Eternidad

Від HilCat92

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Desde unas noches atrás Will Graham es atormentado por vividos sueños de una vida pasada que no comprende, en... Більше

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Trivia
Pistas
Capítulo 11
Entrevista
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
¡¡¡Anuncio super importante!!!

Capítulo 21

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Від HilCat92

Dedicado a mi queridísima @DanyaRoseLove, por un hermoso año lleno de amistad y Hannigram


********************************

La respiración como un bufido, la mandíbula tensa, los puños cerrados con fuerza y un sofocante ardor calentando su pecho, Matt experimentaba la ira en su expresión más caótica, sus oídos zumban, tenía la boca seca y la piel le escocía. El aroma salino del mar era ligero y podía ver desde la bahía la ciudad de Baltimore iluminada.

A su alrededor carcajadas, risas diabólicas resonaban en torno a él, deambulaba en Chesapeake bajo el frío, la nieve comenzó a caer al igual que la oscuridad, la solitaria lobreguez del anochecer lo acercaba más a sus demonios internos, ya no había nada que le salvara, no podía confiar en nada.

"No es como creías ¿verdad Matt?" "Quién te podría quererte a ti Matt"

—No, no es verdad. Basta. Por favor.

"No Matt" "Justo como tú padre" "Él no te quería" "Nadie puede quererte Matt, nadie"

Caminaba en círculos cerca del muelle, el clima mantenía los navíos solitarios y la avenida principal desierta, empezaba a balbucear, apretaba las manos, volvía sobre sus pasos, se rastrillaba el cabello con violencia y comenzaba de nuevo su proceso. Su mente reproducía las palabras de Will, y la hermosa voz le quemaba los oídos, como si esa oración estuviera llena de veneno, "Esta mañana tuve una cita", no, no podía ser posible, su ángel debía esperarlo sólo a él, ¡a él! y a nadie más. Caminó sobre el muelle de madera, a sus costados las embarcaciones y el mar en completa calma.

—¿Por qué Will? ¿Por qué?

"Él no te ama Matt" "Te ha traicionado" "Elimínalo" "Elimínalo"

—No, Will, no. No puedo hacerlo, no puedo matar a mi ángel— dijo apretando su cabeza con las manos colocándose en cuclillas de frente al mar.

—¿Se encuentra bien?— preguntó una joven poniendo una mano sobre su hombro. Él se crispó en respuesta y se levantó de inmediato haciendo que ella trastabillara con sus pies. Matt la tomó de la mano para evitar que cayera, pero al mirar, apenas con la poca luz su rostro se desfiguró dejando al esquelético monstruo frente a él.

Matt se echó sobre el espectro vuelto una fiera, sus manos tomaron su cabeza y la golpearon contra la madera en el piso, una, dos veces, pero el monstro era fuerte, lo arañó con sus manazas, y lo sacó de encima con una patada que lo hizo caer de espalda contra la madera húmeda del muelle. La visión se escabulló hacia uno de los botes, y Matt le persiguió, era su momento, no podía dejarle vivir, tenía que destruirlo, la adrenalina corría por su cuerpo, había dejado de escuchar las voces, sólo tenía algo en mente, destruir al demonio que se interponía entre su ángel y él.

Encontró al monstruo intentando subir a un bote, lo tomó de una pierna arrastrándolo hacia atrás, el cuerpo negro cayó de frente haciendo un estrépito sobre la proa, golpeando su cabeza con el casco, hubo un gemido extraño que Matt no supo identificar, subió al bote donde el esquelético ser intentaba ponerse de pie nuevamente, lo giró hacia él boca arriba y fue mordido en el antebrazo, la fiera luchaba, de sus dientes afilados y negros escurría brea y su respiración era feroz, Matt le pateó en el rostro, el espectro se desplomó pero no estaba muerto podía verlo respirar, se levantó otra vez y Matt tomó lo que estaba más cerca de él sobre la cubierta, era un arpón que no dudó en dispar sobre el pecho de la horrible criatura.

Matthew tenía calor, su gorro estaba empapado y la nieve había mojado su ropa, su respiración poco a poco se hizo más lenta conforme el ardor de la adrenalina bajó, dejándole ver con la luz del camarote que el cadáver a sus pies, no era el de el horrible monstruo sino el de una chica joven cubierto de sangre y un arpón traspasando su pecho.

Matthew cayó de rodillas, con un grito atorado en su garganta, el cual se aferró a ella y no le permitió siquiera tragar la poca saliva en su boca, se limpió el sudor de su labio superior y el agua condensada de su respiración caliente debajo de su nariz con la manga de su sweater, había demasiada sangre, salpicada por todo el piso blanco de la popa, él miró alrededor, estaba cansado, pero su mente se aclaraba pasado el episodio de ira.

—Lo siento, lo siento, pero ahora eres una santa, una mártir— le dijo en voz baja, como si le confesar un secreto—Le llevarás mi mensaje a mi ángel, él vendrá y recogerá tu alma.

El enfermero tomó un balde de agua y lo derramó sobre la chica lavando la sangre de su rostro y sus cabellos, le quitó el arpón el pecho y lo arrojó al agua, después sacó su navaja y cortó la ropa, la dejó desnuda, así la llevó hasta el final del muelle, la nieve seguía cayendo y la soledad le permitió trabajar, dejando un nuevo mensaje para Will.

"Redímelo de sus pecados" "Regrésalo al buen camino Matt" Susurraron las voces.

—Eso es, debe ser puro de nuevo, él será perdonado. Mi ángel fue corrompido— dijo clavando en los labios de la joven el anzuelo que llevaba con él, aquel amuleto tomado de la casa de su ángel. Se puso de pie con lentitud observando su tributo con apenas una tenue visibilidad— mi ángel fue engañado por el demonio. Mi amor lo salvará, el martirio lo hará santo.

El frío era más intenso ahora que la nieve cubría gran parte de los caminos, sus manos congeladas ardían, pero su mente estaba en calma, tenía que observar a Will de nuevo, esa misma noche si era posible, pero antes debía cambiarse, llegar a casa y descansar un poco. No importó que fuera difícil manejar su motocicleta por el asfalto congelado, en poco tiempo llegó a su apartamento, de inmediato se percató de un aroma a comida, había sobre la mesa dos platos y en la estufa una olla de estofado frío. Caminó hacia la habitación para encontrarse con el joven de la noche anterior metido entre sus cobertores con la luz de la lámpara de buró encendida. Extrañado lo tomó por el brazo y tiró de él sentado sobre la cama.

—¿Qué haces aquí?— pregunto. Los enormes ojos azules lo miraron primero con sorpresa, luego espanto, y sin embargo se mantuvieron firmes, conservando la compostura, tenía el labio roto y la mejilla inflamada.

—No tenía a donde más ir, encontré una llave extra en la cocina, es... estás herido— dijo Roberto palpando un rasguño bajo el ojo que Matt tenía, el enfermero alejó el rostro, mas el joven no desistió y lo tocó. Roberto soltó un pequeño jadeo al ver su atuendo manchado de sangre, Matt estaba empapado, casi congelado y tenía rasguños en el cuello y las manos—Ven— se levantó de la cama, estaba desnudo, pero parecía no importarle en absoluto, tomó la mano de Matthew y lo llevó hasta el baño, abrió la regadera y lo empujó suavemente bajo el chorro de agua caliente.

El joven no tardó en darse cuenta que la sangre no era de Matt, pero no dijo nada, no hubo miedo en su mirada cuando le ayudó a deshacerse de la ropa manchada.

—Tendremos que incinerarla después— musitó.

Matt no respondió, cerró el cancel de ducha y comenzó a lavar su cuerpo, escuchó Roberto bufar y salir del baño. Al terminar su ducha fue a la recámara, el joven seguía ahí, sobre las sábanas tenía preparado un poco de alcohol, vendas y algodón extraídos del botiquín.

—Parece que tienes experiencia en esto— soltó Matt mirando a Roberto a los ojos, tenía una toalla sobre su cadera mientras el chico había optado por llevar unos boxers a rallas.

—Salí con gente peligrosa antes. Ven, hay que desinfectar lo que tienes en el brazo.

El enfermero ni siquiera se había dado cuenta de la mordida en su antebrazo, los dientes habían atravesado la tela de su jersey y podía ver la marca púrpura de los dientes que cortaron la piel.

—Puedo hacerlo solo, soy enfermero—Matt se acercó y tomó el alcohol.

—Oh, entonces iré a calentarte la cena— dijo Roberto poniéndose de pie para pasar delante de Matt y salir de la habitación, pero antes de dar un segundo paso fue detenido por el mayor con un tirón brusco de su brazo.

—¿De qué te escondes?— preguntó Matt y vio a Roberto tragar saliva.

—Hay un hombre al que hice enojar le debo dinero y si me aparezco ahora va a matarme.

—¿Tu proxeneta?— Roberto asintió.

—Por favor, sólo déjame quedarme esta noche, puedo hacer lo que quieras, cualquier cosa— rogó poniéndose de rodillas pegando su mejilla a la entrepierna de Matt como un gato.

—Basta, deja eso, no necesitas hacerlo. Soy un buen samaritano, pero no robes nada, ahora ve— le dijo tomándolo de las axilas para que se pusiera de pie, Roberto asintió vigorosamente y fue hacia la cocina. Matt exhaló, podía ser un buen samaritano después de todo y el niño era demasiado agradable a la vista para dejarlo a su suerte. Casi como María Magdalena. Lo escuchó encendiendo la estufa y él se dedicó a curar sus heridas, estaba consciente de los rasguños por eso le había lavado las uñas a la mujer en el muelle, había sido descuidado lo sabía, de cualquier forma, la policía tardaría en encontrarlo, para ese momento ya estaría desplegando una nueva táctica.

Se vistió unos pantalones de deporte y una simple playera, el estofado olía bien y despertó su apetito, cuando se acercó a la cocina Roberto le dedicó una suave mueca de complacencia y le acercó el plato lleno y un tenedor sobre la barra donde Matt tomó asiento.

—¿Cómo debo llamarte?— cuestionó el joven colocando un vaso con agua cerca de su alcance.

—Matthew— contestó con simpleza.

—Okay, Matthew— un instante de silencio con miradas de soslayo entre ambos—¿Eres enfermero? ¿dónde trabajas?

—Sin preguntas o te vas.

—Está bien, está bien— otro momento de silencio incómodo mientras sólo se escuchaba el leve toque del cubierto sobre el plato— ¿Qué es eso?— volvió a hablar Roberto mirando a una figura de madera en una esquina del desayunador. Matt rodó los ojos y giró la cabeza hacia dónde el muchacho miraba, se dio cuenta de que tenía un acento al momento de hacer la pregunta, no se había percatado de ello antes. Deglutió el bocado que había tomado del estofado antes de contestar.

—Es un tótem, un halcón.

—¿Te gustan los halcones?

—Sí, son aves hermosas, solitarias. Pueden ver a su presa desde muy lejos y caer en picada para atraparlo en un abrir y cerrar de ojos. Son inteligentes y leales— le sonrió con una mueca de medio lado.

—Nunca he visto uno.

—¿En el zoológico?— dijo Matt tomando otro bocado.

—No, jamás he visitado un zoológico.

—¿Dónde has estado, debajo de una piedra?

—Podría decirse— se encogió de hombros.

—Tal vez te lleve, tienes que verlos volar, algunas veces sueño que soy un halcón, surcando los cielos, invencible.

—No son invencibles, he escuchado que algunas aves grandes pueden ser ahuyentadas por pájaros pequeños, muchos, muchos pájaros pequeños asustando al depredador solitario— Roberto habló sin pensar, con una sonrisa, construyendo la imagen en su mente y en la de Matt. El enfermero lo observó entrecerrando los ojos, el joven parecía animado al poder plantear el hecho, por supuesto si Matt comparara al niño con un ave, podría ser un pequeño azulejo o un gorrión, nunca un halcón.

—Entonces los halcones deberían comenzar a trabajar juntos— respondió. Terminó su cena en silencio bajo la mirada de Roberto, realmente como si fuera un pájaro sobre una rama, en cuanto terminó el joven colocó el plato en el fregadero, tomó un paño para limpiar la barra, pero Matt lo detuvo tomando su muñeca, estaba cansado y no quería al chico merodeando—vamos a la cama.

Roberto no evitó su contacto, simplemente soltó el paño y dejó que Matt lo llevara a la alcoba. Pasara lo que pasara, no podía ser peor que sobrevivir una noche en la intemperie ante el frio y la nieve. O ahogado en algún canal. Matt era un hombre atractivo, extraño, pero no demasiado peligroso, al menos eso pensaba, se metió bajo las mantas deshaciéndose de la ropa interior por debajo sin que el enfermero se diera cuenta. Una vez que Matthew tomara lugar en la cama se pegó a él buscando su pene con una mano, sintiendo su cuerpo definido y musculoso cuando acarició su torso.

—He dicho que no— Matt lo detuvo, pero no lo alejó, la noche era fría y los primorosos ojos azules eran una tentación. Simplemente lo acercó a su cuerpo compartiendo el calor.

"¿Qué haces Matt?" "No deberías dejar que se quede", escuchó en su cabeza, no les prestó atención estaba demasiado cansado y el cuerpo maleable de Roberto tenía la calidez necesaria para darle un poco de paz, hasta que el amanecer lo llevara de nuevo hacia Will Graham.

**************

En medio de la noche Will se despertó alarmado por la inquietud de sus perros, la cabeza le zumbaba y nuevamente tenía calor. Se giró sobre el colchón esperando encontrar la figura de su amante y no lo halló, estaba solo sobre su cama y no había rastro de Hannibal alrededor. Extrañado se puso de pie, se tambaleó, una extraña sensación de pesadez lo agobió, Winston se acercó y él acaricio entre sus orejas, tomó una prenda desperdigada en el piso y vistiendo sus calzoncillos fue a la cocina, tal vez el doctor había ido en busca de una bebida, pero seguía en penumbras, estaba solo. Encendió las luces, no había nada ni una nota, estaba seguro de que Hannibal había estado ahí con él, no pudo ser una alucinación. Un terrible sentimiento de angustia se arremolinó en su pecho, algo estaba mal, Hannibal no se iría sin decir nada en medio de la noche a menos que...

De pronto un golpe proveniente del cobertizo, sin pensarlo dos veces tomó el arma que tenía a la mano, la reglamentaria del FBI una Glock 9mm. Salió por la puerta trasera sin hacer ruido, descalzo, chistando a sus perros para que no lo siguieran, no podía pensar en nada más que el peligro inminente ¿si el hombre que había estado en su casa anteriormente había regresado? ¿y si tenía a Hannibal con él?

El frío le heló las manos y los pies, su respiración era pesada y un halo de vapor se desprendía de su boca. Caminó escabulléndose sobre las paredes de madera, en momentos como ese su entrenamiento como agente parecía lo más natural en su persona.

La puerta del cobertizo estaba abierta, pero el candado no había sido forzado, se acercó y empujó la puerta con una mano mientras con la otra mantenía el arma verticalmente y el dedo en el gatillo listo para disparar, entró en el lugar con un movimiento fluido, adentro estaba oscuro y apenas podía ver las siluetas de los motores y las herramientas apiladas con descuido. Luego otro rumor, como el de un animal herido, atragantándose o siendo asfixiado.

—Quién está ahí— apuntó a una silueta que pareció moverse. Él comenzó a respirar más fuerte, era real o un sueño, no podía saberlo a ciencia cierta. Y otra vez ese ruido gutural—¿Hannibal eres tú?­— atinó a preguntar sin mucho sentido y no recibió respuesta.

Nervioso, Will estiró una mano a la pared de la entrada buscando el botón de las luces, y lo encontró, al oprimirlo las dos lámparas cónicas en el techo se encendieron, la bombilla que estaba sobre él estalló lanzando los vidrios sobre él se cubrió el rostro antes de mirar de nuevo al frente, tan pronto como abrió los ojos soltó la respiración como un gemido de asombro y espanto, sobre su mesa de trabajo estaba Miriam Lass atada y amordazada, la lámpara la iluminaba como en un quirófano. Cruzaron miradas y Will percibió su terror, su angustia, ella intentar gritar de nuevo emitiendo ese extraño sonido gutural de desesperación.

—Miriam— susurró.

En ese punto de relativa lentitud entre las miradas de ambos, un depredador experto utilizó la sorpresa como su mayor ventaja, con Will bajando imprudentemente la guardia por lo que podían ser milésimas de segundo fue fácilmente atrapado por los fuertes brazos de Hannibal. Miriam abrió los ojos lloros y Will vio la sombra de su atacante reflejado en ellos. La pistola cayó al piso, mientras el doctor aplicaba una excelente maniobra al cuello de Will, con el brazo izquierdo alrededor de su tráquea anclado con el brazo derecho, levantando el pecho para que la presión hiciera que el aire se comprimiera en los pulmones del agente.

—Ah mi valiente muchacho, debías quedarte profundamente dormido, debe ser que la encefalitis interrumpió el proceso de la droga— le dijo Lecter al oído con tranquilidad. Will emitió un sonido estrangulado, comenzado a patalear e intentando arañar los brazos del doctor, pero sus uñas cortas se resbalaban sobre una cubierta plástica—Shh,shh, vasta mi amor, sólo duerme en mis brazos de nuevo.

La necesidad de oxígeno era avasalladora, los instintos de supervivencia son más fuertes en las horas críticas, no hay pensamientos coherentes, no hay deducciones o sentimientos rotos, Will no podía pensar en nada, ni siquiera en Miriam asustada a unos metros frente a él, cuyo destino era incierto. El cerebro pospone cualquier actividad que no sea recalcar la necesidad de un elemento vital para cualquier mamífero. Pero Will había escuchado la voz de Hannibal y entendido sus palabras, eso era suficiente para decirle a su cerebro que aquello debía ser sólo un sueño, una horrenda pesadilla.

El agente se sacudía casi negando, el aire le faltaba, su rostro estaba rojo y las venas de sus sienes se percibían bajo la piel, Hannibal elevó un poco más su pecho haciendo que la pequeña diferencia de estatura ente el agente y él sirviera para que Will no tocara el piso y al fin su cuerpo se desvaneciera.

El psiquiatra lo sostuvo comprobando su pulso bajo y en calma, y mientras lo hacía miró a Lass quien no dejaba de llorar y gimotear.

—Lamento mucho que haya presenciado esta escena señorita Lass, no se preocupe por Will, no recordará este pequeño incidente— le indicó, ella arrugó su frente y él cargó en brazos al profesor para llevarlo de vuelta a la casa.

Una vez dentro, Hannibal puso a Will sobre el sillón individual, lo ató con una de las correas de los perros en sus manos y su torso, luego se quitó el traje plástico y preparó la sesión necesaria con Will. Fue hacia su auto y sacó del asiento del copiloto un maletín de cuero, lo llevó dentro y extrajo el metrónomo con luz estroboscópica, lo colocó frente a Will en su mesa de noche, en el maletín también había preparado dos jeringas con narcóticos. Puso en funcionamiento el metrónomo e inyectó el medicamento directamente en el antebrazo de Will con toda la minuciosidad que se requería para que el pinchazo fuera lo menos notorio posible.

Después de cinco minutos Lecter lo sacó de la inconciencia, sólo para observar su rostro perdido por el medicamento.

—Will, mírame Will— tomó el rostro con sus manos acariciando firmemente para hacerlo levantar el rostro.

—Hannibal— dijo con un hilo de voz sin poder sostener su cabeza erguida— ¿qué está sucediendo? ¿por qué haces esto? Miriam... tu... el destripador.

—Tranquilo, deja que la luz te guie, piensa en nuestros recuerdos— insistió Hannibal limpiando con su propio pañuelo la saliva que escapó de los labios de Will.

—No, no, Hannibal— intentó decir más, pero la luz parecía cegadora con su movimiento continuo, las imágenes se torcían frente a él y sentía como si martillaran sobre su cráneo y su cerebro sufriera intensos calambres, sus ojos no sabían lo que veían, vio a Hannibal, luego a la figura negra en su lugar y luego estaba viendo a Tristán.

—Lo que viste fue una pesadilla, no hubo nada, sólo una batalla sobre un lago congelado. ¿Recuerdas eso?— tomó su mano y se inclinó hacia el oído para susurrar, Hannibal cerró los ojos buscando en su palacio mental lo recuerdos compartidos— los sajones nos pisan los talones, nos detenemos, vamos a enfrentarlos. Nos colocamos en una línea, incluso la picta está ahí, el ejercito enemigo se hace presente, sus flechas no nos alcanzan, pero las nuestras sí, el hielo es frágil, ellos se repliegan hacia el centro y el hielo se quebrará. Dagonet va hacia ellos, tomó un hacha y quiebra el hielo...

Hannibal sigue susurrando hasta que Will está en el lugar, sus recuerdos eclipsan cualquier imagen, Lecter lo sabe, es momento de dejarlo en su sueño lúcido, él tiene aún una tarea que terminar.

*****************

La luz de la mañana se derrama entre las ranuras de las persianas, Will abrió los ojos despacio, se siente cansado y su brazo derecho está adormecido debajo de la almohada. Se mueve un poco y hay un ligero resoplido frente a él, es Hannibal; parpadea sorprendido, casi olvida que pasó la noche en su casa, en su cama, junto a él. Se lame los labios y lo observa, el psiquiatra sigue dormido, se ve más joven mientras duerme y su respiración también es lenta.

Su primer impulso es besarlo, pero no se atreve a interrumpir su sueño, no ahora que parece descansar tan a complacido, así que lo mira un poco más, es tan irreal y se siente completamente adecuado. Quiere seguir junto a él, pero sus perros tienen hambre, olfatean y mueven el rabo en torno a ellos bajo la cama, se levanta haciendo el menor ruido posible, su ropa no está en el piso, al parecer Hannibal la ha levantado y puesto en el cesto, pues las del doctor están sobre el pequeño sillón, toma algunas prendas básicas de sus cajones y se mete al baño.

Entró en la ducha bajo un cálido chorro de agua, su cuerpo estaba adolorido, los músculos tesos, mas el recuerdo que los acompaña es grato, casi intoxicante. Mueve la cabeza de un lado al otro descomprimiendo las vértebras de su cuello con un chasquido, masajea su nuca y extiende el cuello hacia atrás permitiendo que el agua caiga sobre su rostro. Una sonrisa invade su rostro, no puede contenerla, en realidad no sabe cómo, simplemente deja que la embriagante felicidad llegue a él. Tras el baño se apresuró a cocinar para sus mascotas, un poco de pollo sin hueso, arroz y verduras que entregó en la puerta haciéndolos salir.

Por su parte Hannibal había abierto los ojos en cuanto Will se levantó de la cama, por supuesto fingió seguir dormido mientras lo escuchaba ir hacia la regadera, esperando determinar lo que Will haría, fue realmente satisfactorio percatarse de que no había nada extraño con su comportamiento, ningún vestigio de sus recuerdos con relación a esa noche, simple rutina, agradable y común. Cuando Will retornó a la calidez de la cabaña sin los perros, Lecter decidió que era momento de despertar, se revolvió de entre las sábanas y soltó un bostezo. El agente lo escuchó y se acercó a él, sentándose al filo de la cama para mirarlo.

—Buenos días ¿te desperté?

—Buenos días Will—sonrió mientras acariciaba la barbilla del perfilista—no, por lo regular suelo ser madrugador. Hoy ha sido una excepción, supongo que es la compañía.

—¿Quieres tomar un baño?, tengo el cambio de ropa que me prestaste hace tiempo, siempre olvido que debo entregarlo.

