#VEINTIOCHO

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– Deberías hablarle, ella te ha buscado por mucho tiempo, piénsalo, Lara.

Sigo comiendo el tarro de mermelada de frutillas sin prestarle atención a lo que dice Nick.

– Y tu deberías ponerte unos shorts, o tan siquiera una camisa. —ruedo los ojos y disfruto de la delicia que degusto mientras leo unos casos.

– Por supuesto que no, enfrente de tu departamento hay unas vecinas que uff, además mi cuerpo es un manjar de los dioses. Envidiosa. —se sienta a mi lado y besa mi mejilla para ponerse a ver la televisión.

– Son lesbianas— Digo mirándolo por un breve momento, despega su vista del televisor y me mira incrédulo.

– No es verdad. —Lo dice no muy convencido. –Dime que no es verdad.

Casi suplica, suelto una carcajada.

Pues claro que lo son y él es lo bastante tonto como para no darse cuenta de que son novias.

Me voy con mi tarro de mermelada, salgo del departamento olvidándome de los gritos de Nick.

Me encamino hacia mi auto, necesito ver a las luciérnagas.

Al llegar a casa de Matilde me encuentro con las pequeñas sentadas en unos columpios, al verme bajar del auto sonríen eufóricas y corren hacia mí.

Las abrazo en cuanto llegan hasta mí, ambas se aferran a mí y yo no puedo evitar abrazarlas fuertemente.

– Lara te extrañamos, papá es un tonto. Pero nosotras si te amamos. —las miro con una implacable sonrisa y caminamos hacia el interior de la acogedora casa.

– Yo le dije a Papi que era un tonto y que yo te quería de regreso. Lara por favor ya no nos dejes— dice la pequeña Casey para apretar mi mano.

– Eso nunca volverá a pasar. —respondo con toda la sinceridad.

– ¿Lo prometes con el corazón?— Pregunta Darice para dibujar un corazón en su pecho, para luego seguirle Casey.

Sonrió y dibujo el corazón en mi pecho.

– Lo prometo con el corazón, ahora. ¿Quién quiere ir por unos helados y hacer enojar al gruñón de su padre?

Ambas sonríen asientes contentas, amamos molestar al gruñón de Killian.

Matilde se nos une y salimos por unos deliciosos helados.

– ¿Acaso debería preguntar por qué hay un tarro de mermelada en tablero?— dice Matilde con una sonrisa burlona.

Niego con la cabeza y conduzco tranquilamente.


(***)

– ¿Por qué tienen todas las caras manchadas de chocolate? —Killian entra a la sala con el ceño fruncido tratando de ocultar una sonrisa.

– Papi, creo que la pregunta que deberías hacerte es, ¿Por qué tú no tienes la cara manchada de chocolate? —contesta con una pequeña sonrisa Casey.

Suelto una risita, eso lo aprendió de mí.

– Muy lista Casey, pero sin mesada por una semana. —ambas se quejan y voltean a verme para que las defienda.

Qué les puedo decir, un abogado nunca descansa.

– Mis clientas piden que les rebaje la condena o se las anule. Ya que se declaran inocentes.

– Dígales a sus clientas que no hay trato, o se les duplicara la condena.

Las niñas resoplan y asienten, me da la sensación de que estamos en un juzgado.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora