The New Heartbreaker | DISPON...

By isnotcandy

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PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA HEARTBREAKERS. YA DISPONIBLE EN LIBRERÍAS. (La version disponible en Wattpad es... More

THE NEW HEARTBREAKER EN LIBRERÍAS!
Prefacio.
Prólogo.
1. Adiós y hola.
2. ¿Te tocó?
3. Tus panqueques están envenenados.
4. ¡Sin gorrito no hay fiesta!
5. Lo que realmente quiere Stefan Fleming.
6. Seth tiene novia.
7. ¿Qué te parecería...?
8. Así que... ¿sabes cómo seducir a un hombre?
9. Espero que la sorpresa sean strippers.
10. Hablando de ansiedad.
12. Te quiero.
13. El plan de los chicos.
14. El dilema de Tyler y Stefan.
15. El pasado vuelve de golpe.
16. ¿Quién es Liam?
17. Al fondo de la biblioteca.
18. Este año va a ser divertido.
19. Adicciones.
20. La mejor cura para olvidar.
21. El final de algo nuevo.
22. La señora Van Lexer.
23. La dura convivencia en lo desconocido.
24. Entre cielos y estrellas.
25. Ganas de besos.
26. Parejas poco eficientes.
27. Promesas que no van a cumplirse.
28. Adiós, tía Stell.
29. Mi mala influencia.
30. Winter Dunne.
31. No hay lugar como tu hogar.
32. Mejores amigos.
33. ¿Tan ridículos seremos?
34. La policía siempre es un lindo detalle.
35. Será perfecto.
36. Feliz navidad, Quinn
37. Entre infieles se entienden
38. Zack Gallagher
39. Rompecorazones
40. El océano y besos
41. Alison
42. Efectos colaterales
43. Todos merecen ser felices
44. Ley de hermanos
45. ¿En quién confiar?
46. La confianza es esencial.
47. La tranquilidad dura un instante.
48. Max sabe lo que hace.
49. El secreto entre Liam y Tyler.
50. Insoportable
51. Problemas a solucionar.
52. Los planes de Quinn.
53. No quieres saberlo.
54. Si no es ahora, ¿cuando?
55. Cayendo por ti.
56. Así fue como termino todo.
57. Que la vida nunca nos vuelva a cruzar.
Epílogo.
The Same Heartbreaker (2)
Agradecimientos.
LA CONQUISTA.

11. La pirámide social.

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By isnotcandy


11 | La pirámide social

Mis manos tiemblan, las lágrimas caen por mis mejillas empapando mi maquillaje. Estoy presa del miedo y soy capaz de desmayarme en cualquier momento, pero sé que solo será peor.

—¡¿Por qué le dijiste eso, Danny?! —brama él mientras hilos de sangre caen de su labio.

—Zack, ¿lo que dice es cierto? —le pregunto buscando sus ojos.

No puedo creer que me esté haciendo esto. Ni siquiera cuando los golpes quieren ayudarme a que lo haga.

Uno.

Dos.

Tres.

Pierdo la cuenta. 


—¡Quinn! —exclama Rick. Siento la presión de dos manos tomando cada lado de mis brazos, y luego mi cuerpo entero se sacude. Abro mis ojos de golpe y respiro agitada, intentando recuperar el aire para deshacerme de la sensación de estar ahogándome. Mi camisa de pijama se pega a mi cuerpo por la transpiración.

Mi hermano me observa preocupado con el ceño fruncido. Me estrecha con sus brazos y murmura unas palabras que no logro escuchar para saber qué dice, pero me tranquilizan de alguna manera.

—Está todo bien.

No, no lo está. Nunca lo está.

—Solo fue un mal sueño —le explico una vez que se aleja. Me siento y paso una mano por mi cabello. Nunca tuve un sueño así, tan vívido, algo que se sienta tan real que por poco pienso que me teletransporté al pasado.

Aprieta sus labios indeciso. Rick no sabe qué hacer en una situación como esta. Honestamente, yo tampoco, así que fácilmente pasamos a otro tema.

—Adivina qué... —aclara su garganta y sonríe un poco—. Las clases empiezan.

Cierro mis ojos y vuelvo a caer en mi cama. Me cubro con la sábana hasta la cabeza. Quiero desaparecer del mundo. ¿Saben que es peor que el primer día de clases? Ser la nueva.

—Vamos, Quinn. No me hagas arrastrarte. —Rick comienza a moverme de un lado al otro, intentando que me levante sin ningún éxito.

—¿¡Qué sucede aquí!? —vocifera Seth. Un ruido estruendoso se oye cuando la puerta se estrella contra mi pared. Oigo que los pasos se acercan a donde Rick y yo estamos. Maldito Seth.

—Quinn no quiere levantarse.

Hay un momento de silencio en el que básicamente temo por mi vida.

—Mhm, me pregunto cómo voy a arreglar esto... —empieza Seth. Arranca la sábana que me cubre tan rápido que no tengo tiempo de atraparla. Por suerte, estoy vestida por completo con shorts y una camiseta grande que creo que es de Nate.

—Que no me levante nadie, mejor —murmuro e intento volver a taparme pero Seth no quiere soltar mis sábanas.

—Lindas piernas, Lagarto —silba Seth y luego se queja del dolor cuando Rick le da un buen codazo en las costillas. Me río.

—Déjenme dormir —protesto.

—¿Crees que a mí también me gusta ir a esa mierda de universidad? ¿Pagar un montón de dinero para que luego me den un pedazo de papel que dice que estoy calificado para hacer algo? —se queja Seth casi gruñendo–. Por mí, vendería metanfetaminas. Un negocio exitoso de metanfetaminas.

Recibe otro codazo por parte de Rick.

—Digo... Vamos, arriba. A aprender y a construir el mejor futuro de todos, yey —aplaude dos veces en un tono irónico y se va.

—Ya lo escuchaste —dice mi hermano sin muchos ánimos. ¿Debo estar motivada con las palabras de Seth?—. Tu uniforme está ahí, bolso nuevo y todos esos libros también.

Cierro mis ojos con más fuerza al recordar que, efectivamente, ahora tengo que usar un uniforme. Rick palmea mi brazo dos veces, se va de la habitación junto a Seth y cierra la puerta tras él.

Suspiro. Nuevo año escolar, nueva vida. ¿O no?

Luego de dar vueltas por algo así como cinco minutos entre mis sábanas, decido levantarme... Y observar el panorama en el que mi vida se encuentra. Bastante para tan poco tiempo, ¿eh? Nunca había tomado una decisión tan precipitada como cambiarme de escuela una semana antes del inicio de clases. Y no mentiré, esta semana ha sido demasiado intensa y loca. No logro terminar de creerlo.

Tuve una entrevista con el departamento de admisiones de Everdeen, la escuela más costosa del Estado al parecer. Sigo sin creérmelo. Mis notas quizás no eran de su mayor agrado, pero vieron la «excelencia» que tenía en el equipo de porristas en Portland y les gustó mucho. Aunque realmente creo que, gracias a los contactos de Riley, decidieron encontrar esa «excelencia». Generalmente, tendría que haber tomado varios exámenes académicos, pero de nuevo, gracias a Riley, no lo hice. Esto no quiere decir que no vaya a ser observada en mi desempeño en la escuela con una lupa enorme. Por lo que Nick y Tyler me han contado, su estadía ahí no ha sido nada fácil y llevadera. Aggie solo me decía que eran unos exagerados. Y luego salió Tyler a decir que ella no se queja porque tiene un promedio altísimo. ¿Conseguí una beca? No. Eso sería demasiado. Tengo que agradecer que entré.

Una vez que me he cepillado los dientes y terminado de despertar, observo la hora. En exactamente media hora tendría que estar en la escuela, la cual está algo alejada de la ciudad. Por lo que me han contado, Everdeen se destaca en... absolutamente todo, y eso incluye deportes, por lo que tienen un campus enorme. Fui solo una vez para hablar con los directivos y el camino nos tomó a Seth, Rick y a mí veinte minutos. Seth se guía bastante bien ya que él asistió a Everdeen junto a Alison, Aiken y Jess. Luego de dejarme, ellos tienen que dar una vuelta enorme para irse a la universidad. Y esas serán todas mis mañanas a partir de hoy.

Me pongo la camisa blanca que me queda entallada al cuerpo, con la elección del uniforme me ayudaron Riley y Aggie. Según ellas, hay que pedir talles menos porque los que supuestamente me corresponden «me quedarán como carpa». Simplemente me dejé llevar, bastante malo es tener que vestir un uniforme como para que además me quede horroroso. Ahora, tengo una camisa mangas largas entallada a mi cuerpo, una pollera a cuadros color bordó, que me recuerda a la camiseta que me dio Tyler, y finalmente un estúpido saco con el logo de la escuela, de nuevo de color bordó. Ato mi cabello en una cola de caballo, me pongo medias de color... Les dejo adivinar: un aburridísimo bordó. Por lo menos la elección de zapatos es libre. Elijo unas zapatillas negras, ya que nada más va a quedar bien. Cuelgo en mi hombro el bolso que compré con asistencia de Aggie y Riley, aunque con el dinero de mamá.

No me está reclamando volver a casa, tampoco los gastos de la tarjeta. Se siente como si me hubiera soltado por completo, y miento si digo que no me duele.

En la cocina, Seth y Rick están desayunando. Los dos giran a verme, me escanean de arriba hacia abajo. Mi hermano se mete rápidamente un pan en la boca para no reírse, pero Seth no tiene ese detalle y estalla en carcajadas al verme.

—Dios, no extraño ese uniforme para nada —silba. Le saco mi dedo del medio y me dispongo a desayunar. Para los chicos hay panqueques y para mí hay tostadas.

—Te ves bien. —Rick me sonríe una vez que ahogó todas sus ganas de reír.

—Gracias —murmuro.

—El uniforme es algo incómodo, pero con el tiempo te acostumbras. Aunque... nunca usé la falda del uniforme. Solo sé que es fácil quitarlas.

Dios. Claro que sabe quitarlas. Tengo ganas de poner mis ojos en blanco. Por tercera vez en la corta mañana, Seth recibe un golpe de Rick. Minutos más tarde y con energías recargadas, alzo mis cosas y espero a que Rick salga del baño para poder irnos.

—Ven aquí, Lagarto. —Seth me hace una seña para que me acerque a él. Ya está con su mochila de tela negra entre hombros, celular en mano y botella de agua en otra, listo para empezar de nuevo la universidad.

Desde el punto en el que estoy puedo oler su fragancia. Huele bastante bien. No sé qué quiere hasta que sus manos encuentran el cuello de mi camisa. Lo acomoda con cuidado y concentración. Parpadeo con sorpresa. Finalmente, pasa sus manos por mis hombros y alisa mi saco.

—Crecen tan rápido —simula limpiarse una lágrima y lo empujo con una mano.

Rick sale del baño y estamos listos para irnos.

Primer día, ven a mí.



***


Cuando mi hermano estaciona frente a un gran edificio de fachada antigua, los nervios me atacan desde los talones hasta la cabeza.

—Te acompañaríamos —empieza Rick recargado en su asiento—. Pero ya tienes como cincuenta años, Quinn. No es el primer día del preescolar. No te llevaremos de la mano. Abajo, y sé un hombre.

—No soy hombre.

—Lo siento. Ve a ser la mujer segura que sé que eres —se gira a darme una mirada que sorpresivamente me inspira un poco. Por lo menos alguien se preocupa. Asiento.

El único problema es que no me siento tan segura. Tengo los nervios en la punta de la garganta, y honestamente, estoy aterrorizada. No sé lo que es ser «la nueva». Sin embargo, acá estoy, en el colegio más caro de Florida. Y siendo la chica nueva.

—Baja del maldito auto, llegaremos tarde —farfulla Seth, como siempre, dándole en el clavo con lo que necesito oír.

—Adiós —murmuro antes de abrir la puerta del auto y salir.

Una brisa de viento me da de lleno en el rostro y decido que, con esa brisa, mis preocupaciones se irán. Papeles al viento y toda esa estupidez. Sin embargo, ni la brisa parece querer detenerse ni mis preocupaciones irse. Elevo mi cabeza para darle un mejor vistazo al cielo. Está por llover. Doy un par de pasos hacia adelante y oigo como el auto de mi hermano acelera lejos del establecimiento. De por sí, el edificio impone seriedad y hasta puede resultar un poco intimidante. Observo varias personas con mi mismo uniforme bajarse de autos lujosos. Veo estudiantes abrazándose y riéndose, felices de volver a encontrarse. No puedo evitar recordar a Harry y Scarlett. Mi corazón se estruja. No les dije nada sobre mi repentino cambio porque estaba tan ocupada terminando de resolver todo en una semana que apenas me acordé de ellos.

Me siento culpable. Son mis mejores amigos, ¿cómo puedo olvidarlos? Y ahora, es otra cosa que me tiene preocupada, ¿cómo se supone que se dan este tipo de noticias? Habíamos planeado este año con todo. Sabíamos que iba a ser uno de los mejores sin dudas, nuestro penúltimo año en la preparatoria. Ahora falta una tapa de la galleta Oreo, falta la tercera rueda. Falto yo y ellos me faltan a mí.

Reviso la hora en mi celular, casi las siete y media. Es mejor ir entrando. Me apresuro a subir las grandes escaleras del lugar. Capto algunas miradas curiosas, a lo que bajo la cabeza. Ya he estado en la escuela antes, por lo que nada me resulta extraño; aun así, siento como si la viera por primera vez. Se nota que la institución tiene ya sus merecidos años porque no se molestaron en actualizar el establecimiento a la época. Todo parece ser viejo, de estilo victoriano, pero de alguna manera no deja de ser sofisticado. Los techos altos te hacen querer mirar hacia arriba toda la maldita mañana. Avanzo, con el papel que me dieron cuando vine a inscribirme donde figuran mis horarios, casilleros e información «útil» como diferentes clubes y deportes a los que me puedo unir, horarios de cafetería y nombres de los profesores, ubicaciones de sus oficinas, y más.

Me muevo sola entre la masa de estudiantes que parecen conocerse entre todos y abandono la fachada vieja llena de sofás y mesas de estudio para pasar a la zona de casilleros color blanco. Observo con cuidado los números que figuran en los casilleros hasta que llego al número que me toca. Leo la combinación y me apresuro a abrirlo, ya que en cualquier momento sonará la campana y lo último que quiero es llegar tarde en el primer día. Me encuentro con un casillero vacío y es cuando recuerdo el mío del año pasado, lleno de fotos y recuerdos de todos mis amigos. Extraño hasta el maldito casillero. Pongo todos mis libros menos el de Química, asignatura que tengo ahora según mi horario. Estoy por cerrar la puerta metálica, cuando alguien me hace el favor y me cierra la puerta por mí, haciendo que me sobresalte por el ruido. Encima que ya estaba nerviosa, ahora respiro como si acabara de correr una maratón.

Tyler Aiken se encuentra apoyado en el casillero de al lado. Me sonríe al verme y es cuando lo observo bien. Su rostro encantador no se fue a ningún lado, solo que ahora usa uniforme, que consiste en un pantalón de vestir oscuro algo anticuado, pero por alguna razón, Tyler lo hace lucir como si fuera un modelo de pasarela, una camisa blanca, una corbata de color bordó y ese estúpido saco con el logo que está confeccionado para que se acentué mejor a su cuerpo.

—¿Quién lo diría? Quinn Meyer en el uniforme de Everdeen —comenta observándome de pies a cabeza con diversión en su mirada—. Debería haber apostado algo.

Alzo una ceja.

—Ni una palabra sobre el horror que llevo puesto —digo algo aliviada por poder hablar con él y no deambular sola como había estado haciendo. Sin embargo, noto muchas miradas curiosas como lanzas a mi dirección. Mejor dicho, a Tyler. ¿Quién los culpa? Este chico tiene una sonrisa y un rostro que iluminan todo el lugar.

—No te queda mal. Además, en Miami siempre hace calor, los profesores dejan que te saques ese blazer y te quedas en camisa. Humm... ¿Asumo que Aggie y Riley se metieron en la decisión de la falda?

Frunzo el ceño y bajo la mirada. Hacia mis piernas. La falda me llega hasta la mitad de mis muslos. Nada de otro mundo.

—¿Qué tiene?

—Es más corta que lo que pone el reglamento —se alza de hombros y luego sonríe juguetón—. No me quejo.

No puedo evitar reírme.

—¿Voy a meterme en problemas? —inquiero.

—Nah —contesta alzándose de hombros. Asiento—. Te daría un tour, pero somos de diferentes años y tengo clase con un profesor que no se aguanta ni a él mismo. —Arruga su nariz fingiendo tristeza.

Me río y es justo cuando el timbre suena.

—Debo irme.

—Alto, alto. ¿Dónde está el laboratorio? —le pregunto empezando a entrar en pánico. ¿Por qué no presté más atención en el tour que me dieron hace unos días?

—¿Cuál de todos?

Mierda.

—No lo sé...

—Dame tus horarios —pide rápidamente y le entregó la hoja—. Uhm...

Se aleja un poco, vuelve a mirar entre los estudiantes que se dirigen a sus clases y detiene a un chico delgado, con cabello rubio y ojos claros. Tiene la mirada gacha, queriendo pasar desapercibido.

—Michaels —llama Tyler poniéndose justo al frente del chico. Este parece asustado cuando hace contacto visual—. ¿Tienes Química con Anderson?

Asiente sin mucha emoción y me da una rápida mirada. Me compadezco de él y tengo ganas de decirle a Tyler que se vaya para que deje de sentirse tan intimidado.

—Perfecto, necesito que lleves a Quinn —me hace una seña para que me acerque y eso hago con mis libros aferrados a mí—. Puedes hacerme ese favor, ¿verdad?

Tengo la impresión de que la mirada de Tyler se torna un poco oscura cuando pronuncia la última frase.

—Sí —resopla cansado.

Tyler me guiña un ojo antes de irse hacia otro lado y me deja a solas con el chico rubio que no me dedica otra mirada. Comienza a caminar sin esperarme y debo apresurar el paso para llegar a su lado.

—Soy Quinn Meyer —aclaro mi garganta. Quiero hacer muchos amigos, no enemigos. Y este chico no se ve feliz de verme.

Me echa un fugaz vistazo, pero es suficiente para observar el gris de sus ojos. Interesante, nunca había conocido una persona con ojos grises.

—Key Michaels —contesta en un tono aburrido mientras subimos una escalera. No dice nada más y me desespera.

—Y... Ehm, soy nueva —respondo intentando hacer conversación.

—No me digas —responde sarcástico y empieza a caminar aún más rápido.

Estoy por decirle lo maleducado que es cuando se detiene enfrente de una puerta, logrando que casi choque con su espalda. Por suerte, freno a tiempo. Key maldice en voz baja. La puerta está cerrada y por la ventanilla veo que la clase ya está llena. Toca dos veces, y escuchamos un «adelante». Entro detrás del rubio maleducado y me inundo en el silencio del laboratorio. Veinte pares de ojos se detienen en nosotros.

—Ustedes deben ser... Meyer y Michaels. —El profesor de cabello oscuro y camisa abotonada hasta el cuello se acerca a nosotros con una mirada reprobatoria. ¿Podrá respirar con la camisa tan apretada?

—Lo siento mucho, profesor Anderson. —Key se disculpa y aclara su garganta—. Meyer es nueva y tuve que ayudarla a encontrar la clase.

Nos mira a los dos de reojo y no sé cómo actuar así que me quedo en silencio.

