Eternidad

By HilCat92

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Desde unas noches atrás Will Graham es atormentado por vividos sueños de una vida pasada que no comprende, en... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Trivia
Pistas
Capítulo 11
Entrevista
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
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Capítulo 14

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By HilCat92

Hola estimados lectores, tras un poco de tiempo con problemas de inspiración llega por fin el capítulo 14, un entremes para llegar al enfrentamiento del Destripador de Chesapeake y el que se hace llamar El Profeta. Y antes de que haga spoilers de mi propia historia les dejo con el capítulo. 

******

Los asuntos que llevaron a Hannibal al centro de Maryland no llevaron demasiado tiempo en completarse. Después de eso, decidió llevar algunos aperitivos de una exclusiva panadería francesa, debido al poco tiempo con el que contaba para esperar a Will. Tan pronto como llegó a casa, el doctor se percató de un aroma diferente al de la tormenta que se avecinaba desde Virginia, las nubes oscuras ya cubrían el cielo también de Baltimore y el tronido de su choque se percibía cercano como los tambores de una batalla.

Hannibal se detuvo un momento en la entrada, se giró mirando al cielo, luego a su reloj en la muñeca, justo a tiempo para preparar la presentación de los platillos. Entró por la puerta posterior para ir directamente a la cocina, se detuvo y el ligero cambio en la esencia de la habitación lo alertó. Miró de nuevo su reloj, al parecer debía ajustar sus tiempos otra vez ante el imprevisto invitado. Colocó entonces tres servicios sobre la mesa, en realidad, ya lo esperaba, pero no dos veces en el mismo día. La primera impresión fue gratamente sorpresiva, y Hannibal tenía poco de qué sorprenderse, para alguien tan metódico y analítico como él, la mente humana y su comportamiento era predecible, frágil y manipulable. Fácil de condicionar, por supuesto el conductismo era uno de sus métodos favoritos y seguía dando frutos, al menos con su experimento en turno.

Ah, el pobre ángel perdido, como El Profeta lo había llamado dos veces, un ángel. Cuyas alas estaban rotas y no podía volar, atrapado por los lazos de un pasado que lo reclamaba. El doctor hizo una mueca, no podía dejar que Will cortara esos lazos, y la presencia de aquel hombre que aguardaba en su consultorio podía serle útil.

Dejó las compras en la mesa más cercana y siguió el aroma de una fragancia de lavanda y menta, con toques de cardamomo, Jean Paul Gautier sin duda, ese hombre seguía siendo un vanidoso incorregible. Se adentró en su consultorio encontrándose con Jonathan Eckmann mirando por la ventana con las manos en los bolsillos.

—Por lo general mis pacientes aguardan en la sala de espera señor Eckmann— mencionó el doctor.

Al escuchar la puerta Jonathan se giró y sonrió ampliamente.

—Tú lo has dicho, tus pacientes. Vamos sé que me recuerdas, ¿esa es forma de tratar a un hermano? Tristán.

Hannibal mostró una suave mueca de complacencia, cerró la puerta tras de sí y ambos caminaron hacia el otro, siguió un cálido saludo con las manos de ambos en la parte superior de los brazos del otro a una distancia pertinente, un saludo que habían aprendido de los romanos, era una muestra de afecto, de reconocimiento entre iguales. Jonathan sonrió terminando por palmear los costados del doctor.

—¿Puedo ofrecerte una copa de vino?— dijo Hannibal.

—¿Por qué no un coñac?

Hannibal asintió, fue hacia su mueblebar del siglo XVIII, de dónde sacó dos copas bajas, anchas y con el cuello más estrecho, en ellas vertió una adecuada cantidad del licor ámbar oscuro, dejó la botella a la vista de su invitado a modo de cortesía y le extendió la copa.

Jonathan la tomó y dejó que se calentara con la temperatura de su mano, el doctor le señaló los sillones individuales y se sentaron frente a frente. Eckmann se acercó la copa al rostro y degustó los aromas del coñac, luego lo bebió con un gesto de genuina complacencia.

—Un Napoleón de al menos cien años— musitó con el característico hormigueo del alcohol en su lengua y su garganta.

—Ciento ochenta en realidad, pero confundible incluso para un fino paladar.

—No tan fino como tu olfato, explorador. ¿Aún puedes reconocer a alguien por su aroma?— dijo sonriendo.

—Mejor que eso, Jonathan.

—Oh, por favor Tristán, no seas aguafiestas, llámame Lancelot.

—¿Qué te trae hasta Baltimore Lancelot? Todos estos años tan cerca y jamás se cruzaron nuestros caminos hasta ahora, el destino no puede ser tan caprichoso— cuestionó dando un trago a su copa.

—Sabes que me trajo aquí— el tono de voz de Jonathan cambió por uno más serio e incluso sombrío.

Afuera el clima había cambiado una vez más, el cielo se había oscurecido por completo y los relámpagos se hacían notorios.

—La muerte de un amigo, a quien genuinamente conocías, y a quien utilizaste para encontrar a Galahad— continuó Lecter.

—Una respuesta correcta para esto... para el doctor—Lancelot miró alrededor y luego nuevamente a su interlocutor con sus chispeantes ojos negros— pero no para Tristán. Lo vi, vi las fotografías de ese hombre en el taller, entonces a mi mente vino el recuerdo de ese woad, el que asesinaste para vengar las heridas de Galahad, cada arma de su tribu al alcance utilizada en su contra, clavadas con tanta ira. Eso no se olvida Tristán, la muerte está en nuestra sangre, hay un apetito en nosotros por matar que es difícil eludir.

Lancelot hablaba con soltura, sus movimientos naturales mostraban refinamiento mientras su personalidad extrovertida se mantenía en análisis bajo la mirada color almendra del doctor.

—Al parecer conoces muy bien ese apetito.

—Lo conozco, tanto como las formas de saciarlo, tal vez menos espectaculares que las del Destripador de Chesapeake, pero no pretendo sorprender a nadie.

Jonathan Eckmann colocó las cartas sobre la mesa sin tapujos, mientras degustaba como un gato el licor, el alcohol calentaba su garganta y su mirada hiperactiva jugueteaba en todo el consultorio.

El doctor Lecter por su parte cavilaba las palabras de caballero frente a él, ¿dejaría pasar la descortesía de entrar a su casa? ¿acaso sus palabras eran una amenaza? ¿cuáles eran sus ventajas al asumir sus papeles tan pronto?, era claro que no había cabida para el chantaje, mucho menos ante el reconocimiento tácito de dos asesinos y ante ello, su propia desventaja era reconocer que no podía tampoco hacer aún lado su curiosidad sobre Lancelot, era un asesino, eso era evidente, se recordaban y ello era la respuesta a las primeras incógnitas planteadas ante el reconocimiento de Will como Galahad, aquello iba más allá de la simple eventualidad de que ambos se encontraran. Jonathan Eckmann era la prueba que necesitaba para demostrarle a Will que las casualidades no existían.

—Cuando vi a Galahad en aquella publicación todo tuvo sentido— continuó Lancelot cruzando las pernas y ajustando sus puños de la camisa— sabía qué si lo encontraba, llegaría a ti, fue una sorpresa encontrarte justamente en el mismo lugar.

—¿Y tenías que hacer esa presentación? — cuestionó Lecter ganando una sonrisa cómplice del pelinegro.

—No puedes negar que aún debajo de éste hombre refinado y hedonista, se encuentra Tristán el explorador, el aventurero, tal vez igual de reservado, y sin embargo ansioso de romper con la rutina.

—El Lancelot que conocí, era un bribón bromista y enamoradizo, eso no ha cambiado.

—Cargamos un peso en nuestras espaldas, memorias reminiscentes del pasado en nuestra nueva vida, al principio pensé que era un regalo, un nuevo comienzo para hacer las cosas correctamente, una oportunidad de ser felices, pero no, esta vida es parte de un extraño karma, no es una oportunidad, es una penitencia.

—Intuyo que tu penitencia tiene que ver con cierta mujer. ¿Winiber?

Lancelot tomó el último trago de su coñac, el dolor que cargaba ese nombre fue evidente a través de su mirada.

—La encontré, o ella a mí, no lo sé. Ella no me reconoció al principio, hice todo lo posible por enamorarla, hasta que pudo recordarme, nos casamos, fue ahí cuando creí que algún dios o poder divino nos había permitido vivir de nuevo para estar juntos, sin nada que lo impidiera, sin Arturo. Fueron los años más felices de mi vida y los más fugaces también, eventualmente ella enfermó de gravedad, ni el dinero, ni el poder lograron salvarla, murió hace cinco años.

—Lo lamento Lancelot.

—Ese fue nuestro castigo Tristán, por haber traicionado a un hermano, a alguien a quien juré darle mi vida si era necesario.

—No debes culparte por un pasado lejano. Somos lo que hemos construido en esta vida, el pasado no definirá nuestras elecciones.

—No es culpa, es arrepentimiento. Galahad no recuerda del todo ¿cierto? Lo note cuando me miro.

—No, Will carga ciertas peculiaridades además de sus recuerdos.

—Es por eso que vine, ¿no te has preguntado por qué alguien tan puro como él volvió?, ¿por qué el único ser que alcanzó el Santo Grial rencarnaría? Crees también como yo que será una oportunidad, pero no es así, no es una coincidencia que él sea policía y tú a quien desea atrapar. Ten cuidado Tristán, si Galahad regresó tan cerca de ti, es porque él será tu perdición.

—Hacia qué punto de la balanza se inclinan tus palabras Lancelot, esperas sólo el efecto lúdico de quien advierte o te refieres a éste encuentro como un saludo cortés antes de la justa por el honor de mi pupilo.

—Dejaré que mis intenciones se decanten por un punto medio, únicamente como la voz de la experiencia.

—El karma no es más que la ley de causa y efecto, somos parte de la corriente de nacimiento de la naturaleza y nuestras vidas se reproducen como el resto de ciclos naturales. Lo que nos rodea crea las opciones que quieras tener en tu vida, Galahad tiene opciones, siempre las ha tenido, y lo que elija será aceptado. No debemos anclarnos al pasado, el aquí y el ahora es lo importante.

Lancelot lo miraba con detenimiento, intentando averiguar sus pensamientos a través de sus expresiones; Hannibal sabía que era casi imposible leer más allá de lo que mostraba, si bien no era del todo cierto que Will tenía su libre albedrío para decidir qué hacer con los recuerdos, no deseaba tener a Lancelot como un obstáculo. Poco antes de que su interlocutor expresara algo más, la puerta de entrada a su consultorio de abrió dando paso al joven agente, quien se detuvo como si hubiera sido clavado al piso en el momento en que su mirada se cruzó con los ojos negros de Jonathan Eckmann.

—Vaya, pero si es nuestro pequeño guerrero— sonrió.

—¿Lancelot?— dijo casi balbuceando.

—Pensé que nunca lo dirías.

Jonathan se levantó y se precipitó sobre Will en un abrazo, tomando la mano izquierda en un puño entre su pecho y la mano derecha sobre su espalda acercándolo, la primera reacción del menor fue dar un paso hacia atrás, pero luego, al sentir la familiaridad de la cercanía llevó su mano derecha a la espalda del pelinegro, una sensación cálida y agradable llenó su pecho. Will estaba seguro que si hubiera tenido hermanos ese sería el sentimiento que cargaba un abrazo afectuoso, gracias a su empatía pudo sentir ese gran amor de familia que últimamente necesitaba con desesperación. Jonathan se alejó un poco sin soltar su mano izquierda y con la derecha sobre el hombro y le sonrió, entonces Will tuvo una visión, ellos en medio de una pradera en Britania, estandartes ondeando alrededor, sus ropas eran la armadura de batalla. Lancelot con sus rizos ondeando con el viento gélido al igual que sus capas. Will también sonrió y sus ojos azules parecieron brillar. La escena extraída de sus sueños se desvaneció lentamente como si despertara de ellos.

Lecter contempló la escena satisfecho, fue mejor de lo que había esperado. Se levantó y cerró la puerta que Will había dejado abierta. Incluso aquella falta de protocolo por parte de Will no le molestaba, al contrario, aquella forma que tenía de entrar a su casa sin siquiera avisar era una prueba de lo cómodo que se sentía, a diferencia de la primera vez que le había invitado a comer, cuando un Will temeroso y ansioso no podía ni siquiera tocar el timbre. ¿Cuántos cambios más podría orquestar en Will a ese paso?

—Galahad el puro en persona, no creí que viviría para ver esto— Jonathan pasó una mano por sus rizos despeinados como si él realmente fuera un niño, cuando era evidente que apenas había pocos años de diferencia entre ellos.

—¿Cómo...? ¿Cómo puede ser posible?

—Reencarnación, no hay más— concluyó el abogado.

—Como psiquiatra podría rebatir ese punto, pero no ésta tarde, le he prometido a Will un platillo antes de que sus labores como agente del FBI lo absorban por completo, espero que puedas acompañarnos Lancelot.

—Será un placer.

—Entonces pacemos al comedor, no quiero hacerlos esperar.

Will miró a Hannibal abrir la puerta del consultorio que llevaba a las otras habitaciones de la casa, Lancelot lo invitó a pasar primero y luego lo siguió, el doctor les proporcionó un asiento en la mesa, de manera que él y Jonathan quedaron frente a frente, Will con la chimenea a su espalda y el abogado a la izquierda de Hannibal, lo que ubicaba a Will como el invitado de honor. Aquello ganó una sonrisa de Eckmann, quien al igual que el psiquiatra conocía bien las normas de etiqueta. Hannibal los dejó un momento a solas mientras iba a la cocina para emplatar los platillos que tenía reservados para esa tarde.

—¿Así que Tristán y tú están juntos?— preguntó Jonathan mientras servía el vino que Hannibal había dejado sobre la mesa.

Will se removió en la silla incómodo ante la pregunta, sus sueños eran claros, pero de eso a tener una relación con el doctor había una brecha enorme.

—El doctor Lecter es mi psiquiatra.

—Vaya, pensé que si ambos recordaban tal vez...

—¿Tú lo sabías?

—¿Qué eran amantes?, sí.

El agente tomó la copa y bebió su contenido de un sorbo.

—Sigo pensando que todo esto es una alucinación.

—Yo lo creí también, pero hay algo más que sólo lo tangible, nuestra mente sucumbe ante lo inexplicable, hay tantas cosas de la mente humana y de la vida que no comprendemos, pero no significa que no sean verdad. Tu mente sigue las pautas del pensamiento domesticado que te presiona para imponer el raciocinio sobre tus sentimientos.

Will lentamente se adentró en las palabras y pensamientos de Jonathan, guiado por su empatía dejó que el pensamiento de lo mítico y lo mágico se apoderara de su conciencia. Al igual que su otra personalidad dentro de su cabeza.

—Sentimientos, ¿ellos también pueden traspasar el tiempo y el espacio para aglomerarse en un nuevo ser, son ellos los que perduran en pie aun cuando toda vida del cuerpo se desvanece?

—Dímelo tú, Galahad, ¿sigues amando a Tristán?, ¿Puedes sentir esa conexión de los sentidos que va más allá de la amistad momentánea?

—Puedo percibirla como un eco— la voz de Will se fue apagando lentamente, cerró los ojos un instante y casi sentía esa voz tan parecida a la suya que le decía al oído que era verdad, que aún amaba a Tristán.

El sonido de los pasos de Hannibal alertaron a Will, sus ojos se posaron sobre la puerta de cristal a su derecha y la lluvia que caía afuera. Jonathan observó el ligero rubor en las orejas del hombre y de su cortante actitud en cuanto el doctor entró de nuevo a la habitación. Tal parecía que Will no aceptaba sus sentimientos, el recuerdo repentino de su amada Winiber le hizo comprender que tal vez, esa visita era principalmente para observar la felicidad de sus amigos.

