MI JEFE ES UN PERFECTO Imbéci...

By alexa_cuevas

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NUEVA VERSIÓN/EDITADA Lara Bell, es una excelente abogada que trabaja para un reconocido arquitecto. y cuando... More

Prólogo.
#UNO
#DOS
#TRES
#CUATRO
# CINCO
#SEIS.
# SIETE.
#OCHO.
#NUEVE.
#DIEZ.
#ONCE.
#DOCE.
#TRECE.
#CATORCE.
#QUINCE.
#DIECISEIS.
#DIECIOCHO.
# DIECINUEVE.
# VEINTE.
#VEINTIUNO.
#VEINTIDOS
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# VEINTISÉIS.
#VEINTISIETE.
#VEINTIOCHO
#VEINTINUEVE
#TREINTA.
#TREINTA Y UNO
#TREINA Y DOS.
#TREINTA Y TRES
#EPILOGO
#ESPECIAL.
#EXTRA.
#EXTRA 2.
#AGRADECIMENTOS Y EXPLICACIÓN.

#DIECISIETE.

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By alexa_cuevas

– Declaro al acusado culpable. Se levanta el caso. — Llevó su martillo y golpeó, indicando que.

Claro, yo había ganado un caso más.

Mi cliente sonrió satisfecha, salí de la sala. Afuera nos esperaba la prensa.

No estaba de humor, cuando iba a hablar mi celular comenzó a sonar.

Contesté la llamada sin importar quien fuese.

– Lara.— Mi nombre fue pronunciado por mi ex novio y enemigo.

– Frank.— Sonreí, sabía que había escuchado que había ganado dieciocho casos durante los últimos seis días.– ¿A qué debo tu llamada?

– Cariño, quería felicitarte por tu regreso. — Hipócrita.

Solté una pequeña risa irónica.

Camine con pasos lentos y decididos, dejando de lado a la prensa.

– Que va, pues gracias Collins. Pero es un poco tarde ya, a ti te vencí el segundo día que volví. Que yo recuerde no me felicitaste. — Puedo jurar que oí su quijada crujir.– O será que me tienes admiración al haber vencido hoy a García, cosa que tú no habías logrado los últimos dos años que me fui.

Hablé burlona, mientras me acomodaba el cinturón de seguridad.

Oí que suspiró molesto.

– Te admiro lindura.— Perfecto, estaba más que cabreado, lo dijo con los dientes apretados.

– Es grato saberlo, cariño.— Colgué.

Una llamada rara, pero él y yo nos entendemos.

Conduje hacia la casa de Matilde, había prometido visitarla en cuanto acabase con mi trabajo.

Al llegar y estacionar el auto.— Salieron de la casa, las pequeñas luciérnagas.

Corrieron hasta mí, con sonrisas.

Las esperé en mi lugar con los brazos abiertos.

– ¡Lara¡ ¡Te extrañe¡— Hablaron en cuanto las tuve en mis brazos.

Sonreí abiertamente. — Me sentía como en casa, siempre que las miraba sentía que era mi hogar.

– Yo también las extrañe pequeñas.— Camine con ellas a la casa, mientras que Darice se abrazaba a mi cintura y Casey sostenía mi mano.

Matilde nos observaba con una sonrisa, recargada sobre el marco de la puerta.

Me acerque a saludarla, ella también se unió al abrazo. —Se sentía bien ser amada.

– ¡Oh¡, no sabes cuánto te he extrañado. —Exclamó apretujadme como era costumbre de ella.

Las cuatro entramos en la casa entre risas.

(***)

Había pasado toda la tarde con mis personas favoritas, habíamos almorzado, hablado, jugado, y hasta bailado en la sala.

Ahora nos encontrábamos jugando Póker, todas nos mirábamos pensativas.

– Escalera de color.— Dejo sus cartas sobre la mesa, con una sonrisa de victoria atrajo todos los caramelos.

Fruncí los labios y cuando iba a dejar las cartas alguien hablo.

– Escalera real. — Hablo Cass con una gran sonrisa socarrona.

Quitó las manos de Matilde de encima de los caramelos.

Darice y yo soltamos una risotada, al ver la cara incrédula de Matilde. Mientras que la pequeña sonreía como si nada hubiera pasado, disfrutando de un caramelo.

