― ¿A dónde vamos? ―Cuestioné a Oniel.
―Ya lo verás.
El bosque nos rodeaba, al principio pensé que íbamos hacia el lago, sin embargo no era así. Cada vez nos internábamos más en el corazón del bosque, vivo, brillante, espectacular. Oniel comenzó a aligerar el paso y me obligó a seguirle el ritmo. Entonces llegamos a un lugar inesperadamente familiar para mí.
― ¿Oniel? ―Pregunté sin entender que hacíamos aquí.
― ¿Qué conoces de este sitio? ―Replicó él.
Bajamos de nuestros respectivos caballos y los dejamos pastar tranquilamente. Me dirigí hacia un muro derruido y pasé la mano por éste. La piedra dura y fría le dio la bienvenida a la cálida piel de mi palma, en ese preciso instante sentí un fuego creciendo en mis entrañas. Fui impulsada a seguir palpando el resto de las ruinas, en las cuales muchas poseían el símbolo de los tres pétalos. Aquí habían vivido las Guardianas del Bosque. Sentía su presencia aun, oía sus gritos de dolor resonando en mi mente y como la última vez que había puesto un pie en aquel lugar, me costaba respirar.
― ¿Por qué me has traído aquí? ―Pregunté angustiada.
A pesar de que todo estaba en ruinas, la naturaleza se había adueñado a la perfección de todo lo que había compuesto el campamento de las Guardianas.
Oniel se acercó hasta mí y agarrándome de las manos me apartó de aquel lugar, el cual rezumaba dolor en cada piedra.
―La razón por la cual estamos aquí es... quería ver tu reacción.
―No lo comprendo, Oniel. ―Fruncí el ceño. ―Se supone que todo lo relacionado con los Antiguos Dioses está prohibido...
―De donde yo vengo son muy reales. ―Me miró fijamente, a la espera de alguna respuesta.
― ¿En la isla del conde Melieni aun se sigue a los Antiguos Dioses? ―Él asintió. ― ¿Cómo es que nadie lo sabe?
―Es un secreto, mantenido por las gentes que viven allí. Además sabía que no te escandalizaría saberlo, puesto que tienes colgado al cuello un medallón de lo más singular...
― ¿Qué sabes sobre él? ―Cuestioné muy asombrada de su referencia hacia éste.
Tirando de la cadena, lo sacó a la superficie y agarró delicadamente la forma redondeada que formaban ambos símbolos.
―Sé que antes eran dos mitades de una misma pieza y que tú las has vuelto a unir. También sé que es un colgante con connotaciones paganas.
Dispuesta a alejarme de él y su mirada abrasadora, di un paso para atrás. Sin embargo nuestras manos se tocaron mientras apartaba la suya del metal en mi cuello. En esta ocasión no fue un leve cosquilleo lo que sentí, sino un gran torrente de imágenes invadiendo mi subconsciente.
***
― ¡Sthax! ¿Qué tramas? ―Pregunté intrigada, riéndome.
―Nada, Enhid. ―Replicó con una gran sonrisa dibujada en su rostro.
De repente fui elevada por los aires, flotaba entre las nubes y Sthax estaba a mi lado. Sujetó mi mano mientras nos guiaba por el cielo. Todo era tan nítido y vivo en nuestra Dimensión. Volvimos a descender al suelo, sobre una hermosa playa de arena blanca y aguas cristalinas. Nos sentamos y en silencio contemplamos la puesta del Sol.
―Lo hemos hecho bien, ¿No crees?
―Tú has sido quien ha hecho casi todo el trabajo. ―Contesté, orgullosa.
―Sabes que eso es mentira, sin ti jamás hubiese sido posible. Tú eres mi otra mitad, Enhid. ―Respondió solemne.
Los ojos se me aguaron debido a sus bellas palabras. Entonces levantó las manos con un puñado de arena entre ellas y cuando las abrió, aparecieron dos únicos colgantes.
Apartando mi cabello con delicadeza, abrochó uno de ellos sobre mi cuello y lo dejó ahí descansando. Éste era una media luna con mi nombre grabado en una de sus puntas. Me puse de rodillas en la arena y cogiendo el otro colgante que había en su mano, se lo até al cuello. El suyo era un óvalo con nuestro símbolo grabado en él y dentro de éste se leía su nombre.
―Gracias. ―No hacía falta decir más cuando se trataba de él.
Con cuidado me arropó entre sus brazos como tantas otras veces. Sthax era físicamente mayor que yo, ya que mi forma era la de una niña aun, mas mentalmente no era así. Todavía debía crecer puesto que quedaban cosas por realizar que, siendo un infante, no podía. Mi cuerpo aun era débil y no sería capaz de soportar todo el poder de mi interior. No obstante, no teníamos prisa. Apoyé la cabeza en su pecho y sintiendo el rítmico latir de su corazón me quedé dormida sobre él.
***
Eranrecuerdos... no sueños. Ahora entendía muchas cosas hasta ahora ocultas en elinterior de mi mente. Yo era Enhid y Oniel era Sthax... Alcé una mirada acusadorahacía él.
― ¡Me has estado engañando todo este tiempo! ¡Riéndote de mí! ―Grité furiosa. ― ¿Cómo has podido?
El dolor podía oírse sin esfuerzo en mi voz al pronunciar esas tres últimas palabras, simples pero con una gran repercusión en el momento. Agarré con fuerza el colgante y de un tirón lo arranqué de mi cuello, dejando una herida al hacerlo. Acto seguido, se lo eché con furia al pecho.
―Déjame que te lo explique.
― ¡No! ¡No quiero escuchar ninguna escusa barata! Me abandonaste, sola, triste y sin recuerdos de todo lo que habíamos vivido juntos, sin conocer la verdad acerca de mi misma y mi cometido futuro. ―Aspiré con fuerza, al borde de las lágrimas, antes de continuar. ― Ya entiendo el odio y el rencor que sentí nada más verte.
Oniel se acercó apresurado hasta donde yo me encontraba y me sujetó por los hombros para que no me alejase más de él. Sentía una nueva herida abierta en mitad de mi pecho, el cual latía con fuerza, frenético. Sus ojos conectaron con los míos. Sus ojos... tan vivos, dejaban traslucir una infinidad de momentos juntos que volvían a mi revuelta sesera. Tantas cosas habían cobrado un sentido en ese mismo instante, sin embargo todavía quedaban algunas que era incapaz de descifrar. Una de ellas el por qué me dejó abandonada en una torre y permitió que ese sádico me encontrase.
―Quiero que prestes atención a lo que tengo que contarte. ―Con su mirada era capaz de derretir el más frio de los hielos. ―Tuve que hacer algo para impedir que tus poderes se descontrolasen todavía más de lo que ya lo habían hecho para aquel momento. Jamás pensé que fuese capaz de... encerrarte en aquel maldito lugar. ―Me empujó hasta dar con mi espalda en un árbol para seguir hablando. ―Pero era necesario, destruiste una isla entera, sin ningún superviviente. Eras demasiado joven y caótica como para controlar tus dones. Sabía que no entendías muy bien la situación y también sabía que te sentías muy culpable por las muertes de esas gentes. Tantas emociones encontradas con tus inestables poderes, debían de ser contenidos.
― ¿Destruí una isla? ¿Maté a todas las personas que vivían allí? ―Jadeé horrorizada. No recordaba nada de eso. ―Es imposible...
Me negaba a creer algo como aquello, tenía que ser una mentira. ¿O tal vez no? Eso daría mucho sentido al motivo de mi encierro y la razón de porque debajo de la capa del rencor había muchas otras capas que tampoco había podido explicarme. Algo en mí también comprendía que fue algo necesario...
―Eilenor... mi existencia sin ti no tenía sentido, por eso me sumergí en un sueño profundo del cual no desperté hasta que te sentí en problemas. ―Sus brazos apretaron mi cuerpo en consuelo. ―Me era imposible no pensar en ti en cada momento e ir a liberarte, por eso le encargué a Erixi que te mantuviese vigilada y segura mientras yo hibernaba.
― ¿Te refieres a Erixi, la Diosa de la Lucha y la Guerra? ―Cuestioné intentando no pensar en lo anterior.
―Sí. ―Afirmó Oniel. ―Ella creó a una raza de guerreras, destinadas a protegerte. Ellas eran las Guardianas del Bosque, dominaban los elementos a su antojo. No solo te tenían a ti como misión, dado que protegían a los débiles e impartían justicia.
―He leído algo sobre ellas... lo que no conocía era que su principal motivo de existencia era el protegerme a mí mientras tú no estabas. ―Apoyé la frente sobre su pecho, cansada de repente. ― ¿Y el hombre que me sacó de la torre?
Los músculos de Oniel se pusieron en tensión al mencionar al susodicho. Resopló y sus brazos me apretaron más todavía contra él.
―Era un Maldito, pero en otra época había sido un portador de magia, o como los humanos los llamaban, brujos. Ellos surgieron de un antepasado oscuro y perverso, del cual ningún ser humano escuchó jamás, por eso no leíste nada sobre él en tu libro oculto bajo la cama. ―Me sonrió sabiendo que me había pillado. ―Este ser es uno de nuestros descendientes, otro Dios, el Oscuro.
― ¿El Oscuro? ―Pregunté y él asintió.
―Ocex, el Dios Oscuro. Nadie sabe sobre él, ni siquiera sus hermanos. Nosotros lo condenamos a vivir sin cuerpo, ser solo un ente en la Dimensión Mortal. A pesar de eso, el tuvo tiempo de engendrar descendencia, los cuales degeneraron en estas personas portadoras de magia.
― ¿Él es un descendiente de Ocex? ―Oniel volvió a asentir. ― ¿Hay más personas así? ¿También malvadas?
―El mal está en el interior de todas las personas, pero solo algunas lo desarrollan. ―Aclaró.
―Comprendo... ―Susurré aun pensativa en todo lo que había descubierto en apenas una hora.
Tenía tantas cosas en las que pensar que no sabía por dónde empezar. Mi cabeza estaba hecha un lío, pero algo si tenía claro y eso era que mi confianza estaba con Oniel. Después de escuchar sus motivos para dejarme en aquel lugar y saber en mi interior que me decía la verdad, no tenía ninguna razón por la cual seguir odiándolo. Por el contrario, la mención de Ocex me había puesto los pelos de punta...
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pd: ¡SIENTO HABER TARDADO UN MES O ASÍ! ¡¡¡NO TENGO PERDÓN!!!