—Charlotte de cordero, acompañado de garbanzos y cebollas dulces— anunció Hannibal mientras ponía frente a sus invitados un plato oval.

Will llevó su mirada al plato tras una leve sonrisa al doctor, en el centro del plato se apreciaba un pentágono envuelto en delgadas láminas de pepino y sobre él una hoja de hierba aromática, a un costado una porción de garbanzos aderezados y del otro lado una cebolla morada cortada de forma en la que podía asemejarse una flor de loto y de la que se desprendía un halo de vapor que llevaba hasta su nariz un aroma a especias.

—Se magnífico— pronunció Jonathan.

—Me alegra que sea de tu agrado— completó el doctor sirviendo más vino antes de tomar su asiento.

Will tomó su servilleta y la acomodó en su regazo. Luego miró a Lancelot de nuevo.

—¿Cómo fue que nos encontraste?

—Por ese artículo que escribieron sobre ti— contestó Jonathan mirando de soslayo a Hannibal mostrándole sus buenas intenciones de no delatarlo— muy ilustrativo, recordaba tu rostro y quise saber si también me recordabas, o me tomarías por loco. Al parecer Tristán ya se había adelantado, fue una sorpresa verlos a ambos. Una grata sorpresa.

—Pero realmente conociste al hombre.

—Por supuesto, Richard era mi amigo, espero que se le haga justicia.

—Ese joven que dices haber conocido, ¿no recuerdas realmente nada más?

—Lo que dije es todo lo que sé.

Will asintió mientras se dedicaban a comer lo que Lecter había preparado, Jonathan se veía alegre, hizo algunas bromas al respecto de cosas que él no recordaba del todo, pero que sonaban realmente ciertas y que llevaban a su imaginación a recrear los escenarios. Tras dejar los platos vacíos el invitado levantó su copa con el preciado líquido carmín.

—Brindemos, porque nos hemos reunido de nuevo, por una nueva vida, tal como lo hicimos en la mesa de Arturo.

Hannibal sonrió tenuemente y tomó su copa, el agente en cambio parecía un poco más reacio a seguir el gesto, pero al final de un ligero titubeo, levantó su copa al centro como ellos, recordando de inmediato la celebración de su nombramiento como caballero. Su alrededor le presentó el salón de la mesa redonda, en compañía de rostros que ahora veía con nitidez. Y brindaron.

Llegado el momento Jonathan se despidió, Hannibal y Will lo acompañaron a la puerta principal. El abogado les entregó su tarjeta, Lecter prometió realizar una fiesta en poco tiempo para que pudieran reunirse. El psiquiatra y el abogado se dieron la mano cortésmente, Will un poco más apartado de la animosa despedida sonrió con una de sus muecas a Lancelot quien no se vio amedrentado por el espacio personal que Will reclamaba. Al contrario, se acercó y lo abrazó de nuevo terminando por besarlo en cada mejilla.

—Te veré pronto— le dijo provocándole un deja vú además de una parálisis momentánea por su desmedida muestra de afecto.

—Hasta luego, Lancelot.

Hannibal le abrió la puerta, afuera la lluvia ya no se precipitaba con fuerza, en su lugar quedaba una llovizna ligera que amenazaba con convertirse en nevada.

—Hum, agua nieve maleficio— dijo Jonathan poniendo un pie fuera de la caza y girándose para sonreírle a Will.

El doctor y él vieron a Jonathan apresurarse hasta su auto. Adentro en el calor de la casa Hannibal se dirigió a Will, quien seguía procesando la información.

—¿Había algo de lo que querías hablar esta mañana?

—Sí.

—Vamos— le indicó el pasillo a su consultorio. Ya ahí le entregó una copa de coñac, misma que Will bebió en dos largos sorbos, dejando la copa sobre el escritorio y comenzando a deambular por el lugar.

—Creo que alguien entró a mi casa ayer.

—¿Crees o estás seguro?

—Es ese el problema, no lo sé. Esta mañana no encontré ningún rastro de alguien cerca de Wolf Trap, más que mi propio rastro.