—Solo porque es el primer día —nos responde y siento cómo el aire fluye en mis pulmones. Con un gesto con la cabeza, pasamos mudos hacía la última mesa compartida del laboratorio. Parece que Key es mi compañero. Y a juzgar por su bufido, no está feliz.

***

Para el final de la clase, he aprendido dos cosas. Ninguna de todas está conectada con la asignatura. La primera es que el señor Anderson carece de felicidad y la segunda es que Key es una persona muy introvertida. O tal vez simplemente me odia. Intenté hablarle para no pudrirme del aburrimiento mientras el profesor escribía unas fórmulas en la pizarra, pero no me respondió. Tampoco que sea un sabelotodo interesado en la clase, porque se la pasó dibujando garabatos en su cuaderno las dos horas que duró la clase.

Por no hablar sobre todas las miradas que recibí. Por lo poco que me compartió Key, soy la única nueva hasta el momento. Todos llevan un largo camino juntos porque fueron a las mismas escuelas, y qué decirles, ser la nueva es horrible. Muchos chicos me miran llenos de intriga, y sobre las chicas, bueno, algunas ni se voltean a verme y a otras simplemente les llamo la atención por ser nueva.

Camino por los pasillos, a mi otra clase. Esta vez por mi cuenta. Key se esfumó apenas tocó el timbre. Busco desesperadamente con la mirada a algunos de mis amigos, pero no los veo.

—¡Quinnie! —siento unos brazos sobre mis hombros y cómo todo un cuerpo salta a mi espalda. Me tambaleo hacia atrás, pero puedo recuperar el equilibrio.

Aggie se ríe y deshace su agarre para caminar a mi lado. La rubia tiene una sonrisa de felicidad en su rostro, cosa que me sorprende. Es el primer día de clase, ¿qué la tiene tan feliz? El uniforme le queda muchísimo mejor a ella, supongo que son los años de usarlo. Uno aprende todos los trucos. Tiene su cabello recogido y ni una pizca de maquillaje. Aggie vuelve a probarme que ni siquiera tiene que ponerse máscara de pestañas.

—¿Cómo va tu primer día? —me pregunta mientras camina y noto cómo el resto de los estudiantes nos ven con ojos curiosos. Quizás es porque soy nueva.

—Tedioso. ¿Por qué tienen un año más?

Aggie se ríe.

—Hay gente de tu clase bastante agradable. Como Mark, Reese y Preston... Otras no tanto —bufa molesta.

—Conocí a un tal Key Michaels —le cuento mientras me detengo en mi casillero. Aggie pone una mueca, como si estuviera intentando recordar quién es.

—¡Oh, oh! El hermano de Max Michaels —dice y asiente—. Max se graduó el año pasado. Irresistible de pies a cabeza. Era capitán del equipo de fútbol. Su hermano es el polo opuesto, por lo que me dijeron.

Me cuenta rápidamente que hoy habrá pruebas para el equipo de porristas y que sí o sí —es bastante clara— debo hacerla. Luego me da una mirada de diversión, haciéndome saber que la entrada para esto también será fácil. Ojalá todo lo fuera.

Un par de minutos después, ella se despide ya que tiene Francés. Me dirijo como puedo a mi clase de Historia. No me cuesta tanto llegar luego de pedir las indicaciones. Una vez que estoy allí, me siento en un asiento por el medio y espero a que la profesora venga. Ya hay varios chicos charlando en una esquina. Por sus pintas, deben ser los populares de la clase, todos guapos y con actitud relajada. Hay unas cuantas chicas entre ellos, reconozco a varias de mi clase de Química.

Estoy perdida en mi celular, cuando una voz se aproxima.

—Hola, eres nueva, ¿verdad? Duh, claramente. No te he visto antes. ¿cómo te llamas?

Parpadeo y volteo hacia la voz. Me encuentro con una chica de mi estatura, delgada, con cabello pelirrojo y pecas por todo su rostro. Tiene una pequeña sonrisa en su rostro, e inmediatamente me hace sentir más bienvenida.

