Burning slow | MinJoon |

By Nyacseo

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JiMin podía ser el confidente de Bangtan, pero había cosas que ni si quiera él sabía. Secretos sucios y dañin... More

FAKE INTRO
Prologue
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Epilogue
Agradecimientos

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By Nyacseo

NamJoon estaba estresado.

Quedaban quince días para el comeback y estaba muy estresado.


Aun no estaba plenamente convencido de su canción en solitario, y los nervios lo estaban carcomiendo.

Ya había mandado la versión definitiva, no porque sintiese que estaba perfecta, si no porque no había más tiempo. Tenían que grabar los CDs e imprimir los álbumes y NamJoon no tenía más tiempo para seguir dando vueltas en círculos.

«Reflection» iba a salir al público, y aun así, NamJoon seguía intentando arreglar algo que ya no tenía arreglo a las dos de la mañana en un estudio que aun le resultaba extraño y ajeno.


Hacía menos de dos semanas que le habían dado su estudio privado. Lo había bautizado como Mon Studio, lo había decorado a su gusto con sus figurines, sus posters, e incluso lo había enmoquetado para darle mayor comodidad, pero aun no se sentía del todo a gusto trabajando allí. Añoraba la presencia de Suga a su lado, la sensación de trabajar hombro con hombro junto a su mejor amigo y compañero. Llevaban seis años así y ahora le estaba resultando muy difícil acostumbrarse a un cambio tan drástico.

Eso, las fechas límites, las interminables horas de ensayos y grabaciones, las sesiones de fotos y pruebas de vestuario, peluquería y maquillaje le dejaban poco tiempo para poder relajarse. A penas estaba durmiendo aquellos días debido a todas las cosas que había por hacer.

El mes previo a la salida de un nuevo álbum siempre era una maldita locura, pero éste estaba resultando especialmente abrumador.


Casi le dio un ataque al corazón cuando sintió que le arrebataban de un tirón los auriculares que llevaba teniendo pegados a su cabeza desde hacía horas, y no había notado cuanto le dolían las orejas hasta que no estuvieron libres de ellos.

No había sentido que alguien llamaba a la puerta ni que entraba en su pequeño estudio, pero cuando vio a JiMin detrás suyo, con las manos sobre sus hombros, y miró el reloj, comprendió que llevaba demasiado tiempo abstraído.


— Jin-hyung me ha dicho que estabas tan estresado que ibas a explotar, así que he venido en cuanto he podido, antes de que pudiera encontrarme tus restos manchando las paredes... — murmuró JiMin, inclinándose para darle a NamJoon un suave beso en la sien — Ya sabes... Es muy difícil quitar la sangre de la alfombra...


NamJoon forzó una sonrisa que no llegó a iluminar sus ojos. JiMin estaba intentando animarle, bromear para aliviar la tensión que se había acumulado en aquel pequeño espacio, pero ésta era tan grande que una pequeña broma no conseguiría distenderla, y NamJoon no necesitó decir ni una palabra para que JiMin se diera cuenta de que tendría que esforzarse un poco más si quería conseguir su objetivo.


— Ven... Déjame que te de un masaje... — suspiró el bailarín, situándose a la espalda de NamJoon, posando sus manos sobre sus hombros, con delicadeza, imponiendo una firme presión en sus músculos que por un momento hizo tensarse aún más a NamJoon — Necesitas relajarte, Joon... Te vas a hacer daño si sigues así...


NamJoon cerró los ojos y dejó escapar el aire que había en sus pulmones, tratando de liberar algo del estrés que llevaba semanas acumulando, obligando a sus músculos a relajarse para que la presión que hacía JiMin sobre ellos ayudase a aliviar los nudos que se habían formado en su espalda por la tensión.


— Has hecho un gran trabajo con éste álbum, Joonie... — aseguró JiMin, su voz cálida y comprensiva mientras presionaba con sus dedos lugares en su cuello y en sus hombros que hasta el momento no se había dado cuenta de lo adoloridos que estaban — Tu solo es precioso y va a emocionar a mucha gente... Yo lloré escuchándola...


NamJoon abrió los ojos, fijándolos en la pantalla de su ordenador con la mirada perdida, donde el programa mostraba las pistas de «Reflection» amontonándose unas con otras. Un nudo se formó en su garganta al pensar que JiMin ya había escuchado su canción.


— Los productores ya la han aprobado, NamJoon... Ya hemos terminado con lo más difícil... Ya sólo nos quedan las promociones, ¿por qué sigues dándole vueltas?


NamJoon no contestó, quedándose inmóvil con la mirada fija en todos aquellos meses de trabajo que había tirado por la borda. No quería decirle a JiMin que no la consideraba lo bastante buena, que quizá se había equivocado con el tema, que tal vez hubiera debido hacer algo como HoSeok, una canción para agradecer, no para lamentar...

Pero NamJoon no necesitaba decir nada para que JiMin entendiera.


— Se acabó — gruñó JiMin. Cuando NamJoon se giró a mirarlo, su expresión decía que estaba enfadado, y NamJoon entendió que la había cagado.


— JiMin...


— Levántate — ordenó JiMin, agarrándole de la muñeca y tirando de él, obligándolo a ponerse de pie.


NamJoon obedeció sin objetar nada, temiendo cabrear más a JiMin de lo que ya estaba. Se quedó de pie, parado y rígido como una tabla viendo cómo JiMin se sentaba en su silla de trabajo y se giraba hacia el ordenador, mirando la pantalla y descifrando lo que NamJoon estaba haciendo hasta que él llego. Desconectó los auriculares del ordenador y por los altavoces comenzó a sonar «Reflection», o al menos la versión retocada, claramente diferente a la supuesta versión final que pronto estaría en todos los reproductores del país y de muchas otras partes del mundo.

La mandíbula de JiMin estaba tensa, las comisuras de sus labios caídas y su ceño levemente fruncido. NamJoon no podía dejar de mirarlo, porque, pese a todo, seguía siendo infinitamente hermoso, con su cabello cayendo sobre su frente en suaves ondas, recientemente teñido y clareado, cercano a un tono que pronto sería plateado.

Al contrario que el negro, que le daba un toque inocente y natural, aquel color le hacía parecer irreal, atractivo y maravilloso.


Sin embargo, estaba muy enfadado, NamJoon no tenía más que ver la forma en que JiMin lo miró al darse cuenta que debía llevar horas trabajando en una canción que supuestamente estaba terminada, estresándose y volviéndose loco sin motivo.

NamJoon bajó la cabeza, mordiéndose los labios, culpable y arrepentido. Odiaba que JiMin se enfadara con él, y al contrario de lo que había pensado antes de que comenzara su relación, NamJoon siempre era el primero que daba el paso para intentar arreglar las cosas cuando se presentaba algún problema.


Sin piedad alguna, JiMin cerró el programa, negándose a guardar los cambios que NamJoon había estado haciendo durante las últimas horas. NamJoon gimió con dolor al ver cómo se perdían tantas horas de trabajo, pero no dijo nada, aceptando con sumisión la decisión de JiMin.

El menor cerró todos los programas y abrió el reproductor de música en el ordenador, dejando que sus canciones favoritas comenzaran a sonar por los altavoces a un volumen moderado. Sólo entonces, JiMin hizo girar la silla, quedando en dirección a NamJoon en una posición cómoda, con las piernas cruzadas y las manos reposando en los brazos de la silla.

JiMin lo miraba, serio y con sus ojos oscuros intensos y profundos, consiguiendo que NamJoon sintiera sus rodillas flaquear. Casi no se sentía capaz de mirar a JiMin a los ojos, pero no podía apartar la mirada de ellos, era como si estuviese embrujado, conectado a él por un poder invisible que lo tenía completamente atrapado.


— De rodillas, NamJoon — exigió JiMin, su voz calmada y dominante.


NamJoon ni si quiera se lo pensó, obedeciendo sin pestañear. Se arrodilló lentamente bajo la ineludible mirada de JiMin, sintiendo cómo su docilidad lo complacía.


JiMin siempre había sido un poco mandón, malicioso en una forma muy sutil con la que a veces era difícil llevarle la contraria y saber cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero desde que JiMin se había convertido en su novio, NamJoon había notado cómo esa faceta salía a la luz con mayor facilidad cuando estaban solos.

Y por extraño que pareciera, NamJoon no encontraba ningún problema con ello.

Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, tal vez se preguntara cómo era posible que le resultara tan sumamente fácil y natural acatar todas y cada una de las ordenes y los deseos de JiMin sin rechistar. Se sorprendió a sí mismo al descubrirse sometiéndose de buena gana, sin que ello le supusiera ningún tipo de conflicto interno.

NamJoon siempre se había considerado bastante dominante, un líder natural, pero precisamente ahí estaba el kit de la cuestión.

NamJoon estaba cansado de ser el líder. Estaba cansado de tener que tomar decisiones, de tenerlo todo bajo control, de estar siempre preocupado por hacer las cosas bien... Cuando JiMin tomaba el control, todo era fácil y placentero, era agradable, sencillo...

JiMin recibía una inyección de ego al sentir el poder, capaz de someter al líder en todos sus deseos, y NamJoon encontraba una gran satisfacción al doblegarse y complacer a su novio en todos los sentidos. De buena gana, NamJoon le dejaría tener todo el poder de la relación a JiMin si con ello los dos ganaban tanto.


Pese a estar de rodillas bajo la autoritaria mirada de JiMin, NamJoon no se sentía humillado. Nunca se sentía humillado. Que JiMin tuviera el poder no significaba que fuese cruel con él, o que sus actitudes fuesen vejatorias, JiMin siempre era cuidadoso y lo respetaba. NamJoon nunca había dejado de sentirse a salvo con él.


JiMin posó su pie sobre el hombro de NamJoon con un movimiento pausado y elegante. De inmediato, NamJoon sintió una leve presión hacia abajo y comprendió, obedeciendo el silencioso mandato para sentarse sobre sus talones, expectante.

Demasiado tardó en darse cuenta que los pies de JiMin estaban enfundados en sus Converse favoritas, las cuales llevaba un tiempo sin ver. Había estado demasiado desconectado aquella noche como para haberse percatado de lo que JiMin llevaba aquella noche, aunque tampoco importaba cómo fuera vestido, JiMin siempre estaba arrebatador a sus ojos.


NamJoon gateó, arrastrando sus rodillas en la moqueta para quedar entre las piernas de JiMin, tomando con delicadeza el pie que reposaba sobre su hombro para acariciar con sus pulgares la loneta de color rojo que recubría las zapatillas, antes de depositar un beso en el empeine del pie, donde los cordones se cruzaban.


— ¡NamJoon! ¡Está sucio! — lo regañó JiMin, tratando de apartar el pie, pero NamJoon no le dejó, teniéndolo demasiado bien agarrado para que no se le escapara.


— Es culpa tuya... — croó NamJoon, su voz rota y cansada, como si llevara días sin hablar — Me provocas... — JiMin rió suavemente, dejando que NamJoon acariciara su pie y recorriera su pierna por encima de la tela del vaquero con posesividad y devoción — ¿Por qué eres así? — se quejó con un leve puchero en sus labios, subiendo la mirada para encontrarse con los ojos cálidos y la sonrisa apacible de JiMin — ¿Por qué te vistes así si sabes lo que me haces?


— Quiero gustarte — admitió JiMin, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas y la punta de sus orejas — Quiero que me quieras... que me mires y sea yo lo único en lo que puedas pensar durante todo el día... Quiero que se te vaya la mirada cuando me veas pasar... Quiero que te acuerdes de mi cada vez que veas a alguien que lleve Converse, porque no sé lo que haría si volvieras a perder la cabeza por la primera chica bonita que se te pase por delante...


— No sabía que fueras tan celoso...


— Tú me has hecho así — lo acusó JiMin, aun sonriente y sin perder el cariño en la voz.


— Si no hubiera sido por eso, tal vez tú no te habrías decidido a tratar de llamar mi atención... — pensó NamJoon en voz alta, apoyando su mejilla sobre la rodilla de JiMin, dejando que el menor comenzara a acariciar su cabello, logrando empezar a relajarlo de una vez por todas — Y yo nunca me habría atrevido a decirte mis sentimientos si no lo hubieras hecho... — NamJoon suspiró y cerró los ojos, sentándose en el suelo y acomodándose entre las piernas de JiMin, dejando que las caricias suavizasen la tensión de sus músculos mientras el menor repartía agradables caricias a lo largo de su rostro, su pelo, su cuello, consiguiendo que NamJoon se deshiciese ante aquellas atenciones — No creí que fuera necesario decir que eres el único para mi, JiMinnie... No he sido capaz de mirar a nadie más en todo este tiempo, no importa cuánto lo intentase... Me encantas, lleves lo que lleves puesto... Eres perfecto, JiMin...


— Si me ves así... ¿Entonces por qué no me crees cuando te digo que eres lo suficientemente bueno? — NamJoon ladeó la cabeza, curioso, mirando a JiMin sin dejar su posición cómodamente apoyado en su regazo — Pones tu alma en todo lo que haces, Joon, y eso es una de las cosas que más amo de ti, pero a veces te esfuerzas demasiado... No sé si me da más miedo perderte por otra persona o perderte porque te encierras en ti mismo...


— JiMin...


— Déjame cuidar de ti, Joon, por favor... — NamJoon sintió cómo se le hacía un nudo en la garganta y se le inundaban los ojos en lágrimas no derramadas al ver la sincera preocupación y el intenso temor de JiMin reflejado en su rostro — No me dejes fuera de tu corazón...


— Estoy en tus manos — accedió NamJoon, abandonándose por completo, dispuesto a derribar todos los muros que él mismo levantaba y que impedían a JiMin llegar a su corazón — No podría entregarme a nadie mejor...


JiMin se inclinó, tomando la barbilla de NamJoon para alzar su rostro, buscando sus labios con tanta ternura que hizo temblar su corazón. Sólo fue un roce, una casta caricia entre sus labios, pero fue suficiente para que NamJoon suspirara por la intensidad de aquella intimidad, por lo fuertes que eran los sentimientos entre ellos.


No importaba cuantas veces se besaran, JiMin siempre conseguía que NamJoon se sintiese enloquecer cada vez que sus pieles se rozaran.


— Eres tan bueno para mí, NamJoon...


NamJoon regresó a su posición previa, recargando su cabeza en el regazo de JiMin mientras el menor seguía repartiendo caricias, logrando que, de una vez por todas, NamJoon se olvidara de todo, de la fama, del éxito, de la música y del mundo.

El universo se había reducido a aquella pequeña habitación donde sólo estaban ellos, donde sólo existía JiMin para recordarle que él era importante y valioso, que era amado.

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