—¿Qué te hizo pensar en que alguien entró en tu casa?

—Fue una sensación, y creo que tomó el diario onírico, pero no lo sé realmente. Alana llegó justo antes de que me adentrara al bosque persiguiendo humo.

—Creo que la presión a la que Jack te está sometiendo para encontrar a éstos dos asesinos es demasiado para ti.

—No sólo Jack, esto es demasiado para lograr comprender, tal vez estoy volviéndome loco— dijo pegando la espalda a la escalera de madera.

—Comprender la mente pragmática de un asesino es difícil, no sólo lo estas proyectando, creo que tu empatía no sólo muestra los indicios también absorbe su desesperación y sentimientos negativos a su alrededor. Es tal vez El Profeta quien puede estar complicando tus pensamientos.

—¿Y qué hay del Destripador?, si lo colocamos en orden cronológico fue el primero en perturbar mis pensamientos.

—Recuerdo que mencionaste que su conexión era diferente, admirabas su astucia y su serenidad artística.

—Admiración, eso suena terrible para un agente del FBI.

—Somos humanos Will, no podemos hacer a un lado los sentimientos.

—No, no podemos— dijo el joven mirando al doctor, quien se había acercado a él y lo miraba de frente.

—Si gustas puedo acompañarte a Wolf Trap, así podríamos corroborar si alguien estuvo cerca de allanar tu casa.

—¿Harías eso por mí?, ¿caminar entre la nieve para asegurarme de que no estoy loco?

—Haría cualquier cosa que me pidieras para hacerte sentir mejor Will.

Sus palabras tomaron desprevenido al agente, de nuevo esa voz en su interior que deseaba gritarle que sentía algo más allá de la amistad se removió con ecos pausados "Tristán, Tristán, mi Tristán" Will tomó lánguidamente la mano de Lecter apenas sosteniendo la punta de sus dedos, Hannibal dio un paso más cerca mirándolo con pasión a pocos centímetros de que sus labios se unieran. Will pasó su lengua por su labio inferior y antes de que el psiquiatra lograra atraparla con sus propios labios el teléfono de Will comenzó un inesperado repiqueteo que los hizo separarse.

Graham tomó la llamada, unas cuantas palabras y colgó.

—Era Beverly, al parecer ya tiene los resultados, es posible que pase la noche en Chicago, ¿puedo pedirte un favor personal?

—Lo que desees Will.

—¿Alimentarias a mis perros mientras estoy fuera? les agradas y te han visto en repetidas ocasiones.

—Lo haré con gusto.

—Entonces me voy, te llamaré en cuanto esté de vuelta.

—Por supuesto, he conseguido una cita con el neurólogo para dentro de dos días, ¿está bien?

—Es perfecto. Gracias Hannibal.

—Te acompaño.

—Está bien, conozco la salida.

—Will— lo llamó el psiquiatra antes de que saliera y se acercó colocando una mano sobre su hombro, el agente pensó que lo besaría, pero sólo le susurró cálidamente al oído— ten cuidado.

Graham asintió y salió de la casa con rumbo a Chicago.

****************

N.A.: Como ya se había comentado en ésta historia hay puro guapo, así que debía poner al guapísimo Ioan Gruffud, quien encarna a Lancelot en el rey Arturo, quien por cierto también es Inglés, ¿se nota verdad?, tengo cierta predilección por los ingleses comenzando por el precioso Hugh y su acento. 

Regresando a la historia, es verdad que según el mito artúrico, Galahad es hijo de Lancelot, lo que no queda pero para nada claro en la película, que es una interpretación completamente desapegada al mito (aunque tal vez lo quisieron obviar con el parecido, entre los dos personajes, cabello rizado, mandíbula esculpida por los dioses, nariz fina, etc), así que en éste punto Lancelot procedió como lo haría un hermano mayor sobreprotector. 

No me despido, saben que adoro leer sus comentarios y responderlos lo más pronto posible, esperemos que el trabajo no me consuma la vida y pueda entregarles pronto el nuevo capítulo lleno de lemon ;) Los quiero mucho y gracias por seguir leyendo. 

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