—De acuerdo, tomaré por asalto tu cuarto de baño.

—Por favor— dijo Will cortésmente.

Hannibal se acercó y le dio un beso delicado sobre los labios y fue directo al baño. Una flama de orgullo encendió su pecho, sus habilidades eran perfectas, no había ni un rastro de lo que Will pudiera haber guardado en su mente. A ese paso podría comenzar a inducirlo para acompañarlo de cacería. Sería algo nuevo y tenía curiosidad por saber qué había recogido Will del Destripador de Chesapeake dentro de su mente.

Una vez tomó una ducha y procuró su higiene personal tan minuciosamente como le fue posible, se vistió con el cambio de ropa limpia que Will había dejado para él, los pantalones cafés, ropa interior nueva y el suéter rojo. Lo escuchó en la cocina y el olor a pan tostado y mantequilla se esparció rápidamente por la casa, al igual que el café. Cuando se acercó para mirar, Will estaba frente a la estufa quebrando algunos huevos sobre la sartén caliente y revolviéndolos con verdadera concentración. Sobre la humilde mesa de madera había colocado dos platos, cubiertos y tasas. Sorprendido, Lecter miró su perfil antes de que Will se girara y le sonriera, se veía... ¿cuál podía ser la palabra correcta para definirlo? ¿Encantador, brillante, hermoso?

—Advierto que no soy bueno cocinando, al menos mis muchachos no se quejan— dijo el joven colocando las raciones en los platos acompañando con un poco de tocino crujiente— ¿sucede algo?, si no te apetece podemos ir a...

—En absoluto Will, no me permitiría ser descortés cuando me complaces esta mañana con el desayuno.

—¿Entonces sólo es por cortesía que comerás lo que preparo?— dijo con tirantez. Su rostro contorsionado con lo que casi podía ser un puchero.

Hannibal se tensó por un instante hasta que Will dejó ver una sonrisa suave adornando su boca.

—Oh, pero que astuto muchacho eres— sonrió ante la victoriosa mueca de Will con la pequeña broma. Se acercó despacio como un gran felino, lo tomó por la cintura acercándose a sus labios y lo besó con pasión. Por suerte Will había dejado de lado la sartén, o aquel beso hubiera hecho que callera de sus manos. Él correspondió con ahínco revolviendo el cabello de Hannibal, anclándose a su cuello como un salvavidas y arrebatándole el aliento.

—Tus besos serán mi perdición— dijo Hannibal recargando su frente sobre él con los ojos cerrados. La declaración saló de su boca antes siquiera de pensarlo dos veces y le agradó la forma en la que Will podía hacerle actuar por instinto, estaba descubriendo una cálida emoción tentadora ante su curiosidad.

—Creo que es un dejavú, Tristán lo dijo también.

—Será porque es verdad, ¿has tenido más recuerdos? ¿ésta noche?

—Sí, tristes, cada vez recuerdo más rostros— suspiró.

Will señaló la mesa y ambos se sentaron en el pequeño comedor. Hannibal miró resignado su plato, la estética podía no ser el fuerte del agente, pero el sabor era aceptable, al menos para huevos comprados en el supermercado y tocino refrigerado. Intentó tragar el primer bocado acompañado de un buen trago de café cuyo sabor era mucho más agradable de lo que hubiera esperado, lamentó que ninguno de los caninos estuviera merodeando para ser alimentado por debajo de la mesa.

—Sé que no es buen momento para hablar de esto en el desayuno, sin embargo, no has mencionado nada sobre los nuevos hallazgos del caso o de los casos, por lo que es mi responsabilidad preguntar. ¿Has tenido complicaciones con los perfiles? Ayer tuviste una cita con el Destripador de Chesapeake si no mal recuerdo. Abel Guideon según Frederick.

—¿Frederick cree que Abel es El Destripador?

—A mi parecer tiene muchos elementos para considerarlo como tal.

