#VEINTITRES

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- Se declara al acusado, culpable. Lo sentencio a diez años de prisión y una indemnización por parte de la empresa por treinta mil dólares.

Sentí que podía volver a respirar normalmente, giré mi cabeza hacia mi clienta. Ella estaba llorando y dedicándome una sonrisa agradecida.

Así es, había encarcelado y condenado al violador de Verónica Salt.

Salí del jurado con mi maletín y la victoria, nada me hacía sentir más llena que encarcelar una injusticia, camine hacia el ascensor y marque el estacionamiento.

Nadie había abordado conmigo, así que por primera vez en una semana me sentía sola, abatida e infeliz.

No había tenido tiempo para pensar en lo ocurrido, mis sentimientos me pedían salir a flote. Me sentía traicionada, usada.

Pegué mi frente a una de las paredes, cerré mis ojos y en poco tiempo las lágrimas caían cual cascada por mis mejillas.

Dolía, dolía demasiado.

Las puertas se abrieron, frente a mi estaba mi auto. Y Nick con un café esperándome.

Sonreí, limpié mis mejillas y seguí avanzando. Así como siempre lo hacía.

- Lara, hemos ganado. - Me apretujó contra él y yo solté una pequeña risa.

Nick me había ayudado bastante, esta semana me quedé en su departamento y juntos resolvimos el caso. Ciertamente la victoria era de ambos.

- Vayamos a dormir. --Dije yo perezosa. El me miró a los ojos, sabía que había llorado. Solo asintió y condujo hacia su departamento.

Al llegar me quité mi saco y me acosté en el sofá. Nick se acorruco junto a mí.

En ese momento no soporté más y solté todo lo que tenía contenido. Cada instante, cada caricia.

El riesgo que había tomado, todo se había esfumado en segundos. Cómo llego se largó.

La diferencia era que me había dejado totalmente nauseabunda.

– Ya, ya pasó. Todo estará bien nena. — Me consolaba Nick, mi único amigo.

Sentía que jamás pararían, no creí que el maldito de mi jefe me dejaría de esta manera.

– ¿Quieres qué te prepare un pastel? —preguntó mientras acariciaba mis cabellos enmarañados.

– ¿Con mucho betún en medio? —trate de sonreír, el asintió sonriente.

– Por supuesto, solo que iré a comprar tres latas. — se levantó, no sin antes besar mi mejilla.

No le importó que estuviera salada y sobre todo empapada. Sonreí por como él era.

¿Por qué no me enamoré de él?

Limpie mis lágrimas, Nick ya se había marchado.

Y yo necesitaba aire, así que decidí salir a caminar fuera.

Tomé una sudadera de mi amigo y con mis cabellos desordenados recorrí las calles frías de Chicago.

Matilde y las luciérnagas me habían estado llamando durante la semana. Yo me excusaba con mi trabajo— que en parte era cierto.

Había recibido mensajes de Killian, no quise siquiera abrir alguno.

Lucía feliz, nunca había visto aquel brillo con la que él la miraba. Se notaba a leguas que aún la amaba.

Él aún la amaba.

Y a mi me había utilizado...

Tome asiento al lado de un arbusto, si parecía una vagabunda. Pero que más daba.

Levanté la mirada hacia las personas, todas pasaban de mí.

Hasta que se paró frente a mí, con esa mirada inquisitiva.

Lo que me faltaba.

– ¿Qué quieres? —pregunté tajante, con la dignidad que me quedaba.

– Solo hablar, solo eso. —Contestó con simpleza,para después sonreír.








Alexandra Cuevas.

Corto, lo sé. He roto todas mis promesas, también lo sé. Lo siento.

Muchas gracias por votar y comentar.

Próximo capítulo, en cuatro días.😊😘❤

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora