#CATORCE.

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Por mi cabeza pasaban mil ideas de cómo asesinar a mi jefe.

No quería levantarme de la cama, ¿Cómo tendría que reaccionar ahora?

Después del beso, solo pude volver a besarlo.— Tarea relativamente fácil.

Pero, no pasó nada más. Y ahora, ¿qué se supone que se hace en estos casos?

Puse una almohada sobre mi rostro y me aferré a esta.

No quiero ir a trabajar.

(***)

Muy a duras penas salgo de mi auto, con unas carpetas.

Entro en la oficina, hoy no había trabajadores afuera. Lo cual fue inusual.

Seguí mi camino hacia mi escritorio, me senté en mi silla.

– Lara, te has perdido de la sonrisa que traía el jefe.— Dice Sandra, una secretaria. Muy cotilla, por cierto. – No ha saludado a nadie, pero ha entrado con una sonrisa muy linda.

Solo escucho, sé que él Sr Vahmonde está cambiando. Y eso me hace feliz.— Solo un poco.

Me dedico a organizar algunas multas, y órdenes de alejamiento. — Este hombre no tiene remedio.

No he visto a mi jefe, desde que entre a la oficina. No me importa, solo se me hace raro. — Quieres verlo, a mi no me engañas.

Sacudí mi cabeza olvidando mis pensamientos.

Al terminar con las carpetas, mi trabajo había terminado. Esto era lo que no quería.

Extrañaba el estrado, las confrontaciones, el jurado. Hasta extrañaba a los jueces.

Creo que lo mejor sería renunciar a este trabajo, es decir. Quiero volver a ser reconocida y nombrada por todos los abogados.

Quiero volver​ a sentir la adrenalina, la satisfacción al ganar un caso.

Me levanté de mi asiento, Y caminé decidida.

Hacia la salida, si era un poco cobarde.

Necesito pensar bien en mi carta de renuncia, esperaba que él se lo tomara bien.

Me fui a almorzar a un restaurante de comida italiana, pedí unos ravioles.

Bien, pedí cuatro platos de ravioles.— Pero es que los nervios no me dejaban tranquila.

Por último, pedí una copa de vino, me la tomé de una y salí del restaurante tras terminar, con la panza inflada y el ego también.

(***)

Al pararme fuera de la oficina de mi jefe, la copa de vino ya había perdido su efecto.

Solté un suspiro, toqué la puerta.

– Pase.— Se escucho.

Gire el pomo de la puerta, y entre.

Él levantó la vista de su portátil, sonrió un poco.

Cerré mis ojos.

Me acerque un poco y tome asiento frente a él.

Piensa Lara, te está esperando.

Di algo.— Maldito beso que se atraviesa una y otra vez por mi mente, sus manos en mi cintura y nuestras respiraciones agitadas.

No me deja concentrarme.

Veo sus ojos aceituna, me mira curioso. Está esperando.

– ¿Podríamos volver a salir?

¿Enserio te graduaste de la universidad con honores?

Me di un golpe mental.

Él sonrió más, y asintió.

Sonreí un poco, bueno algo bueno salió de mi torpeza.

¿Es bueno involucrarte con tu jefe?

Bueno, no lo sabía. Pero lo descubriría.











Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora