Un amigo gratis | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

5.7M 594K 402K

«¿Cuánto tiempo necesitaré para olvidar cada segundo que hemos pasado juntos?» La vida de Nash es un desastre... More

Introducción
Cuentos para Sidney: Conocerla.
01 | El baño de chicos
02 | Primer contacto
03 | Sueños frustrados
04 | Escribes, ¿verdad?
05 | El río de mi vida
06 | El trío invencible
07 | Meteduras de pata
08 | Jayden Moore
09 | Solo tienes una vida
10 | Un consejo infalible
Cuentos para Sidney: El puente roto.
11 | Nueva voluntaria.
12 | Somos como equilibristas
13 | Vas a volverme loco
14 | Las cosas se tuercen
15 | Mi canción favorita
16 | Cuestión de maquillaje
17 | Que lo dejen en paz
18 | Feliz cumpleaños
19 | Los koalas no comen humanos
20 | La locura es bonita
21 | Once y once.
22 | Una estrella fugaz
Cuentos para Sidney: Brillar.
23 | Amor propio
24 | Sin palabras
25 | Serás una fracasada
26 | No me odies
27 | Cuestión de nervios
28 | Interrogatorio improvisado
29 | La culpa
30 | ¿Cómo se besa a alguien por accidente?
31 | Una dolorosa invitación
32 | La fiesta de San Valentín
33 | Me muero de ganas de abrazarte
34 | Una bonita despedida
Cuentos para Sidney: Lo que ella me enseñó.
35 | Nuestra primera cita
36 | Un ramo ideal
37 | La ansiedad
38 | ¿Puedo dormir contigo?
40 | Una idea descabellada
41 | Tú eres mi tesoro
Epílogo.

Capítulo extra

59.9K 8.9K 9.1K
By InmaaRv

Capítulo extra

(solo válido para el final de Wattpad)

Nash

Quiero que, durante un segundo, te olvides de todo lo ocurrido estos últimos meses. Me gustaría que volvieses a aquel trágico domingo de Marzo, que lo borres de tu memoria y que me dejes continuar desde ahí.

Hazlo, te lo pido por favor. Necesito que lo hagas.

Actuemos como si nada hubiese pasado.

Solo durante un instante.

Por favor.

Hoy es ocho de Agosto, martes. Estamos en mi casa, mirando la pantalla del ordenador que hay sobre el escritorio de mi habitación. Yo estoy sentado en una gran silla acolchada de color negro, mientras que ella ha preferido ocupar un taburete de madera. Tiene sus piernas sobre las mías y la cabeza apoyada en mi hombro.

Últimamente está mucho más cariñosa que de costumbre y, aunque se niegue a admitirlo, sé que se debe a que falta poco para que se acabe el verano y empiece la universidad. Ella se irá a la capital a estudiar psicología, pero yo me quedaré aquí, recibiendo clases de filología hispánica.

Hay doscientos cincuenta y tres kilómetros de distancia; eso es lo que le preocupa.

—Has puesto «televisión abajada» en vez de «televisión apagada». —Alcanzo a oír—. ¿Desde cuándo abajas la televisión?

De inmediato, me vuelvo hacia la dueña de la voz. Eleonor ha levantado la cabeza para mirarme. Tiene las cejas alzadas y ese brillo en los ojos que tanto la caracteriza. Aunque está algo despeinada —se ha recogido el pelo en un moño descuidado porque hace mucho calor—, podría pasarme horas observándola sin aburrirme.

Sin embargo, no puedo hacerlo. Así que me aclaro la garganta, me vuelvo hacia el monitor y borro las tres líneas que he tecleado distraídamente, mientras pensaba en otra cosa.

—Lo siento. Me he equivocado.

—Eres un torpe.

—Cállate.

Empieza a reírse.

—Y un mal escritor. —Al momento, añade—: ¿Quieres que vaya a decirle a Sidney que abaje la tele para que no te distraigas?

—Eleonor... —le advierto.

—Sí, definitivamente debería ir a abajarla.

Retengo el impulso de golpearme la frente con la palma de la mano. Está intentando hacerme de rabiar, y ambos sabemos por qué.

—Pero, ¿tú no estabas enfadada? —le suelto.

En cuanto escucha mis palabras, frunce el ceño y se le borra la sonrisa de la cara. Pese a que soy consciente de que está haciendo el paripé, porque ya se le ha pasado el cabreo, se levanta de la silla para poner distancia entre nosotros. Una vez de pie, se cruza de brazos.

—Sí, lo estoy. Y mucho.

Ruedo los ojos antes de volver a teclear. Estoy a punto de terminar de escribir el capítulo.

—Qué pena.

—¿No lo vas a borrar? —indaga, sin dejar de mirarme.

Niego con la cabeza.

—Ni loco. Es una de las partes más divertidas de toda la novela.

—Pero no es necesaria —rebate—. Dime, ¿para qué quiere la gente saber que te conocí en un baño de chicos?

—No lo sé, pero seguro que les hace gracia saber que la única excusa que se te ocurrió fue decir que eras una mirona.

—Sigue siendo un detalle sin importancia. —Mi comentario ha debido de molestarle más de lo que creía porque, pasados unos segundos, añade—: ¿Y qué querías que dijese, eh? Estaba nerviosa, y tampoco podía ir por ahí contando que Lucas me había escupido en la cara.

La miro de reojo. Es tan cabezota que, aunque sabe que no tiene posibilidades de ganar la discusión, sigue peleando con uñas y dientes.

—¿Y decir que venías a espiarme era mejor que eso?

Al oír mis palabras, se le colorean las mejillas, lo que provoca que yo empiece a reírme. Rendida, vuelve a sentarse en el taburete y apoya la cabeza en mi brazo. Su gesto me toma por sorpresa, pero tardó poco en reaccionar y empiezo a acariciarle el pelo. De no ser porque nuestros asientos están muy juntos, seguramente se caería.

—Eres un mal novio —farfulla.

Le doy un suave empujón.

—Anda ya, no digas tonterías.

—Por lo menos podrías quitar la parte en la que dices que mis ojos son de color «caca pasión». Es vergonzoso.

Esbozo una sonrisa burlona.

—¿Eso me haría dejar de ser un mal novio?

—Tal vez.

No puedo resistirme. Tras echarle un último vistazo, cierro el documento que ocupa toda la pantalla y abro aquel en el que pego los capítulos una vez terminados. Cuando me voy al primero y Eleonor ve que estoy buscando esa descripción que tanto odia, levanta la cabeza para darme un beso en la mejilla. Yo le sonrío, antes de teclear una palabra a toda prisa, tratando de adornar la frase para que sea de su agrado.

Una vez acababa mi tarea, decido leerla en voz alta.

—«Yo, en cambio, no podría ser menos especial. Era rubia gracias a mamá, y había heredado los ojos marrones (de un bonito —recalco esto último, para que se dé cuenta de que lo he puesto— color caca pasión) y la tez pálida de mi padre». Ya, ¿feliz?

Ante mi tono desganado, suelta una carcajada. Yo la miro de reojo. Su risa me gusta, porque es bonita. Muy bonita. De hecho, incluso podría decir que es mi sonido preferido en todo el mundo.

—Sí, gracias. —Asiente con la cabeza.

Entonces, se levanta de un salto, me coge de la mano y tira de mí para que me ponga en pie. Cuando me resisto —llevo más de tres horas frente al ordenador, trabajando en el capítulo, y siento la necesidad de terminarlo cuando antes—, hace un puchero. Pero no me suelta.

—Vamos —me dice—, estoy cansada de escribir.

Enarco las cejas.

—Pero si no has hecho nada.

—Bueno, pues estoy cansada de que tú escribas. Venga.

Ruedo los ojos, pero le hago caso de todas formas. Sus dedos siguen entrelazados con los míos cuando cruzamos juntos la habitación y se tira sobre la cama, conmigo detrás. Después de sentarse al final del colchón, se recuesta la pared y me hace un gesto para que me acerque y apoye la cabeza en su regazo. Como no podría ser de otra manera, lo hago.

Me gusta que no le tiemble el pulso cuando comienza a recorrer mi frente con los dedos. Se dedica a dibujarme figuras abstractas en la mejilla, en completo silencio, con total tranquilidad. Y el corazón me salta de alegría. Supongo que, después de todo lo que hemos pasado, me reconforta saber que se siente a gusto conmigo; que hemos dejado atrás todos los nervios y las inseguridades, y que ahora está cómoda cuando yo estoy cerca.

—Como sigas así, voy a quedarme dormido —murmuro, luchando por mantener los ojos abiertos.

Ella se ríe.

—¿Y qué puedo hacer para impedirlo, Nash?

Curvo los labios al escucharla.

—Lo que quieras.

Duda durante un segundo, lo que hace que me replantee seriamente si debo decírselo de una forma más directa. Sin embargo, ni siquiera me da tiempo a abrir la boca antes de que se incline y pose sus labios sobre los míos. Es un beso corto e inocente y, aunque la posición en la que estamos no me permite correspondérselo tan bien como me gustaría, alcanzo a ver que está sonriendo cuando se separa de mí.

Luego, vuelve a enredar los dedos en mi pelo. Yo dejo que se me cierren los ojos. Acto seguido, le susurro:

—Te quiero. Lo sabes, ¿verdad?

Añado esto último porque soy consciente de que se lo digo demasiado. Pero es que, si soy sincero, no me canso de repetir esas palabras. Me gusta cómo suenan en voz alta y que los ojos se le iluminen cada vez que las escucha y se da cuenta de que son para ella.

—Sí, lo sé —responde—. Yo también te...

La interrumpo antes de que le dé tiempo a terminar la frase.

—Ni se te ocurra decirlo —le advierto. Ella parpadea, perpleja, cuando le tapo la boca con ambas manos—. Nos da mala suerte.

Rueda los ojos. No permito que emita ningún sonido, pero algo en su rostro me dice que se muere de ganas de pegarme una colleja.

—No me mires así —agrego con rapidez. La chica, ante esto, enarca las cejas—. Siempre que lo dices, pasa algo. La primera vez, te atropellaron y casi te rompes una pierna. La segunda, te caíste en la pista de patinaje. ¡Faltó poco para que te quedases sin dientes!

Porque sí. Porque lo de aquel domingo, lo del accidente, solo había sido un susto sin importancia. Porque habíamos ido a patinar, al cine, a la piscina y al parque de atracciones. Porque somos una pareja normal. Porque ella está aquí, conmigo.

—Si te suelto, ¿me prometes que no vas a decirlo?

Eleonor asiente con la cabeza. Por desgracia, me doy cuenta demasiado tarde de que ha mentido. En cuanto le quito la mano de la boca, me coge de las mejillas y pega su rostro al mío. Y, entonces, justo cuando cierro los ojos, debido a que creo que va a besarme de nuevo, me susurra:

—Te quiero. —Al ver la expresión de mi rostro, se apresura a seguir—: Te quiero, y me da igual que la mala suerte recaiga sobre nosotros. Te quiero, te quiero, te quiero.

Sus palabras consiguen que me dé un vuelco el corazón, pero me río para disimularlo.

—Vaya. No sé si voy a poder soportar todas las desgracias que se nos van a venir encima después de esto —bromeo.

Vuelve a rodar los ojos, antes de maniobrar para recolocarse y tumbarse a mi lado. Después, me pone una mano en el estómago y se acuesta sobre mi pecho. No puedo verle la cara, pero sé que ha cerrado los ojos. Tiene la oreja justo encima de mi corazón, y me ha dicho más de una vez que le gusta aislarse del mundo y escuchar sus latidos.

Yo me entretengo pasándole los dedos por el brazo. Justo cuando estoy a punto de llegar a la zona de la muñeca, en la que todavía, después de tanto tiempo, lleva la pulsera que le regalé por su cumpleaños, la escucho murmurar:

—No quiero irme, Nash.

Trago saliva. Yo tampoco quiero, para qué mentir; pero tampoco puedo pedirle que se quede. Sería un acto muy egoísta. La universidad de psicología es donde debe estar, porque tiene todo lo hay que tener para sacarse el título. Ha nacido para esto, y ambos lo sabemos.

Por eso, ya que soy consciente de que soy el único que puede convencerla de que se marche, le digo:

—Vamos, son solo unos cuantos kilómetros. No hay tanta distancia. Nos veremos a menudo.

Miento. Apenas podremos quedar más de dos veces al mes, pero necesito consolarla de alguna forma. No quiero verla mal.

—¿A quién voy a contarle ahora todo lo que me pase?

—A mí. Seguirá siendo igual. Hablaremos todos los días —me apresuro a contestar.

—¿Y si me toca una Grace como compañera de cuarto? ¿Quién va a ayudarme a lidiar con ella?

Pese a sus insistencias, no me rindo.

—Tranquila. Si eso pasa, les daré el móvil a tus hermanos para que le dejen las cosas claras. Apuesto a que saldrá corriendo después de escuchar a los tres «machos sobreprotectores» que viven en tu casa. Incluso a mí me dan miedo, y eso que Lucas es mi amigo.

Esboza una sonrisa, pero nada más. Maldigo mentalmente.

—¿Y si algún día llego a casa y necesito un abrazo?

—Entonces, cogeré el primer vuelo que haya y me presentaré allí para dártelo. Y no te soltaré hasta que vuelvas a estar bien, ¿vale?

Tuerzo la cabeza para mirarla. Cuando mis ojos conectan con los suyos, me doy cuenta de que se está riendo.

—Eres un moñas —me dice, pero nada consigue evitar que algo me estalle en el pecho. Me alegro de saber que soy capaz de hacerla feliz, aunque sea dejándome en ridículo a mí mismo. No obstante, estoy cansado de que se mofe a mi costa, de modo que tiro de ella para hacerla caer sobre mí e interrumpir su risa. Esto solo consigue aumentar el volumen de sus carcajadas—. Y un cursi. Eres asquerosamente cursi.

Ruedo los ojos.

—Cállate, anda.

Vuelve a reírse, con la mejilla apoyada contra mi pecho. Permanezco callado hasta que consigue calmarse. Entonces, tras unos segundos, confiesa:

—Voy a echar esto de menos.

Me trago las ganas de decirle que yo también. En su lugar, entrelazo las manos en su espalda y la abrazo con mucha fuerza. No quiero soltarla, porque temo que se me escape. Del mismo modo que me rehúso a abrir los ojos ya que sé que, si lo hago, me despertaré. Y entonces todo volverá a ser como antes: me daré cuenta de que estoy solo, de que ella se ha ido y de que todo ha sido un sueño. Una ilusión.

Soy consciente de que tengo que hacerlo, que debo volver a realidad y dejarla ir; pero no puedo. No todavía. Así que me permito oler su pelo por última vez, sentir su calor y aferrarme al sonido de su voz, que llega de forma distorsionada a mis oídos cuando me pregunta:

—Si hubieses sabido que esto iba a terminar así, ¿habrías cambiado algo?

No respondo. Sé que, si me muevo, todo acabará. Así que prefiero contestarme a mí mismo, en mi mente, y decirme que sí; que quizás no me importe haber sufrido tanto, ni haber sentido tanto dolor.

Porque, para qué mentir. La respuesta es no. Claro que no cambiaría nada.

Si hubiese sabido que dolería tanto, la habría querido igual. O incluso más.

Más.



Os habla la Inma de 2021, pero esto es más emocionante si os dejo la nota de autor que puse cuando escribí esto, que fue en 2016, antes de publicar esta novela (mi primer libro) en papel. Gracias por todo el apoyo, ahora y entonces. Y por animarme a escribir y a seguir creyendo en mí misma incluso cuando yo no lo hago.

La novela estará completa en Wattpad hasta el 30 de septiembre, podéis leerla hasta entonces :)

Y la nota de autor que escribí entonces fue esta:

Tengo que admitir que ha sido muy emocionante escribir esto después de haber terminado de editar la novela, sobre todo sabiendo que era para celebrar el millón de lecturas. Siento que es... algo así como una despedida, ¿entendéis? Una forma de cerrarlo todo y decirles adiós a Nash y Eleonor para empezar a viajar con otros personajes.

Qué poético me ha quedado eso, eh.

En fin, espero que el extra os haya gustado. Sé que lo hago muy a menudo, pero voy a volver a repetiros lo agradecida que estoy con vosotros. Es increíble que hace apenas unos meses apenas sobrepasasemos las 400K lecturas, y ahora acabemos de llegar al millón. Valoro a miles todo el apoyo que me habéis dado y que seguís dándome.

lo que se te venía, Inma, no tenías ni idea.


Continue Reading

You'll Also Like

233K 22.5K 34
Harry Potter lleva un gran rencor contra sus tíos quienes al no querer hacerse responsables de que el se lastimé así mismo, por como lo trataron siem...
40.9K 3.6K 18
Clara Russet tiene como objetivo de último año en su instituto conquistar al que ha sido su crush por años, pero no contaba con verse envuelta en una...
318K 20.3K 28
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...
4.9K 174 8
Hola está historia va a hacer de kosta kecmanovic y tn o sea tu pero en esta ocasión tn se va a llamar Nova Collins. La historia va a tratar sobre un...