Después de pasar un buen rato riendo, ya era hora de marcharme. Estaba cansada y tenía que arreglar algunos documentos de mi próximo cliente.

Me levanté de mi asiento, recogí mis cosas y me despedí de todas.

Al abrir la puerta de la entrada, di un brinco al ver quien estaba frente a mí.

Él soltó una pequeña risa.

– Hola, Srta Bell.— Dijo antes de dar un paso hacia mí.

Me sentí nerviosa, así que me aparté de la entrada con paso ágil y rápido.

– Sr Vahmonde.— Saludé con un asentimiento.

– Oí por ahí, que destrozaste al mejor abogado que ocupaba tu lugar en tu ausencia. — Habló interesado, se cruzó de brazos.

Ladee la cabeza y le reste importancia.

– Es mi trabajo. Además, está demás decir que yo soy la mejor abogada de la ciudad.— Hablé con superioridad.

Él sonrió burlón.

Sus ojos aceituna y el sol metiéndose, sin duda una grandiosa vista que apreciar.— Mentiría si dijese que Killian no me atraía.

Es más, me gustaba. — Sin embargo, él tenía hijas.— Bueno, realmente no quería pensar en ese tipo de cosas.

Porque significaría que estoy pensando en algo más serio, cuando yo no sirvo para ese tipo de cosas.

Solté un suspiro desganado.

– Me retiro, buenas noches.— Camine hacia mi auto, pero un brazo sobre mi cintura me detuvo.

– Lara, yo— Y fue interrumpido por las luciérnagas.— este cerró sus ojos, los abrió y con la mirada me pidió disculpas.

Asentí, me agaché y una vez más, me despedí de las pequeñas. —Prometiéndoles en secreto ir por un helado pronto.

Subí a mi auto y arranque.

Antes de marcharme, pude ver como él cargaba a Darice en sus brazos, mientras la pequeña se abrazaba a su pierna.— Sentía envidia.

Él tenía una familia, él tenía amores incondicionales.

Alejé esos pensamientos y entré en mi departamento.— ¿Qué?, conduzco rápido.

Fui hacia el baño y me desprendí de toda mi ropa, adentrándome en la ducha fría.

Me serviría una taza de café negro, necesitaba concentrarme en este nuevo caso. — Me acomodé en el sofá, detalladamente leí cada párrafo con información del caso.

No sé cuántas horas pasaron, pero yo aún no acababa con los detalles, cuando oí unos golpes en mi puerta.— Mire la hora en mi celular, la 1:23 am.

Extrañada camine con pasó lento hacia la puerta.— Me detuve, ¿Y si era un ladrón que quería violarme y después vender mis órganos?

Pensé un poco más, los ladrones no tocaban la puerta.— ¿Y si era un sexy vampiro, y tocaba mi puerta para decirme que yo era su alma gemela?

Con ilusión abrí la puerta, pero mi sonrisa recayó al ver de quién se trataba.

– ¿Tan mal me veo?— Hablo un Killian un poco transpirado y con la respiración agitada.

Me encogí de hombros indiferente. — Creí que podría ser algún lindo vampiro, cielos. — Lara, estos no existen, y si existiesen, tú no serías el alma gemela de nadie.

Mi propia conciencia desilusionándome.

– Tenemos que hablar. — Oh, oh. La frase que te pone los pelos de punta.

En mi causaba un sentimiento, un pensamiento. — Huye. Tan lejos como puedas, ahora.

Quise cerrar la puerta, pero este me detuvo y entro en mi hogar— Desordenado, por cierto como siempre.

Me arrastró con el hacia el sofá.

Me miró fijamente. — Oh, sus ojos. Cosa linda, cosa hermosa, cosa bien hecha. — Para. Ya, concéntrate.

No había escuchado nada de lo que había dicho en los últimos dos minutos. — Pero debía ser importante, porque el caminaba impaciente frente a mí, y se llevaba las manos a la nuca.

Lo mire atenta.

– Lara, ¿Qué somos? —Abrí mis ojos grandemente.

He ahí la pregunta, sin respuesta.

Parecía que me había quedado muda ante su figura imponente y desaliñada pero atractiva.

No podía pensar, no quería responder.








Alexandra Cuevas.

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