—Es por eso que no me permitió interrogarlo de nuevo— concluyó el joven— creo que es posible, pero algo me dice que el destripador quiere que pensemos eso, no tengo idea de cuánto dure su periodo de refracción, pero dado que es un asesino experimentado incluso puede estar fuera de la ciudad ahora, comenzando de nuevo su cacería en otro lugar.

—Y ¿El profeta? ¿Estás reconstruyendo sus fantasías?

—Lo hago y hay un espectro que las acompaña, hace unos días creí verlo por la ventana, un espectro negro, cadavérico... acechándome.

Will tomó una tostada y sirvió un poco más de café.

—Ahora entiendo tus miedos. Puedo darte un medicamento que aminore los signos de ansiedad. Así podrás concentrarte mejor— dijo y Will asintió— sabes Will, creo que Jack te ve como una frágil tacita de té, la porcelana más delicada para los invitados especiales.

—¿Cómo me ves tú?

—Bueno, de entre muchas formas, como la mangosta que quiero bajo la casa cuando las serpientes se deslizan.

Will se quedó callado un momento, antes de que pudiera contestar a la fábula que Hannibal había creado en torno a él, el teléfono repiqueteó, se disculpó y tomó la llamada en la otra habitación.

—Jack.

—¡Te necesito en Chesapeake en este momento!— su voz fue bastante audible a través del teléfono.

—¿Qué sucede Jack?

—Lo verás tú mismo, ahora ven de inmediato.

Will apenas susurró un sí y colgó.

—Al parecer Jack no nos permitirá un desayuno adecuado jamás— mencionó Hannibal detrás de él.

—Si, eso creo— respondió perdido en sus pensamientos, abrió la puerta y llamó a sus perros para hacerlos entrar a la casa. Ellos entraron en tropel cariñosos como siempre con ambos.

—Will, cuando la cacería de estos asesinos termine, me gustaría que tomáramos unas vacaciones, tú y yo. Lejos de toda la locura será bueno para nosotros y ellos también— señaló a los perros.

—Wolf Trap es lo bastante alejada de la civilización, ¿dónde iríamos?

Will se movió al rededor para tomar su chaqueta y las llaves de su auto. Mientras Hannibal tomó su abrigo y sus guantes.

—Pensaba en Irlanda o Escocia, podríamos visitar lo que queda del muro Adriano, así podríamos darle una verdadera explicación a nuestro pasado. Aún no logro explicar lo que ya damos por hecho.

—Tal vez sea una buena idea— musitó Will y Hannibal asintió con una sonrisa.

—Me gustaría acompañarte a Chesapeake, pero ayer dejé sin consulta a un paciente por la tarde y quiero asegurarme de que el cambio en su rutina no le afectó.

—Claro, no es necesario, Jack debe estar molesto por lo de ayer y bueno, no quiero empeorar la situación.

Caminaron hacia la puerta y Will la abrió para él.

—¿Te veré esta noche para cenar? Quiero ser recíproco con la hospitalidad— Lecter cuestionó y Will soltó el aire casi incrédulo.

—No creo que sea posible. Si hay otro cadáver me llevará tiempo.

—Si cambias de opinión házmelo saber. Tendré también lista tu receta para los dolores de cabeza y el estrés.

—De acuerdo.

Will no sabía cómo debía despedirse, pero Hannibal sí, lo tomó por la nuca y le dio un beso, ligero, como el tacto de las alas de una mariposa, al salir por la puerta. El joven abanicó sus tupidas pestañas, el gesto fue acompañado con una sonrisa.

—Adiós Will.

—Adiós.

Ambos tomaron su auto y se dirigieron a Maryland, Will miró por el retrovisor como Hannibal tomaba una desviación hacia Baltimore, mientras él continuó hacia la bahía de Chesapeake.

**************

N. del A.: 

Fue una larga espera y sin embargo aquí estamos de nuevo, como siempre agradecida de que sigan leyendo ésta historia. Como pudieron darse cuenta en las semanas pasadas he actualizado otro OneShot espero les haya gustado porque yo me divertí mucho escribiéndolo.

Un gran abrazo para todos y hasta pronto. 

Lady York  

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