba mi abuela, sino que también fue el sitio en el que Nox y los hermanos Janssen compartieron muchos momentos.
Irónico, eso solo me hacia odiar más a dicho lugar.
Dejando mis pensamientos a un lado, decido bajar del auto para comenzar a caminar con desgano hasta la entrada en la cual se encuentra un gorila robusto con unos enormes anteojos sobre su cabeza. Micah se aproxima en estrechar su mano con confianza como si fuesen amigos desde el primer día de sus vidas, después Mikhail se acerca y repite la acción de su hermano hasta que finalmente es el turno de pie grande, quiero decir, Nox.
—¿No me reconoces cabeza de platano? —habla la rubia con extrema confianza en sus palabras mientras se planta frente a el grandulón. Los ojos caídos de éste, la escanean de inmediato que una sonrisa se abre paso en sus labios.
—¿La pequeña Proulx? —farfulla con detenimiento antes de estrechar su puño contra el de ella, movimiento que me permite apreciar las palabras escritas con tinta en su dedo medio—. Han pasado más de cinco años sin ti en este lugar, Nox. Espero que no te pierdas tanto tiempo.
Nox sonríe trasladando su mirada gris oscuro hacia mis ojos.
—Descuida John, esta vez he venido para quedarme.
Oh, cielos. Eso no podía significar nada bueno.
Finalmente después de bromear acerca de algunas anécdotas que Nox le contó al grandulón cuyo nombre es John, entramos al lugar y puedo admitir que su apariencia es ostentosa, ha mejorado mucho en los últimos años. Cuando mi abuela trabajaba en el lugar parecía un lugar común y silvestre mientras que ahora las paredes eran de cristal permitiéndole al comensal una privilegiada vista del océano que se extiende frente a nosotros.
Después de sentarnos en una mesa y elegir algo en el menú que se adapte a nuestro paladar, tengo que continuar escuchando las anécdotas de Nox. Cada palabra que emite me hace conocer un poco más acerca del salvaje y atemorizante estilo de vida que lleva, no es sencillo para cualquier persona lanzarse de un helicóptero sin paracaídas ya que supuestamente un trampolín yace en tierra firme para sostener tu caída. Pero en fin, debo admitir que pie grande tiene agallas.
—¿Qué hay de ti, Kathleen? —los ojos de todos en la mesa caen sobre mi, me remuevo incómoda sobre la silla debajo de mi mientras levanto mi mirada—. ¿Cuál ha sido la experiencia más relevante en tu vida?
Guardo silencio mientras busco desesperadamente en mi cabeza por algún recuerdo que me salve pero para ser honesta, no era chica de aventuras extraordinarias.
—Creo que...
—Conocernos, obviamente—habla Micah a mi lado, guiñandome un ojo. Y aunque en otras circunstancias eso hubiese sido lo más ridículo que pudiera haber pasado por su cabeza, le agradezco por intentar sacarme de aquel hoyo.
—Oh vamos, Leonardo, si tan solo las chicas con las que te acuestas supieran con lo que soñabas ser cuando tenías diez años—se burla Nox, haciéndome fruncir mis cejas con interés—. Katie, tu novio perfecto soñaba con ser diseñador de pasteles cuando era un crío.
—Tu mismo lo dijiste, era solo un crío en ese entonces, Nox—se defiende Micah, encogiendo sus hombros.
—Yo creo que es tierno que el haya querido ser repostero, Nox—argumento intentando demostrarme tan fuerte como ella, sus párpados se abren con fuerza y deja salir un risotada ante mi comentario—. Además, no tiene nada de malo soñar con ser alguien como Buddy en la vida, no todos tenemos las inclinaciones que tu tienes —agrego.
Puedo ver la sonrisa que se forma en el rostro del ojizarco por más que el intente disimular, se nota que está orgulloso de que pueda hacer callar a pie grande.
—¿Soñar con ser niñera es mejor, entonces? —contraataca, mirándome directamente a los ojos.
En el momento en el que abro mi boca para defenderme la comida llega, haciéndome guardar silencio. Observo los tallarines con un enojo inusual apoderándose de mis entrañas y revolviendo mi estomago.
Pie grande se me resultaba una completa molestia, su actitud pedante y arisca de ser me tenía hasta las pelotas inexistentes de mi cuerpo. Además, nunca me había considerado del tipo de chica que juzgan a las personas a la primera impresión, Nox era la excepción. Intentaba convencerme de darle una oportunidad, quizás estaba juzgando a pie grande por su acritud hacia mi, quizás resulte ser mejor de lo que parece, pero en el momento en que una frase se escapa de su boca, mi corazón se hace pedazos.
—¿Recuerdas que nuestra primera cita fue en este lugar, Mik? —habla Nox mirando al ojizarco con fijeza. Mikhail asiente mordiendo sus labios mientras engulle algunos tallarines con su tenedor—. Me siento honrada por haber sido la primera novia de uno de los hermanos Janssen.
Mikhail sonríe, dejando el tenedor sobre el plato mientras estira sus largas piernas enfundadas en sus jeans oscuros. Maldita sea el ojizarco y su sonrisa de revista vogue.
—Esa fue una noche inolvidable —alega, sonriendo como si en su mente estuviese plasmandose el recuerdo—, los buenos tiempos, Proulx.
—¿Buenos tiempos? —interroga Micah, haciendo una especie de baile con sus cejas y achicando sus ojazos verdes en dirección al ojizarco y pie grande—. ¿Tuvieron sexo esa noche?
Nox le lanza uno de sus tallarines a Micah en su rostro mientras le mira amenazante.
—Cierra la boca, Leonardo.
—¿Por decir la verdad, cuñadita? —bromea Micah. Mi estómago se encoge en el momento en el que suelta esa palabra respecto a ella.
¿Qué mierda estaba ocurriendome?
Vuelvo a detallar mis tallarines prácticamente completos en mi plato mientras Nox y Micah bromean con sus insultos. Puedo sentir como el aire que respiro es cada vez más escaso, así que tomando una gran bocanada de aire frío decido levantarme con la excusa perfecta de ir al baño. Muevo mis temblorosas piernas que se han convertido en un par de gelatinas hasta la terraza del establecimiento para tomar aire fresco. Cuando de pronto escucho unos pasos acercándose hasta mi, me sorprende al darme cuenta de que se trata de la rubia, Nox.
Maldita sea, Nox parecía un fantasma.
—¿Te gusto o qué, Nox? —me giro para enfrentarle sin disimular mi desagrado hacia ella—. ¿Por qué estás aquí?
Ella se encoge de hombros, torciendo sus labios pintados de negro mientras que con su metro setenta se planta frente a mi.
—Es un lugar libre, Kathleen —replica irónica—. Además, debo dejarte en claro una par de cosas mientras esté en la ciudad.
Le miro en silencio con una mueca en mi rostro. No me simpatiza el tono en el que usa para referirse a mí.
—Te quiero lejos de Mikhail —dictamina con firmeza—, no pienso dejar que una chiquilla como tu esté con mí Mikhail.
Alzo mis cejas con incredulidad a la vez en la que mi boca copia la acción de mis cejas, abriéndose abiertamente.
¿Mi Mikhail?
¿Le orinaste encima, perra?
—¿Qué te hace creer que voy a hacerte caso, Nox?
Ella sonríe.
—Porque sino me aseguraré de que pierdas tu empleo, niñera —espeta de manera despectiva mientras se acerca peligrosamente a mí—. Ubicate Kathleen, tu solo eres la niñera y nada va a cambiar eso—asevera para empujar su hombro contra el mío y alejarse.
Y entonces lo confirmo, no me equivocaba con respecto a Nox. Ella sería una verdadera pesadilla en mi vida.