#EPILOGO

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Caminé por toda la sala de espera a que me dejaran pasar.

Seguro y hacia un agujero en el piso, pero mi esposa estaba en esa sala y no me dejaban entrar porque no querían que me volviera a desmayar por tercera vez.

Darice estaba con Lara, y Casey con Arali tomando café, mientras el menor le contaba sobre algo del universo.

Matilde también tomaba café junto a su esposo mientras leían el periódico, Nick junto a su nueva novia que se besaban cariñosamente.

Todos tranquilos, como si Lara no estuviera maldiciendo allá adentro, citando los derechos penales.

– Cariño, ¿por qué no tomas asiento un momento? — Matilde se acercó con dulzura.

– No puedo, quisiera estar ahí con Lara. Ella me necesita, los gemelos me necesitan— sostuvo mi cara y la miré a los ojos.

Una madre, ella lo era.

Aunque no haya tenido hijos, ella era una madre y una abuela para todos nosotros.

– Killian, ella sabe que estás aquí. Taladrando el piso y pidiendo noticias a cada residente que pasa. Eres un buen padre cariño.

Me invitó a sentarme y obedecí, era perspicaz.

Miré a mis hijos charlando de la osa mayor, Arali hablaba con entusiasmo mientras su hermana lo escuchaba con atención. A pesar de que Darice le entendía mejor había cierta competencia graciosa entre ellos.

Cómo cuando ambos dibujaron la constelación de Orión, y a Darice le faltó una estrella en su cinturón, fue tan gracioso como Arali se acercó con sus acuarelas y le dibujó su faltante. Darice estaba colérica, pero después sólo fueron a tomar un helado.

Reí, ellos eran mi vida. Sin duda me hubiera metido en cada controversia legal sólo para que Lara me sacara de ellas y poder pasar tiempo junto a la mejor abogada de Chicago.

Lara podía hacer cualquier cosa, y más si se trataba de nuestros hijos. Cómo cuando llevó a Arali a que demandara a una Nevera por usar su nombre en un sabor de nivel que no estaba compuesto por arándano y limón, así que apelaron a que por lo menos respetaran el sabor original.

Mi pequeño hijo de cuatro años junto a su madre, la mejor abogada de la ciudad consiguió que la cadena de helados le pusieran el nombre de él y su sabor original, no una de arándano y lima.

Los amaba con toda mi vida, porque eran lo mejor de ella.

– Sr Vahamonde, La Sra quiere que entre, y se tape los ojos para que soporte el parto.

Me pusieron una venda en los ojos y pude sostener la mano fría de Lara.

– Estoy aquí amor.

– Killian Luis Vahamonde, si no sueltas la mano de la enfermera en este momento te juro que tomó un bisturí y te lo lanzó.

Solté la mano y dejé que me guiaran aún con las risas en todo el quirófano.

– ¿Esta es tu mano cariño? —le dio un apretón y pujo.

– Amo a estos bebés, pero juro que no volveré a hacerte caso y dejarme llevar por la pasión.

Besé su mano, y reí. Creo que así estará bien, no necesitamos más. Esto es suficiente.

Mi sueño se había cumplido, tener una gran familia que nunca tuve. Una mujer que me amara y unos adorables gemelos.

– Felicity y Aarón— dije para molestarla.

Gruñó más y apretó mi mano.

– Sabes que se llamarán Ada y Addi, son hermosos.

Si lo eran, aún no nacían, pero estaba seguro que serían tremendos.

– Veo la cabeza de uno, puje más Lara.

Ella lo hizo con más fuerza, y pude oír los lloriqueos de mi esposa junto a los del primer mellizo.

No lo resistí más y me quite la venda, el doctor lo sostenía limpiándolo, Addi sería el mayor. Y era hermoso.

– Es perfecto amor. —Lara estaba sudada y transportada, pero sin duda alguna hermosa.

Sonrió extendiendo sus brazos para recibir al bebé, pero volvió a pujar fuerte.

– La niña ya viene, un poco más.

Y segundos después Ada llegó al mundo, no lloriqueo. Ella se río en cuanto metieron ese aparato por su nariz y me sentí lleno al verla.

– Son perfectos. —solloce acercándome con los bebés en mis brazos, Lara los sostuvo sonriente.

– Si que lo son. —los besó y me miró con amor.

– Te amo mi vida. —y después de verla sonreír y susurrar que ella también cerré mis ojos y todo se volvió oscuro.


No me culpen, era demasiada alegría en mi cuerpo. Eso y un gran agujero ahí.

Pero estaba feliz de escuchar aún en mi sueño como todos reían con felicidad.




El fin.






Alexa C.V

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora