La Dama Caos. (Dioses Y Guard...

By PilarMendez_MI

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Un día pudo escapar, liberarse de su cautiverio eterno. Ella no sabía quién era o en qué clase de mundo vivía... More

Sinopsis.
Prólogo.
1 - Visita indeseada.
2 - Ayuda.
3 - Nuevas amistades.
4 - El conde.
5 - Bienvenidas.
6 - Celebración.
7 - Tiempo para pensar.
8 - El desconocido.
9 - El hijo de Melieni.
10 - La reunión.
11 - Odio.
12 - La carrera.
13 - Turbación.
14 - Feliz cumpleaños.
15 - Laberinto.
16 - Semilla.
17 - Pequeña.
18 - Dioses.
19 - Perdón.
20 - Nupcias.
22 - Los tres pétalos.
23 - Dos mitades hacen una.
24 - Realidad.
25 - Fuego.
26 - Intruso
27 - Juicio
28 - Culpables.
29 - Enhid.
30 - Sinceridad.
31 - Infierno.
32 - Decisiones.
33 - Despedidas.
34 - No más huir.
35 - Vida.
36 - Secretos desvelados.
37 - Unidos.
38 - Subconsciente.
39 - Juntos.
40 - Fin.
Epílogo

21 - Recuerda.

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By PilarMendez_MI


Una intensa luz me despertó de golpe, ésta entraba por las ventanas, las cuales no tenían las cortinas bien cerradas. Sentía un agudo dolor en la cabeza y no recordaba haber llegado a la cama la pasada noche... ¡Un momento! Miré mi mano y entonces vi el anillo que descansaba en mi dedo anular. Me incorporé de inmediato en el lecho y pagué las consecuencias. Gemí sonoramente y entonces escuché un gruñido a mi lado y al girar la cabeza comprobé que se trataba de mi esposo. Cruzó su brazo descubierto alrededor de mi estómago, acercándome a él.

Me solté de su agarré y salté de la cama, en ese instante me percaté de que no estaba en mi alcoba, sino en la suya. ¿Qué habrá ocurrido la noche anterior? ¿Consumaríamos el matrimonio? No me sentía diferente... tampoco sabía muy bien la mecánica de ello.

Un soplido de aire fue el culpable de hacerme ver que tan solo vestía una fina camisa y las calzas. Me debió de desvestir él antes de meterme en la cama. Busqué con la mirada algo con que resguardarme del frío. Vi una manta de lana gruesa tirada en una silla y me apresuré a por ella.

Escuché movimiento tras mi espalda, sin embargo no me atreví a darme la vuelta y comprobar si, mi marido, se había despertado al fin.

― ¿Eilenor? ―Preguntó con voz ronca. ― ¿Estás ahí?

Suspiré y fui hasta el lecho.

―Sí, aquí estoy.

Se reincorporó y comprobé entonces que llevaba puestas sus calzas. Salió de entre las tibias sábanas y se colocó frete a mí para, a continuación, mirarme a los ojos en busca de respuestas a preguntas que desconocía. Cogió una de mis manos, las cuales asomaban entre los extremos de la manta a la altura de mi pecho, y se la llevó a sus labios, rozándola levemente con éstos.

― ¿Qué recuerda de anoche, mi pequeña mujer? ―En sus ojos chispeaba algo semejante a la esperanza. Me tensé nerviosa.

―No demasiado, quizá charlar en el salón con Peter y Bela... ¿Qué hacemos en tus habitaciones?

―En tu estado me pareció más correcto traerte aquí, mas nos trasladaremos a las tuyas futuramente. Así el tiempo que pasemos en el castillo lo hagas en un sitio familiar para ti.

― ¿El tiempo? ¿Nos marcharemos?

El corazón se me encogió en el pecho. En ningún momento había contemplado la opción de partir de mi hogar.

―Aun tardaremos, mi dulce esposa, no obstante tenemos asuntos que arreglar en otros lugares.

― ¿De cuánto tiempo se trata? Y ¿tenemos? ―Cuestioné desesperada ya que no quería abandonar el lugar en el que se encontraba mi familia ―Peter― y amigos ―Bela―.

―Eso depende enteramente de ti y lo que tardes en recordar... ―Apartó un mechón de mi frente con delicadeza. ―Hay asuntos que nos esperan, a ambos.

¿Se referiría a su padre y sus obligaciones con él? Al fin y al cabo Oniel es el heredero del conde de esas islas... no me ha presentado formalmente a éste antes del enlace.

» ¿Qué te preocupa? ―Preguntó.

―Tu padre... ¿no se enfurecerá?

No me respondió, solo se carcajeó. Un torrente de rabia subió por mi pecho ante su reacción por mis dudas y lo empujé para apartarme de su lado. Pero tan pronto como lo intenté él abrió sus brazos y me atrapó entre ellos.

―Eh... no te enfades, pequeña. ―Susurró sobre mi cabello. ―Te aseguró que no se enojará.

―Vale. ―Repliqué escueta.

―Señora Melieni, no llevamos ni un día como marido y mujer, sonría un poco.

―No puedo sonreír cuando me muero de hambre. ―Me quejé.

―Parece que por las mañanas tenemos a toda una gruñona.

Besó mi frente y dejó de abrazarme para colocarse una bata, para así salir de la alcoba. Pocos minutos después llegó acompañado por dos doncellas, las cuales portaban una bandeja de comida cada una. Las depositaron sobre la mesa y fui casi a la carrera a sentarme para comenzar a devorar cada uno de los alimentos.

― ¿Señor Melieni, desea que arreglemos la alcoba ahora o más tarde? ―Cuestionó una de ellas a Oniel.

Me fijé que la otra sirvienta estaba curioseando la escena, tanto mi aspecto, como el de mi esposo y el de la cama... Qué extraña situación.

―No, ya las llamaré cuando se dispense.

Ambas se retiraron con premura del lugar, pero no sin antes volver a echar un vistazo cotilla a todo.

―Malditas chismosas. ―Gruñí exasperada.

―No las puedes culpar. Ellas fueron las que te desvistieron anoche, cuando te traje borracha. ―Comentó burlón mientras se sentaba a mi lado en la mesa. ―Sentirán curiosidad por saber si se ha consumado el matrimonio.

No pude evitar escupir el zumo del interior de mi boca hacía la dirección de Oniel. Lo empapé entero.

― ¡Lo siento! ―Me lamenté muerta de vergüenza.

―Vaya, no sabía que necesitara un baño con tanta urgencia. ―Se carcajeó. ―Hay otras maneras más sutiles, esposa. Sin embargo, es muy tierno verte con la cara colorada.

Sonreí por su broma, pero no pude evitar ponerme más roja ante sus palabras. Con una servilleta le limpié con suavidad el líquido que chorreaba por su mandíbula.

―Me preguntaba... Si nosotros... anoche... ― ¡No sabía cómo preguntarlo!

Me miró intensamente, haciendo que me derritiese y algo se encendió en ese instante en mi interior. No sabía que hacía que reaccionase de esta manera.

―No, Eilenor, cuando eso ocurra, lo sabrás. ―Contestó con una sonrisa de suficiencia.

― ¿Por qué? ―Cuestioné curiosa.

―Tendrás que esperar para averiguarlo, mi pequeña mujer. ¿Podrás?

Fruncí el ceño confundida por sus palabras. ¿A qué se refería con eso de esperar? Lo que tenía entendido era que el matrimonio se consumaba la noche de bodas...

― ¿Esperar?

―Veo que no te gusta la idea, esposa. ―Alzó una ceja, sonriendo. ―Tan solo hasta que recuerdes...

―No entiendo, Oniel... ―Contesté. Su nombre en mis labios se sentía extraño. ―Creí que la consumación era algo de la noche de bodas...

―Ay, mi pequeña impaciente... ―Suspiró mientras acariciaba mi pómulo.

―No es eso, pero me contrarían tus palabras. Es diferente a lo que creí que ocurriría.

Se levantó de la silla, tendió su mano para que la agarrase y al alzarme, me cogió en sus fuertes brazos. Nos llevó hasta la cama y ahí me posó con delicadeza sobre ésta. Oniel se sentó sobre el borde, contemplándome con ojos vivaces y brillantes. Sostuvo uno de mis tobillos, tomándome por sorpresa, y lo apartó hacía un extremo del lecho, dejando mis piernas abiertas.

― ¿Ves esa tela blanca sobre la que estás tumbada? ―Me preguntó. ―Sería la prueba de que el matrimonio se ha cerrado. Esto era lo que las criadas miraban tanto cuando han entrado.

―Oh. ―Ahora comprendía sus ojos curiosos.

Abrió un cajón de la mesita de noche y de ahí sacó un pequeño cuchillo. Con el afilado objeto se hizo un corte en la palma de una de sus manos, dejando que cayese un poco de sangre sobre la tela... Cerró la mano en un puño para cortar la hemorragia y con una venda corta que salió del mismo cajón, se tapó la herida.

―No quiero que nadie cuestione nuestro matrimonio. Eres mi mujer tanto como yo tu esposo.

A continuación se acercó a toda prisa hasta donde estaba parada en la cama, aun sorprendida por sus actos, plantó sus tentadores labios en los míos hambrientos. Un dulce cosquilleó trepó por mi estómago, me sentía en las nubes. Con su mano sana comenzó a tantear por mis pechos, acariciando exigente una de las cimas, fruncida orgullosa sobre éste.

Gemí entusiasta por las atenciones recibidas, pero deseaba más... no sabía que exactamente. Subió la mano, recibiendo un quejido por mi parte, y la apoyó sobre mi rostro con delicadeza. Separó nuestros labios y miró mis ojos fijamente.

―No pares... ―Susurré.

―Primero quiero que recuerdes. ―Replicó mientras colocaba su frente sobre la mía.

― ¿Qué debo recordar?

―Tantas cosas... ―Suspiró quedamente.

Se incorporó para después vestirse. Una vez finalizó con su tarea, volteó para observarme, aun medio tumbada sobre las almohadas, aturdida.

» Escúchame, pequeña, ahora debes de desnudarte y colocarte mi bata. ―Me la tendió y la cogí sin comprender. ―En unos minutos llegaran unas sirvientas para acomodar la habitación, les pediré que te traigan una bañera para que te relajes. ¿Has entendido?

―Creo que sí... ―Repliqué no muy segura.

―Debe de parecer que hemos consumado el enlace, por ello te pido que hagas eso, mi pequeña mujer. ―Aclaró.

―Ah... ¿Por qué te marchas?

―Para dejarte un poco de intimidad. ―Sonrió. ―No tardaré en regresar. Te lo prometo.

Me incorporé en el suelo con la bata de él entre mis brazos. Se acercó hasta donde estaba y besó mi frente cariñosamente.

» Pronto comprenderás mis decisiones.

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¿Personaje favorito?

¿Qué opináis sobre lo que está sucediendo?

Un besazo!! 😘

Pd: buscarme en tap como coldsweet 😉

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