—Hola —murmuro con sorpresa, recuperándome de su diálogo interno no tan interno—. Sí, soy nueva. Me llamo Quinn.

—Emily Murph —sonríe y me estrecha la mano—. Solo quería darte la bienvenida.

—Gracias.

El timbre suena. Emily le da una fugaz mirada a la puerta para ver cómo la profesora entra al salón. Me da una última sonrisa antes de volver a sentarse cerca de los chicos que parecen ser el centro de atención la mayor parte del tiempo.

Historia termina, y tengo clase de Matemática en el periodo antes del almuerzo. No es tan memorable, pero por lo menos comparto esa clase con Emily, la chica que acabo de conocer. Tengo que empezar a hacer amigos dentro de mi año. En lo posible.

Casi suspiro aliviada cuando el timbre suena nuevamente y es horario del almuerzo. Mi escuela anterior era tan grande que debían dividir los horarios del mediodía, pero Everdeen no tiene muchos estudiantes por lo que salimos todos al mismo tiempo. Por suerte, Emily me guía hacia la cafetería mientras me da una explicación sobre algo que nunca pregunté.

—Como eres nueva, seguro quieres saber más sobre cómo se maneja este lugar —comienza mientras caminamos—. Everdeen no tiene una división social muy clara, todos se llevan bien entre todos. No somos muchos estudiantes, como podrás ver —me explica mientras caminamos—. Pero hay algo que todos sabemos y es cuál es el grupo en el que todos quieren estar.

—¿Cuál?

Abre su boca para responder, y sin embargo la cierra segundos después. Está mirando algo por encima de mi hombro con demasiada sorpresa. Estoy a punto de girarme, cuando unos brazos me rodean por la cintura y me elevan un poco del suelo. Dejo escapar un grito que se ahoga en mi garganta.

—Quinn Meyer en Everdeen. ¿Quién más puede usar el uniforme tan bien como tú? —reconozco la voz de Stefan inmediatamente. Estaba preguntándome cuánto iba a demorar en encontrarlo.

Llegó la hora del espectáculo. Me giro, a unos metros de la entrada para la cafetería. De reojo puedo ver cómo Emily se va rápidamente. Está bien. Si yo fuera ella también me escaparía.

—Así es —sonrío. La última vez que lo vi fue hace unos días, cuando me invitó al cine y le conté que entraría a Everdeen. Obviamente está por las nubes con la noticia, porque ahora estaremos juntos.

Me devuelve la sonrisa mientras me mira a los ojos y lo único que puedo pensar es un gran «Sé que te lo mereces, pero, de todas maneras, perdón Stefan». Está verdaderamente funcionando. No pensé que podría ser tan ingenuo. ¿No le parece raro que Riley y yo seamos amigas? ¿Que todo el grupo esté bien con lo que hizo? ¿De verdad no hay una partecita en esa cabeza que diga: «Huh, esto es demasiado bueno para ser real»? Stefan deja un beso en mi frente y trago con fuerza. Todo el mundo nos mira. Para ser la nueva, estoy dando mucho de qué hablar. Toma mi mano y, sin decir más, camina junto a mí hacia la cafetería. La camisa blanca que está usando se transparenta. Tal vez un poco demasiado. La lleva doblada hasta antes de llegar a sus codos, y su corbata algo deshecha como si hubiera hecho todo a las apuradas esta mañana.

La cafetería es un lugar enorme y parece haber sido renovado recientemente por lo moderna que es. Hay mesas rectangulares color bordó por todo el lugar, la cocina a un costado, máquinas expendedoras, sillones, mesitas a juego, todo lo que soñaba en mi antigua escuela. Aunque mi parte favorita son los ventanales gigantes con vistas al campus. Observo la fila y bufo. Es larguísima. Stefan nota mi reacción y se ríe. Aún con nuestras manos entrelazadas, se saltea a varios estudiantes que no emiten ni una palabra y llega al principio de la fila, donde toma dos bandejas y seguimos el ritmo.

Huh. ¿De verdad nadie podía ver lo imbécil que era?

Termino eligiendo un filete que se ve bien, ensalada, una botella de jugo y una manzana. Como estoy primera, me toca pagar. Stefan quiere pagar por mí, pero se lo niego. ¿Utilizarlo y encima usar su dinero también? No. Creo que ahí es donde trazo la línea, por alguna razón. Llegamos a una de las mesas del medio donde están Tyler, Nick, Aggie y Riley. Riley aparta la mirada apenas llegamos. Aggie me da un leve asentimiento con la cabeza y debo forzar aún más mi sonrisa. Odio ver a Riley mal por verme llegar con su exnovio. Incluso si todo es un gran truco de circo.

Sigue el plan, sigue el maldito plan, Quinn.

Me siento al lado de Tyler, quien inmediatamente comienza a llenarme de preguntas sobre mi día. Hago un esfuerzo para concentrarme en lo que me dice, por más que esté sintiéndome nerviosa ante el constante toque de la mano de Stefan en mi muslo. Me repugna. Puso su mano allí cuando nos sentamos y no la sacó desde entonces. Coloco mi mano sobre la suya, dándole un leve apretón y hago que la suba a la mesa. Me cruzo de piernas con la mejor sutileza que tengo.

—¿Nos vemos después de clases? —Stefan se inclina a preguntarme al oído.

—Claro —contesto sin pensar y continúo comiendo, por más que sienta como si toda la cafetería me estuviera observando. No es solo una sensación, es lo que de verdad está pasando. Los cuchicheos tampoco son disimulados.

—Todo el mundo me está mirando —suelto sin poder contener la incomodidad. Aggie mira a su alrededor, y se alza de hombros, como si fuese completamente normal todas las miradas.

—Aggie, nuestra abeja reina... —empieza Nick y Aggie lo pellizca en las costillas cuando la llama así. Se queja de dolor—. Está bien, Agustine Monroe, pretende que es normal, pero por si todavía no te habías dado cuenta, somos... ¿Cómo lo digo sin que quedemos ridículos? Somos...

—Lo que todos quieren ser —completa Stefan y me guiña un ojo.

Nick lo mira con desdén sin que se dé cuenta.

—Honestamente, no fue una elección. Fue algo que pasó —continua.

No estoy segura de que cosas como estas simplemente «pasan».

Ahora entiendo las pequeñas reacciones de hoy cada vez que estaba con Aggie, Tyler o Stefan. Asiento, tomando toda esa información. Ellos mandan el lugar. Qué dramático.

—¿Y por qué me miran a mí? —interrogo.

—Bueno, querida, esa es una respuesta fácil —se ríe Tyler, y no agrega nada más.

Rápidamente cambian de tema de conversación, dejándome con una sensación extraña.

***

El último periodo llega, y es, cómo no, Gimnasia. Tal como me lo dijo Aggie, hoy es la prueba para porristas. Así que, una vez en los vestuarios para chicas, me pongo mi uniforme deportivo, descansando un poco de la camisa y la falda, lo cambio por unos shorts y una camiseta. Cuando termino de hacer mi coleta ajustada, salgo de los vestuarios con Riley, quien lleva su uniforme de porristas, es un conjunto color bordó con detalles en negro, bastante lindo. Riley me dice que solo lo usan durante los juegos y eventos escolares importantes. Y hoy para diferenciar a las que ya son parte del equipo y las que van a intentar.

Riley me guía hacia el gimnasio. En una sala separada de la cancha de básquet, hay un salón del mismo tamaño, con suelo de goma y unas gradas en la pared derecha. Ya estuve aquí cuando me dieron el tour, pero ahora, lleno de chicas y con las luces encendidas, luce aún más de ensueño. Todo el equipamiento es impresionante. Mi escuela anterior solo soñaba con algo así.

Al frente de todo, hay una mesa larga donde están sentadas Aggie y la entrenadora. Cruzo miradas con mi amiga, quien me guiña un ojo. Por más que tengamos pruebas, algo me dice que tengo esto asegurado. 


***


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